Clodovaldo Hernández
—¿Cómo percibió usted las noticias sobre la el 4 de febrero de 1992?
—Yo conocía ya al país [Venezuela], venía desde principios de los 80, sabía lo que estaba pasando. Cuando ocurrió la rebelión del 4 de febrero, no me extrañó para nada porque yo había venido después de los acontecimientos de 1989 y había escrito un reportaje. Entendía perfectamente que aquello era consecuencia de la gran crisis que se venía gestando. Algo tenía que ocurrir en un país que había recibido ingresos equivalentes a tres planes Marshall en 20 años y tenía una estructura socioeconómica de tanta desigualdad: 80% de personas en la pobreza y una minoría dándose lujos babilónicos. Vine dos meses después de la rebelión y también escribí varios trabajos. En ninguno de ellos, por cierto, califiqué lo ocurrido como un golpe de Estado porque entendí que no lo fue. Recorrí varios barrios de Caracas y pude comprobar que Hugo Chávez era, de la noche a la mañana, la persona más popular de Venezuela. En esa visita me entrevisté con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, con el ministro de la Defensa, con varios generales, y salí convencido de que ni habían entendido ni lo que había ocurrido en 1989 ni tampoco lo que les acababa de pasar. Era evidente que estábamos en una República que había llegado al final de un ciclo.
—Entrando en el tema de la comunicación, usted vincula la crisis ética del periodismo con lo que llama “la agonía de los medios tradicionales”. ¿Son dos procesos paralelos o uno es causa el otro?
—Debo decir que no creo que haya habido una edad de oro del periodismo, una época o un lugar en los que se haya hecho todo correctamente, algo ejemplar que luego se haya perdido. No, históricamente, el periodismo, al menos el periodismo dominante, la gran prensa, ha dependido del poder económico y ha tenido que defender sus intereses; y también del poder político o de la interferencia política. En pocos casos hemos tenido la oportunidad de ver un periodismo que se enfrente a esos dos poderes. La excepción han sido los momentos en que, como dicen los mexicanos, “la revolución aún no ha degenerado en gobierno”. ¿Qué ocurre ahora en el mundo? Bueno, por una parte, los periódicos de papel se están extinguiendo y, por otra parte, hay una sobreabundancia de información que hace muy difícil distinguir lo cierto de lo falso.
—Lo que viene surgiendo como alternativa, las redes sociales, lo digital, tampoco ha demostrado ser confiable. ¿Hacia dónde vamos?
—No es que vamos, sino que ya estamos en una etapa de total incertidumbre. Tenemos que aprender a evaluar la fiabilidad de la información en estos tiempos. Facebook tiene menos de 10 años y Twitter, menos de seis. Aún no hemos aprendido a “bien circular” esa información. Los blogs tienen un poco más, pero se están creando 100 mil cada día, 36 millones al año. Tanta oferta de información genera un gran ruido, aunque no es muy diferente a un quiosco donde hay muchos periódicos y revistas.
—La industria cultural mundial y las grandes oligarquías mediáticas siempre han sabido absorber y domesticar los fenómenos contraculturales que surgen. ¿Eso va a pasar con las redes sociales?
—Eso es lo que está pasado, pero no lo vemos. ¿Quién saca el mayor provecho del gran desarrollo de las redes sociales? Las empresas como Facebook, Google o Twitter, que cotizan en la bolsa. Claro, no son los actores tradicionales de la industria cultural, como Time-Warner, Sony, MGM o Disney, pero son nuevos actores.
—Usted ha dicho que si José Martí viviera hoy sería bloguero. Los voceros de la derecha internacional denuncian que en Cuba se persigue a los blogueros. ¿Sería Martí un perseguido?
—Ja, ja, no, claro que no, porque hay blogueros cubanos revolucionarios, como Iroel Sánchez (http://lapupilainsomne.wordpress.com/), que también es Sánchez, pero no tiene nada que ver con la otra (Yoani Sánchez, opositora), y hay un gran movimiento bloguero. La semana próxima* habrá en La Habana un encuentro internacional de blogueros. El Congreso Mundial de Blogueros, que tiene sede en Brasil, es un movimiento progresista. Dije eso de Martí porque él fundó, cuando tenía 16 años, un periódico llamado El Diablo Cojuelo, a pesar de que unos días antes habían suprimido la libertad de imprenta en Cuba. Si un chico así creó un periódico, hoy en día hubiese sido bloguero para atacar al colonialismo y defender las ideas de emancipación, independencia y libertad.
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—Según la frase de los mexicanos, en Venezuela la Revolución ya degeneró en gobierno… ¿cómo ve usted el periodismo de los medios gubernamentales o públicos?
—No, no, esa frase no vale para Venezuela porque acá la Revolución no ha terminado, ja, ja. El problema acá y en otros países que están en pleno proceso revolucionario es que esos medios están respondiendo a la permanente provocación de los medios privados. En consecuencia, no se puede hacer un juicio objetivo porque estamos en plena guerra mediática. Esa guerra no la han iniciado los medios revolucionarios o progresistas, sino los medios privados, de la reacción, golpistas. Por eso, los medios públicos no tienen aún algunas de las características que quisiéramos que tuviesen y que los propios periodistas progresistas quisieran tener, como una mayor distancia con respecto al Gobierno y un más agudo sentimiento crítico acerca de lo que ocurre. Pero en este momento la guerra no ha terminado, estamos en plena batalla. Cuando termine, los juzgaremos… Bueno, no cuando termine, cuando se haya ganado la guerra.
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Como el toro a la muleta
Ignacio Ramonet (Galicia, 1943), director de la publicación mensual francesa Le Monde Diplomatique, es doctor en Semiología e Historia de la cultura, profesor de Teoría de la Comunicación de la Universidad Denis-Diderot, de París y autor de más de 20 libros sobre temas de comunicación, industria cultural y globalización. Además, ha sido y sigue siendo, fundamentalmente, un reportero en ejercicio. Con esas credenciales, juzga uno de los más recientes escándalos mundiales del periodismo: la publicación de la foto de un hombre en un quirófano, por parte del diario El País, de España, periódico que dijo a sus lectores que se trataba del presidente Hugo Chávez.
“Lo que ocurre es que un periódico como El País, que pretende dar información objetiva sobre el mundo entero, cuando se trata Venezuela pierde toda su sangre fría, ataca como un toro a la muleta y basta con presentarle una foto que pueda ser hostil al proceso bolivariano o cualquier dato que ellos piensen que puede perjudicar a la Revolución venezolana, para que se precipiten y la publiquen, perdiendo todo sentido de la precaución”, dice.
Ramonet comenta que los mismos directivos de la redacción del diario madrileño admitieron que no sabían en qué momento fue tomada la foto. Y ese, periodísticamente, era un dato clave. “El presidente Chávez ha sido operado varias veces. Supongamos que esa foto hubiese sido tomada en 2011, durante la primera operación ¿qué importancia tendría ahora mismo?”, reflexiona. (Tomado de Ciudad CCS)
*Se refiere II Taller Internacional “Las redes sociales y lo medios alternativos, nuevos escenarios de la comunicación política en el ámbito digital”, efectuado en La Habana del 11 al 13 de febrero de 2013.
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