Nuevos documentos conocidos en las últimas fechas parecen contradecir lo que la Historia oficial ha mantenido durante un siglo: que los servicios secretos británicos no tuvieron nada que ver en el intento de asesinato de Lenin en 1918.
Los documentos han sido difundidos ahora por la cadena pública británica BBC y arrojan nueva luz sobre lo que durante décadas se ha conocido como ‘la conspiración Lockhart’, que ha sido objeto de numerosas teorías, estudios, libros e incluso películas de cine.
Los hechos se remontan a principios de 1918, en los momentos finales de la Primera Guerra Mundial, cuando el nuevo Gobierno bolchevique ruso negociaba un acuerdo de paz con Alemania para conseguir que sus soldados volvieran a casa, un acuerdo que preocupaba en Londres.
El Gobierno británico temía que una inminente retirada de las tropas rusas permitiera a Alemania, que aún estaba luchando en dos frentes, reforzar sus defensas en el frente occidental.
Robert Bruce Lockhart
Para evitarlo, y para conseguir que Rusia volviera del lado de los aliados, los británicos enviaron a Moscú a Robert Bruce Lockhart, un diplomático escocés de 30 años conocido por su afición al buen vino, las mujeres y los deportes, que se convirtió a partir de ese momento en el representante de la corona en la capital rusa.
Al principio, todo pareció indicar que Lockhart podía convencer a los bolcheviques, pero en marzo de ese año los soviéticos firmaron el acuerdo de paz de Brest-Litovsk con los alemanes, lo que terminó con cualquier esperanza de que los rusos ayudaran a los aliados.
Londres no se dio por vencido, y de acuerdo con las nuevas evidencias conocidas ahora, decidió que la alternativa era derrocar al Gobierno bolchevique y reemplazarlo por otro que estuviera dispuesto a volver a declarar la guerra a Alemania.
En este sentido, los documentos demuestran que en junio Lockhart pidió dinero a Londres para poder financiar las actividades de varias organizaciones anti-soviéticas, y que el Foreign Office recomendó al Departamento del Tesoro que aprobara esa partida.
Fuerza militar
De hecho, a finales de mayo los británicos decidieron enviar una pequeña fuerza militar a Arjánguelsk, en el norte de Rusia, bajo el pretexto de prevenir que toneladas de equipamiento militar británico, facilitado a los rusos, cayera en manos alemanas.
No llegó a prosperar, pero el auténtico objetivo era que una fuerza de 5.000 soldados británicos se uniera a los 20.000 militares letones que componían la guardia del Kremlin, que Londres consideraba que podría rebelarse en contra de los bolcheviques.
Posteriormente, Lockhart envió un telegrama a Londres tras reunirse con un militante anti-bolchevique llamado Savinkov, que decía así: “Propuestas contrarrevolucionarias de Savinkov. El plan es que, con la intervención aliada, los barones bolcheviques sean asesinados y se instaure una dictadura militar”.
Bajo el telegrama hay una nota con la firma de Lord George Curzon, que formaba parte del gabinete de guerra del Gobierno británico, que afirma: “los métodos de Savinkov son drásticos, aunque si tienen éxito probablemente serán eficaces, pero no podemos decir o hacer nada hasta que no se haya decidido intervenir”.
Fue el 30 de agosto de 1918 cuando una mujer, la militante social-revolucionaria Fani Yefímovna Kaplán disparó contra Vladímir Ilich Uliánov “Lenin”, el fundador del Estado soviético, que resultó herido de gravedad con dos impactos de bala, pero sobrevivió.
Interrogatorio en el Kremlin
La Cheká (antecesora del KGB) detuvo horas después a Lockhart, que fue interrogado en el Kremlin y que, según los documentos de la policía secreta soviética, confesó que formaba parte de una conspiración para asesinar a Lenin y derrocar a los bolcheviques.
Pero a principios de octubre de 1918, Lockhart fue puesto en libertad en un intercambio por un diplomático ruso en Londres.
En sus ‘Memorias de un Agente Británico’ escritas en la década de 1930, Lockhart aseguró que no tuvo nada que ver en el intento de asesinato del líder soviético, pero en una carta desvelada ahora por la BBC su hijo dijo que su padre no contó toda la verdad.
El profesor que encontró esta carta en archivos estadounidenses, Robert Service, cree que la única manera de aclarar definitivamente este episodio histórico es tener pleno acceso a los archivos, pero más de 90 años después Londres aún lo considera “secreto de Estado”. (EFE)