El universo antillano en la lengua criolla de Marie Heredia de Régnier. A cien años de la publicación en español de El seductor (Le séducteur, 1914) y a veinte años del reconocimiento en Francia de la trata negrera y de la esclavitid como crímenes contra la humanidad1.
Estancias para damas criollas
« Cuando hace calor, y estoy ensimismada y sola,
pienso en ustedes,
de quien nada sé, y sueño, oh abuelas mías,
con sus dulces ojos.
Abuelas ya muertas, y antaño ingenuas
de brazos tan frescos,
jóvenes y tiernos, y que no conocí
ni siquiera en retratos,
que otrora vivían, niñas pequeñas
de cabellos frondosos
en un ingenio azucarero, de un lugar de las antillas
voluptuoso ».
M. de Régnier.2
INTRODUCCIÓN
Le séducteur, de Marie-Louise Antoinette de Heredia (esposa del escritor francés Henri de Régnier), novela francesa impregnada de elementos criollos antillanos y de huellas de la esclavitud en Cuba, nos invita a un doble periplo gracias a las posibilidades que ofrece la escritura literaria. En primer lugar, hacia el universo imaginario construido en la ficción que es un viaje hacia la identidad de su autora. En segundo término, hacia el tiempo y el espacio real que le sirve de escenario, el mismo en que vivieron las familias de origen francés, llegadas al oriente cubano entre los siglos XVIII y XIX, luego de los sucesos acontecidos en la antigua colonia de Saint-Domingue. Entrelazando estas dos dimensiones, Le séducteur, como Via Crucis (1910-1914) o Filigrana (1921) de Emilio Bacardí y Moreau, aunque con un estilo y una temática diferente, se inscribirá en el corpus de obras escritas por hijos de inmigrantes franceses en Cuba quienes dejaron para siempre su impronta en las montañas y ciudades de nuestro país, en su agricultura y arquitectura, en la música, la danza (la contradanza, el danzón, la tumba), la pintura y la literatura y en nuestra historia de la esclavitud.
Le séducteur fue publicada en Francia en 1914 (Ed. Fayard), un mes antes del estallido de la guerra mundial. Su primera traducción al español (El seductor) estuvo a cargo del poeta español León Felipe (Madrid, Estrella, 1921) y la segunda, autorizada y revisada por la autora, con ilustraciones de Maribona y prólogo del traductor, la debemos al escritor, ensayista y diplomático ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide (París, Excelsior, 1925).
Le séducteur se incluye además en el archivo de ficción de autoras como La Condesa de Merlin o Gertrudis Gómez de Avellaneda, quienes inscribieron su obra en otras literaturas nacionales, permitiendo al lector conocer la nación cubana “imaginada” por ellas (Campuzano, 2014), enunciada de lejos bajo el prisma de sus propias representaciones. Pero también entre las pocas novelas que tienen el cafetal cubano como telón de fondo3. Así, desde su realidad europea, Marie Heredia de Régnier nos introduce en las memorias y tradiciones “oralizadas” por sus antepasados, concentradas en 126 páginas que reconstruyen el universo físico y sociocultural santiaguero de la primera mitad del siglo XIX (y hasta el inicio de la guerra de los diez años), gracias al artificio del lenguaje. Y es precisamente a este último punto al que queremos referirnos en adelante, no sin recordar la estructura de Le séducteur. Evocaremos además los grandes tópicos sobre la Isla de Cuba presentes en la novela, los mismos que encontramos en los libros de los viajeros europeos del siglo XIX, que se actualizan aquí para cristalizar el mundo antillano y cubano a la manera de Marie Heredia de Régnier.
1- Sobre la autora. La estructura de Le séducteur.
Marie de Régnier4 era la segunda de las tres hijas del poeta cubano-francés José María de Heredia Girard, nacido en Santiago de Cuba, hijo de padre español (Domingo de Heredia) y cuya madre, nacida igualmente en Cuba en 1806 (Louise Girard), provenía como su esposo de una familia de refugiados de la antigua colonia de Saint-Domingue5. La autora intentó reproducir en Le séducteur la infancia de su padre José María (Panchito en la ficción) en la hacienda cafetalera La Fortune cercana a Santiago, lugar de nacimiento del célebre poeta en 1842. Recordemos que José María fue el último de los seis hijos de la familia Heredia Girard, cuyo nombre le atribuyeron en recuerdo del primo muerto tres años antes en México, el ilustre poeta cubano José María Heredia y Heredia (1803-1839), autor de En el Teocalli de Cholula (1820) y de la oda Niágara (1824), “poeta de la libertad del Nuevo Mundo”6, considerado como el precursor de los grandes cantos románticos de Hispanoamérica y a quien dedicó el parnasiano tres de sus sonetos más conocidos. En efecto, al cumplirse el primer centenario del nacimiento del cantor del Niágara, Emilio Bacardí, entonces Alcalde Municipal de Santiago de Cuba, instó al poeta emigrado a Francia a sumarse al homenaje. Heredia respondió con tres sonetos en castellano que son los únicos en que hace alusión a su patria cubana7.
Desde su infancia, Marie Heredia de Régnier vivió rodeada de artistas y poetas. Muy joven, publicó cinco poemas anónimos (en 1894) en la conocida Revue des Deux Mondes, el mismo año en que su padre fuera elegido para ocupar un puesto en la Academia Francesa. Su primera novela, L’Inconstante, vio la luz en 1903. Le séducteur, publicada después de L’esclave (1905) y Le temps d’aimer (1908), es la narración de un viaje introspectivo construido con el andamiaje plantado por sólidos recuentos familiares y por las vivencias de sus ancestros en el “edén tropical”, descritas también por célebres viajeros decimonónicos, cuyos relatos han sido recopilados por la Fundación Fernando Ortiz (Presencia francesa en Cuba, 2007) y comentados, entre otros autores, por la investigadora francesa Michèle Guicharnaud-Tollis (1996). Las imágenes de la naturaleza y la sociedad cubana que vehicularon estos viajeros, omnipresentes en la escritura de Le séducteur, estructurarán nuestro análisis en las líneas siguientes.
Los veintidós capítulos que componen la novela están enmarcados por un prefacio y un epílogo, en los que la entidad autoral, en primera persona, se dirige al lector virtual, aunque la dedicatoria inicial nos declare que se destina esencialmente a su hijo Pierre (apodado Tigre), en recuerdo de su abuelo José María Heredia fallecido desde 1905. Una nota escrita en el manuscrito revela que Marie Heredia de Régnier unió a estos dos grandes seres queridos en su novela hasta confundirlos en una sola esencia. Sin embargo, el final de la segunda parte del prefacio nos revela a otra destinataria bien particular, a quien se dirige de manera exclusiva en estilo directo y en segunda persona: la tía Ysabel. A ella atribuye las precisiones del decorado y los figurantes, gracias a los cuales sus recuerdos de antaño cobran voz (8)8.
