La utopía moribunda. Por José Blanco

 

La globalización neoliberal entra en fase de derrumbe con una catástrofe social y ambiental, y en medio de la amenaza zombi de una hecatombe nuclear y de nuevos y fortalecidos signos de una severa nueva crisis financiera global peor que la iniciada en 2008.

Qué lejos aquel anuncio de Fukuyama (1992) sobre el fin de la historia, entendido como el fin de las guerras ideológicas y el triunfo definitivo de las democracias liberales, tiempo adonde llevaría al mundo la muerte del comunismo. Los nuevos liberales no ven, en esas democracias, la dominación de una organización social conducida por el mercado y el Estado policía. Los neoliberales avanzaron triunfantes enormes distancias, pero nunca pudieron llevar hasta sus últimas consecuencias su modelo depredador: quedó en utopía: la utopía de una minoría minúscula ultrarrica, ultrapoderosa, con un centro estratégico en el Club Bilderberg, y un centro imperial de mando en Wa­shington, complementado con centros de poder en la Unión Europea, al mando de Alemania, y con Japón bajo la batuta de Washington. La construcción del sistema mundo incluyó, además, la creación de gobiernos neoliberales subsidiarios en (casi) el resto del mundo.

La utopía quedó a medio camino; al sistema le surgieron potencias emergentes insumisas que buscan su propio poder: China, como segunda potencia económica del mundo; Rusia, como potencia militar, más otros países que navegan por necesidad entre dos aguas, como India, y otros que están más cerca de las órbitas de Rusia y China (los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái, por ejemplo). En tanto, el dólar, como medio de control del imperio, se debilita.

La crisis económica hacia la que, de suyo, camina el sistema mundo está siendo rudamente reforzada por los estacazos del centro imperial, con Trump al mando, intentando romper una globalización sobre la cual Washington ha perdido el mando en gran medida.

Washington no parece tener otra salida que intentar sumir a todos en una gran crisis –que parece estar midiendo paso a paso–, por cuanto Estados Unidos sería la economía más resistente a una conflagración económica y social sin precedente; de ese cataclismo volvería Estados Unidos a emerger como potencia preponderante. Que esta puede ser la hipótesis que orienta las decisiones de Washington, lo muestra la política respecto de la economía mundo que ha estado decidiendo Trump, haciendo a un lado la espesa urdimbre de las relaciones productivas a escala mundial.

Si tal es el caso, queda claro: nunca en su historia Estados Unidos ha tomado una decisión, con tal nivel de riesgo, desde la pérdida de su centralidad, y la fragilidad relativa de su presente. ¿Cómo responderán los grandes capitales estadunidenses y los de otros países industrialmente desarrollados, tan profundamente inmersos en la urdimbre productiva; de qué magnitud serán las rebeliones de masas frente a su propia miseria y frente a los resultados que recibirán de los gobiernos cuasi fascistas neoliberales que están constituyéndose por el mundo; de qué tamaño las migraciones multitudinarias que aterrorizan a esos gobiernos; cuál la respuesta de los países satélites a las nuevas posibilidades de vida que pudieran construirse en derredor de las nuevas potencias emergentes; cuál la respuesta y dimensión de los proyectos comunitarios que crecerán en el antiguo tercer mundo? El neoliberalismo, devastador de las mayorías del planeta, suscita esas ­preguntas.

El liberalismo nació, como se sabe, como lucha social y política contra la aristocracia medieval; el neoliberalismo lo hizo contra el estado de bienestar surgido en medio del desastre social y económico que dejó la Segunda Guerra Mundial; nació también del temor de los grandes capitalistas a la amenaza política que les representaba el comunismo de la Unión Soviética (URSS). Muerta la URSS, el neoliberalismo desmanteló el estado de bienestar y fue enormemente exitoso: aun los partidos socialdemócratas que fueron sostén de ese avance social, acabaron conversos al neoliberalismo, incluidos los de la tercera vía, con Tony Blair a la cabeza en Gran Bretaña.

Hoy las masas excluidas y explotadas del mundo tienen como horizonte de posibilidad recuperar, pero ahora bajo las condiciones globalizadas actuales, los derechos sociales del estado de bienestar; la migración es uno de esos derechos. Aún de mayor importancia resulta que las masas pongan su impronta profunda en la gran crisis política en curso entre las antiguas potencias –la pelea que tienen entre sí–, y la que en común mantienen con las potencias emergentes. Acaso pronto las masas seguirán un camino más corto para adquirir conciencia plena del mundo globalizado tal como es.

En un mismo haz de derechos debiera estar la educación, la salud, la defensa de la naturaleza y el encauzamiento de las tecnologías de hoy no en favor de la ampliación de las fortunas del 1%, sino del bienestar material de los excluidos. Las alianzas internacionales resultan ineludibles para ellos.

(Jornada)

 

This entry was posted in Historia, Latinoamérica and tagged , . Bookmark the permalink.

