Ante el espejo de Bergman
¿Tu tierra acaso está en tu ser dormida?
Jose Martí
Entrañablemente lejos de aquel horizonte sin linternas,
abismo demasiado nuevo del minuto más blanco del poniente,
y del silencio más viejo lleno de anzuelos
te buscas todavía lejos de mí, en tu orilla demasiado honda
que naufraga feliz entre sabios y guirnaldas,
lejos tres veces del mundo enfardelado que me vive,
y rememoras tan solo cualquier brisa de marzo, pero ninguna queja,
ningún sonido bajo de preguntas o temblores,
hallándote mejor despierta, desayunando en frio
entre los visionarios y otros ciegos casi eternos,
maestros de la luna nueva y del recipiente sin forma
hecho con el fuego mojado de tu carbón inerte.
Bebes casi sin querer, como la tierra misma, de toda lluvia,
secando los cristales ajenos con tus hilos de seda,
sin prisa ni sed, como quien vuela detenidamente,
sin hora ni lugar, en una paz que barre sin esfuerzo lares y descansos,
la misma que se cuela por los escalonados tragaluces
de mi viejo laberinto lleno de nubes,
esbozo trunco de aquel vacío precioso de tu adiós sin fin,
dividido en iguales pedazos para todos, como el pan de la guerra,
como el agua difícil de esta amarga paz que nos separa.