Cuba se coinvirtió esta semana en el primer país de América Latina y el Caribe y, probablemente, entre la totalidad de países pobres, que cuenta con un candidato vacunal contra la covid-19 en la fase III de ensayos clínicos, el Soberana 02. Ello tiene inocultables connotaciones humanísticas y geopolíticas que abordamos más adelante, acentuadas por la tirantez de la coyuntura internacional.
El lunes comenzó la aplicación de la primera dosis de la vacuna y del placebo en 44 010 voluntarios de ocho municipios de la provincia de La Habana. Posteriormente se aplicará una segunda dosis transcurridos 28 días y en un número de casos se adicionará una tercera dosis de refuerzo con otro candidato vacunal cubano, el Soberana 01A o Soberana plus. Este último ensayo busca lograr un grado mayor de inmunidad, incluso ante las nuevas variantes del nuevo coronavirus.
Pero esto no es todo en el rápido avance de las vacunas isleñas, pues muy probablemente en este mismo mes de marzo, tan pronto sea autorizado por la agencia reguladora nacional, dé inicio en las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo con 42 mil personas, el ensayo clínico fase III de Abdala, otro candidato vacunal cubano, que junto a los ya mencionados, al Soberana 01 y al Mambisa, forman parte del elenco de 5 vacunas en proceso de estudio en la mayor de las Antillas.
El objetivo de la fase III es comprobar que la vacuna tiene la capacidad de evitar que las personas se enfermen, fundamentalmente capaz de evitar que avancen hacia formas graves y potencialmente mortales del padecimiento. También se propone evitar que los vacunados lleguen siquiera a contagiarse, aun cuando solo alcancen la categoría de asintomáticos, pero esto es por ahora una hipótesis, con base en lo deseable, que habrá que comprobar en su momento. Se busca igualmente verificar la seguridad del producto y su inmunogenicidad. En cuanto a la seguridad, se ha demostrado en fases anteriores que es muy alta en todas las vacunas cubanas pues lo que más se menciona por los sujetos de los ensayos es uno o dos días de moderada molestia en el lugar donde se aplicó la inyección y no se reporta una sola reacción que haya requerido internamiento hospitalario. Se asegura por expertos cubanos que es alta también la inmunidad lograda pero no he podido encontrar el dato exacto. Para escoger a los participantes se exige la voluntariedad, el consentimiento informado, y existen factores incluyentes como tener entre 19 y 80 años o, en el caso de las mujeres, aceptar no embarazarse en los meses que dure el estudio. De la misma manera, son factores excluyentes, entre otros, el haber padecido alguna enfermedad infecciosa aguda en los siete días anteriores a la vacunación o haber contraído la covid-19. Comprobar estos extremos y dar seguimiento por personal facultativo a cada participante desde que se aplican las dosis de la vacuna hasta la culminación y conclusiones del estudio requiere de personal médico y de enfermería altamente capacitado y con un alto grado de organización. Lo que es motivo de asombro y admiración es que Cuba logre realizaciones científicas tan complejas en medio del castigo económico y financiero más asfixiante y cruel que le haya impuesto Estados Unidos, mediante medidas meditadas para cortar toda posibilidad de financiamiento o acceso de la economía insular a equipos, insumos y materias primas esenciales, como los energéticos y los farmacéuticos. Muchas de ellas aplicadas durante la pandemia con el claro propósito de agravar las penurias económicas originadas por las estrictas normas de prevención del contagio o a las muy costosas acciones de combate al nuevo coronavirus.
Mientras 10 países concentran alrededor del 80 por ciento de las vacunas y 80 naciones no han tenido acceso alguno a ellas, Cuba ya produce 100 millones de vacunas que no solo le permitirán inmunizar a toda su población en este año, sino compartir el fármaco con los países del ALBA, Irán, Vietnam y otros muchos que lo están pidiendo. Habrá retorno económico de quienes puedan aportarlo para reinvertir en la ciencia y la industria farmacéutica cubanas, pero seguramente la circulación de los fármacos isleños permitirá acceder a la inmunidad a países y poblaciones que difícilmente lo habrían logrado de otra procedencia. La escasez de vacunas es tal, que lo que se necesita con urgencia son más candidatos vacunales, trasferencia de tecnología, aumento de la producción, abatimiento de los precios, facilidades de financiamiento y, en muchos casos, donaciones de los países ricos a los pobres. Abandonar, en fin, el absurdo concepto de que algún país puede salvarse de la enfermedad por sí solo. Vacunas asequibles para todos los países, especialmente los más pobres, es un paso indispensable, como ha insistido el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
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