“Hemos vencido el virus”, dijo en uno de sus shows mediáticos, justo cuando su país anunciaba la cifra del día: 91 000, récord en el mundo… Pero él había vencido “su” virus, real o no, y le bastaba. Nunca ha dicho: lo siento, a las familias de los más de 230 000 muertos y los más de 9 millones de contagiados (de ellos, 700 fallecidos y 30 000 enfermos, como resultado de sus propios mítines en 18 Estados, según investigaciones exhaustivas de la Universidad de Stanford, en California). No importa. Nada importa. Al menos ha sido sincero: no lo siente. Ha jugado con esas vidas y ha mentido y ocultado información y desafiado a científicos y denigrado a periodistas y promovido medicamentos ineficaces y ha obligado a naciones con gobiernos afines a su política a retirar miles de médicos cubanos, de territorios donde no ha vuelto a verse ninguno, y ha saboteado a las organizaciones continentales y mundiales de la Salud, porque sí, porque es un juego que sirve solo a él, a sus intereses mezquinos, a su afán imperial.
De su campaña anterior, no olvidaré la burla al periodista discapacitado Serge Kovaleski, del The New York Times. La foto lo define tal y como es en su miseria y carencia total de valores humanos, demostrada en sus opiniones sobre nosotras las mujeres, sobre los migrantes en un país construido por migrantes (esos niños enjaulados, esos niños devueltos solos a países que no son los suyos…); sobre los latinos y negros, los gays, los países inferiores, y sí, sobre sus propios soldados caídos: perdedores y tontos. De la campaña actual, no olvidaré ese encuentro patético con uno de esos personajes que ha hecho de las redes y el odio su negocio, en una competencia con otros youtubers de lenguaje soez, cada uno en la búsqueda de un espectador más de sus directas y un porciento más de dinero. La bajeza y espectáculo es tal que resulta difícil creer que se trata del accionar de un Presidente.
Así que a usted, interrogador de mis criterios, le reafirmo: Yo no tengo ninguna obsesión con ese presidente (que ni menciono al escribir), ni con los anteriores ni con sus contendientes. Pero él sí la tiene: por congraciarse con un estado cuyos votos necesita se ha despertado días tras día buscando la nueva manera de hacer daño y asfixiar al pueblo al que pertenezco y defiendo. No tengo siquiera que reseñar aquí las cientos de medidas contra Cuba que ha firmado y ejecutado. Tenemos memoria para saberlas porque las vivimos a diario en carne propia. Resulta cuando menos criminal que el país más poderoso de la Tierra invierta empeños y millones en destruir esta pequeña Isla que NO LES PERTENECE.
NADIE puede afirmar qué pasará mañana. Si se declara ganador a este mismo, ya ha anunciado que “Cuba no sabe lo que le espera”. Si no, veremos cómo vivir con uno nuevo que tiene los mismos viejos ideales (tal vez con métodos menos evidentes y maquillados). Conozco a muchos que votarán a favor del actual y otros que lo harán, más que por creer en su contrario, para que este no sea reelecto. De los primeros, duele saber que son cubanos que alguna vez se sentaron en las esquinas de Cuba y abrazaron y bailaron y corearon las mismas canciones de las que ahora reniegan. El odio y el analfabetismo político siembran comentarios como el que muestro.
Yo, en esta Cuba, acompañada por much@s, miro más allá de mi día y de mi plato, sabiendo qué me corresponde hacer para no ser (y que no sea Cuba) lo que ellos ansían: un remedo y caricatura del allí.
AQUÍ estoy… aquí sigo… Esta es mi palabra, la que nadie me dicta, la que soy.
Bravo, poeta!!!!!!
Gracias por este artículo que es también expresión de lo que siento, yo soy más joven y uso recursos en mi lenguaje un tanto más callejero cuando me voy a referir a esos cubanos que desde allá hoy nos agreden y se venden al odio sin importar la vidad de los seres que dejaron en esta orilla. Creo que muchos nos llevamos impresiones desagradables de ese hombre que se ha querido imponer como dueño del mundo. Gracias nuevamente.
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