Víctor Casaus
Esa fue la propuesta que hicimos en la segunda parada de esta gira humildemente interminable que comencé, junto a la cantautora andaluza Lucía Sócam, el pasado jueves 16 de octubre en el mínimo y magnífico teatro Duque, sobre la plaza del mismo nombre, en Sevilla.
Amar sin papeles es el título bifronte de estos momentos: señala a la vez el nombre de la gira y aparece estampado en el diseño hermoso y fabeliano de la antología que la Cooperativa Editorial Atrapasueños de Sevilla ha preparado para acompañar, junto al disco Con muchas ganas de revolución de Lucía Sócam, estas vertiginosas andanzas de octubre a través de más de diez localidades y ciudades de la península.
El libro merece comentario aparte y los tendrá: en alguna crónica futura durante estos días que preceden el regreso a La Habana hacia el 2 de noviembre, o en/bajo/desde la pluma de algún crítico literario o periodista cultural sagaz y comprometido –que los hay, y muy buenos, eh–, capaces de admirar la belleza de esta edición de Atrapasueños y de navegar por las propuestas poéticas, amorosas, sin papeles innecesarios pero con mucha pasión, que el libro reúne para las pupilas de estos días –y los que vienen.
Mencioné el carácter fabeliano de esta antología y me alegra reiterarlo y dedicar al tema este párrafo breve pero cargado de amistad y agradecimiento para Roberto Fabelo, uno de los grandes de la plástica cubana –no de estos días solamente, sino de la plástica cubana, extendiendo el alcance de la frase a orígenes lejanos de esa zona maravillosa de la cultura cubana y proyectándolo hacia los territorios venideros, futuros, abarcadores, en los que su obra inquietante, laboriosa, transgresora continuará entregando maravillas e interrogaciones que todos y todas necesitamos –y necesitaremos siempre– para vivir.
El concierto en La Casa Azul de Córdoba estuvo transitado, pues, por esa vocación de búsqueda y hallazgo de la belleza que Amar sin papeles se propone continuar repartiendo en la voz poderosa de Lucía y en los poemas del libro para los que un hermano querido, Juan Gelman, argentino y universal poeta mayor de nuestra lengua, escribió una generosa “Increpación a Víctor Casaus”, prólogo para esta antología que cierra –y continúa– con las palabras de un hermano nacido en estas tierras y que nos acompañó en las butacas del teatro Duque junto a Pepa Medrano, su compañera y nuestra amiga. Hablo de Felipe Alcaraz, poeta de siempre e insistente testimoniante, a través de la novela, siempre comprometido con la búsqueda de los cambios que nuestros países y nuestro planeta necesitan como nunca antes para garantizar, incluso, la supervivencia de esta humanidad que late, vive, goza y tanta veces sufre los rigores de los tiempos desiguales e injustos que agreden tan violentamente hoy los entornos de la existencia humana a nivel planetario.
También por todas esas cosas propusimos, hace solo unos días, lo que el título de esta crónica urgente adelantó al inicio de esta página que ya termina: AMAR EN LA CASA AZUL (DE CÓRDOBA).
Allí recordamos la inolvidable casa de Frida Kahlo y Diego Rivera en el Coyoacán azteca del siglo pasado, y que se conserva como museo y homenaje a la belleza y el compromiso de sus intensos moradores bajo aquel lema tan vigente para estos días angustiados y angustiosos que vive la humanidad: “¡Viva la vida!” Y recordé, entre poema leído y canción escuchada y aplauso generoso del público que llegó a su casa azul esa noche memorable, a las fridianas y fridianos que en el mundo somos: entre ellas, en especial, a María Santucho, coordinadora del Centro Pablo y alma laburante y laboriosa de nuestros proyectos culturales integradores, quien, en La Habana, con el resto de los centropablianos de allí, preparaban la inauguración de la formidable exposición de carteles Mercedes Sosa, baquiana del mundo, al calor (metafórico y real en la Habana de estos días) de las canciones y coplas que han llevado, desde Argentina, dos excelentes artistas populares: el cantautor Coqui Ortiz y la coplera Laura Peralta.
De alguna manera, los vi en los pasillos de la casa azul cordobesa y estoy casi seguro de que nos han visto –a Lucía, a Joaquín, coordinador de Atrapasueños y a este escriba dominguero de crónicas pendientes– en el patio de las yagrumas de nuestro Centro Pablo en la Habana Vieja, celebrando las alegrías de seguir siguiendo, soñando y creando –incluso en estos tiempos a ratos oscuros, planetaria o localmente. La poesía, la canción, la vida, la pasión de amar sin papeles y de cambiar, para mejor, el mundo, definitivamente valen más.
Por eso y para eso estamos aquí.
http://mirajovencuba.wordpress.com/2014/10/27/elaine-diaz-de-periodismo-y-blogs-en-cuba/
Gracias, Yasel.
Aprovecho para agradecer tu solidaridad cuando me clonaron mi correo.
Abrazos
Los blogueros deberíamos ser como una gran familia, más cuando nos unen motivos similares. Un abrazo
Bello y un hermoso y poético final ”
La poesía, la canción, la vida, la pasión de amar sin papeles y de cambiar, para mejor, el mundo, definitivamente valen más.
Es así. Éxitos poeta