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Cuando el artista cubano Yoan Capote terminó su escultura de Fidel Castro había utilizado más de 3000 bisagras oxidadas. La imponente obra surgió ya completa, proyectando sobre el espectador un duro rostro de hierro de varios metros, delineado con un detallismo nacido de la gran habilidad técnica del artista. La pesada mole descansa sobre un caballete sembrado en varias puertas que alguna vez abrieron y cerraron, que abatidas sobre el piso del museo le sirven de pedestal.
Descubrí la obra por casualidad, al ver una foto que me hizo investigar un poco más sobre lo que algún galerista llegó a promocionar como ¨la única escultura de Castro en el mundo¨, o al menos una de las pocas. Así di con las palabras de su autor, que la definió como ¨un retrato de Fidel Castro creado a partir de las bisagras de la sociedad cubana¨.
La escultura tuvo por año de terminación el 2015, muy poco después y bajo el ambiente del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. También poco antes de que Barack Obama -que en tiempos de Trump tan entrañable nos parece- pronunciara su discurso en el Gran Teatro de La Habana, y que el propio Fidel escribiera su reflexión al respecto, titulada El Hermano Obama, una de las últimas. Poco después su despedida física movilizó espontáneamente a unos 8 millones de cubanos, sacudiendo fuerzas acaso adormecidas.
Cuando en mayo de ese año la escultura fue presentada en una galería de New York su autor afirmó ¨Esta es una pieza abierta a la interpretación (…) Comencé a pensar: Déjame hacer una pieza que hable sobre este eje, este punto de aguja, este limbo en el que Cuba está viviendo ahora mismo. Porque la imagen de Fidel es, para Cuba aún, desde mi punto de vista, principio y fin. Es el punto medio. Es un eje.¨
La pieza fue adquirida en 2017 por el Peabody Essex Museum, ubicado en Salem, Massachusetts y bueno, si el artista tenía alguna idea de ¨pieza abierta a la interpretación¨ el boletín del museo se la saltó completamente: ¨Una escultura monumental de acero que representa a Fidel Castro, el dictador (sic) que dominó la vida y la cultura cubana desde la Revolución en 1959 hasta su muerte en 2016.¨
La ¨amplia apertura¨ a la interpretación que el museo ofrecía, motivó la respuesta de Marilyn Frankenstein una seguidora del boletín, en un email a la Dirección del museo, que fue reflejado por la página digital july26.org de la Boston-Cuba Solidarity Coalition:
¨Creo que tiene un museo excelente y he disfrutado visitarlo muchas veces; si tuviera un automóvil o viviera en Salem, me habría convertido en miembro. Pero hago una gran excepción a su descripción de la escultura de Yoan Capote; por supuesto, su escritor puede tener la opinión de que Fidel Castro fue un dictador, pero otros, incluida yo misma, tenemos una opinión diferente, (…) en nuestro país, Estados Unidos, donde millones de votos reprimidos, y un universo electoral que es un vestigio de la esclavitud , acaba de dar como resultado una elección ¨democrática¨ de un supremacista blanco respaldado por el KKK, creo que la gente debería tener cuidado de llamar a los líderes de otro país ¨dictadores¨. Sinceramente. Marilyn Frankenstein.
Los editores de july26.org recordaron el reclamo similar al periódico Boston Globe, de parte de un lector estadounidense, ante la manipulación y simplificación que ese diario hiciera de la exposición del artista cubano Roberto Diago, en una galería de la Universidad de Harvard. El lector- evidentemente conocedor de la complejidad histórica cubana y su problemática racial- calificó la manera en que el periódico reflejó el evento como una ¨Desafortunada inclinación estereotípica antigubernamental (…) que se las arregla para presentar el trabajo de Diago como un ataque contra lo que parece una continua negación oficial del racismo por parte de una dictadura hipócrita mentirosa en lugar de un logro patriótico y colaborativo del pueblo cubano y los esfuerzos del gobierno por combatir el racismo¨
Pareciera ser que la manipulación política de su obra fuera el precio de entrada que los artistas cubanos deben pagar como condición para acceder a determinados circuitos del mercado del arte. Más allá de la interpretación propia que cada espectador haga de la obra de Capote o del regodeo de sus presentadores en la zona interpretativa que resulte favorable a esa inclinación estereotípica sobre la Revolución Cubana, queda la inquietante intención como mensaje que tiene el título elegido para la pieza: Inmanencia.
¨El primer título de la pieza fue Arquetipo. Después de hacer la pieza, le di un título que era más poético¨, afirmó el artista.
Para el uso del lenguaje, inmanencia (del latín immanens, immanere ¨permanecer en¨) es algo ¨inherente a un ser o que va unido de un modo inseparable a su esencia¨ (RAE) o ¨un estado de presencia como parte natural y permanente de algo¨ (Cambridge Dictionary). Para la filosofía, inmanencia significa ¨contenido en sí mismo¨, inmovilizado dentro del encierro de sí mismo, atrapado en sus límites, que solo responde a sí mismo, desconectado de cualquier influencia externa de procesos sociales. El concepto es filosóficamente lo contrario a trascendencia.
Definitivamente la obra es de posibilidades interpretativas muy diversas. Pero esas posibilidades dependen en gran medida de lo que signifique Fidel Castro para cada espectador, y de cómo haya visto el proceso histórico del restablecimiento de relaciones y su dialéctica, dentro de la cual el ¨episodio Trump¨ precisamente busca que esas relaciones queden en un ¨episodio Obama¨.
El óxido es parte importante de la obra, queda a los conservadores romperse la cabeza para mantener el nivel suficiente sin que implique la destrucción de la misma en algunos años. Si lo logran, quedará como vestigio de una época en la que el legado de Fidel demostró no ser un impedimento de la parte cubana para abrirse a las relaciones, sino una salvaguarda -como las puertas, al fin y al cabo- para las intenciones de quienes ven ese legado como un obstáculo.
Viendo cómo es la política de ¨puertas cerradas¨ la que se cubre cada vez más de óxido, no pueden más que venir a la mente, acaso igual que a la de algún espectador ante la pieza de un Fidel hecho con bisagras, los versos de Nicolás Guillén:
Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla….
!Tun tun¡ ¿Quién es?