Las redes sociales se han convertido en parte indispensable de la vida cotidiana de la mayor parte de los habitantes del planeta: más del 60 por ciento del mundo está constantemente conectado en línea (4.500 millones de personas) y más de la mitad (3.800 millones) usa, diariamente, las redes sociales. Esto se acentuó fuertemente con la necesidad de aislamiento por la pandemia. A esta conclusión llegó el “Informe Digital 2020” (wearesocial.com/digital-2020), publicado por las empresas Hootsuite y We Are Social, que llevan a cabo un detallado estudio de este tema.
No obstante, cuando se afina la mirada, la desigualdad digital entre países y en el interior de ellos se vuelve evidente. En el caso de América latina, por ejemplo, se registra un crecimiento récord de usuarios en varias plataformas (especialmente en Facebook), pero también se constata que es una de las regiones más retrasadas del globo en varios aspectos de este fenómeno.
“En el campo del desarrollo digital, los llamados países centrales o hegemónicos no solamente concentran la capacidad tecnológica y estratégica del control de las redes, sino que además han hecho que nuestros países sean dependientes de los formatos y los criterios matemáticos que ellos manejan”, explicó a Caras y Caretas el filósofo mexicano Fernando Buen Abad, director del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús y uno de los investigadores que más ha estudiado este fenómeno.
ESTADO DE SITUACIÓN
Las perspectivas de análisis son varias. Una de las principales tiene que ver con la producción; otra, con la formación.
“No producimos nada de lo que se requiere: desde los teléfonos celulares hasta los satélites, pasando por todos los componentes y el abanico de los instrumentos para esta especificidad industrial. Somos pura transferencia de recursos a precios absolutamente inauditos y en condiciones muy desleales, ya que el sistema está pensado para tener que actualizar y renovar constantemente todo: cámaras, micrófonos o el equipo que fuere”.
En ese sentido, Buen Abad subrayó la visión estratégica del ex presidente venezolano Hugo Chávez, quien no sólo apuntó a la creación de Telesur, un canal latinoamericano que emitiera las noticias desde el enfoque regional, sino que se planteó la posibilidad de concebir un sistema de internet soberano. “Ahora mismo recuerdo al presidente Chávez hablando del ‘servidor del Sur’, una iniciativa que tenía aportes importantes de compañeros argentinos, cubanos y mexicanos que aspiraban a crear un sistema completo con satélites independientes propios para proveernos una red de internet de la Patria Grande”.
Desde el punto de vista de la formación, la colonización no es menos intensa. “En materia de educación, desarrollo teórico-académico, investigación y experimentación en comunicación, somos totalmente dependientes. Los países centrales nos bajan su bibliografía y estamos atados a sus espacios de formación e investigación, a sus posgrados y a sus observatorios. No tenemos suficientes cuadros profesionales; por ejemplo, abogados especializados en comunicación que puedan hacer frente a los delitos comunicacionales que van surgiendo”.
La Argentina comparte los mismos problemas que el resto de la región. “Acá hay un importante protagonismo en distintos frentes de la comunicación alternativa y la comunitaria. Hay una gran vocación y una fuerte iniciativa de participación a nivel de redes sociales, pero la Argentina tiene un problema tremendo: está aislada, tiene puesto un bozal enorme. El responsable de eso se llama Grupo Clarín, que ejerce un control mafioso que se apropia, ataca, frena o diluye toda voz distinta a la suya. Y es un problema porque efectivamente es un terrateniente mediático a nivel regional”, analizó el especialista, quien vive desde hace muchos años en el país.
Lo mismo sucede en el campo académico. A pesar de tener un enorme capital en recursos humanos, la Argentina carece de desarrollo autónomo y, en líneas generales, sigue apegada a la concepción mercantilista de la comunicación, “otro freno epistemológico que hay que rediscutir si se quiere dar la batalla”.
HACIA LA SOBERANÍA DIGITAL
En cuanto a los pasos pendientes para paliar las asimetrías, Buen Abad, autor de La guerra simbólica. Hacia una semiótica para la emancipación, subrayó especialmente tres: el financiamiento, la dirección del contenido y la urgente necesidad de integración regional.
“No tenemos el acuerdo regional suficiente. La oportunidad más clara que tuvimos fue en 2010, con la creación de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que incluye a todos los países de América menos a Canadá y Estados Unidos), pero hoy por hoy se ha dificultado bastante la posibilidad de encarar, en conjunto, todos los desafíos políticos que sobrevienen a esto, entre otros, los planteos de las jaurías monopolistas que quieren convencernos de que no tenemos derecho a ocupar nuestro propio espacio satelital”.
Si se hace historia, ya en 1980, el documento “Voces múltiples, un solo mundo”, presentado en la Unesco por el irlandés Seán MacBride, premio nobel de la Paz, preveía como una necesidad fundamental el desarrollo de una comunicación espacial satelital basada en pactos democráticos y en acuerdos diplomáticos coordinados desde las Naciones Unidas o desde la propia Unesco. Pero en la década del 80, la economía de mercado empezaba a irradiarse en todo el globo. Pocos meses después, Ronald Reagan ganaba las elecciones presidenciales en Estados Unidos y el “Informe MacBride” quedó en el cajón de los recuerdos.
Sin embargo, no todo está perdido. Las demostraciones populares que se registraron a fines de 2019 y lo que va de 2020 en América latina abren oportunidades para los cambios. “Es probable que los nuevos gobiernos que están tomando aire y posiciones vean la necesidad y la urgencia de hacer un convenio de comunicación en América latina”.