Respeto a lo cubano. Por Víctor Angel Fernández

 

Haces unos días, Karen Brito, conductora del programa de TV La Pupila Asombrada, cuando iniciaba la conversación con Gerardo Hernández, le pedía permiso para tutearlo y explicaba también la forma familiar y particularmente respetuosa, con la que los cubanos tratamos a las personas que admiramos.

Me trajo el recuerdo de muchísimos años atrás en que una mujer escribía a Granma una carta dirigida a Fidel y comenzaba diciendo: “Fidel. Hablo así porque tú sabes que los cubanos te damos ese trato, por el respeto que te tenemos y que, por ello, te consideramos parte de nuestra familia.”

Para los que recién nos conocen puede sonar asombroso y hasta chocante, esta forma de trato a personalidades, pero los cubanos ubicamos a las personas en categorías y la más alta de ellas, es cuando podemos tratar a alguien como familia o como amigos, sin la distancia artificial que muchas veces significa el Usted o la referencia a una larga lista de responsabilidades, grados y cargos.

Más de cuarenta años impartiendo clases me han llevado a que mis alumnos me tuteen en el trato, algo que a varios colegas profesores les ha llamado la atención pues, explican, que ello puede conllevar una fractura en el respeto. Mi respuesta en cada caso siempre ha sido la misma: mis familiares y amigos me ofrecen ese mismo trato y en ningún caso el respeto está sobre la mesa de negociaciones.

De esta forma, Fidel, Raúl y Ramiro, son identificados con esos nombres que representan todo lo que han hecho en la historia de Cuba y reciben esas denominaciones como trato máximo de cariño y respeto. También, refiriéndonos a ellos, puede que hagamos un gesto con las manos, representando la barba, el chivo o el achinamiento de los ojos. No hay que explicar nada más. No olvidar que en una de las primeras intervenciones de Raúl, ya en la máxima dirección del país, hizo el gesto con las manos y la referencia a la barba y explicó que “todos sabemos a quién me refiero”. No podemos olvidar a Celia, Camilo o el Che. Pero llegamos a más, utilizando sobrenombres para esas personas, como si fuéramos amigos de toda la vida y así nos referimos al Gallego Fernández, a Polo Cintra Frías o a Pedrito Miret.

Una larga lista de cargos que anteceden al nombre, sólo son necesarios para las personas desconocidas o para aquellos que no han recibido la apertura de las puertas de nuestros domicilios y corazones.

Esto no es sólo para las personalidades políticas, es nuestra forma normal de trato, así con Consuelito y Amaury, Silvio y Pablo, Juantorena, Bayiyo (Braudilio Vinent), El Soto, Changa, Huelga, El Jabao (Puente o Herrera), Rubiera, Omara, Tony, Gerardo, Ramón, Fernando, René y una larga lista de personalidades, a las que no hemos conocido más allá de la pantalla o la distancia de un estadio y son depositarios de nuestro cariño, admiración y respeto. Para referirnos a ellos, nos sobran los títulos, cargos, o profesiones.

Explicado en términos matemáticos, sería algo así como que el respeto y el reconocimiento del cubano se refleja inversamente proporcional a la lista de asignaciones previas que deban ponerse para la identificación de la persona.

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