Rolando Pérez Betancourt
Ha muerto Chita a los ochenta años de edad en un centro para animales de la Florida y no pocos medios informativos en el mundo dan a conocer el hecho.
Participó Chita (era mono y no mona) en varios de los filmes en los que Johnny Weissmuller hacía (como se decía por aquel entonces) de Tarzán.
Películas de la Metro Goldwyn Mayer filmadas casi todas en los años treinta del siglo pasado, pero que todavía en la década del cincuenta eran plato fuerte de cualquier matiné.
Se arañaba la peseta para ir a ver a Tarzán y a Chita, y en menor medida a Jane (Juana para nosotros) y a Tarzanito, cuando los productores le daban una oportunidad al personaje.
También estaban los animales de un mundo exótico y, por supuesto, los “otros” implicados en la trama, africanos divididos en dos grupos bien definidos: los malos muy malos y los buenos-tontos, deseosos estos últimos de organizarse y hacerle frente a la maldad, pero con poca materia gris en el cerebro para concretar sus propósitos.
Entonces aparecía Tarzán, que, entre otras cosas, era un estratega capaz de decirles a los nativos “tú coge por aquí, y tú por allá, y cuando yo diga uno, dos, tres, tiren las flechas”.
Aunque vivía en África, Tarzán era blanco y nadaba con mayor velocidad que cualquier africano. Hablaba inglés y también el lenguaje de los monos. Verlo estrangular un león con sus propias manos y después volar entre los árboles gritando tamanganiiiiiií nos llenaba de júbilo. Y si la victoria era con el nativo más corpulento y sanguinario de la tribu de los malos, pues el acabose, expresado en gritos y aplausos.
Cientos de libros se han escrito en no pocos idiomas analizando la ideología retrógrada y el racismo imperantes en aquellos filmes de Tarzán con los cuales crecimos, y que todavía hoy siguen teniendo una buena comercialización internacional.
Hasta la mona Chita -integrada a la simbología del colectivo de personajes- ha cogido lo suyo en esos concienzudos estudios.
Pero en esta hora de su muerte tan difundida, pensando en la risa de un niño que tenía que “pulir” la peseta para ir a verla, quisiera exculparla. (Tomado de Granma)
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Llama la atención que siendo un macho, “Chita” pasara por hembra. Mirando algunas escenas que acompañaron la noticia, a “Chita” no se les ve los testículos, ???!!!.
Esto me recuerda que en una de las primeras películas de Trazán, algunas de las escenas con Jane fueron censuradas; condretamente donde ella “volaba” con una liana, por lo que su faldita se le levantaba. Como los censores no pudieron determinar si llevaba o no bragas, optaron por las tijeras.
Cosas de de la censura franquista.
Saludos
Miguel A.