#LaPupilaCumple10:  Sobre libros y editores. Por Carina Pino Santos Navarro

 

Recientemente he publicado un texto en que aludo muy brevemente a las políticas del Instituto Cubano del Libro  a partir de lo que viví durante los años en que allí laboré, en esta entrevista que me realizara hace exactamente seis años la editora y crítica de arte Carina Pino Santos se amplía ese aspecto.

 Sobre libros y editores. Por Carina Pino Santos Navarro

La editora y crítica de arte Carina Pino Santos me ha enviado este cuestionario a propósito de una investigación que está realizando. Junto a prestigiosos editores como Radamés Giro, Fernando Carr Parrúas, Neyda Izquierdo y Teté Blanco, entre otros; Carina integró el Consejo Técnico Asesor del que mucho aprendí durante mi trabajo en el Instituto Cubano del Libro (ICL).

Uno de los períodos más difíciles para las editoriales cubanas fue el de los años noventa. Quisiera especificara el tiempo de su presidencia al frente del Instituto Cubano del Libro y su valoración acerca de esta etapa para el libro cubano.

En los años noventa, exactamente su segunda mitad, trabajé en la Editora Abril. Fue un período en que se pudo recuperar desde una escala muy deprimida y por distintas vías la producción de libros y se alcanzó la sistematización en la circulación de las revistas que allí se hacían. En Abril me enseñó mucho el poeta Alex Pausides, con quien me inicié en el trabajo editorial.

Fui presidente del ICL entre 2000 y 2009, en total 9 años. Fue una etapa donde contamos con apoyo para recuperar la producción editorial y poder impulsar muchos proyectos. El propio Fidel se implicó personalmente en la Feria del Libro y propuso la idea de llevarla a todas las provincias.

La Feria pasó de bienal a anual y de capitalina a llegar a las principales ciudades de cada provincia, los libros que en ella se comercializaban pasaron de 200 000 a más de cinco millones. Este evento se convirtió en el más relevante y de mayor alcance en el país. Se multiplicó y diversificó su programación cultural, surgieron eventos a su interior como los de editores, historiadores, de literatura infantil, entre otros. La programación para niños se fortaleció, surgieron subsedes en el Pabellón Cuba, las librerías de La Habana y la Feria de Rancho Boyeros. Aparecieron suplementos especializados en su difusión como El cañonazo y el catálogo en formato tabloide que publica Juventud rebelde.

También con el apoyo de Fidel surgieron editoriales en todas las provincias y donde ya existían se fortalecieron, con lo que llamamos Sistema de ediciones territoriales. Esto implicó una democratización del acceso a la edición y posibilitó que muchos autores dejaran de ser inéditos pero requirió ir poco a poco elevando el rigor, creando sistemas de capacitación y evaluación y hasta una colección nacional para los mejores libros del año en cada género.

Se estableció la reedición de los libros ganadores del Premio de la crítica y su identificación de cara a los lectores. Comenzaron a publicarse las obras del Premio Alejo Carpentier y surgió el Nicolás Guillén acompañados de una estrategia de promoción y presentaciones en el interior y el exterior del país.

La Feria fue el escenario para que grandes figuras de la literatura y el pensamiento visitaran el país, como Gianni Vattimo, Wole Soyinka, Alfonso Sastre, Susan Georges, Howard Zinn, Luis Britto García entre muchos destacados intelectuales.

Otros, como José Saramago y Noam Chomsky, presentaron sus libros en el Sábado del Libro, espacio que fue rescatado desde el año 2000 y se convirtió en un referente de la política editorial cubana. Se refundó la Editorial Arte y Literatura y se sistematizó la publicación de autores extranjeros clásicos y contemporáneos aún cuando no se alcanza por razones relacionadas con el acceso a los derechos de autor la actualización que deseáramos. La edición cubana de todos los volúmenes de En busca del tiempo perdido de Proust ha sido uno de los aportes realizados por Arte y Literatura de entonces acá.

Se rescataron importantes colecciones y se estructuró la mayor parte de la producción editorial a través de ellas, algo que se había perdido con el Período Especial.

En las editoriales del ICL y en muchas del país se incrementó el papel de los Consejos editoriales.

Surgieron colecciones dedicadas a grandes autores cubanos como Carpentier y Guillén y se intensificó la publicación de obras de nuestro patrimonio en la editorial Letras Cubanas. Se publicó la nueva edición del Diccionario de autores elaborado por el Instituto de Literatura y Linguística. El 50 aniversario de la Revolución fue ocasión para una colección muy abarcadora que surgió a instancias de Víctor Fowler y en la que aportaron muchas editoriales, incluso varias no adscritas al ICL bajo un diseño común. Igual sucedió con la Biblioteca familiar, otro proyecto que Fidel impulsó y que trascendió nuestras fronteras al llegar una de sus colecciones a las manos de cada alfabetizado en Venezuela.