« A ti mi tigre, pues Panchito eres tú; todos los niños, siempre son tú y nada más que tú, el exclusivo, el hermoso, el único; y esa infancia criolla de tu amado y bello abuelo, es él y ya es también tú. Pepillo y Tigre, abuelo y nieto, compusieron a Panchito… doblemente Seductor ». Tu Maricotte (Imagen tomada de Laubier, 2004: 13). La traducción es nuestra.
Lo más sobresaliente desde la primera línea del prefacio de Le séducteur es la intención deliberada de la autora de “resucitar una parte de la isla” en la que habían nacido sus padres hacía ya más de medio siglo y su propósito de “precisar y fijar” las criolluras9 (“des créolies”) de ensueño de sus abuelos y parientes cubanos. Las imágenes que podemos construir gracias a la lectura se verán corroboradas desde el inicio de cada capítulo (de la edición de 1927 que aquí comentamos) y a modo de epígrafe, por un grabado sobre madera. En algunos casos dichas figuras, que concentran por cierto elementos pintorescos muy presentes en la pintura y la literatura cubana del siglo XIX, cierran algunas secciones10. Más de treinta grabados ilustran así el volumen desde la portada, siendo el último de ellos un retrato de la autora, que como los anteriores debemos al artista, pintor y grabador francés Guy Arnoux.
La novela, escrita en tercera persona y en la que interviene en ocasiones el estilo directo con diálogos, canciones y en la carta de Panchito a su padre (cap. XIV), se destina en principio a un lectorado joven. Lleva además, como lo referimos anteriormente, la signatura de uno de los antepasados maternos de Marie de Heredia y no su nombre real (Marie de Régnier, desde 1895), con lo cual afirmaba su deseo de ser reconocida por sus cualidades literarias y no por la celebridad de la que gozaban ya su padre o su esposo. En el manuscrito de su primera novela, vemos que la autora probó diferentes nombres con “Houville”, del patronímico de un antepasado normando emigrado a Saint-Domingue (Girard d’Ouville), ahijado de Madame de Pompadour (Bonna: 311)11, antes de escoger aquél que también le permitiría “estar en masculino, para cambiar” (Laubier: 123). Su vida sentimental, complicada y osada para la época, fue objeto de comentarios disímiles, no exentos el algunos casos de coloración racista, que recuerdan por cierto las vicisitudes de otro representante de la familia Heredia, quien llegó a ser alcalde de París en 1879 y ministro de obras públicas de la República francesa, en 1887.12
“Marie de Heredia tenía dos pretendientes: Henri de Régnier y Pierre Louÿs, cuya amistad se rompe con la rivalidad amorosa. Henri de Régnier, quien propone casarse con Marie sin dote y ayudar a Heredia a pagar sus deudas de juego, es aceptado. Su noviazgo es anunciado en primera plana en Le Figaro, el 20 de julio de 1895, con el título “Un mariage littéraire” [Una boda literaria]. Edmond Goncourt, en su Journal del 2 de septiembre de 1895, se soprende al ver a la “cotorreante hija de Heredia” casarse con ese “joven distinguido [Henri de Régnier], discreto en el hablar”. Respecto al matrimonio, evocó lo siguiente el 17 de octubre de 1895: “La novia, no muy hermosa, con cabellos de negra y sin velo, y disfrazada de novia de fandango. Es curioso, esta boda tan resonante, con un público de primera, despierta en mí la idea de un próximo divorcio”.13
Pese a las críticas y cotilleos suscitados por su vida íntima, Marie Heredia de Régnier recibió en 1919 el Gran premio de literatura de la Academia Francesa por la totalidad de su obra, convirtiéndose en la primera mujer de la historia en recibirlo. En 1957 obtuvo además el Gran Premio de poesía de la misma institución por su obra poética, siendo hasta hoy la única mujer en haber obtenido dos galardones de la distinguida Academia en el ámbito de las letras francesas. Continuó escribiendo para la Revue des deux mondes, la más antigua de Europa, hasta 1962 (Laubier: 120) y murió al año siguiente a la edad de 88 años.
2-La(s) lengua(s) de Le séducteur y los tópicos de la literatura de viaje decimonónica.
Marie Heredia de Régnier se inspiró, según lo afirma en su prólogo a la edición de 1914, del libro de viajes L’île de Cuba (1844) del criollo guadalupeño Jean-Baptiste Rosemond de Beauvallon, quien dedicara un capítulo completo a Domingo de Heredia en su relato de viajero (Cap. XI, «Voyage a la Montagne »)14, escrito luego de su paso por la isla y por los cafetales de la Gran Piedra, en los años 1840. Las “encantadoras obras de la baronesa Merlin” (más bien Condesa) son también hipotextos fundamentales de Le séducteur de los cuales encontramos rasgos y descripciones ya presentes en Mes douze premières années (1831), Les esclaves dans les colonies espagnoles (1840), La Havane y Viaje a La Habana (ambas de 1844). Pero además de los detalles que le proporcionaron estos textos, Marie H. de Régnier se inspiró ante todo de la libertad lingüística de Beauvallon y de María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, quienes incluyeron gran variedad de vocablos hispánicos inherentes a la realidad cubana en la lengua francesa, idioma que la Condesa, nacida en Cuba, escogió para escribir sus experiencias. Este fenómeno híbrido, que también salta a la vista en otros relatos de viajeros decimonónicos, alcanza un grado superior en la escritura de Marie H. de Régnier. Lejos de referir de vez en vez y en itálicas una realidad diferente a la que conocía en la Europa francófona, tal y como acostumbraban hacerlo sus predecesores, y quizás por su confortable duplicidad lingüística, la autora se place en mezclar los significantes de la lengua y la cultura en que nacieron sus padres y otros familiares, con aquéllos que también le son propios en su lengua materna francesa.
Si bien en los capítulos iniciales, mayoritariamente escritos en francés, intervienen pocas palabras de origen español (solo nombres propios como Doña Anastasia de Montalvo, Mamita15 o palabras entrecomilladas), luego, se recurre con mayor frecuencia a la alternancia de ambos códigos. La autora los identifica como créolies, lo que bien podríamos traducir por “criollerías” o “criolluras” (si aceptamos la unión de “criollo” con “locura” (“folie”) o “travesura”). Este neologismo introducido por la autora, es utilizado para referir la realidad de aquellos que, como Marie H. de Régnier y sus antepasados franceses de Santiago de Cuba y otras regiones de la isla, tenían esa doble herencia lingüística y cultural.
