Lester Mallory y una carta que nos acompaña

 
Pedro Pablo Gómez.

El deseo de los gobernantes de los Estados Unidos de Norteamérica de ejercer el dominio sobre Cuba, fue expresado por John Quincy Adams durante su etapa de gobierno en el siglo XIX (1825-1829), cuando desarrolló su tesis sobre la fruta madura, planteando que al estar la isla ubicada en su propio traspatio como manzana madura caería en sus manos al salir España de su dominio.  Posteriormente, en el período de gobierno de William Mc Kinley (desde 1897 al 1901), se produjo la oportunista intervención norteamericana en la guerra que se libraba en Cuba por la independencia del reino español, en etapa agonizante, por las acciones insurrectas del ejército mambí.

Cuando se va a la elección del presidente de la naciente república cubana, los Estados Unidos imponen la candidatura de Tomás Estrada Palma, al vetar como candidato al patriota Bartolomé Masó; en este momento Theodore Rooselvelt ejerce la presidencia del poderoso vecino norteño.  A partir de entonces, se desarrolla la etapa republicana, con la alternancia de gobiernos llamados democráticos y etapas de dictadores de procedencia militar, como Gerardo Machado y Fulgencio Batista; estos gobiernos marcados por la corrupción, la desigualdad social, las prebendas y la discriminación; a imagen y semejanzas de la sociedad estadounidense.  Así se llega al golpe de estado protagonizado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952,  denunciado por el joven abogado Fidel Castro Ruz ante el Tribunal Supremo. Este reclamo fue desoído, de esa forma se cerraba la etapa de la democracia representativa y volvía a imponerse una tiranía corrupta y criminal que trajo a Cuba los asesinatos de 20 mil personas.

De 1952 a 1958, el apoyo político y militar de los gobiernos norteamericanos estuvo presente en todo este proceso, cuando apoyaron al gobierno del dictador Batista hasta su total derrota y acogieron en su país a la tropa de asesinos, proxenetas y todo tipo de lacra social al triunfar la Revolución el 1º de enero de 1959.  Desde que los rebeldes luchaban en las montañas cubanas, el gobierno del general Dwight Eiseinhower (1953-1961) enviaba instrucciones al jefe de la CIA, Allen Dulles, de trabajar para evitar el  triunfo revolucionario, probado por cartas internas desclasificadas por Estados Unidos. Es precisamente en esta etapa de gobierno cuando se produce el documento del Secretario de Estado asistente Lester Mallory, el día 6 de abril de 1960, donde se instruía la política a desarrollar desde entonces por las administraciones norteamericanas para liquidar la Revolución. Documento este desempolvado por el canciller cubano Bruno Rodríguez en su intervención en la 19 sesión de la Asamblea General de la ONU, donde se reclamó el cese del bloqueo a Cuba por abrumadora mayoría de 187 votos a favor, 2 en contra y 3 abstenciones.

El documento de Mallory indicaba textualmente:

“ La mayoría de los cubanos apoyan a Castro (…) No existe una oposición política efectiva (…) El único modo efectivo para hacerle perder el apoyo interno (al gobierno) es provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica y la penuria (…) Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica (…) negándole a Cuba dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Dicha política, mantenida durante todos estos años de gobierno revolucionario, no ha logrado sus objetivos, a pesar de haber jugado un papel esencial contra el desarrollo de la Isla. No obstante al bloqueo, Cuba ha avanzado muy por encima de otros países con regímenes afines a los intereses norteamericanos.  La revolución es fuerte y capaz de enfrentar sus problemáticas con sus propias fuerzas y también porque cuenta con el apoyo de múltiples naciones que ven en su ejemplo libertad, independencia y soberanía.

También cuenta la solidaridad y amistad demostrada por los amigos de todas las latitudes, que con su trabajo anónimo y desinteresado colaboran de forma comprometida en contra de la permanente guerra sicológica desarrollada a través de las campañas mediáticas. La materia prima para construir esas campañas está basada en la ya vieja carta de Mallory. Hacer que se conozca el objetivo criminal y genocida de la política contenida en ese documento–vigente hasta hoy- es parte esencial en la lucha por vencer las mentiras del imperio.

