La revolución cubana cumplió 60 años. Han pasado seis décadas desde que el 1 de enero de 1959 los “Barbudos”, desde la Sierra Maestra, junto a la lucha clandestina en todo el país, derrotaran a la dictadura proyanqui de Batista. Pero como advirtió el Comandante Fidel al entrar en La Habana una semana después, tras recorrer la isla con la Caravana de la Libertad, “Estamos en un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa y, sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil. Quizá en lo adelante, todo sea más difícil.” Cuba decidió entonces navegar con sus propios esfuerzos hacia la sociedad que soñaron Martí, Marx y Lenin, en una travesía llena de dificultades pero como única forma alternativa de ser independiente, libre y justa socialmente frente al capitalismo explotador que padeció la isla. La historia de estos sesenta años de resistencia heroica de todo el pueblo ha confirmado aquella advertencia, pero también ha demostrado que es posible la victoria frente a cualquier tipo y tamaño de adversidad. La siguiente victoria se obtendrá el próximo 24 de febrero cuando se ratifique, una vez más, el consenso mayoritario del pueblo cubano en torno a su Revolución, expresado en el voto favorable en referendum a la Nueva Constitución, tras amplios debates por parte de una población que creció mayoritariamente con esta misma Revolución.
El capitalismo, en su fase superior, el imperialismo, no ha pretendido jamás una coexistencia pacífica con la isla, si no más bien su dominación politica y económica. EEUU controló políticamente a la mayor de las Antillas tras entrar en la guerra hispanocubana al final de la contienda, con una España rendida que le vendió la isla a precio de saldo, de manera ilegitima, pues los cubanos fueron excluidos despreciando sus intereses, luchas y sacrificios. Así, en la primera mitad del siglo XX se sucedieron en la isla gobernadores designados, títeres politiqueros y dictadores militares al servicio de EEUU, que ejercieron el control mediante la corrupción, persecución, represión y asesinatos de miles de luchadores y de trabajadores, para impedir el triunfo de los mambises y sus herederos, truncando la verdadera independencia de Cuba. En paralelo, el gobierno norteamericano ejerció una explotación económica absoluta a través de las empresas del azúcar, agrícolas, petroleras, eléctricas, telefónicas, de construcción, entre otras, insertando a Cuba como subalterna y dependiente en el esquema del económico del imperio. EEUU ejercia un control geopolítico y económico absoluto sobre Cuba. Pero una vez perdida la autoridad en la isla tras la victoria en 1959 del pueblo cubano en armas, el imperialismo, a través de los distintas Administraciones Norteamericanas, dedicó (y sigue dedicando) millones de dólares y esfuerzos para derrocar al gobierno de Cuba: bloqueo económico, terrorismo, ataques a la economía, agresión mediática y diplomática, subversión directa e indirecta, políticas desestabilizadores a través de leyes para potenciar la inmigración ilegal, limitación de las ayudas desde el exterior o la compra de cerebros y de colaboradores internacionalistas, entre otras acciones injerencistas. Este ha sido el diferendo entre EEUU y Cuba.
En todos estos años, Cuba despertó simpatías y apoyos incondicionales en todo el mundo, desde los defensores de la soberanía de Cuba hasta los que compartían el proyecto socialista, con el denominador común del antiimperialismo frente a EEUU. En el estado español, el movimiento de solidaridad con Cuba tiene más de cuatro décadas de existencia y está compuesto de numerosas organizaciones que mantienen un activismo constante para acabar con el bloqueo de EEUU contra la isla, para contrarrestar la desinformación mediática, articular campañas de sensibilización a la sociedad y las instituciones sobre la realidad de la revolución cubana, denunciar las agresiones que sufre la isla, así como promover proyectos de cooperación al desarrollo y campañas solidarias. Cuenta en su haber con militantes en todos los territorios del estado español en numerosos colectivos (más de 2000 organizaciones en todo el mundo) que defienden y se reconocen en la revolución cubana, que la acompañan en batallas como fue la libertad de Los Cinco antiterroristas cubanos presos en EEUU. También existen diversas organizaciones políticas y sindicales que mantienen una firme solidaridad con Cuba y su revolución, aunque hay otras que han abandonado esta política de colaboración y respeto a la isla.
Por otro lado, en la actual fase de lucha de clases, la izquierda a este lado del Atlántico está soportando derrota tras derrota, tanto en el plano electoral como en la movilización organizada, y no consigue levantar cabeza desde la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la URSS. Analizando la situación socio-política en medio de una crisis sistémica mundial, debería ser un momento histórico de repunte y de reorganización de la izquierda, con un proyecto alternativo al capitalismo. Mientras tanto, la derecha sigue ganando poder, incluida la extrema derecha, y está haciendo pivotar hacia sus posiciones políticas a las fuerzas de izquierdas, especialmente en aquello relativo a la economía y en la falta de un alternativa global, haciendo hegemónico su proyecto globalizador desigual, el capitalismo, con una izquierda que parece haber perdido su horizonte.
