La noticia llegó, como suele suceder ahora con frecuencia, en un correo electrónico de finales de la tarde de ayer, enviado por una amiga común que siguió, paso a paso, durante los últimos meses, los altibajos producidos por su enfermedad.
No por esperada fue menos impactante, arrasadora, tristísima.
En eso estamos, estaremos –creo que mucho tiempo–, tratando de multiplicar en la memoria que construimos hoy la riqueza múltiple de la vida de Sara.

