Además del “frañol”, encontramos en Le séducteur otro código que es un hito en la literatura francesa de origen cubano y un testimonio, aunque fugaz, de la lengua criolla con base francoparlante de los esclavos llegados a la isla cubana luego de la Revolución de Saint-Domingue, que hablan por boca de la esclava Indalesia:
« – Mouin te cré ou té marier avé li ! gémit-elle dans son parler doux et sauvage ; li bon, li te aimer ou empile, empile! Et pi li té ba mouin moun bel mouchoué! Li té si content. Pi toué, maîtresse, gagné si bel chivés!…» (p.82)16
Que la autora traduce en una nota de pie de página por:
« Je croyais que tu te marierais avec lui! Lui, si bon, il t’aime tellement ! Et puis il m’a donné un beau mouchoir. Il était si content, et puis toi, maîtresse, tu as tant de si beaux cheveux » (Nota I, p. 82)
Y unas líneas después, luego del regaño que le da Silvina a Indalesia:
« – Moué li tant aimer! Moué aimer maîtresse ; si tant empile ! Moué mouri pou li !… Moué… » (83) 17
El créole haitiano había sido puesto fugazmente de realce en las letras cubanas con Via Crucis, de Emilio Bacardí, en la voz de Papá Zephir, al final del capítulo IV: « Pa bule ist. Met un sé bon met. Pesán pa pi alé» [« No quemar aquí. Nuestro amo es buen amo. Nadie se irá ».] 18. Dicha lengua, nacida en proporciones variables de la deformación del idioma dominante (en este caso el francés) y de su mezcla con diversas lenguas africanas, es un tipo de alternancia que aparece también como una forma de diglosia (término introducido por Charles Ferguson en 1959), característica de las situaciones donde coexisten dos variedades de una misma lengua: la variedad alta y la variedad baja. Así el francés y su mezcla con el español hablado en Santiago de Cuba en el siglo XIX, constituían variedades altas o de mayor prestigio frente al habla de los esclavos haitianos, considerado como la variedad baja, dada su condición lingüística minoritaria en un espacio eminentemente hispánico y circunstancialmente francófono. Esta lengua criolla que transcribe Marie H. de Régnier en Le séducteur, llega al territorio cubano con las oleadas de franceses (alrededor de 30 000) después de la revolución de Saint Domingue durante el gobierno de Sebastián Kindelán O’Reagan19, merced a la cercanía geográfica y al fácil acceso marítimo a través del Paso de los Vientos. El flujo migratorio, que duró aproximadamente quince años (1791-1805)20 el cual provenía también de Lousiana y otras islas del Caribe, condujo al potente desarrollo de la producción cafetalera, aunque se tiene noticia de la presencia del preciado grano en la región del Wajay (La Habana) desde 1748 y en Baracoa desde 1786. (Lamore: 83-84)
Presencia francesa en Cuba (Detalle). En rojo, las regiones cafetaleras y asentamientos rurales franceses en el Oriente cubano.
Lo curioso en este guiño de Marie H. de Régnier a la lengua de los esclavos haitianos, es que en su deseo de acercarse al lector francófono, da una traducción muy aproximativa de la frase en créole. Obsérvese aquí (en español) lo que dice la autora:
«- ¡Creía que te casarías con él! ¡Él, tan bueno, te quiere tanto! Y además me dio un bello pañuelo. Estaba tan contento, y luego tú, mi ama, tienes tantos cabellos hermosos! » (Traducción al español nuestra, a partir de la nota en francés de la autora)
Cuando la traducción correcta es:
«-¡Creía que estabas casada con él! – gimió ella en su hablar dulce y salvaje; un hombre tan generoso, ¡te amaba tanto! Y además me ofreció un bello pañuelo. Estaba tan contento. Y luego tú mi ama, ¡tienes tan hermosos cabellos!»21
A través de este breve pero significativo desliz lingüístico (error en los tiempos verbales, acortamiento de la frase original para evitar las consideraciones metalingüísticas y afectivas), podemos comprender que el conocimiento que tiene la autora del créole es defectuoso. En su voluntad de retornar al pintoresco universo de sus abuelos, o de hacerlo quizás más realista con la introducción de tales intervenciones, se transparenta el reducido acercamiento de los amos a la cultura de sus esclavos, aquellos seres a los que consideraban como inferiores. También podemos interpretarlo como una marca de la simpatía de Marie H. de Régnier hacia esos hombres y mujeres que constituyeron el decorado de una época de portento y fantasía. Los cafetales del oriente cubano (así como las plantaciones de cacao de las que suele hablarse menos), entre los cuales florecían los de la familia Heredia (La Fortune, La Sympathie, La Paz, San Luis de Potosí, Santo Domingo, La Naïade, La Nouvelle Fortune ou L’Estance)22 fueron los principales espacios en que se desarrolló en Cuba la lengua de dichos esclavos, y que luego trascendió hacia las plantaciones cañeras, a los centrales azucareros y por fin a las filas del ejército mambí durante la Guerra de los Diez Años.
3-Resucitar una parte de la isla.
Se puede resumir rápidamente el hilo conductor de Le séducteur, cuya lectura en apariencia fácil comienza y se termina con un viaje. Tal es el pre-texto escogido como una forma de regresar a casa, de recuperar, por la vía de la escritura, el espacio santiaguero y cubano de sus antepasados. El periplo lineal de los personajes se inicia en las calles del centro de Santiago de Cuba, para tomar luego los caminos que llevarán al cafetal de Ocaña y culminar con la insularidad de la isla, de cuyas costas saldrá el barco Anita para conducirlos hacia la inercia del exilio en Burdeos. Así, la idea de movilidad del discurso contrasta con la inmovilidad de las imágenes que vehicula, fijadas para siempre en la doble identidad de la autora, ubicuidad permeada por la imposible (y voluntaria) verificación de la persistencia del paraíso de sus padres y abuelos, como afirma la aautora en el prólogo de Le séducteur.
