Iroel Sánchez
La batalla legal que libran esta semana en un tribunal de Londres acusadores y defensores de Julian Assange, el fundador de Wikileaks, ha evidenciado algunas cosas interesantes. Un abogado de Assange reveló que tuvo acceso a unos cien mensajes de texto que las dos mujeres que acusan al fundador de Wikileaks se enviaron entre ellas; los mensajes hablan de “revancha”, “explotar su reputación” y de que esperan “ser pagadas”. Bjorn Hurtig, el abogado defensor sueco que declaró en la segunda audiencia por la extradición de Assange, planteó que aunque vio los mensajes –en manos de autoridades suecas- no se le permitió copiarlos. Esto viene a sumarse a las revelaciones que varios espacios en Internet han publicado sobre los vínculos de Anna Ardin –una de las acusadoras- con la subversión norteamericana contra Cuba.
En la audiencia efectuada este martes, Mark Stephens, abogado británico que también representa al fundador de Wikileaks, desafió a la fiscal sueca Marianne Ny, quien lidera el proceso contra Assange, a presentarse en Londres este viernes, en la continuación de la vista de extradición. Un elemento esgrimido por la defensa es que Ny tuvo tres semanas para interrogar al acusado y no lo hizo.
Demasiados puntos oscuros en que el más interesado en la acusación –el gobierno de Estados Unidos- no aparece a cara descubierta en los tribunales. Pero conociendo su comportamiento, revelado en los mismos cables divulgados por Wikileaks, es muy probable que tras bambalinas las presiones en Estocolmo y Londres no sean pocas. En otros procesos de su interés, como el caso Couso en España, Washington ha actuado sobre jueces, fiscales y gobierno para garantizar sus intereses.
Mientras esto ocurre con Julian Assange, se desconoce con certeza el camino que seguirá la acusación contra Bradley Manning, el soldado norteamericano que filtró los materiales a Wikileaks y sobre el que varias fuentes refieren se encuentra detenido en durísimas condiciones.
Un cerco judicial, tecnológico y financiero se ha ido estrechando contra la organización que ha publicado las atrocidades norteamericanas en Afganistán e Iraq, y develado la actuación de la diplomacia norteamericana en todo el mundo, al mismo tiempo que aparecen noticias sobre la apertura de un espacio similar a Wikileaks en The New York Times, o acerca de que un antiguo colaborador de Assange busca dinero entre los poderosos para echar a andar un Openleaks.
Descrédito, acoso y competencia parecen reunirse en la estrategia de enfrentamiento que siguen los perjudicados por las filtraciones de Wikileaks. Una línea de acción sobre la que los grandes medios beneficiados por las revelaciones prefieren no hablar o, cuando más, informar fragmentada y tendenciosamente. No nos sorprendamos entonces, si cada vez actúan más como amplificadores de los criterios contenidos en los cables del Departamento de Estado que como cuestionadores de la escandalosa falta de ética que los sostiene.
(Publicado en CubAhora)
Todo esto está tan claro que no se necesitan comentarios.
Me gustaría ver lo que escriben la cubana Ana Ardín y su compinche.
Ojalá aparezca rapidamente en la red.