Fernando Navarro
Los europarlamentarios, que se presentan como el nexo de unión entre la sociedad civil y los poderosos de Europa, apenas se han arriesgado a emitir opiniones personales pero en sus blogs aparecen cosas interesantes.
“No me voy a posicionar a favor o en contra” de la cultura de la filtración masiva impulsada por los investigadores de Wikileaks. La eurodiputada popular Pilar del Castillo, ponente del informe parlamentario sobre la Agenda Digital europea, retrató con estas palabras a toda su profesión durante un encuentro con periodistas, blogueros y twiteros organizado en Córdoba por el propio Europarlamento el 11 de diciembre. ¿Pensábamos que el cometido primario de todo representante electo es adoptar una postura y defenderla? Pues bien, apenas una docena de ellos se ha atrevido a asumir un discurso en público sobre las filtraciones de Wikileaks.
El socialista francés Vincent Peillon no parte peras: “Las filtraciones son un hecho deplorable que no aporta nada a la diplomacia y que nos encamina hacia una sociedad totalitaria”. Para este ex portavoz de la campaña presidencial de Ségolène Royal en 2007, si seguimos vigilando a todo el mundo y “colocando cámaras por todas partes”, vamos derechos hacia un mundo “orwelliano”, refiriéndose a la novela 1984 del escritor norteamericano de ciencia-ficción Georges Orwell, creador del concepto literario del Gran Hermano. “Por la vía del todo vale, nos estamos construyendo la prisión ideal.”
En cambio, Pino Arlachi, italiano del centroizquierda (PD), se alegra del “servicio a la verdad y la transparencia” que presta Wikileaks frente a una “diplomacia secreta verdadero peligro contra la paz mundial”. A su entender, “a partir de ahora, las relaciones entre Estados podrían ser más civilizadas y democráticas”. Curiosamente, Arlachi ve en los Estados Unidos -no en el periodismo de investigación- a una reproducción del Gran Hermano. “Son quienes espían a la ONU, requieren los datos biométricos de los turistas, los datos bancarios de los europeos, y todo lo que les sea útil para presionar o amenazar a quien se oponga a las líneas que traza” para el mundo.
Por su parte, los comunistas Willy Meyer (español) y Rui Tavares (Portugal), valoran la aportación a la transparencia democrática de la que presume occidente. Para el primero, esto hechos demuestran de manera fehaciente “el poco valor que tiene para Estados Unidos la democracia, la justicia y el derecho internacional”. Para el eurodiputado luso, el asunto de los cables ha resultado un “gran servicio a la democracia” y advierte de las tentativas de los gobiernos a desvalorar la acción informativa como ya hicieran con los papeles de Afganistán. “Entonces y ahora se decía que eran informaciones que ya se sabían y que hay secretos importantes que es menester guardar, pero si ya se sabía todo, ¿qué secreto hay que guardar?”
No obstante, Tavares también señala la hipocresía de la prensa obsesionada con los Estados Unidos y poco crítica con otros gobiernos: “No he visto a ningún periodista escandalizarse por ver al rey de Arabia Saudí llamara ‘cabeza de la serpiente’ a Irán. Tampoco veo a nadie investigar las declaraciones del Príncipe Andrés de Inglaterra justificando la corrupción en Kazajistán”.
Como es tradición, el conservador británico Daniel Hannan prefiere dar muestra de pragmatismo: “Aunque entiendo la irritación de las víctimas de las filtraciones, su cabreo no les llevará a ninguna parte. Las comunicaciones electrónicas no serán seguras nunca más y habrá que acomodarse a la realidad”. Y es que para este Tory enamorado de Europa, este caso le recuerda a cuando los eurodiputados montaron en cólera al saber que los medios de comunicación publicaría sus ingresos, mientras luego “se dieron cuenta de que deberían haber hecho públicos esos datos ellos mismos antes de que otros” vinieran a husmear en sus cajones. “Hay un par de temas en los que se justifica el secretismo, pero la mayoría de los cables entran en la categoría de vulgares obviedades”. Par Hannan, el interés que despiertan estos cables es “sólo porque pone Confidencial en la carpeta”.
“En efecto, los documentos de Wikileaks sólo ratifican lo que ya sabíamos, pero ponen de manifiesto cómo hemos de cambiar radicalmente nuestra manera de funcionar” en política, reflexiona el eco-socialista Raül Romeva. Amante de la literatura de ficción, este catalán señala que la “realidad a menudo supera la ficción, y en este caso algunos se han empeñado en hacernos creer que todo era ficción”. Sin duda, ha calado el mensaje de Wikileaks de que a partir de ahora todos estamos expuestos. Retomando el famoso adagio mafioso, Romeva insiste: “Se acabó la cultura política del ‘no he hecho nada, no he visto nada y no sé nada’. Estas filtraciones son importantes porque, a partir de ahora, mentir, engañar o manipular la información ya no gozará de la impunidad del secretismo”, concluye soliviantado tras conocer la postura real del gobierno español en relación con los vuelos de la CIA.
“Todo esto no me choca. Es más, me divierte. Va con los tiempos que corren. Los gobiernos pueden controlarnos y de pronto se percatan de que nosotros a ellos también.” El francés Jean-Luc Mélenchon se muestra siempre muy ácido y nada reverente con respecto de las autoridades. En contraste con su compatriota Vincent Peillon, no cree que nos estemos dirigiendo hacia una sociedad totalitaria por culpa de las filtraciones: “Totalitarismo sería indagar y vigilar la vida privada de los políticos, pero desnudar en la plaza pública a personas que te mienten es lo más sano del mundo”.
A Pilar del Castillo, con cuyo prurito de neutralidad también se coloca en la piel de quienes temen las consecuencias de una sociedad vigilada por los Wikileaks de turno: “A mí me preocuparía por ejemplo que se publicasen los historiales médicos de los pacientes de un hospital porque alguien de dentro los ha enviado” a Wikileaks. “Hay que tener mucho cuidado”, concluye retomando la célebre advertencia de Bertold Brecht, “como no han venido a por mí, no protesto, ¿pero quién quedará para protestar cuando vengan a por mí?”. De momento, han ido a por Wikileaks y no han protestado muchos políticos comprometidos con la libertad de expresión y la democracia. (Tomado de Periodismo Humano)