El aguafiestas de Tréveris vuelve a hacer de las suyas: no le hagan ese “demasiado honor y demasiado escarnio”. Por Carlos Luque Zayas Bazán

 

¨De tal modo, eventos sorprendentemente similares, ocurriendo, sin embargo, en diferentes situaciones históricas, llevaron a resultados completamente diferentes.¨

Carlos Marx.

¨Demasiado honor¨ a la vez que ¨demasiado escarnio¨ – (algunas traducciones del alemán vierten ¨demasiada humillación¨) son palabras de Marx respondiendo, allá por los meses finales de 1877, a una temprana interpretación, forzada e incorrecta, de sus aportes que, para sorpresa nuestra, todavía encontramos por allí, nada menos que en académicos, unos para condenar al socialismo y otros hasta para justificar ¨filosóficamente¨ con Marx, que Cuba debe transitar por el capitalismo si alguna vez alberga la esperanza de continuar su proyecto.

En el debate económico en curso existe una corriente auto afiliada a la concepción socialdemócrata, e incluso otros que no adhieren al comunismo, que coinciden con la política cubana expuesta en los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución acerca de la necesidad de diversificar las formas de propiedad y gestión de la economía en Cuba, y, a la vez, garantizar la estrategia socialista del proyecto cubano. Pero se nota en esa coincidencia la impulsión de acudir a las analogías, a mirar demasiado estrechamente hacia otras experiencias y trasladarla a situaciones forzosamente diferentes. La analogía, sin embargo, debe detenerse en el límite impuesto por el riesgo de extrapolar la evaluación de unas circunstancias específicas e intransferibles, a otras. En este caso la mirada se vuelve con insistencia hacia los derroteros de la China y de Vietnam, pues se tratan de proyectos que, al no abandonar su voluntad socialista, plantean el problema teórico – (y al respecto, las prácticas necesarias) – en la época del dominio absoluto del capitalismo, de intentar resolver para el bien del proyecto, las tensiones conflictivas que se producen entre el interés individual, al que indudablemente hace efectiva sinergia la propiedad y la gestión privadas, en relación con los objetivos y aspiraciones del proyecto socialista y comunista. Esos pensadores comprenden bien el conflicto. Advierten y subrayan que, incluso aunque la empresa privada hipotéticamente maximice su responsabilidad social y sea capaz de trascender en diverso grado los intereses particulares, sectoriales o grupales, su signo definidor es el logro de la rentabilidad y la acumulación. Con la esperanza de minimizar y controlar las consecuencias de ese conflicto, que no se ha logrado en ninguna experiencia real, principalmente los especialistas en economía proponen un amplio surtido de recetas salvadoras: controles fiscales, coinversión y cogestión entre el estado y el sector privado, regulación estatal, etc. Sin embargo los hechos tozudos demuestran que ninguno de esos mecanismos ha podido resolver los terribles problemas, – por sólo mirar al Sur, de nuestro continente. En otros lares, Vietnam, por ejemplo, pese a su elogiado desarrollo económico, muestra en algunos aspectos, indicadores que ceden a otros importantes indicadores cubanos. No se trata, pues, sólo de crecimiento económico.

La impulsión cognitiva de acudir a las analogías conlleva a mirar hacia otras experiencias y trasladarla a situaciones forzosamente diferentes. La analogía, sin embargo, debe detenerse en el límite impuesto por el riesgo de extrapolar la evaluación de unas circunstancias específicas, e intransferibles, a otras.

En este caso la mirada se vuelve con insistencia hacia los derroteros de la China y de Vietnam, pues se tratan de proyectos que, por no abandonar su voluntad socialista, provoca que los estudiosos traten de definir desde la teoría – (y al respecto proponer prácticas) – cómo dar respuesta, en la época del dominio absoluto del capitalismo, a las tensiones conflictivas que se producen entre el interés individual, al que indudablemente hace efectiva sinergia la propiedad y la gestión privadas, en relación con los objetivos y aspiraciones del proyecto socialista y comunista.

Esos pensadores comprenden bien el conflicto. Advierten y subrayan que, incluso aunque la empresa privada hipotéticamente maximice su responsabilidad social y sea capaz de trascender en diverso grado los intereses particulares, su signo definidor es el logro de la rentabilidad y la acumulación.

