Ahora es cuando más necesitamos de la ciencia

 
Agustín Lage Dávila
Dr. Agustín Lage Dávila

Dr. Agustín Lage Dávila

El debate sobre la ciencia en Cuba está ganando en intensidad. Y no es sobre algún resultado científico obtenido por una u otra institución, que siempre ha existido. Ahora es el debate sobre la ciencia misma, cuáles son sus espacios, cómo la hacemos crecer y hasta dónde, cómo la conectamos con otras esferas de la vida cubana, cómo la evaluamos y po­tenciamos su función social.

Mucha gente asocia la ciencia con laboratorios, batas blancas y equipos complicados. Esa es una imagen equivocada, o al menos incompleta: la ciencia es esencialmente una manera de pensar. Es una práctica humana encaminada de manera intencional a producir conocimiento nuevo. No es usar inteligentemente el conocimiento acumulado (lo que también necesitamos) sino  crear el que no existe.

Ante un problema concreto que nos desafía, un enfoque no-científico hace que reaccionemos con “la experiencia”, el arsenal de conceptos y actitudes que poseemos, y eso mu­chas veces funciona bien. Pero el enfoque científico va más allá: se parte del problema, se descompone en sus partes, se construyen hipótesis sobre las posibles explicaciones, se buscan los datos directamente o a través de instrumentos, se analizan y se llega a conclusiones.

Tal descripción contiene la idea de que las conclusiones científicas deben producir predicciones comprobables, que guíen futuras acciones, y el concepto de que ellas puedan ser verificadas independientemente por personas diferentes. Ese es el método científico, del que pueden y deben apropiarse todos los cubanos para usarlo en su función social cualquiera que esta sea, de la misma manera en que nos apropiamos (y convertimos en derecho de todos) de la capacidad de leer y escribir en 1961.

La Ciencia en Cuba
La cultura cubana tiene en su haber una comprensión temprana de la importancia del método científico y de la institucionalidad cien­­­tífica, sembrada aun desde la época colonial por personalidades de la estatura intelectual y moral de Félix Varela, José Martí y Carlos J. Finlay. La Real Academia de Ciencias Mé­di­cas, Físicas y Naturales de La Habana se fundó en 1861 y fue la primera de ese tipo (científica, electiva, basada en méritos) creada fuera de Eu­ro­pa.

La Revolución de 1959 multiplicó el potencial científico del país en un esfuerzo enorme de inversión y formación de capital humano, guiado por la visión y la ejecutoria de Fidel  quien en 1960 (fecha anterior a la Campaña de Alfabetización) dijo que “el futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia”, y luego en 1993 (el año más complejo del periodo especial) precisó que “la ciencia y las producciones de la ciencia deberán ocupar algún día el primer lugar de la economía nacional”.

Varias décadas de colaboración con la Unión Soviética y los países socialistas de Europa  po­tenciaron nuestro desarrollo científico. Miles de científicos y técnicos cubanos se formaron allí, y también en muchas otras naciones, so­cialistas o no.

Así llegó Cuba a los finales de los años 80, ubicada entre los países de Alto Desarrollo Humano, con indicadores sociales envidiables incluso para países que tienen muchos más recursos económicos. En ese contexto y a partir del conocimiento acumulado nació la industria biotecnológica nacional. Poco después cayó el muro de Berlín, y seguidamente desapareció la URSS.

Las heridas del Periodo Especial
La gente suele vincular el periodo especial a ese último hecho, que tuvo ciertamente un enorme impacto; pero no se puede olvidar que en 1992 fue firmada la Ley Torricelli, en 1996 la Ley Helms-Burton, y en el 2004 el llamado “Plan Bush” contra Cuba. La persecución organizada a nuestras transacciones financieras se multiplicó, el comercio exterior cayó en más de un 80 %, el Producto Interno Bruto (PIB), descendió un 35 %, disminuyeron los ingresos reales de los trabajadores y  también la disponibilidad de alimentos y medicamentos, en­tre otras afectaciones severas.

Sorprendentemente para muchos en el mundo (no para nosotros) Cuba salió victoriosa de la prueba. La cohesión social no fue quebrada, la soberanía nacional se defendió con éxito, y mantuvimos los indicadores de salud y educación. Asimismo, la industria biotecnológica multiplicó sus exportaciones, y se reinició el crecimiento del PIB.

Pero aun de las batallas victoriosas, se sale con heridas. También las hay en el campo de la ciencia y sería absurdo intentar no verlas. Los indicadores de volumen y productividad de la actividad científica fueron erosionados durante el periodo especial, incluido el capital humano. Varios de estos importantes indicadores, que una vez estuvieron por encima de la media latinoamericana, hoy están por de­bajo. Es de esperar que, luego de etapas de grandes dificultades económicas, la ciencia, por su propia orientación al largo plazo, tienda a recuperarse más lentamente que otras esferas de la sociedad, pero hay una línea invisible después de la cual las dificultades transitorias se hacen permanentes, y a ese punto no podemos llegar.