Una de las causas de la pérdida de la utopía anticapitalista es que gran parte de la izquierda europea, y por ende la española, ha abandonado su propia esencia, aquella razón de ser histórica que la hizo nacer, es decir, la superación del capitalismo. En su lugar, han mutado hacia el constructo de la llamada nueva izquierda, posmoderna, que huye de una supuesta rigidez ideológica bajo el pretexto del pragmatismo o de la equidistancia, reduciendo su margen de actuación a lo políticamente correcto dentro del sistema imperante, en el terreno de lo local, de lo cercano, desdibujando o eliminando su proyecto social global. Este fenómeno de transmutación y reducción del ámbito de actuación supone en la práctica renunciar al imaginario utópico, a la idea de una sociedad sin explotación, en definitiva, a la ideología. La disputa se traslada entonces al plano de la gestión con sus rivales electorales (la nueva izquierda ha reducido casi exclusivamente a esta forma de lucha sus aspiraciones de transformación o cambio), para diferenciarse en quién es más o menos eficiente, quién es más o menos corrupto. Pero se obvia el elemento fundamental de la lucha de clases a nivel global y se deja en un segundo plano la solidaridad internacionalista, perdiendo la coherencia programática o ideológica en la praxis diaria. Hay que dejar claro que la izquierda debe trabajar desde lo local para transformar la realidad más cercana, pero debe hacerlo sin perder de vista su cosmovisión global, ya que le permitirá analizar las causas de la desigualdad con mayor rigor, acudiendo a la raíz de los problemas. También debe ser eficiente, honrada, y tiene que luchar por una gestión democrática y combatir la corrupción, pero no debe reducir únicamente su batalla politica a la agenda impuesta por la derecha neoliberal. En este sentido, la izquierda debe ser radical y no aislar su análisis y su acción política de su ideología.
En este contexto, nos encontramos con paradojas (aparentes) de alcaldes y alcaldesas del “cambio”, líderes progresistas o de izquierdas, que se posicionan en politica internacional junto a los representantes del imperio y la guerra, convirtiéndose en voceros de los grandes capitales y defensores de la injerencia hacia otros pueblos. Desde una supuesta equidistancia sitúan en el mismo plano términos desiguales; por ejemplo la resistencia palestina y el terrorismo de Estado Sionista de Israel; o la soberanía de Venezuela frente a injerencia imperial de EEUU. Y en el caso de Cuba, por supuesto, tambien aplican la injerencia equidistante. Ante la revolución cubana se asume el consenso oficial de Whasington, a veces con discursos más agresivos que otros hacia la isla, pero replicando la matriz de opinión que cataloga al socialismo cubano como un error histórico, desastre económico, Estado fallido y represivo,… con la conclusión que hay que acompañar la transición hacia la democracia (y libre comercio) en Cuba. Es triste ver que parte de la izquierda acabe asumiendo ese discurso que impone EEUU.
Afortunadamente Cuba sigue siendo la gran reserva ideológica para la izquierda latinoamericana y europea, y para muchos otros pueblos en lucha contra el imperialismo. En Cuba se discute de política, se planifica la economía, se redistribuye la riqueza, se garantiza la educación y la sanidad gratuita y universal, se sigue avanzando activamente para superar las rémoras de desigualdad de género, racial o por orientación sexual, se debate masivamente en centros de trabajos y asambleas vecinales el Código del Trabajo, las leyes fundamentales y hasta la misma Constitución, se atiende y valora al adulto mayor y al infante, se prioriza al ser humano frente al mercado, se garantiza alimentación y seguridad social, se comparte los limitados recursos con otros pueblos liderando una solidaridad internacionalista Sur-Sur, entre otras prácticas revolucionarias. Se trata de la teoría y la práctica revolucionaria que Cuba desarrolla, y que nos brinda.
Cuba posee una autoridad moral ante el mundo, ganado a pulso por su compromiso ejemplar con las causas justas en tareas tan dispares como la lucha contra el Apartheid, el colonialismo, el hambre, el analfabetismo, las enfermedades curables, la guerra, entre otras. Así es reconocido por la comunidad internacional y por ello recibe apoyos incontestables contra la política genocida de EEUU contra su pueblo que aplica a través del bloqueo económico, comercial y financiero. Cuba se convirtió en una revolución que trasciende su propia historia y geografía.