Con la esperanza de minimizar y controlar las consecuencias de ese conflicto, que no se ha controlado en ninguna experiencia real, los especialistas proponen un amplio surtido de recetas salvadoras: controles fiscales, coinversión y cogestión entre el estado y el sector privado, regulación estatal, etc. Sin embargo los hechos tozudos demuestran que ninguno de esos mecanismos ha podido resolver los terribles problemas, – por sólo mirar al Sur, de nuestro continente. En otros lares, Vietnam, por ejemplo, pese a su elogiado desarrollo económico, muestra en algunos aspectos, indicadores que ceden a otros importantes indicadores cubanos.

Ahora mismo Argentina se aboca a otra profunda crisis, apenas retornó el frenético recorte macrista de prestaciones sociales y las privatizaciones del neoliberalismo, y ello, sólo al muy poco tiempo de que se comenzó a minar los modestos avances del intento anterior por lograr un ¨capitalismo nacional¨, de un rostro más humano, menos salvaje. Y su gobierno acude, nada menos que a quien ayudará a profundizar la crisis, pidiendo desesperadamente los empréstitos y las ¨ayudas¨ del FMI. (No ha mucho, alguien aconsejaba a Cuba, urdido con sesudas razones, entrar en ese organismo.)

Pero lo que interesa destacar en las notas que siguen, es una arista del tema que no podía dejar de abordar una corriente del pensamiento económico e intelectual que desea curarse en salud y librarse del reproche de limitar su análisis a las angostas fronteras de su disciplina. Ahora también insisten en fundamentar filosóficamente sus posturas, aduciendo que el proyecto socialista cubano, – que, por cierto, parece el único con el cual no se reconcilia económica ni culturalmente el Capital, – es, ya, inviable, imposible de llevar adelante. Por ello, además de recetas y procedimientos económicos que de todas maneras necesitan de una comprobación fáctica aun indemostrada sobre todo al sur del Río Bravo, acuden a argumentos más ¨profundos¨, y si es posible, notemos, de alguna envergadura ¨filosófica¨.

Dos ejemplos recientes respecto a los cuales no nos interesan por el momento sus autores, sino las ideas. Así, ya aventurándose en el terreno filosófico, se ha decretado, sin apelación y terminantemente, que Cuba ¨…en ningún caso (…) clasificaría en la situación que el pensamiento marxista clásico definía como condiciones para el socialismo (sociedades desarrolladas y sistema internacional)¨. Es decir, paladinamente dicho con un pretendido argumento “marxista”: ya Cuba no puede seguir su ruta hacia el socialismo porque al fin y al cabo el marxismo clásico postuló que sólo desde el pivote de un “desarrollo” económico previo (“sociedades desarrolladas”), se podría tratar de construir el socialismo. Pero se debe advertir que la corriente que decreta esa fatal imposibilidad, manifiesta, también, que sus tesis están dirigidas a conservar la condición socialista del sistema. Surge una pregunta: ¿Cómo preservar lo que ya se considera imposible, incluso, de lograr? Aquí se viola, alegremente, uno de los principios lógicos del viejo Parménides, el de no contradicción (nada puede ser y no ser al mismo tiempo).

Cuando ya cerraba estas notas, leo lo siguiente en las redes. Un comentarista (otro académico), después de una fatalista relación de condiciones objetivas que deben conducirnos al realismo de aceptar que la gestión privada es mucho más eficiente en todo, sin ninguna otra consideración al respecto, indica lo que le resulta más relevante, y volvemos a darnos de bruces con un ¨marxismo¨ que no se puede saber si nace de la ignorancia o de la conveniencia, aunque parece mucho más debido a lo primero. Debemos advertir que no se trata de un diletante de las redes, sino de un académico de varios títulos y periplos universitarios, tanto como el autor de la idea anterior. Respeto la ortografía del original y el estilo algo desgarbado del académico, quizás porque se trata de un comentario escrito con la premura de exponer su tesis. Y el subrayado en negrita es del autor de estas notas, para destacar la idea que coincide con la que más arriba comentamos. Leamos su tesis:

¨Pero ese llamado al realismo no es lo mas relevante sino otra idea fundamental en Marx que la fundamenta en toda su obra (no soy marxista pues no estoy convencido en la idea de la desaparicion de las clases y el estado, entre otras objeciones, que exprese en Cuba, antes de viajar al exterior, pero creo que es uno de los mas grandes pensadores universales que tiene su lugar en la biblioteca de cada persona culta) es la referida al agotamiento del capitalismo como pre-condicion para el comunismo. Notese que Marx no predica la llegada de una nueva formacion economico social en el fracaso de la anterior sino en el agotamiento de las posibilidades de desarrollo de las fuerzas productivas dentro de ese orden social. Es dentro del anterior orden social donde se agotan los marcos para la expansion de las fuerzas productivas, y donde se desarrollan las condiciones materiales para la maduracion de nuevas relaciones sociales de produccion.¨