Se estudiaron con el Consejo Técnico Asesor y se actualizaron las normas editoriales nacionales. Con el respaldo del país, se dotó a los editores en el ICL de computadoras y –a la mayoría de ellos- de correo electrónico para el trabajo en sus hogares, se renovaron los sistemas de pago. Se eliminó el sistema de tarifas para el Derecho de autor y se puso más responsabilidad en la editorial para negociar esta con los autores aunque según escuché en el Congreso de la UENAC sigue siendo un asunto que genera insatisfacciones en su vínculo con la dinámica económica del país. Se elevaron las tarifas de los lectores especializados para la evaluación de los libros.

Integrados al proyecto del ALBA cultural o por otras vías se sistematizó la presencia de autores cubanos en las principales Ferias Internacionales del Libro y se estableció que los Premios Guillén y Carpentier se presentaran en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la principal en nuestra lengua. Dentro del ALBA cultural surgieron becas y premios para la literatura y las Ciencias Sociales, incluyendo el importante y contrahegemónico ALBA de las letras. Igualmente, surgió el Concurso Pensar a Contracorriente.

Cuba fue país invitado de honor en importantes Ferias del Libro como Guadalajara, Venezuela, Santo Domingo, El Zócalo, entre otras.

Junto al rescate de espacios como El autor y su obra y El Sábado del libro, se fortaleció la promoción de otros como Libro a la carta. Surgieron varios espacios dedicados a la poesía conducidos por prestigiosas personalidades como César López, Basilia Papastamatiú y Marilyn Bobes. Se constituyó el Centro de Promoción Dulce María Loynaz con todas las condiciones para un trabajo de liderazgo y estímulo a la creación literaria y la labor editorial y una programación sistemática.

El papel del ICL como coordinador del movimiento editorial cubano se multiplicó en esos años, utilizando el llamado Plan especial de producción para la Feria del libro como un elemento de política editorial que aglutinó muchos sellos editoriales fuera del ICL.

Surgieron nuevas revistas como La letra del escriba, La Siempreviva y La Jiribilla de papel. Se unió al trabajo del Instituto la Torre de letras, liderada por Reina María Rodríguez y Antón Arrufat, con su revista y sus ediciones semiartesanales. Se impulsaron las revistas culturales en las provincias, si bien en cocasiones no alcanzaron la sistematicidad y la calidad requeridas.

Se crearon publicaciones electrónicas como Cubaliteraria y La Jiribilla que lograron liderazgo en la Red en sus respectivos perfiles. Surgió el suplemento literario El Tintero en el diario Juventud rebelde. Todos estos espacios trataron de estimular el ejercicio de la crítica y la aparición de reseñas literarias aunque no siempre de manera exitosa. Se echó a andar el Círculo de la crítica sin cosechar los frutos deseados.

Se diseñó un grupo de acciones de promoción de la lectura como Lecturas de verano, La Noche de los libros, Festival Universitario del Libro y la Lectura, Cafés literarios… que tuvieron alto impacto entre la población y movilizaron a muchas personas en todo el país fuera de los marcos institucionales y más allá de los espacios o eventos tradicionales relacionados con el libro.

Creció de manera importante la presencia de los libros y los autores en la radio y la televisión. En lo que menos avanzamos -a pesar de que se invirtieron recursos y se realizaron esfuerzos como el Manual del librero y la inclusión de su Encuentro profesional dentro del programa de la Feria- fue en la distribución del libro y su comercialización como un bien cultural, la atención a las librerías y la superación y el estímulo de los libreros.

¿Cuáles serían, idóneamente, los presupuestos desde la industria creativa editorial para desarrollar la calidad del libro cubano?

Sin renunciar a estimular un lector masivo hay que tomar en cuenta que este se encuentra cada vez más diversificado. En ese sentido, entiendo como positiva la multiplicación de sellos editoriales ocurrida a principio de los años 2000. Sin renunciar a tiradas altas cuando el libro lo amerita debe haber espacio para el libro dirigido a minorías, como el científico o el de arte que por nuestra política cultural llegan a todas las bibliotecas públicas del país.

