La contradictoria política de Biden hacia Cuba. Luis de Jesús Reyes entrevista a Iroel Sánchez

 

Entrevista con el periódico portorriqueño Claridad.

La nueva administración estadounidense del presidente Joe Biden ha insistido en varias ocasiones en que un cambio en la política hacia Cuba “no está ahora mismo entre las principales prioridades de su política exterior”. Voceros y funcionarios del gobierno de turno lo han repetido hasta el cansancio: hay cosas más importantes que hacer.

De hecho, a casi seis meses de su llegada al poder, el inquilino de la Casa Blanca no se ha movido ni un milímetro en aras de acercar políticamente a ambos países y ni siquiera ha revisado las más de 240 medidas impuestas por su antecesor Donald Trump –muchas de ellas aplicadas, incluso, durante la pandemia de la Covid-19– que recrudecieron las condiciones de bloqueo y han empeorado la situación económica de la isla.

Pero si Cuba, en efecto, no es una prioridad para su gobierno, el Demócrata no parece estar muy en la onda del disimulo. Su administración está solicitando, por otro año, más de $20 millones para financiar “programas de democracia dirigidos a Cuba”, algo que las autoridades de la isla afirman no es más que un eufemismo para promover confrontaciones y planes subversivos contra el país caribeño.

“Parece que lo que no es prioridad es tener una relación de respeto con Cuba, lo que no es prioridad es tratar de que el pueblo cubano no siga sufriendo las medidas extremistas que adoptó la administración Trump; derrocar la Revolución cubana es una prioridad de 60 años, sostenida. Financiar una oposición que obedece instrucciones del Departamento de Estado en Cuba sí es una prioridad y lo revela ese gasto”, así lo explica el analista político, Iroel Sánchez.

En entrevista para CLARIDAD, Sánchez habló de la incongruencia en la postura de la Casa Blanca en torno a Cuba y en ese sentido subrayó que “hay una política exterior [de Estados Unidos] que es transversal, bipartidista, y que es defender los intereses de la clase dominante y eso va a continuar”.

En total, Biden ha solicitado más de $58 mil millones para el Departamento de Estado y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) en el venidero 2022, lo que representa un aumento del 10% sobre el presupuesto destinado a esas agencias en este año 2021. El presidente también solicitó más de $810 millones para la agencia estadounidense encargada entre otras cosas de supervisar las estaciones Radio y TV Martí, órgano comunicacional cuyo principal propósito ha sido –por décadas– fomentar un cambio de régimen en Cuba.

De la otra mano están las 243 medidas firmadas por el expresidente Trump, que reforzaron el carácter hostil y extraterritorial del bloqueo contra Cuba, y la inclusión de la isla en la lista estadounidense de países que patrocinan el terrorismo. Todas, acciones que siguen vigentes a casi medio año de presidencia de Biden; un aspecto que demostraría la falta de decencia del nuevo gobierno.

“En términos de imagen quizás [Biden] no es Trump, esa cosa impresentable, desagradable, irritante, hiriente, pero yo creo que alguien decente no deja en vigor un instante las 243 medidas que tomó Trump contra Cuba. Si le queda un poco de decencia, que lo demuestre cambiando esas cosas”, afirma el analista político.

UNA POLÍTICA EXTERIOR A CONVENIENCIA

Ahora bien, es posible que el presidente Biden, mal orientado por sectores reaccionarios en su gabinete, esté apostando a dejar el tiempo pasar con la esperanza de ver al país derrumbarse. Y no sería el primero en asumir esta postura.

Por décadas, sucesivos presidentes norteamericanos se han convencido a sí mismos de que Cuba está al borde del colapso y que sanciones más duras pueden acabar de lanzarla por la borda. A fin de cuentas, esta postura resulta mucho más sencilla y menos conflictiva –a lo interno– que enfrascarse en una agenda destinada a acercarse a su vecino “comunista”, con todo lo que eso conlleva.