El autor del párrafo anterior parece que estudia a Marx, según confiesa que es la fuente de la cita en inglés en que apoya su argumento anterior, en el New York Time. Es conveniente estudiar a Marx en sus fuentes originales y luego contrastar los resultados de las investigaciones de los varios autores que tiene a mano en los años recientes, por ejemplo, Néstor Kohan, o el muy importante Francisco Fernández Buey, o si no se tiene tiempo de sobra, al menos leer EL MARXISMO SIN ISMOS DE FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY, un Copyleft 2013, disponible en formato digital en las redes. Hay múltiples vías hoy para no cometer anacronismos en el estudio de Marx. O simplemente se puede comenzar leyendo dos textos de Marx que citaré al final.

Pero dejemos a un lado la curiosa incoherencia de ambos casos, quizás un desliz del subconsciente que explica la contradicción en que incurren sus autores cuando uno afirma que desea garantizar la continuación del socialismo cubano a la vez que decreta su imposibilidad; y en el segundo caso otra contradicción entre quien dice no ser comunista porque no apoya un criterio teórico marxista que no comparte, para a continuación utilizar otro presunto criterio marxista en que apoyar su tesis.

De todas maneras lo importante es advertir que estamos en presencia de un anacronismo argumental que se comete, o interesadamente, o por desinformación. Se tratan ambos de académicos que, o se han formado con una ruidosa laguna en sus conocimientos del marxismo, o por esas mismas lagunas se explica el uso de una tesis ya superada por la exégesis de Marx ampliamente desarrollada en nuestros días: uno es un economicista de ribetes neoliberales, y el otro, digamos, que es un intelectual confeso socialdemócrata. Ambos en el lugar de Marx, nos actualizan a Engels, y en el lugar de Lenin, a Plejanov (*). Pero vamos a indicarlo, sucintamente, con la esperanza de que nuestros lectores no se dejen embaucar y acudan a los textos que vamos a sugerir.

Pues hace ya algún tiempo, ríos de tinta y bits informáticos por medio, que se ha refutado en toda la línea aquella deformación manualezca del marxismo que aherrojaba el decursar histórico a transitar por rígidas etapas, peldaño a peldaño, de una formación económico social a otra, y que postulaba, así, un determinismo histórico fatalista que exigía pasar por una previa etapa de desarrollo capitalista como umbral y condición inevitable para un tránsito hacia el socialismo.

El llamado marxismo clásico, si nos atenemos al marxiano, no al que deformó posteriormente los aportes del aguafiestas de Tréveris, dejó bien atrás ese encorsetamiento y acartonamiento de la historia. Plejanov, a quien Lenin respetaba porque había sido quien le abrió la puerta a muchos temas filosóficos pero dejó muy atrás desde 1914, y el último Engels, pese a toda su enorme significación en otros muchos temas, insistieron en esa interpretación del necesario agotamiento de una etapa como condición de la existencia posible de la otra. Pero Marx no.

Fue una interpretación deformante de su teoría que ya Marx refutó desde los primeros vagidos de su aparición. Lo que luego daría lugar al anquilosamiento dogmático del llamado ¨etapismo¨ lo refutó Marx en toda la línea y como siempre hizo desde el criterio del estudio de los datos reales que tenía a mano.

Estudió el idioma ruso para informarse de primera mano acerca de la comuna campesina del país de los zares, y, además, acopió, estudió e incorporó a su obra cumbre, el resultado del análisis de una enorme información de realidades socio-económicas que no pertenecían a la Europa Occidental. De esa manera pudo poner en su lugar esas interpretaciones que, según aclara refutándola, estarían destinadas, como después sucedió, a:

¨…convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental, en una teoría filosófico—histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ella concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.)¨ (Subrayado nuestro.)

