Pascual Serrano
Lo contaba la BBC el pasado 17 de octubre. Tres años después del derrocamiento y asesinato de Gadafi, los nuevos parlamentarios libios apoyados por Occidente “están atrapados en un hotel en un remoto puerto, a unos 1.000 kilómetros de la capital, Trípoli”.
En julio pasado, milicianos fundamentalistas atacaron Trípoli, forzando la huida del parlamento recién electo. El gobierno se vio obligado a alquilar un ferry de bandera griega y anclarlo en la bahía de Tobruk para que sirviera de alojamiento a funcionarios, activistas y sus familias, quienes habían tenido que dejar sus hogares para escapar de las amenazas de muerte. Tobruk, una ciudad de unos 120.000 habitantes en el extremo oriental de Libia, es ahora uno de los últimos bastiones de las autoridades reconocidas y apoyadas por Occidente.
Los diputados pasan parte de sus días recorriendo el vestíbulo del hotel o bebiendo café al lado de la piscina, con vistas al Mediterráneo. Se limitan a discutir sobre leyes y nombramientos para un país en caos. La BBC recuerda que ese parlamento y ese gobierno no controlan ninguna de las tres principales ciudades del país. Incluso en Derna, la ciudad costera más cercana a Tobruk, se ha autoproclamado un califato islámico, donde los funcionarios del gobierno no pueden ni acercarse.
Lo curioso es que quienes impiden que este gobierno ejerza sus funciones, son las mismas milicias que Occidente apoyó para tirar a Gadafi del poder. Como se recordará, el 23 de octubre de hace tres años Gadafi fue derrocado tras una campaña de bombardeos liderada por Occidente que apoyaba a los rebeldes islamistas. En septiembre de 2011 el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y el primer ministro de Reino Unido, David Cameron, visitaron Bengasi orgullosos de haber colaborado con sus tropas y cazas en el cambio de régimen. “Pelearon como leones. Celebramos su coraje”, dijo Cameron.
Pero, como señala la BBC, esos leones –las milicias revolucionarias libias– no se desmovilizaron. Y de entonces a la fecha “han causado caos en el país, sitiando al parlamento, ocupando ministerios y, una vez, hasta secuestrando al primer ministro”. Algunas milicias luchan por los intereses de sus pueblos o regiones, pero otras se han aliado con grupos políticos islamistas, incluyendo a los Hermanos Musulmanes.
La actual crisis estalló cuando los islamistas perdieron las elecciones de junio y las milicias de Misrata y otras zonas procedieron a sitiar la capital. Ahora dos instituciones se encuentran enfrentadas, el parlamento islamista instalado en Tripoli y las autoridades refugiadas en Tobruk. Los segundos acusan de terroristas a los primeros y critican que algunos países de Occidente apoyaran a grupos islamistas considerados moderados, de hecho las fuerzas en Bengasi (bajo control islamista) son aliadas de grupos yihadistas como Ansar al Sharia, una organización considerada terrorista por Estados Unidos. Por su parte, los de Tripoli acusan a a los de Tobruk de aceptar a algunos políticos y funcionarios que trabajaron con Gadafi.
Es evidente que la intervención de Occidente solo ha ayudado a desmantelar un país sin llevar ni democracia ni derechos humanos como se prometía tras el asesinato Gadafi. Incluso han colaborado a desestabilizar más la región. Estados antiislamistas, como Egipto, o de otra tendencia musulmana, como Emiratos Árabes Unidos, están dado apoyo militar a las autoridades de Tobruk. Mientras que Qatar y Sudán podrían estar apoyando a los rebeldes islamistas.
Paradójicamente, ahora surgen voces preocupadas por si estos militantes islámicos tomaran el poder en Libia. Señalan que están a dos horas por mar de Italia. Algo que no pensaban los gobernantes europeos cuando les estaban apoyando para quitar a Gadafi del poder. (Tomado de Www.pascualserrano.net)
Este fue un episodio triste, donde desgraciadamente, Rusia y China fallaron, abandonando a Libia a su suerte.
2do. DPIED, nov./ 2014. “Especial”. Dedicado al asesinato de 43 estudiantes normalistas mexicanos. ( 1 ) La justicia encuentra oídos cuando de los inocentes brotan gritos persistentes probando ser abatidos. ¡Penas para malparidos han de esgrimir las naciones! ¡CUARENTA Y TRES CORAZONES truncados, por mafia impura, piden la cárcel segura a gobernantes matones! Lety Sánchez Sánchez Carrizal, Veracruz, México. ( 2 ) ¡CUARENTA Y TRES estudiantes han perpetuado sus huellas! ¡Son CUARENTA Y TRES ESTRELLAS! ¡Son CUARENTA Y TRES DIAMANTES! Víctimas de los maleantes se van a otras dimensiones. Llegan comunicaciones pidiendo en forma expedita: “una sanción infinita a gobernantes matones”. Ramón Espino Valdés Cuba/México. ( 3 ) Las pasiones son mensaje que alimenta los dolores, no basta el ofrecer flores, hay que acabar el ultraje. La sangre llena el paisaje de lamentos, de querellas, borrando las cosas bellas que se presumen con celo y hoy enriquecen el cielo, ¡son cuarenta y tres estrellas! Arturo Mendoza Rangel Poza Rica, México. ( 4 ) Mataron a “cuarenta y tres” ¿Por qué fue? Recia pregunta, pero es apenas la punta de brutal estupidez. Este Gobierno es la hez, insensible e implantado. ¿A dónde nos ha llevado con su mísero desplante? ¡Es un gobierno tunante, asesino y muy malvado!
