Paisaje desde la batalla
Revestido, pálido embrión que sale a cazar perdidas paces
sin asiento de tren, por los reflejos lunares;
presagiada praxis en disimetría con la costura del tiempo,
exactamente desigual a cada cosa, cubriendo las olas
como a sombreros muertos que regalan su mundo de conejos.
¡Y me dices trece veces cosas tan diversas, tan amoniacales!
Revertido en plomos de solsticio a veces debo mirarte desde lejos
para conocer a ratos, entre raspa y raspa, tu alma numerosa,
para restallar entre ahogados dias de bulbosos ofertorios
como un pez que rema hacia lámparas flotantes
a la hora peor de horizontales subsecuencias.
¡Pero quítate esa cara, que viene ya la noche blanca!