(Para estudiar en toda su amplitud qué implicaciones tiene esa afirmación de Marx, de finales de 1977, es útil, entre otros autores igualmente esclarecedores, acudir al estudio detallado que de este tema hace Néstor Kohan en Marx en su (tercer) mundo, en especial el capítulo homónimo. Además, la edición cubana contiene varios anexos, uno de ellos titulado La ruptura con el eurocentrismo. Carta a la redacción de Anales de la Patria., del cual se toma la cita anterior.)

La otra fuente que evidencia sin duda alguna esa aclaración marxiana, – luego interesadamente desconocida por el “marxismo clásico”-, es la célebre respuesta (de 1881, a pocos años de su muerte) a una pregunta de la rusa Vera Zasulich con respecto al debate de los revolucionarios rusos sobre el destino de la comunidad rural de aquel país. Con tanto ahínco esclarecedor le interesaba zanjar la cuestión a Marx, que el borrador de su carta ocupa, si mal no recuerdo, como 30 cuartillas, pese a que ya su enfermedad le impedía trabajar con la intensidad que le era proverbial. Al final la resumió en una sola cuartilla.

Pero no es el caso exponer aquí lo que debe estudiarse directamente para no sucumbir a los cantos de sirena ni ser víctima de la ignorancia. Baste decir que Marx, en palabras de Néstor Kohan, abordó ¨la multiplicidad plurilineal de vías alternativas (no necesariamente sucesivas) para el desarrollo histórico.¨ Lo otro es la hojarasca que todavía se trae a cuento para pontificar la muerte del socialismo, actualizando una pátina deformante de la que ya se ha librado al marxismo de Marx, un corsé de su pensamiento que se comenzó a fraguar incluso durante su propia vida, y que le llevó a decir, entre bromas y veras, “Si esto es marxismo, yo no soy marxista”, si esa sería la interpretación de sus aportes. Tenemos que negarnos a seguir un viaje a la semilla infértil, en círculo hacia esa otra fatalidad de nuevo cuño, que apunta a sembrar la idea de la imposibilidad del socialismo, basándose, entre otros argumentos también muy discutibles, en una deformación ya más que superada, del marxismo de Marx.

El socialismo existirá sólo como un proceso de la lucha que sea capaz de imponerse al fatalismo y la renuncia. No habrá condiciones objetivas fatales y previas que el hombre no pueda proponerse modificar: es el mensaje que recogemos de ese Marx que nos continúa hablando, renacido, en su Bicentenario(**).

(*) “…hasta el final de sus días Plejanov se (aferró) religiosamente —como también lo hiciera Kautsky— a un determinismo histórico lindante con el fatalismo, del cual dedujo la imposibilidad de forzar, negar o violar “las férreas leyes de la historia”. En Marx en su (Tercer) mundo. Néstor Kohan. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003.

(**) Immanuel Wallerstein: “Hay una vieja historia acerca de Marx: se le arroja por la puerta principal y vuelve a colarse por la ventana trasera. Eso es lo que ha sucedido una vez más. Marx es relevante porque tenemos que lidiar con cuestiones sobre las que todavía tiene mucho que decir y porque lo que dijo es diferente de lo que la mayoría de otros autores han argumentado sobre el capitalismo.

Muchos columnistas y académicos, no solo yo, encuentran a Marx extremadamente útil y hoy atraviesa por una nueva fase de popularidad, a pesar de lo que se predijo en 1989.”

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12 Responses to El aguafiestas de Tréveris vuelve a hacer de las suyas: no le hagan ese “demasiado honor y demasiado escarnio”. Por Carlos Luque Zayas Bazán

  1. Liborio Guaso says:

    Se va terminando la era de los cuentos, ante la llegada de la inteligencia artificial la humanidad deberá resolver el asunto de su futuro o se sufrirá un exterminio masivo, algo así como cuando llego el fin de su era para los dinosaurios. Y la urgencia que se nota en subir mas y mas en la escala económico social indica muy claro que los pillos de siempre se preparan para liquidar sus victimas históricas y esta vez seria para siempre. Solo hay que mirar alrededor para asustarse.
    Recuerdan a John Lennon y su canción Imagine en la cual creía muy fácil dejar los dioses y tambien las nacionalidades pero sin embargo veia mas difícil que se aceptara compartir el mundo entre los seres humanos, pues esta llegando la hora de la verdad.

     
  2. manuel1935 says:

    Reblogueó esto en manuel pena.

     
  3. vencuba says:

    Reblogueó esto en VenCuba.

