Ceremonia
Circular, difuso, me derrumbo
redormido en mi leña de cuerda,
como dejado al pie de sillas de catafalco, soplo de mi pasto,
cuando azuzas hacia mí los antiguos rebaños
y reverberas vocalizándote.
Dentro ya no hay pecho y afuera,
ninguna gracia vacante.
La bruma también madura y deja de temblar.
Ha pasado ya el ojo del triplete.
Los corredores de fondo en el azur marino dejan de morir,
como trazos que enrocan la marea hasta que se parten los iguales.
Con nulidades expertas, imprecisamente lejos del pizarrón sabatino,
repones allí un asunto de vinos de verano y dientes de león,
pero sin compartir conmigo ni una gota, ni un golpecito,
en la soledad de mis dedos sin anillos.
No se traguen más la vida, semanas de tanto Dios en vela;
un Churchill por persona no basta:
la Luftwafe nunca ha dejado de hacer su ronda
sobre estos encandilados dias de posguerra, madurándonos
en un congelador con forma de elefante que salta,
que canta en tres idiomas y rápidamente resucita acechándonos.
¡Mira cómo son aplanadas las cumbreras y el friso axial!
¡Mira bien cómo me quedo debajo de las orugas de acero embeleñado!
¡Mira qué zurdo se me ha vuelto el velo tuyo en la risa cuando duermo,
cuando comparto las hebras últimas de mi primera y única nada
con los hangares resonantes y sellados de tu todo!
¡Mira qué de aletas planas me van trayendo de tan lejos,
de tan retrasados futuros, y cómo se desplaza en fin cada comienzo,
cada salvaje melancolía desmerecida
a lo largo de una episódica línea de sombra
que se afila sola, y tanto ya que corta,
que desvive, que restaura, olvida e ilumina!
” ¡Mira qué de aletas planas me van trayendo de tan lejos,
de tan retrasados futuros, y cómo se desplaza en fin cada comienzo,
cada salvaje melancolía desmerecida
a lo largo de una episódica línea de sombra
que se afila sola, y tanto ya que corta,
que desvive, que restaura, olvida e ilumina!”