Los colores que adornan lujosamente las calles y rincones de Francia en esta época del año recuerdan que ya se va acercando el invierno. Las caducifolias dejan tapices de disímiles tonos en los parques y aceras. Ciertos árboles como el arce se cubren de hojas tan rojas que parecen de sangre. Los robles, los abedules, los álamos, los cedros y muchas otras especies locales entran poco a poco en una etapa de defensa por la falta de luz y las bajas temperaturas que les hacen bloquear el paso de nutrientes a la hoja, conservando así su savia solamente en el tronco y las ramas para afrontar la nueva estación. El verde clorofila se transforma, se acaramela, se enrojece o se tiñe de gualda. Luego de ceder paso a esos matices luminosos y permanecer así por varios días, la hoja vuela dejando su cicatriz en la base y el árbol queda definitivamente desnudo, con ramas como en plegaria, pidiendo que regrese pronto la primavera.
El clima templado y la belleza del paisaje otoñal francés casi podrían hacernos olvidar que en solo dos semanas se iniciará lo que aquí se suele llamar la «Tregua invernal», período legal del 1ro de noviembre al 31 de marzo del año siguiente, durante el cual los arrendatarios de casas o apartamentos no podrán desalojar de sus propiedades a los inquilinos que incumplan con el pago de los alquileres. La finalidad de esta tregua, votada casi tres años después del llamado del Abate Pierre en febrero de 1954, es proteger a los ocupantes de las viviendas para que en pleno frío no queden desamparados en las calles. Por consiguiente, durante cinco meses el arrendatario no podrá recuperar su propiedad por medio de la ayuda de la fuerza pública, salvo una decisión judicial contraria como ocurre en el caso de los « squatters » o de los cónyuges violentos.
En 2018, como hojas que se lleva el viento, murieron en las calles de Francia 566 personas llamadas eufemísticamente los sin abrigo o los sin domicilio fijo (SDF), según las cifras que registró el colectivo Les morts dans la rue (Los muertos en la calle). En 2017 fueron 511. Si la edad promedio de esas 566 personas sin hogar fallecidas el pasado año era de 48 años, cincuenta de ellos eran mujeres y 13 eran menores, de los cuales 6 tenían menos de 5 años, 2 entre cinco y nueve años y 6, entre 15 y 18 años.
¿Cifras reales o muy por debajo de la realidad?
Durante los últimos años el número de personas sin hogar ha aumentado considerablemente en el país de la “Libertad, la Igualdad y la Fraternidad”. El Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE) estimaba en 2012 que existían unos 143.000 sin domicilio fijo, de los cuales 31000 eran niños, aumentado así de manera escalofriante en un 40 % con respecto a los años 2000. Para 2012, 12.700 personas estaban ya definitivamente sin hogar. Pero desde entonces no se han realizado nuevos censos nacionales, lo que presupone que actualmente la cifra supera la anterior.
Según la investigación del Centro de Epidemiología sobre las causas médicas de muerte de gente sin hogar, realizada entre 2008 y 2010 y llevada a cabo por el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (CepiDc-Inserm), hay casi seis veces más muertes en las calles que las que han sido anunciadas públicamente, es decir, alrededor de 13.000. Para llegar a esa conclusión se apoyaron en los datos aportados por el colectivo “Les morts dans la rue” y en los de la base nacional de causas médicas de muerte. Muchas de esas personas fallecieron en la vía pública, en refugios improvisados como los aparcamientos, una escalera, una cabaña de obra o en el metro, pero también en lugares de cuidados o en las « estructuras de alojamiento de urgencia », tan llenas que la mitad de los necesitados no encuentran espacio para dormir una noche. Un número de telefonía nacional, el 115, recibe repetidas llamadas de urgencia; muchas veces no reciben respuestai. Esa situación es también alarmante en el verano. Del 10 de junio al 10 de julio de 2017, 20.845 personas solicitaron un alojamiento. Según el periódico Le Figaro, 10.632 nunca lo pudieron obtenerii.
Alojamientos de urgencia y de reinserción social (CHRS)
Paradójicamente, esas estructuras de « alojamiento de urgencia » públicas acaban de sufrir, según señaló en febrero pasado el periódico Le Monde, un recorte de 57 millones de euros, disminución presupuestaria que se extenderá a lo largo de cuatro años (de los cuales 20 millones ya se realizaron en 2018), destinando así menos crédito a los 780 centros de alojamiento y de reinserción social (CHRS) que acogen a personas en estado de extrema dificultad durante períodos de hasta varios años, con una perspectiva de reinserción.
La Fundación del Abate Pierre estima en tres millones y medio las personas que viven en alojamientos precarios. Las familias monoparentales y las personas mayores solas son las más vulnerables. El aumento de los precios de la vivienda privada y de la vivienda social, así como el alto costo de la vida en el país, fruto de las políticas neoliberales, son los culpables del callejón sin salida en que languidece la situación actual de la vivienda en Francia.