     
  4. Jose Miguel Hernandez says:

    ¡Excelente artículo! y muy útil en estos tiempos. Mientras pretendemos construir y desarrollar nuestros propios basamentos teóricos, otros tratan de fundamentar preceptos y recetas que para nosotros son bien conocidas, especialmente en sus consecuencias. Saludos

    *José Miguel Hernández Mederos*

     
  5. Livio Delgado says:

    No creo es necesario recordar que mientras los académicos se desgasten y gasten ríos de tinta en explicarse detalles de la teoría del socialismo y el debate económico que siempre este trae aparejado, lo que hace para esa inmensa mayoría de mortales que acompañan el experimento, es primero que todo que funcione, que demuestre podría ser realmente “próspero y sostenible“ para una fecha definida en periodo finito y humanamente aceptable. Algo así de simple como que lograr que el pan de todos en el socialismo real del peso cubano sea comestible, cuestión jamás lograda y mira que Pánfilo cada semana se los recuerda. Así que dada la prolongada prueba que se ha venido realizando en Cuba por casi 60 años y la sociedad que se ha llegado, no me sorprende para nada que otros pensadores y académicos nativos intenten también poner a prueba en su pais, esa otra teoría social socialista que se llama socialdemocracia y que hoy rige la vida de la inmensa mayoría de los países del mundo.
    Es que “Las oportunidades se miden por los intentos y pero la vida solo te da uno” entonces porque seguir machacándonos con intentar y probar, si años nos ha costado demostrar que a secas el socialismo económicamente no funciona, los que mejores resultados han logrado a pesar de haberlos llamado revisionistas y traidores, son Vietnam con el “socialismo de mercado” y los chinos con eso que llaman “economía de mercado socialista”, entonces al menos aceptemos que en ese “Socialismo Tropical” se necesita que en alguna medida el mercado haga su función y así ofrecerles una vida más prospera y sostenible a quienes los soportan.

     
  6. Simpermiso says:

    Quizás el verdadero comunismo sólo esté al alcance de las especies que viven en comunidades con escasa variabilidad genética, tal y como lo plantearon sociobiólogos de la talla de E. O. Wilson y Richard Dawkins, para quien los genes son la unidad evolutiva y no los individuos. En una colmena prevalece el altruismo gracias a que los diferentes protagonistas (reinas, obreras y zánganos) comparten los mismos genes. La esterilidad aquí de las obreras deja de ser un estigma ya que, aunque no tenga descendencia, la perdurabilidad de sus genes está garantizada en el éxito reproductivo de la reina, con la que comparten una misma dotación genética. Algo parecido habría que decir en el mundo de los lobos o de los suricatos, en que sólo la hembra alfa puede reproducirse, por lo que todos los descendientes comparten genes, de ahí que trabajar para la comunidad es una forma de trabajar para sí mismo, aunque no participes en la reproducción ni ejerzas el liderazgo. Esto hace que el individuo como tal pierda protagonismo y que se puedan evitar los conflictos sociales asociados al egoísmo, como la reproducción y la pugna por el liderazgo y el oportunismo en beneficio propio. También entre los chimpancés existe una estrecha relación de parentesco entre los machos, mientras que las hembras practican la exogamia, y no debemos descartar que nuestro éxito evolutivo como especie, en que la cooperación fue especialmente relevante (no puedo imaginarme a un homínido prehistórico concentrado en la fabricación de una herramienta sin uno o varios compareños de grupo vigilando y respetando todos el producto de su trabajo, ya que se hubiera convertido en una presa fácil para un depredador y el producto de su trabajo para un miembro del grupo más fuerte). Ese estrecho parentesco fue el motor de arranque de la extraordinaria cooperación de nuestra especie en la prehistoria, sin la cual, nuestro especial desarrollo mental, centrado en actividades que necesitaban una elevada concentración en planos mentales de la memoria y en su ejecución conductual (que requerían una amplia desconexión de las funciones de vigilancia del ambiente) jamás hubieran producido tan complejo procesamiento secuencial.

    Sin embargo, hoy vivimos en sociedades abiertas y complejas, donde el parentesco tiene escasa relevancia, lo que nos aleja extraordinariamente de las condiciones evolutivas del comunismo primitivo de la prehistoria y de los tiempos actuales, en que pequeños grupos pueden seguir fundamentando la cooperación y el altruismo en el parentesco de forma relevante, a lo que habría que sumar un parentesco cultural que los hace iguales y partícipes de las mismas experiencias y bienes comunales. Por circunstancias históricas, los actuales habitantes de Cuba son el resultado de la emigración de muchos territorios distantes de la isla, sin ningún parentesco, integrados muchos de ellos en sociedades abiertas y complejas donde las migraciones son valoradas muchas veces críticamente y con una herencia cultural (sobre todo la española) que dio elevado protagonismo al individualismo y al derecho de propiedad (erga omnes).