Ahora, y en el marco de la implementación de la Política Económica y Social aprobada por el Sexto Congreso del Partido, la tarea es identificar y hacer cicatrizar cada una de las heridas y secuelas.

De poco valdría la heroica resistencia del pueblo cubano en las últimas dos décadas si de ella no hiciéramos surgir la sociedad socialista, próspera y sostenible que anhelamos y necesitamos. Para ello necesitamos la ciencia, mucha ciencia y en muchos espacios de nuestra sociedad.

Desafíos actuales
La superación del periodo especial y el emprendimiento de la construcción de un socialismo próspero y sostenible van a ocurrir; pero ello no va a ser un retorno a la década de los 80. Será diferente porque el mundo es distinto y los países pequeños no podemos asentar nuestra soberanía en una autosuficiencia económica imposible, sino en una inserción inteligente en la economía mundial, en sus flujos de bienes, servicios y conocimientos.

Ese es el desafío económico. Por el tamaño de su población Cuba no tiene, como China, una enorme demanda interna que atraiga  la industrialización. Tampoco posee recursos mi­nerales y energéticos en qué basar sus exportaciones, ni tiene, enormes extensiones de tierra para la agricultura, la ganadería y las agroex­por­taciones.

Nuestra palanca de crecimiento económico tendrá que ser los bienes y servicios de alto valor añadido, basados en la ciencia y la técnica. Fidel lo expresó así en 1993: “tenemos que desarrollar las producciones de la inteligencia… y ese es nuestro lugar en el mundo… no habrá otro”. Hacer esto requerirá empresas activas en la ciencia y la tecnología, e instituciones científicas conectadas con las empresas. Tendremos que inventar e implementar el marco jurídico para tales interacciones. Las entidades científicas tendrán que cambiar; las empresas también. También hay que diseñar de qué forma podrían surgir nuevas empresas de alta tecnología, a partir de organizaciones académicas o universitarias con productos y servicios maduros para esa “incubación”.

Hoy nuestra población no crece, y envejece. Aunque entre las causas de este fenómeno están innegablemente los problemas económicos, el cambio demográfico es producto también del aumento de la esperanza de vida de los cubanos y del nivel educacional de la mujer que hace reducir la natalidad. Es un problema que tiene en su base fenómenos sociales positivos, pero es un problema al fin. Ese es el desafío demográfico. Requerirá una estrategia de salud pública orientada a las enfermedades crónicas relacionadas con el envejecimiento; y una política laboral que permita a los cubanos ser socialmente productivos hasta edades avanzadas. Para ello necesitamos ciencia, y mucha.

La defensa de nuestra cultura y de nuestros valores debe ocurrir ahora en un mundo globalmente conectado, con rápidos flujos de información e influencia cultural. La pregunta de si la globalización conduce a una empobrecedora uniformidad cultural bajo la hegemonía de los que tienen más recursos para producir información, o si nos abre el camino de una diversidad cultural enriquecedora, no está todavía respondida.

Ese es el desafío social. Enfrentarlo también re­querirá de enfoques científicos, particularmente en las ciencias sociales. Ello incluye construir una teoría y una práctica de lo que debe ser la empresa estatal socialista, sus relaciones internas en la microeconomía y sus conexiones con la ma­croeconomía.

Mientras más avancemos hacia la “alta tecnología” en las empresas, mayor será el carácter social de la producción, y más fuerte el socialismo.

Vamos a necesitar una infraestructura científica grande y eficaz para proporcionar un flujo de conocimientos y tecnologías a la medida de las tareas de la sociedad cubana.

No se trata de “mantener” las capacidades científicas, sino de hacerlas crecer. Ese es el desafío de la ciencia. La recuperación y el reinicio del crecimiento del potencial científico habrá que medirlos con indicadores objetivos, de los que se rinda cuenta al pueblo. Se requerirá un balance inteligente entre la ciencia necesariamente cortoplacista que se hace en el sector empresarial, y la ciencia con visión a mediano y largo plazos, practicada de manera básica en el sector presupuestado. Institucionalidad para la ciencia y vías de financiamiento deben existir en ambos sectores, el empresarial y el presupuestado, evitando el sesgo hacia uno u otro extremo.

Sobre estos temas fueron los debates en el pleno de la Academia de Ciencias la semana pasada y en otros espacios y sesiones de trabajo. No tenemos todo el tiempo del mundo para enfrentar con éxito tales retos. Vamos a necesitar una sociedad (no una u otra institución especializada, sino toda una sociedad) capaz de armarse con una cultura científica y utilizarla en las decisiones cotidianas, estudiar al mundo, razonar con datos, diseñar alternativas con hipótesis comprobables, evaluar el impacto de las decisiones, rechazar la improvisación, la decisión caprichosa, la pseudo-ciencia, la imitación sin crítica y la superficialidad.

