Iroel Sánchez
Como en el caso de Plutarco Tuero -el corrupto alcalde de San Nicolás del Peladero, un programa humorístico de la televisión cubana, ubicado en la Cuba prerrevolucionaria- que preguntaba airado al revisar la nómina de sus empleados por “ese Tótal” que ganaba más que él; “Tótal” (Plutarco lo decía con tilde en la “o”, como se pronuncia en inglés) es también el único en la nómina de la USAID que supera en ingresos a Development Alternatives Inc (DAI), la empresa que envió a Cuba al ciudadano estadounidense, recientemente juzgado y condenado, Alan Gross. Se ha divulgado que DAI, desde el año 2000 hasta la fecha, ha recibido de la gubernamental USAID un monto de 2 720 391 038 dólares.
Poco después de conocerse la sentencia contra Gross, James Boomgard, el “Plutarco Tuero” de USAID y presidente de DAI, se declaró “profundamente decepcionado” por el veredicto. Sin embargo, en una de las informaciones publicadas por la prensa cubana alrededor del juicio a Alan Gross – a quien Bommgard en su comunicado llama solamente “Alan”- se dice que éste reconoció durante el proceso “que fue utilizado y engañado por la DAI, empresa contratista de la agencia gubernamental norteamericana USAID, subordinada al Departamento de Estado, que se encarga de programas de desestabilización política contra gobiernos que no son del agrado de la Casa Blanca en América Latina y muchas otras partes del mundo.” Se añade que Gross, “acusó a la DAI de haberlo puesto en peligro y conducirlo a su situación actual; de arruinar la vida y la economía de su familia.”
El dinero que la USAID destina a Cuba pasó de las arcas de las organizaciones anticastristas de Miami a las empresas como DAI debido a las pruebas de corrupción y mal uso que revelara una auditoría federal. Pero el comportamiento de DAI no está exento de prácticas corruptas, como revelara en junio de 2010 una investigación del inspector general de la propia USAID sobre sus contratos en Afganistán por más de 349 millones de dólares desde el 2006, lo que implicó despedir a diez empleados.
Aunque en los nombres de ambas entidades está la palabra development (desarrollo), termina uno preguntándose qué es lo que desarrollan realmente con sus programas USAID y DAI, si la capacidad de ayudar al prójimo o la de engañarlo para beneficiarse del dinero que pagan los contribuyentes norteamericanos. Punto aparte para la hipocresía de hombres como James Bommgard, capaz de aparentar preocupación por la persona a la que envió al peligro y que lo acusa de haber arruinado su vida. Pero no les falta coherencia, a fin de cuentas, corrupción e hipocresía se enseñoreaban en la Cuba anterior a 1959 -la de los Plutarco Tuero y San Nicolás del Peladero- , a la que el trabajo “para el desarrollo” de DAI y USAID quiere retrotraer a la Isla.
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