Quizá la mayor enseñanza para la izquierda que ofrece Cuba sea(n) la(s) victoria(s) obtenida(s) con un gran sacrificio personal y colectivo, desde el poder de dedicir libre y soberanamente su destino, para construir una patria inclusiva de profundas raíces martianas y marxistas, analizada desde la propia realidad cubana y latinoamericana, forjada con sus propios esfuerzos, sin explotación ni tutelaje, sin renunciar a sus principios ni aceptar chantajes, en pos de la sociedad socialista. Por tanto, la celebración de esta hazaña histórica en su sesenta cumpleaños no debe ser solamente un ejercicio de solidaridad internacionalista por parte de la izquierda, sino también debería ser un reconocimiento al aporte mundial que dio y que sigue dando la revolución cubana para mantener viva la esperanza y la lucha por un mundo mejor. Una revolución victoriosa, la cubana, que sigue afrontando dificultades y corrigiendo errores, pero que avanza dialécticamente, frente a los enemigos declarados que desean acabar con ella.
Cuba se ha convertido en una trinchera muy útil para el rearme ideológico de la izquierda. Ésta debe reaccionar, abandonar cualquier vestigio colonial, y mostrar abiertamente sus referentes históricos. Debe aprender de las experiencias revolucionarias y a partir de ahí construir sus proyectos globales. El compromiso militante con Cuba (y con otros pueblos en lucha contra el imperialismo y el capitalismo) debe denunciar el tutelaje y la injerencia hacia el pueblo cubano, y tiene que prestar sus fuerzas para dar a conocer la experiencia valiosa de su trayectoria revolucionaria. No quiere decir que no sea útil la crítica constructiva, pero debe hacerse desde el mismo lado de la Historia y con la complicidad de construir juntos un mundo mejor, con el nexo de la solidaridad internacionalista y respeto.
Cuba es una gran reserva moral e ideológica para la izquierda en la necesaria y difícil travesía hacia la utopía. No permitamos que nuestra isla revolucionaria retroceda. Pero sobre todo hagamos lo posible y lo necesario para acercanos a ella, y así poder navegar juntos a contracorriente en el mar capitalista que nos quiere enterrar.
David Rodríguez. Asociación Valenciana de Amistad con Cuba José Martí, miembro de Honor de la Fundación Nicolás Guillén.
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No incurramos el el error de llamar izquierda a la socialdemocracia, primera interesada en el fracaso de experiencias como el socialismo cubano o el bolivariano, ya que la deja fuera de juego para convertirla en la peor versión del partido del capital. Hace ya mucho tiempo que se ha convertido en un actor fundamental de ese universo capitalista en que los partidos compromisarios de la oligarquía son los únicos que gozan de legitimidad, hasta el punto de que dictadura o tiranía es cualquier sistema en que no gobiernan los partidos del 5%, siendo la socialdemocracia la que por méritos propios al servicio de los plutócratas se ha merecido el liderazgo de la izquierda.
Se puede concebir una cantinfleada mayor que llamar democracia al sistema en el que s turnan los partidos del 5% del censo electoral? Ahora todos los peones de la oligarquía en España, UE, USA, grupo de Lima coinciden al afirmar que llegó la hora final de la “dictadura” o “tiranía” de Maduro, por la única razón de que allí no gobiernan los partidos del 5% y el chavismo se está recuperando y ganando apoyos. En el resto del orbe donde los partidos del 5% se turnan en el poder al servicio de sus privilegios y en contra de los intereses de las mayorías la democracia está garantizada.
Me duele profundamente el triste espectáculo que está protagonizando la izquierda real es España por preferir la complicidad y alianza con la falsa izquierda y los medios de manipulación de la oligarquía al reconocimiento del socialismo bolivariano y cubano como estrategia necesaria para la superación del capitalismo. Por muy difícil que resulte sobrevivir y triunfar en el universo capitalista mediante la confrontación, peor sería en el hipotético escenario de que el chavismo y el castrismo fueran devorados por sus mortales enemigos.
En el universo construido por falsimedia la política se ha convertido en una farsa que es preciso desenmascarar y combatir construyendo un universo alternativo en que la oligarquía y sus peones tengan la representación que le corresponde al 5% del censo electoral y los derechos e intereses de las mayorías estén plenamente garantizados. No esperemos encontrar ni aceptemos nunca a la traidora socialdemocracia como aliada del pueblo.
De verdaderamente abominable habría que calificar el apoyo que la socialdemocracia viene prestando al imperialismo en sus guerras de rapiña que han convertido a sociedades enteras en patio trasero y sistemas fallidos mientras que niega a los habitantes del primer mundo derechos fundamentales y la posibilidad de emancipación del criminal capitalismo. Recuerdo con qué vehemencia Borrell negaba a catalanes y resto de comunidades históricas el derecho a la auto determinación en el derecho nacional y comparado, los mismos que apoyaron a los escuadrones de la muerte de la OTAN e independentistas en Yugoslavia. Su cinismo y crueldad debería arrojarlos con el resto de socialdemócratas al basurero de la Historia.
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