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One Response to Lester Mallory y una carta que nos acompaña

  1. alina says:

    …porque la idea de la revolución social antimperialista surgió en Cuba junto con el hombre moderno cubano, no fue una idea peregrina de alguien sino una vocación que fue madurando en libertad…

    Tomado de “La Imaginación Contra la Norma” de Julio César Guanche. Premio Memoria 2001. Ediciones La Memoria. Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La Habana, 2004.
    Fragmentos de la entrevista con Juan Orlando Pérez

    “Hubiera sido interesante ver cómo funcionaría un Gobierno Revolucionario dirigido por Mella, con Rubén como Ministro de Cultura(…) y Pablo como director del periódico de la Revolución. (…) ¿Habría durado mucho tal gobierno? A lo mejor no, pero de todas maneras hubiera sido hermoso que aquellos muchachos hubieran gobernado Cuba aunque fuera una semana. A ver qué pasaba. La mayor incógnita que dejó esa generación con la muerte prematura de sus líderes y la desbandada de los sobrevivientes, es qué hubiera pasado si su revolución hubiera llegado a triunfar, aunque fuera brevemente, y alguno de ellos hubiera llegado a ser Presidente de la República.(…) es fácil imaginar que hubieran sido días muy agitados, interesantes y divertidos.
    (…)
    Mella es el culpable de todo, el que hizo creer a los demás que una revolución verdadera era posible en Cuba. El propio Mella paracía un personaje fantástico, un rey griego, hermoso y fuerte, con una voluntad titánica y un valor inagotable, así que si él, que parecía irreal, era de verdad, de carne y hueso, tal vez la revolución que predicaba también fuera verdadera y pudiera triunfar algún día. Rubén también estaba predicando la revolución, pero cuando su revolución, la de los Veteranos y Patriotas, fracasó, fue Mella el que lo encaminó hacia la revolución verdadera, la gran revolución social antimperialista. (…)Si Mella y Pablo le daban a la revolución una tensión casi física, de vigor muscular, Rubén le proporcionaba su pasión romántica y una severa disciplina moral.
    (…)
    (…) La muerte de Rubén causaría gran impresión en Pablo, quien escribió :”No era posible que quien le conociera dejara de sentirlo siempre al lado suyo. Tenía Ruben el secreto profundo de la emoción”. Podrían detectarse más influencias ideológicas y políticas entre ellos, podrían compararse las personalidades, pero lo más probable es que lo que ellos mejor compartieron fueran emociones. Se admiraron y se quisieron, se gustaron con limpia atracción viril, compartieron ideales políticos, secretos personales y sueños de juventud, rieron y jugaron juntos, hablaron de mujeres y de deportes, discutieron sus artículos y poemas, y murieron sucesivamente por la misma revolución ¿Qué mayor influencia puede causar un hombre en otro que la de llenar con emociones la memoria de su juventud?
    En cuanto a sus realizaciones, además de la revolución, podría decirse que la mayor de todas fue crear al hombre cubano moderno, una criatura todavía en edad infantil. Estas son algunas de las escenas de su nacimiento. Mella venciendo en las regatas universitarias y haciendo después un congreso revolucionario de estudiantes. Rubén gritando de pura desesperación en la Academia de Ciencias. Mella nadando mitológicamente hasta el barco soviético. Rubén aprendiendo a pilotear un avión para bombardear el Palacio Presidencial. Mella en huelga de hambre durante 18 infinitos días. Rubén boconeándole a Machado. Pablo y Rubén jugando pelota en la azotea del bufete de Fernando Ortíz, cuando atardecía en La Habana. Mella amando a Tina Modotti sobre bultos de periódicos revolucionarios. Rubén renunciando a la poesía. Mella dejándose fotografiar desnudo. Rubén disfrazado huyendo de la policía. Mella diciendo”¡Muero por la Revolución!”. Pablo, herido en la cabeza el 30 de septiembre, viendo a Trejo sonreir mientras moría. Rubén dirigiendo la huelga contra Machado desde su cama de enfermo. Pablo paseando desnudo por el presidio. Rubén sin voz, arengando a los obreros en el entierro de las cenizas de Mella. Pablo, advirtiendo acerca de “Presidio Modelo”: “No accedo a que se suprima ninguna palabra, por puerca que parezca”. El día que Pablo murió en Majadahonda, el hombre moderno cubano terminó de nacer.

     

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