Julio Antonio Mella, el que hacía de Apolo

 
Mella visto por Servando Cabrera Moreno

Mella visto por Servando Cabrera Moreno

El 10 de enero de 1929 moría asesinado en México, por órdenes del dictador cubano Gerardo Machado, el líder comunista Julio Antonio Mella. Menos de 26 años le habían bastado para convertirse en un organizador de los estudiantes y trabajadores cubanos, y también en una amenaza para los intereses norteamericanos en Cuba y Latinoamérica. Fundador de la Liga antimperialista, la Universidad Popular y la Federación Estudiantil Universitaria, sobre él dijo Fidel: “En Cuba nadie ha hecho tanto, en tan poco tiempo”

No hubo sensibilidad que Mella no movilizara y persona a la que dejara indiferente, convirtiendo su vida en inspiración para grandes escritores y artistas. José Lezama Lima cuenta de él: “Tenía el sentido de la algarada que se convierte en motín, el motín que se convierte en insurrección, la insurrección que se alza a Revolución y que quema y modifica a los pueblos”. El autor de Fragmentos a su imán, recoge esa impresión en un pasaje de su novela Paradiso, dedicado a la Universidad:

“El que hacía de Apolo, comandaba estudiantes y no guerreros, por eso la aparición de ese dios, y no de un guerrero, tenía que ser un dios en la luz, no vindicativo, no obscuro, no ctónico. Estaba atento a las vibraciones de la luz, o los cambios malévolos de la brisa, su acecho del momento en que la caballería de la correa que sujetaba el sombrero terminado en punta. Pareció, dentro de su acecho, buscar como un signo. Tan pronto como vio que la estrella de la espuela se hundía en los ijares de los caballos, dio la señal. Inmediatamente los estudiantes comenzaron a gritar muerte para los tiranos, muerte también para los más ratoneros vasallos babilónicos. Unos, de  los islotes arremolinados sacaron con la estrella y sus azules de profundidad. De otro islote, al que las vibraciones parecían dar vueltas como un trompo endomingado, extrajeron una corneta, que centró el aguijón de una luz que se refractaba en sus contingencias, a donde también acudía la vibración que como astilla de peces soltaban los machetes al subir por el aire para decidir que la vara vuelva a ser serpiente. El que hacía de Apolo parecía contar de antemano con las empalizadas invisibles que se iban a movilizar para detener a la caballería en los infiernos.”

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