Siguiendo con el año 1962, documentos desclasificados señalan que “en junio, la CIA recibió informaciones serias de que el pueblo cubano estaba a punto de rebelarse contra el régimen de Castro, sin ningún tipo de patrocinio de los Estados Unidos”.1 Ante tales noticias, el Pentágono, en la persona del general Benjamín Harris, propuso el plan para esa contingencia, el cual refería en uno de sus párrafos:
“Los Estados Unidos apoyarán y sostendrán la rebelión en Cuba con todos sus recursos, incluyendo el uso de su fuerza militar para garantizar la sustitución del régimen comunista por un nuevo gobierno adecuado para los Estados Unidos […] En el caso de que esta sublevación se extienda como un movimiento popular contra el régimen comunista, los Estados Unidos deben ser capaces de ejecutar una rápida acción militar para anticiparse a un concertado y drástico programa de represalias en pro de la humanidad y de la misión de este plan.”2
Sin embargo, aun en aquel peligroso escenario la Revolución continuaba su programa social, político y económico. Al concluir el tercer año de gobierno, el Consejo de Ministros aprobó el presupuesto de la nación para 1962: 1,853 millones de pesos, el más alto de toda la historia del país. Se dedicaron 270 millones al fomento de la cultura y la educación; se aprobó la creación de 15,890 aulas para la educación de adultos, se destinó medio millón de pesos mensuales para la asistencia social a personas desvalidas; la Unión Soviética declaró que garantizaría todo el transporte de mercancías destinadas a Cuba procedentes de sus industrias, que en ese año alcanzaría la cifra de setecientos millones de dólares. Pero nada de eso fue analizado en el Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos. El SAG, bajo la conducción de Robert Kennedy y el general Lansdale, continuó instrumentando el aniquilamiento de la Revolución Cubana. Continue reading →