Iroel Sánchez
Hace algún tiempo, Fernando Arrojas, director del Instituto Central de Investigaciones Digitales (ICID), dedicado a la producción de equipos médicos de alta tecnología para la población cubana, enviaba una colaboración a La pupila insomne en que detallaba en “catorce mandamientos” el bloqueo estadounidense sobre la economía cubana. Relataba Arrojas:
“El bloqueo de EE. UU. contra Cuba prohíbe a los norteamericanos, a las empresas norteamericanas y a sus subsidiarias creadas en otros países bajo la legislación de esos países :
- gastar dinero en Cuba
- comprar a empresas cubanas
- comprar productos cubanos
- invertir en Cuba
- vender a Cuba
El bloqueo de EE. UU. contra Cuba prohíbe, además:
- que cualquier banco de cualquier país acepte dólares norteamericanos en depósito o como pago a un cliente, proveniente de una empresa cubana
- que una empresa cubana pague en dólares una transacción
- que fondos relacionados con empresas cubanas pasen por EE UU incluso a través de bancos de otros países
- que un banco de propiedad norteamericana en cualquier país del mundo preste o en general dé cualquier tipo o forma de crédito en que se pueda beneficiar una empresa cubana
- que un banco de propiedad norteamericana en cualquier país del mundo sirva de vía para un pago bancario hacia o desde Cuba
- a los barcos norteamericanos tocar en puertos cubanos
- a los barcos de otros países que tocan puerto cubano tocar en puertos norteamericanos hasta 6 meses después
- que paquetes (DHL, TNT, etc) provenientes de empresas cubanas o destinados a empresas cubanas pasen por territorio norteamericano
- que en general mercancías provenientes de empresas cubanas o destinadas a empresas cubanas pasen por territorio norteamericano.”
Lo repito acá porque algunos medios de comunicación están eufóricos con un comunicado emitido por el Cuba Study Group que es presentado por periódicos tan interesados en la libertad de Cuba y el fin del bloqueo como el diario español El País con el titular “Los cubanos del exilio piden por primera vez la atenuación del embargo“, a pesar de que la propuesta tan difundida no modifica ninguna de las medidas relacionadas por Arrojas y es más bien la implementación del Carril 2 de la Ley Torricelli de 1992.
La declaración del Cuba Study Group plantea que “Cuba está atravesando por un proceso de cambios y reformas políticas y económicas y es necesario aprovechar esta oportunidad para favorecer a la sociedad civil cubana y al medio millón de pequeños empresarios que son la esperanza para formar un país más libre y abierto”. El Cuba Study Group es una “ONG” que el pasado año organizó en la ultraconsevadora Fundación Heritage de Washington un evento presidido por el senador Marco Rubio con el objetivo de impulsar el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones como instrumento de la política de “cambio de régimen” que Estados Unidos ha diseñado para Cuba. Allí estuvo de panelista Carlos Saladrigas, director del Cuba Study Group, por lo que no es muy difícil deducir lo que estos señores entienden por “un país más libre y abierto”.
Cree el ladrón que todos son de su condición pero las cosas no son tan sencillas, y los cubanos no son, como parecen pensar los del Cuba Study Group, burros que se mueven con palos y zanahorias. No sé si el señor Saladrigas ha leído Enemigo, el libro de Raúl Antonio Capote, el doble agente de la Seguridad del Estado cubana reclutado por la CIA. Allí Capote relata cómo enfurecía la funcionaria de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana que lo atendía cada vez que numerosos artistas cubanos, luego de asistir a una recepción invitados por ella, participaban en un acto revolucionario para condenar las agresiones de Estados Unidos contra Cuba. Tampoco conozco si en el Cuba Study Group vieron en la Televisión cubana al matrimonio que opera una barbería privada y ha organizado una gira por toda la Isla para apoyar la lucha por la libertad de los Cinco cubanos presos injustamente en Estados Unidos.
Lo que sí es obvio es que Saladrigas cree que el “embargo” debe ser aliviado no porque obstaculiza la vida material y espiritual de los cubanos, dificultando -entre otras muchas cosas- la producción de equipos médicos para salvar millones de vidas como testimonia el director del ICID, sino porque “ha ayudado al régimen cubano a obtener una legitimidad, que no ha podido obtener por otras formas”. Aquí le dejo un testimonio de esa legitimidad que tomé el pasado sábado en una calle de La Habana. Por cierto, se trata del negocio de uno de esos empresarios cuya conciencia Saladrigas quiere que Obama lo ayude a comprar. (Publicado en CubAhora)