Sergio Arturo Cabrera Flores Huachinango, Ver. , México.
( 5 ) Le negaron la existencia a cuarenta y tres baluartes que en cultura, ciencia y artes demostraban fina esencia. Ante inhumana incidencia de los oscuros bribones por marchitar ilusiones se les aplique sanción, y manden a la prisión “a gobernantes matones”. Fidel Alcántara Lévano Moquegua, Perú. ( 6 ) Cuarenta y tres inocentes que ha matado la imprudencia, cinismo y poca conciencia de un mandato ineficiente. Indigna y es indecente el proceder inhumano de quien esconde la mano cuando ha tirado la piedra, nuestro ‘sistema’ es la hiedra que ha podrido al ser humano.. Carlos A. De la O Tapia L. de Tejada, Veracruz, México. ( 7 ) Por un capricho inmoral, mataron cuatro farsantes a los hijos estudiantes de nuestro pueblo inmortal. Esa “mordida” letal a los nobles corazones llena al mundo de razones para pedir con urgencia, que se pene sin clemencia “a gobernantes matones”. Ximo González Sospedra Galicia, España.
Donde quiera que los yanquis meten sus botas, se arma el mierdero.
Hace ya tres años que la “guerra humanitaria” contra Gadafi concluyó y la pregunta que deberíamos formularnos es si la situación caótica que vive el país es fruto de la improvisación o parte del plan diseñado. Si no existieran precedentes como Afganistán e Irak, resultaría muy fácil culpabilizar a la idiosincrasia de un pueblo organizado en tribus que no se deja ayudar, pero las grandes potencias ya llevan acumulada mucha experiencia en “ayuda humanitaria” en aquellas naciones como para que también en el caso libio sigan siendo los señores de la guerra los protagonistas de la vida cotidiana de un pueblo que, antes de la invasión militar, gozaba de unas condiciones de vida envidiables dentro del mundo árabe y en el continente africano.
También en Afganistán los ciudadanos disfrutaban de unas condiciones de vida envidiables durante la etapa soviética. Las mujeres estaban equiparadas en derechos y libertades a los hombres, podían vestir minifalda, utilizar anticonceptivos, estudiar en la universidad, recibir servicios sanitarios gratuitos. Todo cambió cuando las mismas naciones que derrocaron a Gadafi decidieron convertir a los muyahidines (denominados “dushmanes” –bandidos- por los pastunes afganos) en mercenarios a su servicio, no dudando en reclutar también más de 35.000 yihadistas extranjeros (entre los que estaba Bin Laden) para acabar con la influencia soviética y convertir esa nación estratégica y con grandes recursos naturales en un territorio más sometido a las típicas reglas de explotación y saqueo del mundo capitalista. Pero lo más llamativo del caso es que, expulsados los soviéticos, la nación acabó convertida en un escenario de guerra y de fanatismo religioso entre diferentes facciones, del que no ha salido todavía, ni saldrá en el futuro bajo la bota del imperio, que es lo que podría ocurrirles también a los libios. Si dramático fue el papel de los muyahidines, más lo fue todavía el de los talibanes, que les despojaron de todos los derechos y libertades de la etapa soviética.
Para mí, la explicación del aparente fatalismo religioso y antropológico de afganos y libios reside más bien en que fueron pueblos que disfrutaron de un nivel y calidad de vida, mientras vivieron al margen del neocolonialismo capitalista, que en nada se parecían a las que tenían diseñadas para ellos las grandes potencias occidentales, de ahí que estas hayan optado por convertirlas en escenarios de guerra y fanatismo religioso, con lo que están consiguiendo explotar los recursos naturales (como el petróleo y el opio), privar a esos pueblos de las relativamente buenas condiciones de vida anteriores y proporcionar un importante volumen de negocio a la economía canalla del primer mundo (sobre todo a la economía de guerra).
Si en Chile la solución fue convertir los avances logrados por Allende en un laboratorio experimental para las tesis neoliberales a base de mucha represión y manipulación, en naciones como Afganistán y Libia está consistiendo en la creación de escenarios de fanatismo religioso y confrontación militar, con lo que se está logrando canalizar el mayor porcentaje de recursos hacia el primer mundo (sobre todo a la economía canalla, cuyo poder es incuestionable) despojando a los ciudadanos de los derechos adquiridos en la etapa anterior y obligándoles a participar en una versión beli-woodiense de realidad, donde para sobrevivir suele ser imprescindible aceptar los papeles y guiones existenciales más abominables. El pueblo cubano debería tomar buena nota de hasta dónde puede llegar la maldad de las grandes potencias capitalistas.
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