Las editoriales deben tener la capacidad de proteger las jerarquías literarias, de pensamiento y científicas de modo que puedan seguir publicándose géneros como el teatro, la poesía, la investigación histórica o el ensayo literario que por lo general no son rentables con el balance de su producción y sus colecciones o aliándose a instituciones con ese objetivo.

Cada libro es un proyecto económico y cultural que debe ser concebido desde su gestación, evaluando su necesidad, los recursos con los que contamos para hacerlo y el modo en que los recuperaremos y cómo se inserta en el balance financiero de la editorial.

En el orden cultural, evaluar el vacío que viene a llenar en el panorama editorial y dentro de una colección. Ese proyecto muchas veces termina con enviar el libro a la imprenta pero debe incluir su estrategia de promoción, cuáles son los lectores o grupos de lectores a los que queremos llegar, las reseñas a encargar, a quiénes, en qué medio, las presentaciones, dónde entrevistar al autor o al editor.

Todos estos temas se relacionan igualmente con el tema del diseño, donde a pesar de que avanzamos no siempre aprovechamos el talento de que se dispone en el país.

Algo cada vez más importante es concebir la inserción de la producción editorial, tanto mediante el ebook como el comercio electrónico, en Internet y en la red nacional. Un elemento que en nuestras condiciones puede contribuir a abaratar y aumentar el acceso al libro.

Respecto a un balance temático en lo que se publica por las editoriales cubanas desde el punto de vista de perfiles (ciencias sociales, técnica, arte, literatura, ciencias) qué aspectos considera deben tomarse en cuenta.

Ya llevo más de cinco años alejado del mundo editorial. No dispongo de los elementos de juicio para emitir una opinión como participante actual en su complejo engranaje. Un libro valioso siempre debe ser defendido independientemente del género. Hay libros de ciencia imprescindibles como Armas, gérmenes y acero, o El cerebro del rey, igual un título como Misiones en conflicto que demuestra que una investigación histórica puede ser tan apasionante como una novela, lleva tres ediciones y siempre se agota. Hay clásicos de nuestra literatura que siempre deberíamos tener en librería si la economía lo permitiera: la Poesía completa de Martí, Cecilia Valdés, Paradiso, los Cuentos completos de Virgilio Piñera, las principales novelas de Carpentier o la poesía de Guillén. Es igualmente necesario asumir la edición de obras que permitan un diálogo con la contemporaneidad de la creación intelectual, tanto en la investigación, como en la literatura y hay que atender la formación del nuevo lector destinando recursos a las ediciones para niños, adolescentes y jóvenes que tienen el reto de lograr ser atractivas ante la competencia que imponen las nuevas tecnologías.

El libro técnico y el libro de arte por razones económicas han quedado entre nosotros siempre a merced de otras prioridades. Pero un diseño de alianzas con instituciones científicas y culturales ha permitido mantener esa producción viva aunque lejos de las necesidades de una sociedad con los niveles de formación que ha alcanzado la nuestra. Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) abren nuevas posibilidades en ese campo.

La especialización y transversalidad de los saberes en el siglo XXI es una realidad imposible de eludir. En ese marco ¿qué criterio tiene sobre la especialización de la profesión del editor?

El editor es un especialista de muy alto nivel cuya formación no puede estar relacionada sólo con un perfil. Requiere además de un dominio de la lengua materna y su gramática una elevada cultura, y en los campos en que desarrolla su actividad ser prácticamente un renacentista de la contemporaneidad, algo que parece un oxímoron pero que debe alimentar su crecimiento.

Esa especialización no termina nunca y depende más que nada de la vocación de la persona. Pero el editor debe tener una acumulación cultural tal que le permita moverse más allá de su perfil y trabajar con rigor temáticas que pueden parecerle ajenas. Lejos de empobrecerlo, eso le amplía sus horizontes.

Mucho se ha dicho: Necesitamos un editor que no esté sentado esperando que le llegue un libro sino que su nivel de información, su cultura y su estar al día le permita proponer el libro que llene un vacío.

¿Qué factores, elementos o aspectos considera pudiesen incidir en el desarrollo de las publicaciones en libros respecto al arte como perfil o tema especializado?

Creo el esencial es el económico porque generalmente son más costosos. En ese sentido, como decía antes las alianzas que permitan coediciones en el nuevo contexto económico hacia el que se dirige el país pueden aportar mucho. Aunque las grandes editoriales siempre pueden reservar, y de hecho ha sido así, recursos para proyectos de importancia para la cultura nacional entendida su sentido más amplio, o sea, como conocimiento y creación intelectual, y como afirmaba se abre un universo nuevo para ello a través del espacio digital.

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