Iroel Sánchez
La portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Victoria Nuland, dijo la pasada semana que su gobierno apoya “los llamamientos para que se abra una investigación independiente con observadores internacionales” sobre el accidente del que resultó culpable el político español Ángel Carromero y en el que fallecieran los cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero.
La base para esta declaración es una “entrevista” que Carromero -en libertad condicional después de viajar a su país gracias a un convenio de cumplimiento de sanciones entre Cuba y España- concedió al periódico estadounidense The Washington Post. Allí repite una serie de lugares comunes de la propaganda anticastrista, se desdice de sus declaraciones en un juicio que el Cónsul General español en Cuba describió como “procesalmente impecable”. Ángel Carromero dijo al Post “sentí un impacto estruendoso por detrás” para acreditar una supuesta persecución de un auto con matrícula azul -en Cuba la tienen desde los taxis hasta los ómnibus escolares- pero una foto que el Post ni ninguno de los medios -ABC, El Nuevo Herald e Infobae, ¿cuáles sino?- que se han hecho eco de la “entrevista” y de las declaraciones Nuland no muestra ningún impacto en la defensa trasera del vehículo siniestrado al salirse de la vía y chocar con un árbol, según probaron testigos y peritos en el juicio que contó con numerosa asistencia de la prensa extranjera acreditada en la Isla.
Carromero: “sentí un impacto estruendoso por detrás”
Pongo la palabra “entrevista” entre comillas porque el diálogo del Post con Carromero no tiene firma, no va acompañado de fotos, audio o video. Asombra también que los medios españoles, más cercanos a Carromero, nunca lo hayan entrevistado y que su compañero en el viaje a Cuba, presente en el momento del accidente, el político sueco Jens Aron Modig, quien compareció ante la prensa extranjera acreditada en La Habana, haya dicho que no hubo la persecución que ahora Carromero le cuenta a The Washington Post. No tengo que explicar qué hubiera sucedido si la prensa cubana hubiera publicado declaraciones de Carromero y Modig sin acompañarlas de fotos y videos, y sin periodistas extranjeros presentes: todos los grandes medios de comunicación hubieran acusado a quien difundiera esa información de mentir.
Tampoco es difícil saber lo que habría ocurrido si Carromero en el juicio, o Modig en su comparecencia, le hubieran contado a la prensa la versión que el español ha dado al Post. Basta recordar lo que sucedió en marzo de 1982 cuando Dean Fisher, con el mismo cargo de Victoria Nuland, presentó ante la prensa en Washington al nicaraguense Orlando José Tardencillas Espinosa, para que inculpara al gobierno sandinista de intervenir en El Salvador, y el nicaraguense dijo: “Ante ustedes denuncio que he sido traído hasta aquí, por presiones de oficiales de la Embajada de los Estados Unidos, a quienes acuso porque me tuvieron recluido y torturándome en las cárceles de El Salvador… He enfrentado antes la muerte y hago esto nuevamente para serle fiel a mis ideales”. La denuncia provocó tal sentimiento de rechazo hacia el gobierno de Estados Unidos, que este tuvo que entregar a su prisionero a la embajada de Nicaragua y de allí fue repatriado a su país.
Lejos de aquel desenlace, lo que está pasando habla muy mal de Carromero, de The Washington Post, y del gobierno estadounidense. Ya una vez mostré la mano de Estados Unidos tras el viaje de Carromero y Modig a Cuba (Ver Lo que dicen la lógica y Twitter pero ocultan los medios sobre Ángel Carromero y Jens Aron Modig) Pero creo que lo que acaba de hacer la señora Nuland es la prueba definitiva. (Publicado en CubAhora)
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