    En Cuba parece que no se dan las condiciones para un comunismo primitivo, para el comunismo pleno, como en ninguna parte del mundo salvo en los pequeños grupos humanos que viven en espacios marginales, como los desiertos, las selvas y el polo norte. Pero esta circunstancia debería ayudarnos a comprender nuestras limitaciones y a esforzarnos para alcanzar un conocimiento profundo y científico de lo que somos como especie, de lo que debemos a la cooperación, de lo positivo que sería acabar con la competitividad y el individualismo y de que, si bien es cierto que nos hemos distanciado mucho de aquel ambiente primitivo en que eclosionó lo más valioso de la hominización, disponemos de la evolución cultural como motor del cambio necesario.

    Carlos Luque pone de manifiesto en su brillante artículo los graves problemas de transición hacia estadios evolutivos superiores, cuando el capitalismo ha puesto plazo de caducidad a nuestra especie después de siglos de explotación y barbarie, sin otra justificación que la ciega acumulación exponencial. Una parte fundamental del problema reside en que el capitalismo no ha sido neutral con los modelos alternativos sino que ha utilizado toda clase de recursos para hacerles fracasar, ya se trate de una transición pacífica (como la que intentó Salvador Allende o siguen intentando Nicolás Maduro, Evo Morales y otros) o de una transición que sintió la necesidad de recurrir a la lucha armada y conquistar el poder como requisito previo para la transformación social, económica, cultural (que sería el caso de Cuba, China y Rusia). En ninguno de los casos el experimento ha estado libre de las perversas y determinantes influencias de su mortal enemigo. Han sido tantas y tan graves las zancadillas puestas al proceso, que hoy los progresistas nos parecemos mucho a los gatos de Seligman, aquejados de indefensión aprendida, hasta el punto de que llegamos a dudar de que renunciar a las reglas del capitalismo sea algo bueno para el proceso de transición al socialismo. ¿Qué más cosas nos queda por ver de la caja de Pandora, sin otra explicación que la codicia infinita de unos pocos?

    El capitalismo tuvo su momento de gloria cuando se sirvió de la ciencia y la técnica para cubrir las necesidades humanas de un modo eficiente en base al principio de utilidad marginal (cuando la iniciativa en el mundo económico estaba en manos de los consumidores), aunque sin dejar de reconocer las condiciones de explotación que tuvo que soportar la clase trabajadora (incluidos niños y mujeres). Tan pronto lograron desviarse del modelo a favor del concepto beneficio marginal sin cortapisas, imponiendo los estilos de vida que maximizaban la ganancia y recurriendo al uso de la fuerza, el capitalismo degeneró en un modelo de barbarie y especulación pura y dura, de ahí que la economía de casino sea hoy 10 veces mayor que la economía real. Han logrado que todo este al servicio de la ganancia, incluida nuestra propia existencia, en un mundo competitivo donde casi todos somos perdedores y donde invertir los papeles (pasar a ser opresor y acumulador de riqueza) se convierte en el principal objetivo de la existencia. El individualismo y la competitividad nos han enseñado a tener en alta estima la diferenciación y la autoconciencia, pero ello nos aleja de una herencia cultural compartida en que la comunidad cobra protagonismo frente al individuo, requisito fundamental para el éxito del socialismo, sin que ello deba implicar en ningún caso la renuncia a un proyecto existencial propio acorde con las reglas inclusivas y justas de la comunidad. Tendríamos que estar muy ciegos y tener muy baja la autoestima los progresistas para no darnos cuenta de que no es posible domesticar ni reconvertir un sistema que, por estar basado en la especulación es profundamente adictivo y anula el principio de racionalidad y justicia y, por no perseguir otra meta que la acumulación virtual de riqueza hasta el infinito, sobrepasa todos los límites de la explotación sostenible de recursos y amenaza nuestra propia supervivencia como especie.

