Discordancia.
Con tus propias lágrimas de plomo
te detienes a conducir una orquesta silente
en cielos de arena y dias extremos
bajo tanta sombra magullada y limpia.
Recuerdo apeldañado de la gracia,
desadoquinada con fieles curvaturas
de piques a destajo; ardor primaverante
de inmensidades que bordean como íbices
la métrica olvidada de los salmos.