Como una alternativa ante la finitud y lo irreversible, queda el recurso de la escritura. Marie H. de Régnier plasma así en Le séducteur la imagen de la llamada Perla de las Antillas y y la zona de Santiago de Cuba como el paraíso terrenal perdido de sus abuelos, a través del escenario idealizado y a la vez real de su arquitectura urbana y de montaña, sus paisajes, sus especies de animales terrestres y marítimos, los cantos y bailes típicos de la época, donde se incluye la situación económica y sociopolítica real de la ciudad oriental en la segunda mitad del siglo, según la diégesis narrativa y las precisiones temporales que la autora confirma en el texto post-liminar. “Suelo mágico y privilegiado”, “paraíso más bello del mundo”, “patria edénica”, “tierra materna”, “cuna maravillosa de sus primeras alegrías y jóvenes sueños” o “bello suelo nutricio”, son los calificativos axiológicos más elocuentes que encontramos en Le séducteur, donde se entremezclan realidad y ficción y donde el ethos nostálgico del narrador omnisciente da paso a descripciones en las que interviene, en igual medida, el peso de la lógica y el de lo afectivo o emocional.
3.1- El viaje.
Desde el primer capítulo, el sepelio de la madre del protagonista, nos trasmite el retrato de la sociedad santiaguera decimonónica, introduciéndonos en su espacio público y utilizando indistintamente el francés y el español. La pesadumbre de las horas de la tarde y las cogullas siniestras de los esclavos penitentes encargados del entierro, desentonan con las fachadas de color pastel de las calles elevadas de la ciudad, cuya iglesia de Nuestra Señora de Belén y su emblemática calle Enramada (en español o en francés en el original) o Santa Lucía, locativos que permiten anclar el discurso en este lugar preciso de la realidad cubana.
Silvina, Marquesa de Cárdenas y viuda adinerada desde sus quince años, se ofrece para cuidar a Panchito, hijo de la difunta Anastasia de Rubal y de Domingo de Montalvo, para que éste último pueda ocuparse de su próspero ingenio azucarero Saint-Jules (V: 36) en La Habana y de « los ochocientos negros que hacían, bajo su dirección inteligente, humana y enérgica, una de las más bellas plantaciones del país » (10).
3-1.2-La pereza de los amos.
La pereza de los amos contrasta de entrada con el trabajo esclavo, el más largo que junto con Brasil se haya conocido en los países de habla hispana (hasta 1886) y solo comparable con el de este hermano país (vigente hasta 1893). Son ellos quienes soportan el peso del féretro en un “anda” (9) o los “caleseros” (10) que conducen los coches ligeros (“volante” o “quitrin”23) en los cuales las mujeres criollas “se pavonean solas para no estrujar sus muselinas” (29). En el universo íntimo de la casa de la calle Enramadas (“Rue des Rameaux”), situada en un barrio construido al estilo morisco en la parte alta de la ciudad (barrio que solo existe en la ficción) y desde cuyo balcón se puede ver la bahía y el puerto de Santiago, se exalta la belleza de Silvina, arquetipo de la mujer criolla, su modo de vestir y su trivial costumbre de cambiar constantemente de zapatos, así como los hábitos culinarios de su clase.
3-1.3-La opulencia de la mesa.
La misma irrumpe en el discurso durante la comida que se ofrece a los familiares y personas más cercanas justo después del entierro, como suele aun ser habitual en las familias francesas. Se sirven jugos de frutas hechos “de limon, d’orange, de mamoncillo, de grenadille et de guanábana” (17). Los términos que citamos, que designan frutas tropicales cubanas, son los primeros en aparecer en español, sin comillas y de manera arbitraria, en el seno del discurso en francés, dando paso a una mayor libertad lingüística y a una escritura que no distinguirá ya en adelante, con marcas tipográficas, una lengua de la otra. La misma situación la encontramos en el capítulo tres, tras la muerte del marqués de Cárdenas.
Según la moda y la costumbre, se sirven en la mesa solo frutos oscuros o violetas, considerados como manjares de luto, que dan paso a la simbiosis del español y del francés: caïmitos, aguacates, nisperos couleur bois, bananes et marañons violets (19), frutos caribeños que ya habían sido clasificados por viajeros franceses como Descourtilz desde principios del siglo XIX24. Este ejemplo hace evidente que el contacto entre ambas lenguas, que ya se vuelve constante y natural en el texto, no sólo afecta la estructura oracional sino que también vuelve híbrida la escritura del significante; se mantiene la sonoridad del español adaptándola a la lengua de la autora (“ca-ï-mitos”, “ba-ï-les”) o bien se conserva la grafía del lexema en lengua española (sin acentos), al que se agregan simplemente los morfemas del plural del francés (marañon-s). También se mezclan posesivos o determinantes del francés con sustantivos en español (“son machete”, “son trabuco”, “une butaca”). Esta hibridez en el lenguaje es también una manera de llevarnos de la mano por un juego que nos hace saltar constantemente de una cultura a la otra y que es, en suma, una manera de plasmar la doble pertenencia de la autora a dos universos que se acercan en su novela, a pesar de las distancias culturales y geográficas25.
3-1.4- El lujo y otros platos típicos.
La mesa es también la ocasión para mostrar en Le séducteur el gusto de las familias dominantes por el lujo, sus vajillas finas de porcelana importada y su cristalería, sus manteles y servilletas bordadas, pompa semejante a la que exhibían las familias cafetaleras de la época colonial o las de la aristocracia criolla, que largamente describen viajeros europeos como el francés Eugène Ney en su Diario de Viaje. Pero el arte del buen comer en las casas de la clase dominante sirve al propósito de la autora de dar a conocer los platos locales como el ajiaco (escrito agiaco; p.4)26, el “tasajo”, la “terrine de tojosas”, los “tourones de coco” (51), que se mezclan con vinos traídos de Francia (Saint-Esthèpe et les Châteux-Margaux et Laffite) o España (Xérèz, Amontillados, Manzanillas), del Rin o de Madeira, del Cabo o de Chipre entre les patates boucanées, maniocs, ignames et malangas, que certains préfèrent au pain le plus délicieux (50)27. La introducción en el mismo plano sintáctico de vocablos del habla cubana y francesa, puede limitar en gran medida la comprensión del lector francófono. Es por ello que en muchos casos, los términos criollos se acompañan a lo largo de la novela de lo que llamamos su «estereotipo lingüístico», es decir de todos los rasgos semánticos que le son inherentes, capaces de producir significado por medio de sintagmas que remplazan la palabra misma, como lo vemos en el siguiente ejemplo:
“El ajiaco estaba sabroso. Lo saboreamos en silencio, y, a partir de esta sopa, compuesta de pollo, de jamón, de chuletas de carne de cerdo, de plátanos, de yucas, de achotes, de tomates y de calabaza, comenzamos a alabar las raras cualidades de Francisco […]”
Lo mismo podemos apreciar cuando se introduce el sabroso tasajo…
“Sin embargo había comido tasajo, plato popular, carne seca, picada y tostada, que se sirve cada día, así como el arroz, y los frijoles colorados y el pitisalé”.