Ahora es cuando más necesitamos de la ciencia. (Tomado de Granma)

*Doctor en Ciencias. Director del Centro de Inmunología Mo­le­cular

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0 Responses to Ahora es cuando más necesitamos de la ciencia

  1. Liliana Garcia Arroyo says:

    Con todo respeto y profunda admiración por la Revolución Cubana les expreso lo siguiente: Al descomponer organismos vivos en sus partes se altera la propia naturaleza de ese organismo. No es lo mismo descomponer cosas inorgánicas y ver cómo se comportan ciertos elementos de la química y la física que descomponer uno vivo, cuya biología es única y complicada. Cada vez que se destruyen animales no humanos, además de alejarnos del respeto a la vida nos confrontamos que hay que probarlo siempre en humanos. ¿Cuáles? ¿“Excedentes”? No comparto este entusiasmo aunque el pensamiento científico ha dejado cosas positivas, sin duda. Los planteamientos éticos son infinitos y se presta para tanta maldad. Creo que es en la física y química que quizás sean menos problemáticos estos planteamientos pero al llegar a la biología creo que llegó a sus límites. En particular, hasta que no se desmantelen cuanto laboratorio de guerra bacteriológica es peligroso seguir insistiendo en este tipo de modelo que es un modelo no es “verdad divina”. En Puerto Rico nosotros fuimos víctimas del Dr. Rhoads (1930’s), Dr. Pincus (1950’s) y ahora a nuestro Yunque lo van a quemar en cuatro lugares para simular calentamiento global de cuatro grados por encima y ver cómo reacciona la fauna y la flora. Como somos una colonia pues amén. Por otro lado se seguirán las prácticas que probablemente han causado el cambio climático porque esas agencias de USA y las universidades que se prestan para esto no pueden “probar” de forma científica que el cambio climático se debe a las prácticas con fósiles y otras substancias. No hay forma de probar que no es parte del ciclo natural del planeta, alegan algunos portavoces de la “comunidad científica” en USA. Es un razonamiento que se aplica para quemar El Yunque pero no para lo otro. Es el mismo Yunque donde tiraron napalm para probarlo antes de ir a quemar a Vietnam, entre otras vilezas. Historia es historia. http://www.elnuevodia.com/…/estudiaranelcalentamientoglo...

     
    • DraMulet says:

      Acaso prefieres que tu madre o padre sirvan de conejillos de indias para probar un medicamento? Imagino que no! Los animales usados en pruebas de laboratorio no son torturados, pero a veces hay que hacer sacrificios en aras de un bien común y mayor. Esas cobayas u otro animal usado para testar algún remedio, puede hacer que un niño con cáncer sobreviva. Acaso hay comparación?!
      Soy amantísima de los animales, pero también creo que a las decisiones difíciles están ahí para ponernos a prueba. Y siempre habrá gente que las tome sobre sus hombros y cargue ese fardo, todo buscando el bien de los demás. Es lo mismo que un médico que tiene que desconectar a un paciente con muerte cerebral de la máquina respiradora artificial, para liberar a esa familia que sufre junto a uno de los suyos que no se va a recuperar; o cuando tiene que amputar una pierna para salvar el resto de la persona; o incluso un veterinario sacrificar un animal que adolece y no puede salvarlo. Ese sacrificio de trabajar por un bien mayor es más loable que salvar unos cuantos perros callejeros o unas cuantas cobayas! Acaso valen más que los millones de seres humanos que mueren por enfermedades prevenibles por vacunas cada año?! Serías tú capaz de actuar en esos casos de otra forma?!
      Parafraseando a Hamlet…”ser o no ser (HUMANO)…esa es la cuestión!”

       
  2. aymimadre says:

    Esperanzador que hoy se hagan estrategias para el futuro mejoramiento para ejercer la «ciencia cubana». Mi pregunta es la siguiente: ¿qué hacemos para sanar la que ya tenemos?

    Cuba cuenta hoy con un éxodo de buenísimos profesionales en los que se emplearon recursos para formar. Excelentes personas que han abandonado y seguirán alejándose de su Patria en busca de condiciones favorables para realizarse en el ámbito laboral y personal. Esto es innegable, nos estamos quedando sin profesionales, y en lo que el tiempo pasa y soñamos con proyectos inmensos de renovación… pocos serán ya los que con experiencia queden para entonces.

    Sería bueno llamar a la reflexión para ver de qué manera motivamos a los profesionales y que estos no se vean en la necesidad de alejarse de su país.

    Saludos.

     

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