9 Responses to La utopía moribunda. Por José Blanco

  1. Pingback: La utopía moribunda. | argencuba

  2. orlando says:

    El capitalismo en su fase de declive -que no es derrumbe y aún no es fracaso- está reestructurando, recomponiendo y reconfigurando las futuras normas económicas, comerciales y financieras del capitalismo neoliberal globalizado a la entrada de la IV revolución industrial. No existen indicios que vaya a desmoronarse los pliares del neoliberalismo: reducción del Estado, privatización y dominio del mercado. ¿Quién puede afirmarlo?

    No es primera vez que realiza ese reacomodo (adaptación) de forma violenta o sutil, según las circunstancias históricas concretas. Trump ha recogido la herencia de la crisis del 2008, y está abocado a un estallido mundial de iguales o peores consencuencias. Ni lo que está haciendo resuleve los problemas internos de la economía norteameriacana -a pesar de los crecimientos trimestrales-, del desempleo crónico y la fuga del capital transnacional que al final volverá hacia los países donde pagan menos impuestos y la mano de obra -explotada y oprimida, enajenada y excluida- es más barata.

    Las potencias emergentes le han abierto los ojos. Y el posible despetar del actor sociopolítico global también. Una bomba de tiempo.

    Pero el sistema, el modo de producción capitalista no se cae sólo.

    Hay que derribarlo.

    Y ahí entran los factores subjetivos del cambio revolucionario. Actores sociales y políticos que hoy son más diversos y que necesitan articularse y cohesionarse de manera definitiva. Si no lo hacen, pues no se logrará la victoria, ni siquiera la parcial.

    Las potencias emergentes son capitalistas -salvo China con sus características- y no debe esperarse mucho ni del Grupo de los 20, porque andan por esos rumbos no prioritarios para los pueblos y los más empobrecidos de los pueblos. Aunque deben tejerse ciertas conexiones con ese capitalismo menos expansivo por ahora. Y lograr algunas alianzas tácticas con los BRICS y el G-20. Pero no podemos esperar mucho de ellos.

    La lucha continua y está en nuestras manos demostrarle que los pueblos, únicamente los pueblos, cuando de lucha se trata, es quien puede darle el puntillazo final al capitalismo.

     
  3. Antonio Gonzalez says:

    Ante el panorama actual la falta de calidad humana del proyecto resulta super evidente con su rechazo a la aspiración para un mayor desarrollo del pueblo de la exitosa China y la increíble indiferencia por el destino de los menos afortunados esta vez representados por la caravana de emigrantes que despavoridos huyen de los resultados del Plan de Paz de Centroamérica con el que fueron engañados en su momento por los que dirigen al mundo.
    Segun esto hasta las aspiraciones en el sur serian limitadas como maquilas y eso motiva las migraciones hacia los paises mas desarrollados y por eso que todo el mundo trata de robar y huir con el dinero hacia el norte donde el dinero no tiene olor.

     
  4. manuel1935 says:

    Reblogueó esto en manuel pena.

     
  5. De acuerdo. Sólido análisis. Solo discreparía en el uso de la definición de “masa”. El uso de la definición de “masa” o “masas” en mi opinión es una concesión que el pensamiento de izquierda, inspirado en el marxismo, le sigue haciendo a la cosmovisión burguesa totalizadora y hegemónica en la cual el individuo, incluso el grupo, no cuenta. Ni todos los desposeíodos tienen conciencia de su precariedad, ni todos aspiran a las mismas posesiones o dignidades, de modo que encerrar a todos los excluidos o la mayoría en una definición de masa, lejos de fomentar la necesaria acción en bloque, la debilita, puesto que peca de diluir la diversidad cultural en pos de una supuesta posición clasista . Si cabe la imagen, lo primero sería sustituir el concepto de masa por uno cercano a la imagen de un ejambre. No obstante detalle, excelente análisis.

     
  6. Sin-permiso says:

    Si tiene que ver con el capitalismo, ni siquiera sería correcto hablar de utopía, ya que su proyecto es siempre una quimera. En un mundo finito, es imposible acumular la riqueza de forma infinita, ni siquiera apropiándote de todos los recursos y haciendo escupir sangre a tus semejantes. De ahí que la crisis sea consustancial para garantizar el eterno retorno de lo mismo. Por encontrarnos ahora en la cresta de la ola, podría decirse que estamos al borde del precipicio de una nueva crisis y ya sabemos cómo el capitalismo lo resuelve para promover una nueva partida.

    Estados Unidos apostó fuerte por un mundo global en la II Guerra Mundial, consciente de que era el mayor mercado de producción y consumo del mundo desarrollado. Si puso como condición la descolonización de todos los imperios fuera para posibilitar que sus poderosas corporaciones tuvieran abiertos todos los mercados mundiales, convirtiéndose así en la gran metrópoli mundial. Si ayudó a Europa y Japón a reconstruirse con sus poderosos excedentes y apoyó la descolonización de los imperios fue con el objetivo de garantizar el acceso de la superpotencia a todos los mercados.

