Iroel Sánchez
Este lunes 14 de marzo siguió adelante en la televisión cubana la serie Las razones de Cuba, con un capítulo titulado “Mentiras bien pagadas”. Al escuchar, en el citado material, al promotor cultural Frank Carlos Vázquez, relatar el supuesto interés por el arte cubano de los diplomáticos estadounidenses en La Habana, he recordado una anécdota que cuenta la investigadora Frances Stonor Saunders en su libro La CIA y la guerra fría cultural:
“En 1933, Nelson Rockefeller había supervisado la realización por parte de [el muralista mexicano Diego] Rivera del encargo del mural del recientemente erigido Rockefeller Center. Un día en que contemplaba los trabajos de Rivera, Nelson advirtió que una de las figuras tenía los inconfundibles rasgos de Vladimir Ilich Lenin. Con la mayor educación, pidió a Rivera que lo eliminara. Rivera, educadamente, se negó. Cumpliendo órdenes de Nelson, rodearon de guardias el mural mientras a Rivera se le entregaba un cheque por el monto total (21.000 dólares), y se le dio una notificación oficial de que su encargo quedaba anulado. En febrero de 1934, el mural que casi había sido terminado, fue destruido con martillos neumáticos.”
Como es conocido, Nelson Rockefeller –cuyos servicios a la CIA Stonor Saunders se ocupa de detallar- fue durante la mayor parte de los años cuarenta y cincuenta director del célebre MOMA (Museo de Arte Moderno) de Nueva York. La autora señala también que Rockefeller fue nombrado asesor especial del presidente Eisenhower sobre estrategia de la guerra fría.
Se dice que la guerra fría terminó con la desaparición de la URSS, sin embargo pareciera que la guerra cultural no. Han cambiado los tiempos y también los métodos pero las inconsecuencias de promover el arte en nombre de un imperio no dejan de aparecer.
Testimonia Vázquez en el citado documental que, en el año 2000, “la Bienal de La Habana fue uno de los eventos donde se puso de manifiesto el trabajo profundo que estaba realizando la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en nuestro país. La primera secretaria de la Oficina de Intereses, la señora Vicky Huddleston, organizó y orquestó un proyecto en el cual los mejores y mayores galeristas norteamericanos fueron invitados a esta Bienal. Detrás de toda esta organización estaban los intereses políticos. Ellos pretendían comprar los favores de nuestros artistas e intelectuales, ofreciéndoles exposiciones y promociones en diferentes galerías norteamericanas a cambio de que estos artistas reflejaran una realidad discordante o distorsionada, y la finalidad que tenían con este tipo de proyecto era crear un estado de opinión, crear un fenómeno cultural ficticio.”
Año y medio después de los sucesos que refiere Frank Carlos, el gobierno que pagaba el “proyecto” de Huddleston, permitía el saqueo del museo Bagdad, depositario de los más antiguos tesoros artísticos de la civilización humana, en las narices de sus tanques y sodados…
“Mentiras bien pagadas” (Parte II)
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