Entre sales, jazminez y barrancales
Fueron muchas las pocas aguas
y los dolores aprendices, príncipes del adiós,
en las abiertas noches viejas de jazmín y barrancal
por donde nos íbamos respirando la sal fresca
entre los pinos quemados de la iniciación
en la fobia a las íntimas lejanías.
Solos en un manantial de desembocaduras
vadeábamos la mar eterna,
criando soles con residuos de luna
en los rincones tan enormes
de días tan rápidos como flechas tártaras.
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