“Ver los problemas económicos de Cuba y argumentar que su modelo fracasó es como encontrar a un ahogado en una piscina con los pies metidos en cemento y llegar a la brillante conclusión de que se ahogó porque no sabía nadar”.
Rafael Correa, expresidente de Ecuador.
Un clamor internacional
El daño económico, hasta 2018, del bloqueo económico, comercial y financiero de EE.UU. a Cuba fue -considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional- de 933.678 millones de dólares (casi un billón o millón de millones). A precios corrientes, serían 134.499 millones (más que el PIB de Cuba).
En la prensa corporativa leemos constantes mensajes que minimizan el impacto del bloqueo, lo reducen a un mero “embargo unilateral” o lo califican de “excusa” de La Habana para justificar el fracaso de su sistema económico y social.
¿Habrá engañado entonces el Gobierno cubano a casi la totalidad de gobiernos del mundo, muchos ideológicamente adversos, que votan en masa, todos los años, en la ONU, en favor del levantamiento del “bloqueo”, con la única salvedad de EE.UU. e Israel?
La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, por ejemplo, afirmó que el bloqueo “limita drásticamente el crecimiento económico” de Cuba.
Si existe un consenso casi absoluto en la Comunidad Internacional que reclama a EE.UU. levantar el bloqueo a Cuba, ¿por qué entonces sigue en pie?
¿Obama eliminó el bloqueo?
En los dos años siguientes al anuncio, el 17 de diciembre de 2014, del restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU., el Gobierno de Barack Obama aprobó algunas tibias medidas de flexibilización del bloqueo a Cuba, mediante sus prerrogativas ejecutivas presidenciales.
Algunas de las medidas fueron:
- La ampliación de los perfiles de estadounidenses que pueden realizar viajes no turísticos a Cuba hasta 12 categorías (viajes culturales, educativos, religiosos, periodísticos, etc.).
- La autorización de vuelos regulares directos, que antes solo eran “charter”, y el restablecimiento del servicio postal directo.
- La aprobación de licencias específicas a compañías norteamericanas: a las de telecomunicaciones, para llegar a acuerdos con la empresa estatal cubana ETECSA; a ciertas navieras, para establecer líneas de cruceros hasta La Habana; y una licencia para la empresa hotelera Starwood, que administra, en consorcio con la cubana Gaviota, hoteles en La Habana. En 2017, la administración Trump cerró la vía a futuras inversiones en el sector turístico.
- La autorización de la venta a crédito de algunos productos no alimenticios.
- La autorización para los ensayos clínicos de algunos medicamentos cubanos, que en el futuro podrían ser comercializados en EE.UU.
- Y la aceptación de acuerdos puntuales diversos, entre ambos países, en materias como la protección marina, la defensa civil, el narcotráfico, etc.
Estas medidas, aunque superficiales, tuvieron un efecto positivo indirecto en la economía de Cuba. Las expectativas creadas en torno a un hipotético levantamiento del bloqueo, y una nueva legislación cubana favorecedora de la inversión extranjera, provocaron un evidente “efecto llamada”, convirtiendo a Cuba en “destino de moda” para figuras políticas y empresariales y celebridades de todo el mundo. El turismo internacional tuvo aumentos cercanos al 18% entre 2015 y 2017, y la cantidad de personas que viajaron desde EE.UU. -gracias a las doce categorías autorizadas- se multiplicó.
Posteriormente, el Gobierno del republicano Donald Trump congeló completamente este camino hacia la normalización de relaciones con Cuba y, frente al discurso de Obama, que manifestó que el bloqueo a Cuba “había sido un fracaso” y debía ser derogado, regresó a la retórica guerrerista e impuso nuevas sanciones.
Desde la aprobación de la llamada Ley Helms-Burton en 1996, solo el Congreso de EE.UU. puede abolir, mediante una ley, el bloqueo. Sin embargo, la presidencia del país tiene importantes prerrogativas ejecutivas que Obama no llegó a emplear:
- Puede autorizar el comercio bilateral entre ambas naciones, eliminando buena parte del llamado “embargo comercial”, núcleo central del bloqueo.
- Y puede autorizar inversiones norteamericanas en la Isla en todos los sectores.
Sólo hay cuatro aspectos en los que la presidencia no puede actuar sin la aprobación del Poder legislativo. No puede autorizar:
- El turismo ordinario a Cuba;
- El comercio con entidades cubanas que en su día fueron empresas norteamericanas nacionalizadas;
- La compra de alimentos a crédito por parte de Cuba;
- Y el comercio con la Isla de filiales de compañías de EE.UU. ubicadas en otros países.
Durante el “periodo de acercamiento” (2015 y 2016), la prensa corporativa internacional repitió el mensaje de que, tras los pasos dados por el Gobierno de Obama, Cuba debía “mover ficha”, en un encaje de diplomacia quid pro quo: ceder para obtener cesiones. Este esquema negociador, sin embargo, solo es factible en relaciones internacionales equilibradas, simétricas. Porque ¿qué sanciones -qué bloqueo- impone Cuba a empresas o ciudadanía estadounidenses?; ¿qué territorio ocupado -qué “Guantánamo”- tiene Cuba en EE.UU.?; ¿con cuántos millones financia Cuba a medios de comunicación, partidos o candidaturas “disidentes” en EE.UU. para imponer un orden constitucional socialista?
