Iroel Sánchez
Cuenta el escritor Gore Vidal en sus memorias un capítulo de la vida de su abuelo que parecen haber leído los perseguidores de Wikileaks. El senador demócrata por Oklahoma Thomas Gore se caracterizaba por su oposición a las intervenciones norteamericanas en el exterior. El hecho es que un buen día –según cuenta su nieto- los enemigos políticos del ilustre antecesor del novelista le tendieron una trampa en un hotel de Washington DC con una mujer que terminó acusándolo de violación…y eso que el senador era ciego!!!
Apenas horas demoró la fiscalía sueca en desdecirse, en voz de la Fiscal General Eva Finné, de la acusación de violación y abuso contra el líder del sitio de internet que ha publicado miles de documentos que comprometen la legitimidad de las acciones norteamericanas en Afganistán. Ya desde el perfil de WikiLeaks en twitter se había comunicado lo que terminó confirmando la señora Finné: “los cargos no tienen base y su emisión en este momento es particularmente inquietante”. Esto ha ocurrido en la misma semana en que Julian Assange viajó a Estocolmo con el objetivo de proclamar que Wikileaks se alojará en servidores del Partido Pirata sueco para protegerse del acoso del gobierno norteamericano.
Hay otro caso similar con el mismo perseguidor, el del cineasta Roman Polanski, que hasta hace poco tuvo pendiente una orden de captura desde Estados Unidos por supuestos delitos sexuales de hace más de veinte años. Polanski es un crítico de las políticas norteamericanas y su reciente filme The ghost writer narra un complot de la CIA alrededor de la guerra de Iraq que desata el asesinato de varias personas. El ensayista cubano Rufo Caballero ha afirmado que: “La película de Polanski llega tan lejos que no somos pocos los que hemos pensado, luego de disfrutarla, que deben existir razones más allá de las sexuales para las frecuentes persecuciones que ha sufrido el cineasta en los últimos años”.
No me gustan las suspicacias y menos las moralejas pero algo así como “búscate enemigos en Washington y serás acusado de delitos sexuales” empieza a sonar bien para un aleccionador relato infantil. Lo malo es que cuando los delitos sexuales son masivos y sistemáticos como los de los soldados norteamericanos en Okinawa entonces hay silencio y complacencia en el mismo lugar donde viven los perseguidores de Wikileaks y Polanski.