Omar Pérez Salomón
Desacreditar a Cuba es una constante en la política del gobierno norteamericano. Por eso no extraña un despacho de la agencia británica Reuters del 10 de diciembre pasado, que alude a un cable clasificado como confidencial, filtrado por Wikileaks, cuyo autor aparente fue Jonathan Farrar, jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana.
El documento relata supuestamente las opiniones de algunos consejeros económicos y comerciales recogidas “durante un desayuno ofrecido por un diplomático estadounidense, sobre los problemas económicos de Cuba, que obligó al gobierno cubano a recortar importaciones, suspender pagos a varios acreedores y a congelar cuentas de empresas extranjeras en la isla”.
Se menciona que “todos los diplomáticos concuerdan en que Cuba podría sobrevivir este año sin cambios sustanciales de política; pero la situación financiera podría volverse fatal dentro de dos o tres años y podría ser insolvente en 2011. El grupo se mostró pesimista sobre la posibilidad de una reforma económica ‘importante’ en la isla”.
Por supuesto, ni una palabra se dice de las pérdidas por las variaciones de precios en las exportaciones y las importaciones del país; las fuertes restricciones en las posibilidades de obtención de financiamiento externo; el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero que dura medio siglo y no se ha modificado con la administración Obama y las pérdidas de más de 20 mil millones de dólares ocasionadas por los huracanes y la sequía en los últimos 10 años. Más bien, pareciera que Farrar reportó el encuentro como una validación del “éxito” de la política de aislamiento de EE.UU. hacia la Isla que el mundo entero ha condenado, incluyendo los aliados norteamericanos. Sería algo así como: “aprieten que estamos ganando”.
En el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, que por estos días se discute con todo el pueblo de Cuba, se reconocen los problemas internos que afectan la eficiencia económica y se proyecta: “dinamizar el proceso de reordenamiento de la deuda externa con vencimientos en el corto, mediano y largo plazo, que afecta el funcionamiento de la economía nacional. Diseñar y aplicar estrategias de reordenamiento flexibles para el pago de la deuda y concluir en el plazo más breve posible estos procesos, de manera que permitan un desempeño creciente y sostenido de la economía que viabilice el acceso a nuevos financiamientos. Garantizar que los compromisos que se adquieran en el reordenamiento de las deudas se cumplan estrictamente”. Algo, que, como acaba de anunciar el presidente cubano Raúl Castro, comienza a cumplirse, a pesar de los augurios de Farrar, amplificados por Reuters y otros grandes medios.
Por favor, que desde Washington le devuelvan el dinero de su “desayuno” a Farrar. Cuba – colocándose por encima de las agresiones- se atreve a perfeccionar su sistema socialista y actualizar su modelo económico y no acepta presiones externas e injerencias en sus asuntos internos. Tratar de desacreditar su ejemplo y paradigma es lo único que le queda a sus enemigos. Porque la política de principios de la Revolución Cubana en estos 52 años, que incluye honrar sus compromisos, y la colaboración internacional que ofrece, prestigian al verde caimán en la arena internacional y eso es lo que realmente le preocupa a Jonathan Farrar y sus jefes.