No pocos, sin embargo, esperaban que Joe Biden –vicepresidente durante la era Barack Obama– siguiera la línea de su compañero Demócrata, volviera a acercarse a la mayor de las Antillas y cuando menos aliviara el bloqueo como lo hizo el Premio Nobel de la Paz. Pero el bloqueo no es casualidad y a seis décadas de su puesta en vigor sigue cumpliendo el mismo propósito de entonces.

“El bloqueo tiene un rol que es crear dificultades en la vida cotidiana de los cubanos para que se irriten con su gobierno y lo derroquen y el dinero para la promoción de la democracia y los derechos humanos tiene el rol de hacer desaparecer el bloqueo como causa de esos problemas y hacer ver que esos problemas son fruto del sistema que hemos escogido los cubanos”, sostiene Sánchez.

 Para él, esto “no quiere decir que no haya problemas endógenos en Cuba –pero admite que– la causa fundamental de las dificultades en la vida cotidiana de los cubanos son las políticas agresivas de EE.UU.”.

SUBVERTIR EL ORDEN, POLÍTICA CONTINUADA

Empero, las dificultades creadas por el bloqueo en la vida de los cubanos y cubanas tampoco es una prioridad de la Casa Blanca. Como alega Iroel Sánchez, “el imperialismo no existe para hacer justicia social, el imperialismo existe para depredar, para imponer la voluntad de una clase dominante”. La frase dibuja a la perfección el empeño y el esfuerzo puestos por el gobierno estadounidense para aprovechar cada espacio disponible –en especial, el digital– para fomentar una subversión del orden en Cuba

El crecimiento constante en los últimos años de la conectividad y el acceso a Internet en la población de la isla ha dado luces al Norte sobre cómo colar su mensaje antirrevolucionario, de manera más sutil y en un campo de juego que domina a la perfección.

“Con la llegada de Internet, EE.UU. ha creído que entonces sí es el momento en que puede hacer creer que su verdad puede llegar a ser creída por los cubanos”, sostiene Sánchez.

Según Datos del Ministerio de Comunicaciones de Cuba, (Mincom) más de siete millones de ciudadanos –de una población total de poco más de 11 millones– cuentan hoy con acceso a Internet por diferentes vías. De ellos 4,2 lo hacen a través de su celular. Cifras nada mal para un país que vio la llegada de datos móviles apenas en 2019. Sin dudas, un avance para la isla, pero también un reto si se tiene en cuenta el infinito de propaganda y desinformación que circula en la web y redes sociales y que es capaz de penetrar, sin filtros, en cada esfera de la sociedad.

Por su parte, Iroel argumenta que “una prueba de que no ha sido efectivo es que la Revolución se sostiene” y deja entrever que, contrario a lo que muestren los algoritmos cibernéticos, el utilizar la Internet para promover posiciones adversas a la Revolución no ha encontrado mayor asidero.

“Llevan 12 años trabajando para eso y poniendo cientos de millones y lo que han cosechado es muy pobre, pero la comunicación y la amplificación de eso lo hace parecer, a la gente que está desinformada y que no sabe lo que sucede en Cuba, como un fenómeno masivo, lo cual está muy lejos de la realidad”, subraya.

En definitiva, Cuba se encuentra hoy ante la indiferencia de un presidente estadounidense que no parece tener entre sus prioridades ayudar (realmente) a mejorar las condiciones de vida de los cubanos y cubanas, pero destina ingentes recursos para seguir complicando la situación de la isla. El reto de la Revolución radica en hacer frente a ese escenario a la vez que intenta salvar su economía sin dejar de a nadie desamparado.

 “El pueblo cubano ha tenido la cultura política suficiente para tener un sentido crítico ante eso y nunca se ha dejado liderar por ese [discurso], por muchas que hayan sido las dificultades y por mucho que hayan sido los millones de dólares gastados para eso”.

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