Rumor
Yo escuchaba la Cantata del café, de Bach,
y tú te dolías feliz, dejando pasar el sueño
—esa única y pequeña eternidad que nos visita.
Y así mismo se quedan el cuerpo y la palabra,
unidos por la suerte veloz de santas desgracias.
Entrampado queda el cazador
en la sombra del alce.