…o cuando se refieren las creencias locales:
“[…] el babujal” (pequeño demonio indio)”. (84)
La biblioteca de la casa, más cercana a la realidad hispanohablante de la urbe santiaguera, se abre con volúmenes de Zorrilla, de Martínez de Larosa, de Quevedo, Zenea y por supuesto de José María Heredia, “El Cantor del Niágara” (en español en el original, p.52), orgullo de la familia, cuyos himnos y cantos conocen incluso los campesinos. Más tarde, constataremos que las preferencias se inclinan más hacia la cultura, la música y la educación francesa de sus hijos, como solía suceder en realidad en la familia Heredia en aquella época, según lo corrobora el Diario de la abuela de la autora (Journal de Luoise Girard) y su correspondencia con su yerno Jules Raoulx28.
3.2- Hacia el cafetal.
El viaje que los conduce entre la bruma del alba a las montañas de la Sierra Maestra, guiados por senderos de flores, permite a la familia trashumante llegar al cafetal de Ocaña, situado en realidad a 536 metros de altura y cuyas ruinas forman hoy parte del conjunto de 99 ruinas de cafetales franceses de la llamada Ruta del Café, declaradas monumento nacional en 1991 y Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2000, por el conjunto de su paisaje arqueológico. Las breves pausas a la sombra del camino, destinadas a refrescarse con caimitos o mameyes que recogen al pasar para soportar el calor tropical, interrumpen el recuento para dar lugar a descripciones y representaciones sociales ya presentes en las nombradas obras de la Condesa de Merlin29:
« […] zapote o mamey, este último tan delicioso que los haitianos cuentan que de él se alimentan las almas en el paraíso ». (32)
El periplo ascendente, donde interviene toda la semántica de los sentidos, se traduce en el escrito por un léxico abundante y preciso, motivado por la observación detallada de la naturaleza cubana y de las virtudes del maravilloso Edén tropical de sus antepasados. Todo ello traduce en Le séducteur la voluntad de llamar las cosas por su nombre, de sacar a la luz esas “flores humildes y deliciosas que nunca fueron por nadie nombradas” [humbles et délicieuses fleurs que nul n’a jamais nommées (31)], entre las que figuran el “galan de noche” (37)30 y las especies de orquídeas salvajes, con sus racimos dorados, sus corolas azules y malva, que engalanan los troncos de árboles deshojados. La palma real, la ceiba colosal (escrita ceïba), la yagruma, el árbol del pan, el jiquí (jiki), el cedro, el limonero, el chirimoyo, el naranjo amargo, el framboyán, la caoba, el bambú, el banano, el júcaro (hucaro), el papayo y todas las lianas de diversos tonos, forman el triunfal tapiz vegetal que, junto a las mariposas de todos los colores, los colibríes, el senserenico31 y las cercas de cardón florecido, acompañarán también al lector por los senderos sinuosos, apenas trazados en uno de los picos abruptos de Contramaestre, conduciéndolo vertiginosamente hacia el conocimiento profundo de la historia y la naturaleza cubana, donde también crece ya Don Café.
3.3- Precisar y fijar.
La llegada al cafetal de Ocaña, donde transcurren la mayoría de los capítulos, nos adentra en el ámbito histórico-social de la economía de plantación cafetalera, introducida por las más de 250 familias francohaitianas en el oriente cubano, pero también en el límite trazado por el exterior de la casa familiar, con su arquitectura “muy larga y muy baja” (44) construida alrededor de un patio florecido, con su piso rojo hecho de cemento romano, y en cuya entrada reina una fuente inmensa que no basta para acallar el ruido suave de los abundantes hilos naturales de agua de la Sierra de la Gran Piedra. Las casas que aseguran la vida económica de la plantación (la del gerente, la de cocina, la farmacia, la casa para negros enfermos y convalecientes, los establos), totalmente blancas y sostenidas por cuatro pilares para evitar su derrumbe en caso de terremotos, se agregan a los bohíos o casas de esclavos con techos de palmera, que forman el conjunto habitacional construido con la riqueza del trabajo esclavo. Desde este punto alto de la geografía se divisa, omnipresente, el mar y toda la extensión de la bahía de Santiago. Una escalera con doble rampa conduce a los secaderos de café, aplanados y brillosos, suerte de anfiteatro donde los negros suelen bailar el zapateo los sábados por la tarde, mientras los dueños y sus visitantes prefieren las guarachas, la contradanza (106), las siripas y bailar el “cocoyé”.
« Aï que gusto i que placer,
Es cosa rica;
De baïlar il cocoyer
I la sopimpa ». (61)32
Walter Goodman en Un artista en Cuba33 hace una descripción de este baile, la sopimpa, muy popular en los años sesenta. Se bailaba en las fiestas de la Filarmónica, con clara influencia africana o francesa en el cual los dos danzantes bailaban muy juntos.
3.3.1-El prestigio del francés.
Mientras la tía Alta Gracia borda sus guariqueños (« des jours à fils tirés »34), Cristóbal, quien gusta de leer las Meditaciones35, abandona la lectura de la Gazette des États-Unis por la de El Diario de Santiago. Así Le séducteur, además de informarnos sobre las lecturas habituales de las familias criollas, rinde homenaje con este guiño a la prensa local, a la poesía y al estilo (siboneyismo y criollismo) del poeta tunero Juan Cristóbal Nápoles Fajardo quien firmaba sus « fantasías cómicas » bajo el seudónimo de Cucalambé (37), desaparecido en la ciudad de Santiago de Cuba en 1861. Otros libros que encuentra Panchito en un baúl viejo en Ocaña nos informan sobre las asiduas lecturas de esta familia de origen francés y español, del prestigio del latín, del greco y de su admiración por la poesía.