¿Embargo o bloqueo?
Los medios corporativos emplean de manera sistemática la palabra “embargo”, no “bloqueo”. Pero Cuba no sufre un “embargo”, ya que no es “deudora” ante EE.UU. En relación a las indemnizaciones de propiedades nacionalizadas -conforme al Derecho Internacional- tras el Triunfo de la Revolución, La Habana ofreció una solución que contemplaba abonar una parte de la cuota azucarera del país. EE.UU. no la aceptó y apostó por la vía militar y el “bloqueo”, que es, por definición, un acto de guerra para provocar el “aislamiento, la asfixia y la inmovilidad” de una nación, y lograr así su rendición por hambre o necesidad. Su meta siempre ha sido provocar una revuelta popular interna que derrocara al Gobierno revolucionario.
En un memorandum secreto del Subsecretario de Estado Lester Mallory entregado al presidente Eisenhower, el 6 de abril 1960, se lee: “La mayoría de los cubanos apoyan a Castro. (…) El único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del descontento y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. (…) Una línea de acción (…) es negarle dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Este texto resume la esencia del bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba por parte del Gobierno de EE.UU., que entró formalmente en vigor el 7 de febrero de 1962.
Año tras año, desde 1992, Cuba presenta ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la petición de levantamiento del bloqueo, y lo hace siempre en nombre de personas directa y especialmente afectadas. En 2011, por ejemplo, lo hacía en nombre de tres menores con tumores en su sistema nervioso central, que no pueden acceder al tratamiento con el medicamento Temodal, de patente norteamericana. Es un ejemplo entre miles de cómo afecta a la población civil cubana esta política tipificada como “acto de genocidio” según los términos de la Convención de Ginebra para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, y como “acto de guerra económica”, de acuerdo con la Declaración relativa al Derecho de la Guerra Marítima.
¿En qué consiste el bloqueo contra Cuba?
Algunas de sus características son:
- Las empresas y ciudadanía cubanas no pueden vender producto ni servicio alguno en uno de los mayores mercados del mundo, EE.UU. A su vez, no pueden adquirir productos o servicios en ese país, salvo excepciones y con regulaciones muy estrictas, como en el caso de algunos alimentos y medicamentos. Por ello, Cuba debe realizar sus importaciones -con notables incrementos de precio y costes de transporte- en mercados distantes.
- El Gobierno de EE.UU. prohíbe a su ciudadanía hacer turismo a Cuba. Esto no ha cambiado, aunque exista, desde 2015, un primario mercado de visitantes a través de las doce licencias específicas aprobadas por Obama. Un potencial turismo norteamericano normalizado a la Isla significaría una inmediata inyección de liquidez a la economía del país.
- Lejos de ser un mero embargo comercial unilateral, el bloqueo es una estrategia completa y compleja de persecuciones, penalizaciones y presiones, cuya característica fundamental es la extraterritorialidad. Esta se hace patente, por ejemplo, en prohibiciones como las siguientes: empresas de terceros países no pueden exportar a EE.UU. productos que contengan un solo gramo de azúcar, níquel u otro componente cubano, lo que, en la práctica, impide las exportaciones de Cuba a mercados y sectores estratégicos en la economía mundial; y empresas de terceros países no pueden vender a Cuba bienes con más de un 10% de componentes estadounidenses.
- Estos elementos de extraterritorialidad, unidos a la política de prohibiciones, amenazas y sanciones a posibles inversores en Cuba, y a la existencia de “listas negras” de compañías que no pueden ingresar en el mercado de EE.UU. por sus relaciones con Cuba, consiguen, no solo la disuasión de inversiones de capital sino, fundamentalmente, el incremento del llamado “riesgo país”, que implica un aumento considerable para Cuba de los precios de compra de bienes, así como de los costes de fletes, seguros y préstamos.
- Hay que recordar, además, que el derecho a voto preferente -y veto- de EE.UU. en organismos financieros multilaterales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial hacen de Cuba el único país de la región que no ha recibido un solo crédito de ellos, lo que le ha obligado, durante años, a asumir préstamos con la banca privada internacional en condiciones cercanas a la usura.
Los ejemplos son incontables, y figuran detallados en los informes que Cuba, cada año, presenta ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Solo mencionemos el particular impacto en el sistema de salud:
- En la Isla se fabrican dos tercios de los medicamentos necesarios, pero parte de la materia prima necesaria, que podría adquirirse en EE.UU., debe ser importada desde mercados distantes a un importe mucho mayor. En los equipos de alta tecnología los sobreprecios pueden ser hasta tres veces mayores.
- Cuba no puede acceder a medicamentos o tecnología con patente de EE.UU. Solo en 2017, Cuba necesitó productos de 30 fabricantes estadounidenses que rehusaron las ventas a la Isla. Un ejemplo, entre miles, es el de niñas y niños de la Isla con tumores cerebrales malignos que no pueden ser tratados con la temozolamida, tratamiento quimioterapéutico de primera línea.
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