EE.UU. en Iraq: “Retirada” dudosa y sin gloria

 

El gobierno de Estados Unidos anunció la retirada de sus tropas de Iraq, pero atrás quedan unos 56 mil soldados estadounidenses que permanecerán en territorio iraquí para participar en “misiones de entrenamiento y asesoramiento militar”, y poner en marcha la Operación Nuevo Amanecer. Tras siete años desde el inicio de una guerra en busca de armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, esa acción bélica ha dejado el saldo de cientos de miles de muertes entre  iraquíes y ocupantes.

El Departamento de Estado de Estados Unidos tiene previsto duplicar el número de “contratistas” (mercenarios) -empleados de empresas de seguridad privada- en Irak, aumentando el número de efectivos de estas características a 7.000 para reemplazar a las tropas de combate que se han retirado del país, según informa ‘The New York Times‘. P.J. Crowley, vocero del Departamento de Estado, fue preciso ante la cadena de televisión MSNBC: la partida del contingente no supone el fin de la misión estadounidense en el país, dijo. Para Crowley, estará acabando la guerra, no “nuestro trabajo en Iraq”, porque su país tiene “un compromiso a largo plazo” con Bagdad.

Según el periódico, este personal adicional estará encargado de garantizar la protección de cinco campamentos fortificados del país.

Fuentes diplomáticas dijeron al ‘Times’ que los contratistas tendrán como principal función la prevención de ataques mediante el uso de radares, la detección de artefactos explosivos y la dirección de ‘drones’ (aviones no tripulados).

A la vez, el Pentágono ha comprado 60 vehículos resistentes a minas, tres aviones y doce helicópteros que pondrá a la disposición de los contratistas privados.

El incremento de contratistas en el país podría ser una fuente de conflicto con el gobierno iraquí. Los líderes iraquíes ya han tenido diversos problemas con las empresas de seguridad privadas extranjeros, quienes han provocado las muertes de numerosos civiles nacionales en distintos episodios.

El “gobierno” iraquí

Por su parte, el portavoz del Gobierno iraquí, Ali al-Dabbagh, ha asegurado el jueves que las tropas iraquíes están preparados para asumir las tareas de seguridad de la nación, pese al hecho que el país sigue sin poder formar Gobierno formal cinco meses después de las complicadas elecciones del pasado marzo.

La semana pasada el general Babaker Zebari, jefe del Estado Mayor iraquí, opinó que la retirada americana era “prematura”, afirmando que el ejército no estará preparado para asumir el cargo antes del 2020.

Entretanto, el presidente saliente iraquí, Yalal Talabani, instó a los distintos bloques políticos a “evitar un aumento de la tensión en el país” y empezar un “diálogo amistoso” que acelere la formación de un nuevo Gobierno.

El presidente advirtió en la nota de los peligros de retrasar la formación de un nuevo Gabinete, que podría causar “inestabilidad, confusión y caos político”.

Regreso sin gloria

Las tareas que han desarrollado los soldados estadounidenses en Irak, donde han fallecido más de 4.000 desde la invasión del país en 2003, son durísimas, y llenas de riesgos.

Sin embargo, a pesar de la felicidad que supone reencontrarse con la familia, para muchos de ellos, las dificultades no terminan cuando llegan a casa. La tensión y el estrés de la guerra deja graves secuelas psicológicas en miles de soldados, que sufren depresiones y otros trastornos mentales.

La enfermedad más extendida es conocida como “estrés post-traumático”, y consiste en un estado de extrema ansiedad como resultado de haber estado expuesto a una situación muy traumática.

Entre los síntomas de este desorden, figuran el insomnio, el constante recuerdo de los momentos más dolorosos, a menudo a través de pesadillas, una gran irritabilidad, y una continua sensación de peligro.

Se estima que entre un 15% y un 20% de los soldados estadounidenses que vuelven de escenarios de combate como Irak o Afganistán sufren este tipo de trastorno.

No obstante, puesto que la cultura del Ejército tradicionalmente ha desalentado buscar ayuda ante este tipo de problemas, percibidos como un signo de debilidad que puede frenar futuros ascensos, el índice podría ser mayor.

Si tenemos en cuenta que 1,7 millones han servido al Ejército en estos países, el volumen de personas afectadas ascendería a más de 350.000 personas. Una de las consecuencias de este fenómeno es el aumento espectacular de los suicidios dentro del ejército, que el primer semestre del año alcanzó un récord histórico, pues 145 soldados se quitaron la vida.

No obstante, la cifra sería mucho más alta si se incluyera los veteranos de guerra ya retirados del ejército. Algunas estimaciones hablan de 6.000 muertes al año.

Desde hace meses, el Pentágono está intentando mejorar sus servicios de asistencia psicológica a los soldados, y cambiar el estigma asociado a pedir ayuda. Entre las nuevas medidas, figura un teléfono ‘hotline’ de asistencia a aquellos que tienen tendencias suicidas. Sólo el año pasado recibió 119.000 llamadas.

A menudo, son las personas que rodean a los retornados del frente quienes deben sufrir la violencia.

Los casos de violencia doméstica, o de simples peleas en bares u otros recintos es bastantes más alta entre los que vuelven del frente que entre el resto de la población. A veces no es nada fácil reincorporarse a una vida civil que se rige por otros códigos que el ejército, y muchos caen en el alcoholismo o las drogas.

Según Kathryn Kotria, una psiquiatra de Texas, después de haber estado sometidos a una situación de peligro durante mucho tiempo, algunos veteranos no pueden evitar adoptar algunos pasatiempos de alto riesgo, como conducir a unas elevadas por las carreteras, lo que acaba poniendo poniendo en peligro su vida y la de otras personas.

Incluso en casos menos graves, las experiencias vividas en la guerra dificultan la reincorporación a la vida civil. En una columna en el ‘Huffington Post’, la psiquiatra Srinivasan Pillay, autora del libro ‘Life Unlocked’, señala que el estrés de la guerra afecta el funcionamiento del cerebro, disminuyendo la capacidad de retención y memoria, así como de concentración.

Ello, argumenta, puede afectar su capacidad de encontrar empleo, sobre todo en un mercado de trabajo estancado como el actual.

Ahora bien, muchos de los miles de soldados que han retornado a EEUU de Irak no deberán afrontar algunos de estos problemas. Al menos, durante los próximos meses, pues muchos de ellos aún ven lejos su retirada del ejército serán desplegados a la guerra de Afganistán, donde en septiembre se incorporarán los últimos 10.000 soldados que faltan para completar la escalada militar decretada por Obama el pasado otoño.

Con información de Prensa Latina y elmundo.es

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