“Cristobal me enseña el greco y el latín, eso me gusta bastante. Leo un poco también […] la Histoire du Bas-Empire, La Jolie Fille de Perht, Les Fiancés, La Conquista de la Nueva España, los Contes de Mme d’Aulnoy, Paul et Virginie, Le Mariage de Figaro, L’École des Femmes, las comedias de Calderón, la Prairie; también he leído la Biblia, Atala y las Méditations, el Cid, Bérénice… ¡qué belleza! ¡Me gustan mucho los versos!”. (91, Traducimos)
Se puede notar en la novela la celebridad de que gozaban, en este lado del Atlántico, algunas obras de autores europeos (en orden: Le Beau & Ameilhon, Walter Scott, Bernal Díaz del Castillo, la baronesa de Aulnoy, Bernardin de Saint Pierre, Molière, Calderón de la Barca, Chateaubriand, Lamartine, Corneille, Racine) y estadounidenses (Fenimore Cooper) que Cristóbal insta a Panchito a conocer. El niño las prefiere para sus lecturas, a tono con las costumbres sociales de su clase y con la voluntad de su difunta madre de no ofrecerle una educación española (20) sino francesa que no podía encontrar en La Habana ni en Santiago (119) 36. Con tal herencia literaria, aludida en Le séducteur, se nos ofrece además un testimonio directo del nexo de la familia Heredia con dichas obras (la Luisiana en La Prairie o Atala, los amores de Paul y Virginie en una isla tropical, o su condición de conquistadores y vencedores37) que asimismo inspiraron la escritura de Marie H. de Régnier. La preferencia de la autora por las obras de Walter Scott (quien había recorrido Escocia en busca de su pasado) se descubre en las representaciones artísticas del teatro de Santiago con Lucie de Lamermoor de Donizetti (adaptación de la novela La Fiancée de Lammermoor; p.98) a la cual solo puede asistir la alta aristocracia. A este círculo cerrado pertenecían también los jóvenes que cortejaban a Silvina en los bailes de la “Sociedad Filarmónica” (98), recinto en que, desde mediados de siglo y sin pedir permiso, habían entrado en realidad, y para quedarse, los temas negros38.
4- Esclavos, culíes, guajiros y mujeres del oriente cubano.
Todos los tipos humanos de la sociedad cubana del siglo XIX aparecen retratados con sus cantos, costumbres y creencias en Le séducteur. La visión de los esclavos de origen africano es el resultado de un minucioso trabajo semántico que se esfuerza en borrar o minimizar la triste realidad de su condición. El texto introduce de forma recurrente y sin cuestionar el fenómeno de la esclavitud, los términos “nègres, négresses, négrillons, négrites” [negros, negras, negritos y negritas], léxico despectivo utilizado por los armadores, negreros y esclavistas franceses, que aquí pierden (aunque no siempre) su carga negativa al verse acompañados de calificativos elogiosos como negros “brillantemente oscuros” (16), o al estar asociados a valores positivos como la bondad (“todos los buenos negros” [“tous les bons nègres”; 54]), a danzas, trabajos felices o risas, muchedumbre de negros alegres [“foule des nègres joyeux”; 35], cuyos “brazos fieles” imploran, en un francés imperfecto, la bendición de su ama dulce y comprensiva (“Benedicion”; 54).
4.1. El llamado “peligro negro” y los culíes.
Muchos de los personajes negros toman nombre y estatura de dioses romanos como Venus, la vieja negra enorme y extraña, que pretendía haber sido reina en el Congo39 antes de ser esclava (42) o Urbano, el gran negro pescador apodado Neptuno por su parecido con un tritón, que adora el vudú y el majá, e intenta matar a Silvina con su atarraya. Este incidente concuerda en la ficción con el prejuicio étnico de la época que hacía responsables a los negros de todos los crímenes y robos acaecidos, tal y como lo refiere Eugène Ney en L’île de Cuba (1831)40, donde se les acusa de pérfidos y criminales. Los negros congos emancipados, que “le” llegan a Silvina” [il m’est arrivé vingt petits congos (53)] “se alquilan en la ciudad” cual objetos domésticos y hablan bien el español y el “petit nègre” (53). Los culíes asiáticos, cuya inmigración desde 1847 los condujo a una situación social idéntica a la de los esclavos se ocupan, con sus trenzas y sus ojos rasgados, del cultivo de las flores y de los jardines en terrazas. Las cuarteronas, como Indalesia, llamadas así por tener un cuarto de español y tres de africano, forman también parte de la dotación. Las negras libres vestidas de claro con sus mantas de seda, sus aretes y sus risas, se lucen por las calles con sus grandes tabacos, antes de asistir a la misa de navidad de la catedral de Santiago (93).
4.2- El guajiro.
Por su parte, el arquetipo del guajiro es Arébalo, “caballero de la montaña” y “último trovador”, “campesino blanco de raza indefinida” (42). Sus arrestos son muy similares a los de los guajiros descritos por la Condesa de Merlin en La Havane (letra XV) o los de otras novelas rurales cubanas del siglo XIX. Experimentado peleador de gallos, con machete y puñal en la cintura, enamora con sus cantos a las vegueras que enrollan tabacos sobre sus muslos desnudos. Es además un excelente bailador, que vive alejado en las montañas, pero también el asesino de un galán imprudente de Silvina.
Este estereotipado personaje muere heroicamente defendiendo la libertad en la “revolución de 1868” (126), la misma que provocó, en la ficción como en la realidad, la ruina de los Heredia, precipitando su salida por el puerto de Santiago en dirección de Burdeos.
CONCLUSIÓN
La posibilidad para Marie Heredia de Régnier de retornar sobre los pasos de sus ancestros por medio de la escritura, se convierte en poderoso recurso documental de la sociedad santiaguera y cubana del siglo XIX, sobre el panorama lingüístico de la región oriental y la vida de familias francesas, en una época de menor esplendor de la economía cafetalera que condujo, como el auge del movimiento independentista, a su progresiva decadencia. La autora cumple así con un doble propósito. Por un lado, con la escritura cabal de una obra de ficción destinada a su hijo, como otras de su producción (Les rêves de Rikiki41) y al entretenimiento de un público joven. Pero bajo el aparente destinatario definido en el mensaje íntimo del prólogo, y el deseo de rescatar las historias de sus antepasados, percibimos también la voluntad de la autora de regresar a sí misma, cumpliendo con la necesidad ontológica (y filosófica) de poblar el vacío de las memorias familiares e inscribirlas en el tiempo, conservando así la “semilla sagrada de los recuerdos futuros” (63). Ningún cuestionamiento ni crítica al sistema esclavista aparecerá en esta novela, que si bien retrata el paraíso de sus abuelos, disfraza con eufemismos y no sin cierta benevolencia el infierno de los esclavos que abonaron con su sangre un suelo extranjero.
