Juan Jesús Aznárez: ¿el cazador cazado?

 
Iroel Sánchez

"Tarrú", gritaba el esbirro. Fotograma de "Vampiros en La Habana"

En el muy conocido largometraje de dibujos animados Vampiros en La Habana, de Juan Padrón, hay un esbirro machadista que constantemente grita “tarrú” a todo el mundo mientras su mujer le es infiel con el simpático trompetista Pepito que protagoniza la película.

Algo parecido puede estarle sucediendo al diario español con su spy´s catcher Juan Jesús Aznárez. Ayer comentábamos su manipulación de los cables de embajadas norteamericanas dados a conocer por Wikileaks cuando, obsesionado por construir historias sobre los servicios de inteligencia cubanos, desembocó en el ridículo. Casi simultáneamente, la revista Patria Grande recordaba un texto de José Manuel Fernández, asesor parlamentario de Izquierda Unida de España, que plantea:

Es de todos conocido el vergonzoso papel del Grupo PRISA y, particularmente, del diario El País en el apoyo al golpe. En este feo asunto, El País ha actuado como mascarón de proa del imperio Polanco y de sus adláteres en Venezuela, donde Chávez se resistía a facilitar a Polanco negocios de televisión y venta de libros escolares. Es de todos conocida la red que la editorial Santillana, vinculada a Jesús Polanco y a PRISA, tiene desplegada en América Latina, donde cuenta con suculentos contratos de distribución de libros y todo tipo de material escolar a cargo del erario público de varios estados iberoamericanos. Esta editorial ha contado con numerosos créditos blandos y ganado licitaciones de la partida de Ayuda al Desarrollo del Ministerio de Economía y de la Agencia Española de Desarrollo. Tampoco son casuales las declaraciones realizadas por el ex presidente del Gobierno español, Felipe González, en las que justificaba el apoyo político al golpe de estado desde una crítica severa a Hugo Chávez, calificado de “caudillo” y “dictador”. Felipe González mantiene desde hace años una estrecha conexión con PRISA y con el magnate venezolano Gustavo Cisneros. El enviado especial de El País en Caracas, Juan Jesús Aznárez, coincidió en vísperas del golpe con el enviado de El Mundo, en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía, y le confió que “Chávez se va a enterar quién es Jesús de Polanco, que siempre logra lo que quiere. Dentro de unos días hablamos”. Aznárez mantenía estrechos contactos con el embajador de España, Manuel Viturro, con el embajador de EE.UU y con el propio Pedro Carmona. La corresponsal de El País en Caracas, Ludmila Vinogradoff, asesora y amiga de Gustavo Cisneros, promovió una verdadera campaña de apoyo a los golpistas.

Para apoyar sus acusaciones, Fernández pone una nota al pie que vale la pena reproducir aquí:

Los titulares de primera página del día 13 en El Mundo (“Venezuela derroca a Chávez” y en El País (“Venezuela fuerza la renuncia de Chávez”). En palabras del periodista Pascual Serrano, “el espectáculo golpista ofrecido al mundo por Estados Unidos, España y los medios de comunicación españoles ha superado todo lo imaginable”. Entre otras perlas, reproduce los panegíricos del 13 de abril al golpista Pedro Carmona: “nacido para el diálogo” (El Mundo), “un hombre tranquilo” (El País). Mientras, para el presidente constitucional se reservan en editoriales calificativos de “Golpe al caudillo” (El País) o “estrafalario” (El Mundo), y “Venezuela dijo basta a Chávez” (ABC). Ludmila Vinogradoff, corresponsal de El País, señalaba el 14 de abril “el luto de los caraqueños por los 16 primeros mártires de la democracia, muertos a balazos el pasado jueves por manifestarse en la calle contra el ex presidente Hugo Chávez”. La misma Ludmila Vinogradoff, en reportaje emitido en directo el 13 de abril a las 22h por CNN Plus, abandona toda objetividad y se muestra como parte interesada: insiste en la existencia de un video con la renuncia de Chávez y denuncia haberse encontrado con “turbas armadas chavistas en el centro de la capital”. A los manifestantes favorables al golpe, se les denomina “resistencia civil” (editorial de El país, el 13 de abril) o “indignación popular” (editorial de “El Mundo”, ese mismo día). A los que al día siguiente pedían el retorno a la legalidad constitucional, se les denomina “muchedumbre” o “manifestantes desquiciados” (El País, 15 de abril). Legitimar el golpe requería buscar argumentos contra el presidente Chávez. El editorial del 13 de abril de El País destaca “el deterioro de la situación económica que creció con la aprobación en diciembre pasado de 49 decretos-leyes de inpiración castrista. Chávez introdujo varios centenares de asesores cubanos en Venezuela, al tiempo que suministraba a La Habana petróleo gratuito”.Aznárez presenta a Carmona de forma atractiva: “presidente de la junta cívico-castrense que conducirá a Venezuela hacia unas nuevas elecciones a corto plazo” y proclama sus buenas intenciones: “prometió una democracia amplia, pluralista, de fuertes valores democráticos”, “diferente –aclara por su cuenta El País- a la practicada por Hugo Chávez”.

En ambos casos las negritas son nuestras. Quizás la activa participación del “enviado especial” de El País en el eje Washington-Caracas-Madrid en un momento crítico, y su dominio de información privilegiada antes de que se produjera el golpe, ilumine las razones por las que el señor Aznarez inventa insistentemente historias de espionaje sobre Cuba. La coincidencia de sus enfoques con los intereses de Washington y su reciente intento de escandalizar contra la Isla y Venezuela cuando justamente es el gobierno norteamericano el que está bajo escrutinio público es demasiado coherente con lo que hizo en 2002, para no preguntarnos si  no será precisamente Juan Jesús Aznárez el protagonista de una buena historia de espías al servicio de Estados Unidos.

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