    Así fue hasta que en los años 70 la estrategia cambió de ser los grandes proveedores de excedentes a ser los grandes acaparadores de excedentes del resto del mundo gracias a que el dólar se convirtió en la moneda refugio por excelencia y abandonó el patrón oro y a la fuerte dependencia del mercado norteamericano en sectores como el armamentístico, el sanitario y el biotecnológico. La subida del precio del petróleo también le favoreció por ser el dólar la divisa utilizada. Esto debió ser lo que provocó que la economía más competitiva pasara a dejar de serlo como mercado de producción. Una sociedad que gasta el 60% del presupuesto federal en el sector bélico y el 18% del PIB en el sector sanitario no puede tener una economía competitiva, de ahí que gran parte de las corporaciones optaran por la deslocalización. Ahora Trump, como representante de la economía canalla de Estados Unidos pretende hacer uso de los aranceles que no le gusta que otros países pongan a sus productos de exportación para que el mercado no competitivo de USA no sufra más hemorragias o incluso se recupere y esto significa la guerra, primero económica y después militar.

    También lo podemos ver desde otra perspectiva: la economía del bienestar posibilitó el desarrollo de la producción en masa y una cierta paz social gracias a las políticas inclusivas. Proporcionando poder adquisitivo a la clase trabajadora, la fabricación en serie de toda clase de artículos posibilitó un crecimiento espectacular de la economía y, por tanto, de la acumulación de riqueza. Pero todo en el capitalismo es siempre efímero, sobre todo las buenas ideas. Subir los impuestos a los ricos, nacionalizar sectores estratégicos, garantizar salarios dignos y pensiones a la clase trabajadora, dedicar una parte importante de la economía a políticas sociales llegó a ser muy positivo en el desarrollo del capitalismo pero le acercó peligrosamente a su modelo enemigo: el socialismo, sobre todo en los países nórdicos de Europa y en procesos de emancipación como el Chile de Salvador Allende. Con políticos como Olof Palme y Allende en el poder el socialismo y el capitalismo compartían muchas cosas, por lo que el modelo de la sociedad del bienestar representaba una seria amenaza para este. Por otra parte, hay que garantizar una tasa de acumulación creciente y en los años 70 y 80 se puso de manifiesto de que era posible incrementar en mayor medida la rentabilidad atacando el modelo de la sociedad del bienestar con el desorden y sistema caótico neoliberal que profundizando en aquel.

    Ahora el capitalismo se ha declarado la guerra a sí mismo y se está devorando del mismo modo que Saturno devoraba a sus hijos, buscando soluciones mágicas en la caja de Pandora, que van a ser desastrosas para la mayoría, aunque a una minoría le permita seguir acumulando riqueza hasta el colapso final y el lógico descaste previo a una nueva partida. Lo especialmente triste de este momento histórico es que las consecuencias van a ser más graves todavía, como estamos viendo en las catástrofes ambientales, guerras imperiales, saqueo de recursos y macroestafas (como los derivados financieros y las burbujas) y como cabe pensar que será si se utiliza el armamento nuclear. Yo creo que hay poderosas razones para gritar “¡basta ya!” pero no sólo para poner fin a esta partida infernal sino para exigir poner fin al capitalismo, a esa quimera que la humanidad lleva ya siglos viviendo como tragedia en un permanente retorno de lo mismo. Es preciso poner en práctica las esencias del socialismo (que tiene muchas cosas en común con la sociedad del bienestar alcanzada en algunos momentos históricos, pero a condición de controlar una variable esencial, a la que todavía no se ha tomado en serio (por ser un aliado esencial del modelo de acumulación capitalista hasta el infinito) y que es responsable en gran medida del estado caótico en que vive el mundo: la demográfica. Del mismo modo que es preciso planificar la economía para que el aprovechamiento de los recursos sea eficiente y sostenible, también lo es planificar y ajustar los nacimientos, que deben producirse con todas las garantías para el nasciturus.

     
  7. Antonio Gonzalez says:

    Y el lema “ todo lo que de dinero debe ser privado y lo que arroje heridas publico “ es una realidad, así la escuelas publicas deben ser las mas malas para realzar la calidad de las privadas a la que a veces paga el propio estado, el correo debe trabajar mal y mas caro para beneficio de las empresas privadas del sector, los seguros estatales debe ser mas caro y deficientes para el buen negocio del seguro privado. Y así todo, sobre la base de que la propiedad social debe ayudar a los negocios.
    Al paso del tiempo los servicios públicos son pura basura porque los empleados se dan cuenta de cual es el juego y permanecen en el trabajo solo por el doble retiro.

     
  8. yohanka says:

    esas son las utopias conservadoras perseguidoras de todas las utopias de las liberadoras, son las que se creen univocas y las que idean un mundo que no puede ser superado

     

Responder a orlando Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>