Resacas
¿Por quién te llamas, aguja de tantas punzadas dromedarias?
Heme allí, volviendo a cerrar mi paso en que recurvas,
cabeceando sin cabeza, yendo a por agua
adonde pare la pirámide mantos de zinc repintados sin color.
Ha empezado a descorrerse la tintura de la noche.
Seguro que tenías que saberte cualquier frase de Lezama,
para salir de aquella en-cruz-ahijada, demasiado recta para ser verdad.
¿Por quién te toma la mañana, después de tanto mientras tanto,
después de aquella vez junto a tu pino descalzo, que yo veía doble
sobre cada cielo nocturno, triple, nuestro silencio unificado?
Dejo reciente tu espesura, tus pétalos pisándome
con profundidad que no me deja ni caerme cada día;
dejo tu saga en ese recurvo nadecerme
en que me vuelvo dos veces tan útil como el humo.
¿Por qué me dejas, así de ofrecido a otros auxilios,
cuando voy ya tan empalmado y sin pulmones
como las mariposas atrapadas en tus libros?
El crujido de una sola página más bastaría
para que ni polvos queden.
¿Sera por eso que ríes,
un poquito más cada anochecer,
al encender tu lámpara?