Yendo más lejos que los viajeros decimonónicos, cuyo legado en su obra es innegable, Marie Heredia de Régnier nos deja un testimonio raro en la literatura de origen cubano de la variedad de lenguas que convivieron en un momento dado de la historia de la isla caribeña, gracias a los diversos flujos migratorios que llegaron a ella desde Saint-Domingue, lenguas de las cuales conservamos huellas no solo en canciones tradicionales de Santiago de Cuba (¡Dale que ahí viene el cocuyé!) sino también en el romancero infantil nacional (“Amanbrocható, matandile, dile, dile…”) y cuya procedencia es a veces mayoritariamente ignorada (romance infantil francés Ah! Mon beau château/Ma tant’ tire lire lire/Ah! Mon beau château/ Ma tant’ tire lire lo), aunque indiscutiblemente forman parte de nuestra idiosincrasia.
La lengua híbrida de Le séducteur, además de permitirnos conocer el universo decimonónico de la región de Santiago de Cuba aquí reivindicada, traduce así fielmente la condición paratópica de la autora, cuya libertad creadora se afirma sin embargo como la forma más idónea de acercarse a la otredad sin renunciar a una doble identidad, identificable en el modo de expresión sui generis que expone su diferencia. Intuimos entonces que la literatura, para Marie Heredia de Régnier, no significaba el privilegio de una cultura nacional monolingüe, sino la vía más duradera para encausar una pluralidad que sobrepasa cualquier frontera o nacionalismo (literario), un Tout-monde en el que encontró su mejor inspiración, para volver con nosotros a este lado del mundo.
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1 Ley n° 2001-434 del 21 de mayo de 2001, más conocida como « Ley Taubira ».
2 « Stances aux dames créoles ». (1931: 42). La traducción al español es es nuestra. “Estancia” se utiliza aquí en el sentido de “Estrofa formada por más de seis versos endecasílabos y heptasílabos que riman en consonante al arbitrio del poeta, y cuya estructura se repite a lo largo del poema” (RAE), pero este título también recuerda el nombre de uno de los cafetales de la familia Heredia Girard, La Stance o La Nouvelle Fortune, situado en la zona oriental de Guantánamo. (Según los nombres de cafetales que refiere en su estudio Hernán Venegas Delgado; 2008, p.46)
3 El espacio del cafetal cubano aparece también en las dos novelas mencionadas de Emilio Bacardí, como en Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, El Perjurio (Recuerdo de Alquízar (1837) y La peña blanca (1837), novelas de Cirilo Villaverde o “Una Pascua en San Marcos” (1838), de Ramón de Palma.Como señala Michelle Guicharnaud Tollis, “desde el principio del siglo XIX, el café y el cafetal sirvieron de soporte literario a toda una vena de la literatura cubana, que se consideraba resueltamente insular y que entonces procuró, desde 1820 y hasta 1830, desmarcarse de los modelos románticos españoles. La poesía, la novela y el teatro tomaron fuentes de inspiración nuevas, más próximas a la realidad inmediata y por tanto más auténticas. La naturaleza estaba allí al alcance de la mano, generosa, fecunda, sugestiva, y bastaba pues con celebrarla para proclamar alto y fuerte su existencia. Desde luego, el café (y el cafetal) formaban parte integrante del paisaje rural cotidiano tan familiar para el guajiro. Hicieron pues su entrada en la literatura de la Isla, al lado de otros numerosos elementos representativos de la flora y de la fauna insular” (Guicharnaud-Tollis Michèle, 1993, p.139). La traducción el francés al español es nuestra.
4 París, 1875- Suresnes, 1963.
5 Venegas Delgado, op. cit, 2008.
6 Así lo llamó, como lo recuerda Ángel Augier (2003), el ecuatoriano Vicente Rocafuerte en la nota introductoria al poema heroico “Las sombras”, publicado por Heredia en la Gaceta de México, el 23 de octubre de 1825. En El Economista Americano de Nueva York (julio de 1888), José Martí expresó: “El primer poeta de América es Heredia. Sólo él ha puesto en sus versos la sublimidad, pompa y fuego de su naturaleza. Él es volcánico como sus entrañas, y sereno como sus alturas”. (2005, p.254)
7 Henríquez Ureña, 1941.
8 En adelante indicaremos las páginas de la edición que utilizamos entre paréntesis.
9 “Todo lo que es pueril, hermoso y voluptuoso, embalsamado, dulce y poderoso, siempre estuvo impregnado para mí de un poco de “criolluras”, que es así como llamo riéndome todo lo que nos viene de allá”.(Traducimos)
10 Se trata de los capítulos 3, 5, 6, 9, 10, 11,12, 16, 17, 20, 21, 22 y del epílogo.
11 Madame de Pompadour fue la amante más célebre del rey Luis XV y una de las principales promotoras de la cultura durante su reinado.
12 Nos referimos aquí a Severiano de Heredia. Ver el estudio que le ha dedicado el profesor Paul Estrade cuyo título es Severiano de Heredia. Ce mulâtre cubain que Paris fit maire et la République ministre, Paris, Les Indes Savantes, 2011 (2011).
13 Según Robert Fleury, 2004, p. 21. La traducción es nuestra.
14 Rosemond de Beauvallon, 1844, p. 437-465.
15 Este primer detalle revela al lector advertido la relación de Le séducteur con las obras y la personalidad de la Condesa de Merlin. Domingo (doble ficcional del abuelo de Marie Heredia de Régnier), toma uno de los apellidos de la Condesa, y por otro lado, Mamita es también el sobrenombre que le da la condesa a su abuela y que, como ya lo hemos dicho, se puede apreciar en Mes douze premières années.
16 A partir de esta cita agregaremos solamente las que hemos traducido al español para no hacer engorrosa nuestra explicación, acompañándola del número de página del original en francés.
17 Los números de página aparecerán a partir de aquí entre paréntesis.
18 Aunque escrita alrededor de 1890, la primera parte de esta novela, de la que extraemos dicha frase, fue publicada en Santiago de Cuba en 1910. Citamos aquí la versión publicada por Letras Cubanas, la Habana, 1979, con prólogo de Cira Romero, p. 104. La traducción al español es del autor.
19 Orozco-Lamore, 2006, p. 125-126.
20 Yacou, A., 2004, p. 220.
21 « Je croyais que tu étais mariée avec lui ! gémit-elle dans son parler doux et sauvage ; un homme si généreux, il t’aimait tellement ! Et puis il m’a offert un beau mouchoir. Il était si content. Et puis toi maîtresse tu as de si beaux cheveux ! » (Traducción propuesta por el profesor Rafael Lucas, de la Universidad de Burdeos, a quien agradecemos su gentil colaboración). El subrayado es nuestro.