El compromiso de los artistas
El actor y humorista francés Michel Colucci (alias Coluche ; 1944-1987), consciente de las dificultades y de la situación de pobreza extrema, aun sin resolver en el país, decidió crear los llamados Restaurantes del corazón (« Les Restos du Cœur ») después del rudo invierno de 1985. Coluche reveló un genial estudio al Parlamento Europeo en el que demostró que el costo del almacenamiento de excedentes de comida en Francia era superior al de su distribución, buscando obtener ayuda suficiente para darla a aquellos que vivían sin techo y que tan a menudo morían de hambre y de frío en las calles de París. El artista murió unos meses después de crear su asociación, la cual comenzó siendo algo coyuntural para perennizarse finalmente hasta hoy en todo el país. « Les Restos du Cœur » es considerada como la asociación más popular de Francia, además de ser una de las más necesarias en la cuarta potencia económica del mundo, miembro del G-7 y en donde las empresas del CAC 40 siguen amasando infaliblemente cada año grandes fortunas.
La fotografía de Coluche suele verse a la entrada de muchas tiendas de Francia en la época de las compras navideñas. En la urna: «1 euro = una comida». Los ayudantes benévolos, gente altruista y de muy variado origen, envuelven futuros regalos de navidad para ganar fondos que permitan continuar la obra de su fundador.
Los fondos de los «Restos du cœur» provienen igualmente del mecenazgo y de una velada televisiva organizada por reconocidos artistas amigos de Coluche que se agrupan con el nombre de Les Enfoirés, entre los que figuran Jean-Jacques Goldman, Patrick Bruel, Zazie y otros actores o cantantes célebres quienes desde 1986 ofrecen cada año algo de su tiempo y su talento para un espectáculo grandioso llamado Le concert des Enfoirés (El concierto de los cabrones). Con los años se incorporan al concierto artistas y personalidades célebres de todo el mundo. Los beneficios de la venta del disco y del DVD de esa manifestación anual permiten financiar las comidas que se brindarán a los más necesitados. El concierto de los Enfoirés termina con un lema conocido y muy elocuente: « On compte sur vous » (¡Contamos con ustedes!), lo que indirectamente significa: « ¿con quién sino ? », y va siempre seguido de la canción de los Restos du coeur.
Génération Enfoirés – La chanson des restos
Aujourd’hui, on n’a plus le droit Hoy no tenemos más derecho
ni d’avoir faim, ni d’avoir froid ni de tener hambre ni de tener frío
Dépassé le chacun pour soi Superado el ‘cada uno para sí’
quand je pense à toi, je pense à moi Cuando pienso en ti, yo pienso en mí
Je te promets pas le grand soir Yo no te prometo la gran noche
mais juste à manger et à boire sino justo algo de comer y de beber
un peu de pain et de chaleur un poco de pan y de calor
dans les restos, les restos du cœur en los restaurantes, los del corazón.
Les Enfoirés – Juste une p’tite chanson
Solo el pueblo puede salvarse a sí mismo, parecen decir los artistas, herederos del altruismo de Victor Hugo, del Abate Pierre o de Coluche, en un país donde la precariedad alimentaria, aun tan actual, contrasta con el despilfarro de alimentos no vendidos, desechados con irresponsabilidad por las grandes superficies, que prefieren aun echarlos a la basura y verter lejía encima, a darlos a los más pobres. Ante esa realidad, y para contrarrestarla, se crearon en 1984 los Bancos Alimentarios de Francia, idea que se ha extendido ahora por otros países de Europa, impulsada por cinco asociaciones caritativas. En 2016, la asamblea Nacional francesa votó unánimemente la ley Garot, referente a la lucha contra el despilfarro alimentario. Dicha ley integra una convención que obliga a la gran distribución a donar los productos no vendidos a las asociaciones de ayuda a los desfavorecidos, esa masa humana que crece alarmantemente cada día en el aquí y el ahora del pueblo francés que, como bien nos dice una de las canciones de los Enfoirés, « no está pidiendo la luna ».
Les Enfoirés – On ne demande pas la lune
El capitalismo conduce inexorablemente al empobrecimiento y el deterioro de las condiciones de vida de las grandes mayorías. “Este sistema abominable —lo decía aquel día hablando con un grupo de periodistas en un receso— no solo encamina la humanidad hacia su exterminio físico, sino que la destruye espiritualmente; convierte a cada ser humano en un egoísta, en un competidor ciego el uno del otro, en enemigo de todos los demás; a cada uno de los ciudadanos de un país, en avaros, egoístas, falsos, mentirosos.” [ Fragmento del discurso de Fidel en la Clausura del VIII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, 12 de noviembre de 1999.]
Léalo y saquemos un ejemplo de cómo aminorar el hambre de los pobres. En Francia se estás haciendo. ¿Nosotros no podemos?