Pequeña crónica
Con el espejismo de aquellas horas en blanco
dejarás tu racimo de dolor en esferas análogas,
sin montaña o sin harina de ningún costal;
solo cuelga tu candil, sueña y recurva
en subarmónicas esperas.
Para el guerrero que rehace su bayoneta desde adentro
con la luz del carbón de su dura silueta,
la guerra continua hasta volverse infinita.
Con su filo de narval prosigue la contienda.