22 Según lo refiere Hernán Venegas Delgado en su estudio sobre la familia Heredia-Girard en el oriente cubano. (2008, op. cit)
23 Escrito sin acento en el original en francés.
24 Véanse por ejemplo las descripciones en Voyages d’un naturaliste et ses observations faites sur les trois règnes de la nature dans plusieurs ports de mer français, en Espagne, au continent de l’Amérique septentrionale, à Saint-Yago de Cuba et à Saint-Domingue... de Michel Étienne Descourtilz, Paris, Dufart Père , 1809.
25 No sabemos si Marie H. de Régnier dominaba realmente el español escrito.
26 Encontramos la misma grafía en La Havane, de la Condesa de Merlin, (1844) en su carta XV, dirigida a Madame Gentien de Dissay, pp.295-330.
27 […], las papas horneadas, las yucas, los ñames y las malangas que muchos prefieren al pan más delicioso.
28 Ver Venegas Delgado, 2008, op. cit, p. 50.
29 « Moi-même, après de si longues années, je ne saurais te dire avec quel délice je savoure ces caïmitos veloutés, ces zapotillos suaves et d’un goût sauvage, ces mameyes, nourriture des âmes bienheureuses dans les vallées sacrées de l’autre monde, selon la croyance haïtienne, et enfin le mamon, cette crème exquise dont le goût, composé des plus délicieux parfums, est un nectar digne de l’Éden ». Comtesse Merlin, 1844, p. 305-306.
“Yo misma, después de tan largos años, no sabría decirte con cual delicia saboreo estos caimitos aterciopelados, estos zapotes suaves y de un gusto salvaje, estos mameyes, alimento de las almas bienaventuradas en los valles sagrados del otro mundo, según la creencia haitiana, y por fin el mamón, esa crema exquisita cuyo gusto, compuesto de los perfumes más deliciosos, es un néctar digno del Edén”. (Traducimos)
30 Escrito sin acento en el original.
31 Conocido en la región oriental con el nombre de “senserenico”, el tomeguín del pinar es una especie de ave endémica de Cuba. Nombrado científicamente Tiaris canorus, alcanza 11 centímetros de longitud y se distingue por la presencia de un collar de plumas amarillas, dispuesto a cada lado del cuello, que rodea a un rostro de color negro lustroso. Según Hernández Serrano, 2010.
32 Agradecemos este dato como las informaciones sobre Descourtilz a la profesora y amiga santiaguera María Elena Orozco Melgar.
33 Pearl of The Antilles or An Artist in Cuba, London: H.S.King & Co. 1873, reedición Un Artista en Cuba. Letras Cubanas (Col. Testimonio), La Habana, 1986.
34 Bordado técnico para crear motivos calados retirando hilos.
35 Intuimos que se trata de las Meditaciones poéticas de Alphonse de Lamartine (1820), pero este título “cortado” puede igualmente remitir a las Meditaciones metafísicas de René Descartes (1641).
36 “ […] Française de goût et d’esprit, elle ne voulait pas pour son fils de l’éducation espagnole”. […] ses livres préférés étaient tous des libres français”. (13) […].
« Francesa de gusto y de espíritu, no quería para su hijo una educación española». […] sus libros preferidos eran todos libros franceses». Huelga decir que en Santiago había muchas escuelas regenteadas por francesas pero a José María, padre de la autora, la madre lo envía a Europa a los 10 años para que tuviera una educación a la francesa.
37 Es importante recordar que mucho antes de la publicación de Le séducteur, su padre José María Heredia, descendiente del conquistador Pedro Heredia, había publicado (entre 1877 y 1887) la traducción de la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, utilizando el francés del siglo XV. En su poemario Los Trofeos, publicado en 1893 en París, abundan las referencias españolas al Cid (Max Henríquez Ureña; 1941:312). Su poema más conocido, de 1868, lleva por título “Los conquistadores” (en francés Les conquérants), traducido al español por Justo Sierra y publicado (como otros 10 sonetos del autor) en la Revista Moderna de México, en 1904. (Machado Vento, 2015)
38 Como lo recuerda Alejo Carpentier en La música en Cuba, “el primer intento hecho en Cuba de llevar lo negro a una partitura seria” se registra en Santiago de Cuba gracias al Cocoyé oriental del músico catalán Juan Casamitjana (p.247). El 3 de septiembre de 1847 se ejecutó por vez primera en la Sociedad Filarmónica de Santiago de Cuba el Popurrí cubano de Laureano Fuentes Matons, que era una colección de temas cubanos con “María la O”. A este Popurrí.., se le añadieron otros estribillos y lo titularon “Cocoyé” o “Ajiaco cubano”. Amadeo Roldán lo incluirá en 1925 su Obertura sobre temas cubanos (ibid).
39 La historia de esta esclava es idéntica a la de Cangis, que encontramos en Les esclaves dans les colonies espagnoles, de la Condesa de Merlin. Reina del Congo gracias a su belleza, escoge a su esposo al que sigue para combatir una tribu enemiga estando ya encinta. Después de verlo morir, es hecha prisionera y entregada a un capitán de barco negrero que la vende, junto con su hijo, al padre de la Condesa. (L’Harmattan, 2006, p. 8 y 9)
40 L’île de Cuba, -RDM, 1831, IV, p.431-461, citado por Michelle Guicharnaud-Tollis, 1996, p. 249.
41 París, Plon, 1930, ilustrado por Tigre.
Faltan como referencias en la bibliografÃa tres de las poquÃsimos estudios cubanos sobre Marie de Régnier y José-Maria de Heredia, los de Olga Portuondo Zúniga en Francia y Haità en la cultura cubana (Editorial José MartÃ, La Habana, 2014): âEl ParaÃso de Luisa Girard de Herediaâ (publicado originalmente en la revista Del Caribe, Santiago de Cuba, no. 60, 2014); âCon el puño y la letra de José Maria Herediaâ (Sic, Santiago, 2003) y âUn Colibrà batió sus alas en el parnasoâ (Del Caribe, no. 30, 2000), asi como sobre Rosemond de Beauvallon: âUn Antillano recorre Cuba: J. B. Rosemond de Beauvallonâ (prólogo, Editorial Oriente, 2002). Supongo que les debe interesar a la autora.
Muchas gracias por tan buenas referencias. Es la autora quien le escribe. El trabajo de Olguita lo conozco, pero este texto lo escribí por los 500 años de Santiago de Cuba y su libro lamentablemente me llegó un poco después. El trabajo de Rosemond de Bauvallon está en la bibliografía de este artículo, que Iroel seguramente no agregó aquí para facilitar su lectura. El de Luisa Girard de Heredia lo buscaré con mucho gusto. Gracias a la Casa del Caribe de Santiago por tanto y por ser vanguardia en todos estos temas. Mucho le agradezco su mensaje. Un saludo