Cuba se convirtió esta semana en el primer país del mundo en acometer una masiva campaña de vacunación contra el covid-19 en niños de 2 a 11 años, al iniciarla con la totalidad de este grupo etario en la provincia de Cienfuegos. De hecho, todo indica que será el primer país en vacunar infantes menores de 12 años. Léase con atención (http://www.cubadebate.cu/noticias/2021/09/06/avanza-la-vacunacion-masiva-en-cuba-cuales-son-los-proximos-pasos/). La isla tiene una vasta experiencia en producción e invención de vacunas y realización de grandes campañas de vacunación infantil. Ya en 1962 llevaba a cabo el primer y exitoso empeño de inoculación de toda su población pediátrica contra la poliomielitis. Desde entonces ofrece un programa masivo y gratuito de inoculación anual que ha eliminado, además de la poliomielitis, otras seis enfermedades prevenibles por vacunas, entre ellas la rubeola, el sarampión y la parotiditis. Entre febrero y marzo de 2021, -en plena pandemia- se vacunó contra la polio a 400 mil pequeños.
La iniciativa de usar sus vacunas contra el covid para uso pediátrico está ahora -como todo cuanto hace Cuba- bajo el ataque de las bocinas contrarrevolucionarias, incluyendo CNN en español, nula profesionalmente hablando. Otra vez mienten, calumnian y, como siempre, terminarán haciendo el ridículo. La gran verdad es que tras las vacunas cubanas hay enorme sabiduría y creatividad de los abnegados colectivos que compone sus centros de investigación biomédica, muchos de ellos mujeres y hombres jóvenes que han entregado lo mejor de sí para crearlas y tener listas las cantidades necesarias en el tiempo previsto. Cuba está a unos dos meses de lograr la vacunación casi total de sus habitantes con biológicos propios de probada calidad y conmueve solo imaginar cómo ha sido posible con bloqueo reforzado, sin apenas líneas de crédito internacional, con su industria turística casi en ceros desde hace 18 meses, sin poder acceder al mercado de fármacos de Estados Unidos. El doctor Yuri Valdés Balbín, subdirector del prestigioso Instituto Finlay de Vacunas explica: “Lo hemos logrado a partir de tener un país como el que tenemos y de tener las capacidades interconectadas”. Se refiere con admiración a los trabajadores de las plantas que hace meses laboran con entrega total y añade: “Nuestro instituto y la vacunología cubana han trabajado, durante muchos años, plataformas pediátricas, y cuando llega la covid, que tenemos que hacer vacunas, entonces nos montamos en esas plataformas pediátricas. Esto es un elemento muy importante y decisivo, porque la mayoría de las vacunas que existen hoy en el mundo, de las más aplicadas internacionalmente y más avanzadas, no son basadas en plataformas pediátricas”.
Desde luego, en el caso del covid-19 la meta de inoculación abarca también a toda la población adulta cubana. A su actual ritmo diario de inyecciones por 100 habitantes -más de cuatro veces la media mundial-, el país caribeño, que inició la vacunación el 12 de mayo de este año, debe estar muy cerca hoy de llegar a los 15 millones de personas que han recibido por lo menos una de las tres dosis de sus biológicos. Hasta el 6 de septiembre tiene el 52.1% de su población con una dosis aplicada, el 43.1% con dos y el 37.5% con el esquema completo. “Antes del 12 de mayo habían transcurrido los ensayos clínicos con un número limitado de voluntarios, y los estudios en los trabajadores de la salud, que fueron poco más de 100 000, pero el grueso de los más de 14 000 000 vacunados se concentran desde esa fecha”, afirma la doctora Ileana Morales Suárez, directora de Ciencia e Innovación Tecnológica del Ministerio de Salud Pública, lo que da una idea de la celeridad con que ha marchado la vacunación en la isla.
Como se ha informado en este espacio, Cuba cuenta ya con tres vacunas: Soberana 02, Soberana 03 y Soberana Plus, aprobadas para su uso de emergencia por el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED). Tiene, además, dos candidatos vacunales aun en fase de ensayo clínico: Soberana 01 y Mambisa. Esta de administración por vía nasal. El cronograma de vacunación prevé concluir la inoculación de toda la población mayor de 2 años en noviembre de este año. Cuba tiene la enorme ventaja de la confianza y admiración que siente el pueblo hacia su personal sanitario y sus centros científicos. Existe una cultura de vacunación, e inocularse no es objeto de cuestionamiento por la inmensa mayoría, aunque le pese y le duela a la quinta columna mercenaria y a sus amiguitos de Miami. Esta proeza de la ciencia y el sistema social cubanos propiciará que se reinicie el turismo y que el país pueda reanudar las demás actividades sin correr grandes riesgos, siempre que mantengas las medidas de bioseguridad, como insiste el presidente Miguel Díaz-Canel.
Twitter: @aguerraguerra
Cuba es vanguardia en vacunación infantil gracias a que también lo es en trato digno a la infancia. Para cualquier sociedad estructurada en clases sociales ( la cubana es de clase única desde 1959), y de forma especial la capitalista, la infancia es ganado, y aunque la explotación infantil en el trabajo esté expresamente prohibida en las naciones más desarrolladas, existen otras formas de explotación, como la educativa, que aliena y embrutece, con un destacado currículum oculto, o la de hábitos de consumo insanos, despilfarradores de recursos y degradantes.
Si los niños también pueden contraer y transmitir el coronavirus, lo razonable y justo es que sean objeto de vacunación del modo más confiable posible, algo que por desgracia no está garantizado en las sociedades donde la morbilidad es un poderoso activo económico y los efectos adversos de los medicamentos y tratamientos la tercera causa de morbimortalidad. De las vacunas autorizadas en el mundo capitalista, lo único que podemos decir es que sus fabricantes están exentos de toda responsabilidad por posibles efectos adversos sobre la salud, que, de existir, sólo los conocerían los responsables de tan sofisticada tecnología, con o sin la complicidad de las autoridades, prestas a aprobar cualquier iniciativa por aquello de las puertas giratorias y el deber cumplido a los poderosos lobbies económicos.
Cuando se vacunó a los soldados norteamericanos que iban a participar en la primera guerra del Golfo, por inexistentes armas químicas de Sadam Husein ( las únicas que tuvo se las vendió USA), eran conocedores los fabricantes y las autoridades de los efectos adversos que iban a producir en muchos de ellos? Con la lógica de la economía de mercado y un keynesianismo al servicio de la economía de guerra y la industria de la enfermedad, habría que responder que sí eran conocedores y que esta sería la mordida principal de la industria de la enfermedad en una guerra de tecnología punta que se sabía iba a provocar pocas bajas en el campo de batalla entre los ejércitos ocupantes. También podríamos hacernos otras preguntas incómodas, como sobre los inútiles organoclorados retardadores de llama que multinacionales como Monsanto pusieron de moda y que estaban presentes hasta en los pijamas y juguetes de los niños, entre los principales agentes de síntesis que provocan cáncer y mutaciones. Sabía Monsanto, uno de los grandes fabricantes de fármacos, así como los colaboradores públicos y privados en su promoción, que su inútil producto estrella para la prevención de incendios acabaría convirtiéndose en una peligrosa y persistente fuente de morbimortalidad? Si recurrimos nuevamente a la lógica de mercado y al poder de este sector económico, habría que responder que sí otra vez. Podría ocurrir algo parecido en Cuba socialista y humanista? Como diría un cubano cuando le ofrecen una taza de café: “lo que se sabe no se pregunta”.
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