Guillermo Rodríguez Rivera: Un hijo de Martí

 

Hoy es 19 de mayo, día en que  en 1895 José Martí cayó combatiendo contra el colonialismo  español. Poco antes había escrito: 

“Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”

En palabras sobre un libro de Guillermo Rodríguez Rivera, Cintio Vitier dijo de Martí: “desde su caída en Dos Ríos, todos los cubanos somos o debemos ser sus hijos.” Sin dudas, Guillermo lo fue. 

Pocos libros han tenido en tan breve plazo una vida tan intensa como Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos. No menos intenso fue su autor que llegó a definirnos con este ensayo que según Vitier es un “tratado de historia de Cuba que sólo pudo escribirse desde los años que hemos vivido de Revolución”. Ahora que El Guille se nos ha ido, su “clásico”, que sólo pudo ser escrito por quien como él fue un cubano esencial y cultísimo, nos es cada vez más imprescindible para conocernos y mejorarnos como hijos de Martí. 

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Palabras en la presentación de la primera edición del libro Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos*. Por Cintio Vitier

Ojo avizor para la política ha tenido nuestra poesía desde Heredia hasta hoy. La completez del hombre se nos dio en la figura de José Martí, encarnación unitiva de palabra y acción, de historia y poesía, de inmanencia y trascendencia. Mayores o menores, desde su caída en Dos Ríos, todos los cubanos somos o debemos ser sus hijos. 

Cuando parecía que la palabra poética se hermetizaba hasta su total separación de la política, José Lezama Lima escribió en Orígenes, en enero de 1953, “Secularidad de José Martí”, donde se lee: “Sorprende en su primera secularidad la viviente fertilidad de su fuerza como impulsión histórica, capaz de saltar las insuficiencias toscas de lo inmediato, para avizorarnos las cúpulas de los nuevos actos nacientes”. 

En el desarrollo de esos actos que constituyen la historia viva de nuestra Revolución, la poesía cubana no ha cesado de dar testimonio de lo más profundo del acontecer político. Un ejemplo de ello está en muchos poemas de Guillermo Rodríguez Rivera, pero también en otros poetas más jóvenes como Reinaldo García Blanco, irónico y lúdico fabulador, en apariencia, de las más inauditas realidades, que algún día se entenderán como testimonios políticos. 

La médula, no necesariamente el tema, de la poesía nuestra es la política. Guillermo lo ha mostrado sin rebozo, y ahora mismo nos regala un tratado de historia de Cuba que sólo pudo escribirse desde los años que hemos vivido de Revolución. 

Ya no se trata de poner a un lado los versos y a otro la prosa, como si fueran esos géneros que inventó la Academia para su deleite. Se trata de asumir todo lo que vivimos desde todos los lenguajes, se trata de poner el lenguaje al servicio de la realidad, sólo que la realidad no acaba en el periódico, que a su vez tiene su propia poesía. Se trata, en fin, de escribir como se vive, y en esto Guillermo Rodríguez Rivera es un sencillo maestro, más conversacional que magisterial, señor de su verso y de su prosa, cuando ambos le vienen en ganas. Por lo pronto esta vez ha escrito nada menos que una meditación sobre los hechos que nos constituyen como nación y como patria, dos cosas, que a mi juicio no son lo mismo. La nación es un hecho. La patria es un misterio. Pero no vamos a hacer una teología de la patria. Nada más lejos del avispado y avizorante autor de este libro que, a mi parecer, debió llamarse Nosotros, los cubanos, y que debe leerse por los que quieran saber quiénes y cómo somos, aunque en puntos tales, desde luego nunca coincidiremos todos. Porque ser verdaderamente cubanos consiste, entre otras muchas cosas, en no coincidir. 

Coincidiremos, sin embargo, todos, en la lucidez, puntería y valentía de este brevísimo ensayo de fundación intelectiva, si tal género existe. Guillermo, por ejemplo, nos dice que cuando los EE.UU. cesen de jorobarnos la vida, tendremos que re­examinarnos a nosotros mismos internamente. Dicha observación, entre tantas otras, es lo que pudiéramos llamar una historiografía poética, es decir, sin lirismo. El lirismo lo deja el poeta en este caso para su amor infinito por la trova, de la que él y su hermano Alipio son quijotes y bayardos. 

Gracias a Iroel Sánchez y felicitaciones por impulsar una reedición masiva de Por el camino de la mar. Los cubanos, o Nosotros, los cubanos, libro que todos disfrutaremos y todos necesitamos. 

*Palabras leídas en la presentación de la primera edición del libro Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos, de Guillermo Rodríguez Rivera, el 15 de octubre de 2005 que desde entonces ha acompañado todas las reediciones del libro.

Palabras en la presentación de la quinta edición en español de Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos**. Por Guillermo Rodríguez Rivera

El doctor Eusebio Leal tomó la decisión de aprobar que la Editorial Boloña preparara esta quinta edición en español de Por el camino de la mar o Los cubanos, que accede ahora a sus posibles lectores actualizada y con dos nuevos capítulos, cuyos temas son el beisbol y la comida en Cuba.
Siempre le agradezco al eminente historiador su aprecio por mi trabajo, desde que, a fines del pasado siglo, empecé a escribir este libro sobre la identidad cubana.

Además de las tres ediciones hechas antes por Boloña, la Editorial Península, de Barcelona, hizo otra el pasado año 2009, para festejar el 50 aniversario del triunfo de la Revolución Cubana. Por el camino de la mar o Los cubanos se ha publicado, además, en inglés, francés y turco.

Una crítica española, Victoria Alcalá, tuvo a bien considerar este título entre los 30 mejores libros cubanos de todos los tiempos. Le agradezco mucho semejante distinción aunque no comparto su criterio: hay unos cuantos libros superiores a este que no figuran en ese estricto listado. De todos modos, juro, que no soy amigo de Victoria Alcalá y que ni siquiera he tenido el gusto de conocerla.
De la misma manera en que disiento de figurar en ese hall de la fama de todos los tiempos, creo que este libro pudo haber ganado uno de los anuales premios cubanos de la crítica. Sin embargo, no fue así.

Quiero agradecer a la Federación Estudiantil Universitaria y a Iroel Sánchez, entonces presidente del ICL, la edición que planearon para que el libro se presentara en las universidades cubanas, a un precio propio para estudiantes.

Presento mi agradecimiento – que ahora es póstumo, pero siempre se lo trasmití en vida – al gran intelectual que fue Cintio Vitier, por la generosa presentación que él, maestro en cubanía si los hay, hizo de la primera edición de este libro y por su autorización para que, desde entonces, lo acompañara siempre.

Confío en que ésta, tenga la misma acogida que las anteriores ediciones.

Quiero agradecer, también, al actual director de la editorial Boloña, el amigo Mario Cremata Ferrán y a la joven editora Claudia Gabriela, por los cuidados que han tenido con esta edición.

Gracias a mi esposa, la licenciada Marlen López León que, además de soportarme todos los días, ha aceptado representarme en este acto en el que mis maltrechas rodillas me impiden estar. Gracias a todos por su asistencia.

**Palabras para la presentación del libro de la quinta edición en español de Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos. Febrero de 2017. 

 

 

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3 Responses to Guillermo Rodríguez Rivera: Un hijo de Martí

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