David Brooks
Desde que ocurrió el tiroteo del 8 de enero en Tucson que dejó seis muertos, en Estados Unidos han fallecido 800 personas más por violencia con armas de fuego.
Hoy (18 de enero), en una preparatoria pública cerca de Los Ángeles dos estudiantes fueron heridos (una gravemente en la cabeza) por una sola bala cuando, aparentemente por accidente, un tercer estudiante dejo caer su mochila en la cual llevaba una pistola cargada. La semana pasada en otro accidente con un rifle perdió la vida una estudiante universitaria en Florida. También este martes se inauguró la exposición más grande de armas de fuego en Las Vegas, donde esta industria –que genera un valor de 28 mil millones de dólares anuales– exhibe a través de 16 mil vendedores, la última moda en rifles, pistolas, navajas, municiones y más. Allí, se ofrecen rifles M-14, y pistolas Glock (como la usada en Tucson hace 10 días) y Smith & Wesson, entre otras en las salas de la feria anual, reportó el Washington Post.
En este país perecen en promedio 86 personas cada día por balas, una cada 17 minutos, nueve de ellas menores de edad, y hay suficientes pistolas y rifles en manos civiles como para armar a todo adulto de su población (algo así como 85 armas por cada 100 personas). En promedio, 268 personas son víctimas de armas de fuego (entre muertos y heridos), según estadísticas oficiales analizadas por organizaciones como el Brady Campaign to Prevent Gun Violence (www.bradycampaign.org).
El joven Jared Loughner adquirió su pistola Glock el 30 de noviembre pasado con un clip para 33 balas en una tienda de artículos deportivos en Tucson y luego consiguió municiones en el Wal-Mart local, todo comprado legalmente dentro de las leyes de Arizona y las mínimas regulaciones federales. El 8 de enero descargó su mensaje letal contra asistentes a un acto público, matando a seis personas, incluidos un juez federal y una niña de nueve años, e hiriendo a 13, entre ellas la representante federal Gabrielle Giffords.
Aunque había sido expulsado de su universidad por problemas de inestabilidad mental, y la policía visitó su hogar en múltiples ocasiones en los últimos años, y fue rechazado por las fuerzas armadas aparentemente por uso de drogas, Loughner no encontró ningún impedimento para adquirir, legalmente, armas de fuego.
Como siempre después de estos incidentes, se renovó el debate sobre el control de las armas de fuego, e igual como siempre, nadie espera gran cambio en las leyes. De hecho, una semana después de la tragedia, se realizó una ya programada gran feria en Tucson, a menos de 20 kilómetros del sitio del asesinato 10 días antes.
Hay mayor regulación de bebidas alcohólicas, tabaco, medicinas y hasta de juguetes que de armas de fuego en este país, donde para algunos –incluida la mayoría de la Suprema Corte– el derecho del individuo a las armas está consagrado en la Constitución.
Y hay apetito para más; después de Tucson se incrementó la venta de armas en Arizona. De por sí, cada año se venden 4.5 millones armas más en este gran supermercado de armamento. Según algunos cálculos, aproximadamente una cuarta parte de los adultos de este país son dueños de por lo menos un arma de fuego.
Aunque un menor de 12 años requiere permiso de sus padres para jugar en los equipos de beisbol juvenil en Carolina del Norte, en algunos estados no necesitan eso para poseer un arma de fuego: en la mayoría de los 50 estados las regulaciones son mínimas para adquirir y portar armas, incluyendo rifles de asalto, y ni límites hay al número de armas que un individuo puede comprar, de acuerdo con un informe del Open Society Institute.
Aunque un par de días después del tiroteo en Tucson, una encuesta de CBS News registró un incremento de quienes favorecen mayores controles sobre armas de fuego –47 por ciento contra 36 por ciento que se dijo satisfecho con las leyes actuales–, durante los últimos años se ha desplomado el apoyo a favor de mayores controles a estas armas. Solo 44 por ciento favorecía mayores controles en una encuesta de Gallup en octubre de 2010, el punto más bajo desde que esta encuestadora comenzó a hacer esa pregunta en 1990 cuando 78 por ciento favorecía leyes más estrictas.
Todo esto a pesar de tragedias con armas de fuego que conmovieron al país, como la de la Universidad Tecnológica de Virginia en 2007, donde murieron 32, el incidente en una universidad en Illinois en 2008 donde un estudiante entro al auditorio y mató a cinco e hirió a 18 con un par de pistolas Glock, y claro, la tragedia en la preparatoria de Columbine en 1999, entre varios más en ese periodo.
Políticos en Washington y alrededor del país dijeron no creer que habrá ninguna gran reforma a las leyes para controlar armas en este país (tal vez algunas modificaciones mínimas) en respuesta al incidente en Tucson, reportó el New York Times. Aunque algunas de las organizaciones pro derecho a las armas –entre ellas la Asociación Nacional del Rifle, la más influyente de todas– guardaron silencio tras el tiroteo, no muestran gran preocupación. Erich Pratt, director de comunicaciones de otra asociación, Dueños de Armas de América, advirtió, en entrevista con el Times, que estos políticos necesitan recordar que estos derechos (a las armas) no nos los otorgaron ellos. Provienen de Dios… No pueden ser modificados o limitados de ninguna manera
.
Por ello, el cineasta Michael Moore, director del documental sobre el tema Bowling for Columbine, comentó esta semana en un programa que en este país por solo 17 centavos puedes tomar la vida de un juez federal o una niña de 9 años
(lo que cuesta cada bala). Agregó que cuando un país dedica tantos recursos a las guerras y armamentos, entrega un mensaje a la población de que la violencia sí es la solución
. (Tomado de La Jornada)