     
  7. Carlos Luque says:

    Como siempre, los aportes de Simpermiso son útiles y de muy atendible hondura. El tema de la tensión conflictiva entre el individualismo y los intereses colectivos, simplificando por la premura de una nota, la que existe, irreconciliables entre la cultura capitalista y las aspiraciones comunistas, uno de los temas que aborda SimPermiso, seguramente nos asalta, y a veces angustia, a los que insistimos en el anticapitalismo militante y procuramos coherencia teórica y práctica, pensando, sobre todo en los continuos y salvajes obstáculos que le opone el capitalismo al mejoramiento humano.
    En efecto, como dudar es humano, sano y necesario, a veces nos puede asaltar la insidiosa y desarmante idea de que el ser humano no está preparado para el desinterés y el altruismo necesarios (¨Dirán que la gente es mala y no merece¨, al decir de El Necio) – valores que hagan posible un modo de vida alternativo al capitalismo y paulatinamente hegemónico frente a los intereses egoístas y el individualismo que fomenta la cultura capitalista. Aunque no parece de moda, en una palabra, el hombre nuevo del Che. Pero esa duda puede asaltar en momentos de incertidumbre. Aunque tampoco esté de moda en ciertos círculos, y no se pueda evitar que la enunciación de todo concepto tienda a simplificar su verdadera hondura y riqueza, recordemos que el hombre no tiene una esencia universal y ahistórica, aunque se puedan quizás apuntar invariantes, tal como sucede en el orden de la naturaleza. Es sugestiva la exposición de Sinpermiso en cuanto a la gravitación del fondo genético de la especie que conduce a la sobrevivencia mediante la cooperación. En el mundo social eso no puede significar la anulación del individuo, pero parecería evidente que mediante una gran trasformación cultural de una masa crítica mínima suficiente de seres humanos que permita no presentar como excepción sino como regla lentamente hegemónica el altruismo, el desinterés y la cooperación, se podría llegar al comienzo de un orden de vida en que no desaparecerán los conflictos humanos, pero donde el conflicto central no sea la explotación de unos pocos dueños sobre una inmensa humanidad. Si la existencia humana tiene una esencia, esa es pues, y por eso Marx sigue vivo, y posiblemente le corresponda el privilegio de la inmortalidad.

     
  8. Simpermiso says:

    Le quiero aclarar a Carlos mi militancia anticapitalista absoluta, como puede deducirse de este y otros comentarios míos. En realidad, el capitalismo jamás tuvo un momento de gloria. Fue una degeneración más del proceso de evolución intraespecífica que experimentó nuestra especie cuando alcanzó el peldaño más alto de las cadenas tróficas, convirtiéndose en dueño absoluto de los ecosistemas y, como resultado de ello, en la peor de las plagas.

    Mientras tuvimos que competir con otras especies para la adaptación al medio, la evolución obró maravillas en nosotros. Hoy no seríamos un epifenómeno en el reíno animal sin las manos prensiles y visión binocular que adquirimos en los árboles, sin la capacidad de articular sonidos complejos que también debió estar ligada a un medio arborícola, en que el oído adquiere gran relevancia frente al olfato, e inclusive un rasgo que a mí siempre me pareció especialmente relevante en nuestro proceso y que tiene un paralelismo actual en los lemures sifacas, cuyas largas extremidades inferiores les obliga a desplazarse a saltos sobre dos patas, lo que supone una desventaja en tierra firme pero que en nuestra especie pudo suponer la clave del bipedismo y de que manos ociosas (por la imposibilidad de desplazarnos a cuatro extremidades) acabaran convirtiéndose en manos habilidosas en coordinación con el cerebro, abriendo así un proceso de selección de los cerebros más inteligentes, que en otras especies no ha sido posible por la falta de complejidad en las extremidades superiores y su dedicación a la locomoción. A ello habría que añadir lo que yo intenté destacar ayer en mi comentario: los humanos somos portadores de un procesamiento mental que sólo pudo desarrollarse en un ambiente especialmente cooperante, que apunta en la dirección de un estrecho parentesco entre los individuos que integraban las prehistóricas comunidades humanas. Sólo en un ambiente de extrema seguridad y confianza la mente humana pudo dedicarse a tareas que requerían profunda concentración en representaciones mentales guardadas secuencialmente en la memoria y en clara desconexión o distanciamiento de lo que ocurría en una dimensión sensorial, donde los depredadores acostumbran a hacerse imperceptibles y donde los oportunistas no dudarán en aprovecharse del resultado de tu trabajo y tu talento si no existen reglas claras de obligado cumplimiento para todos los miembros del grupo.

    Fue a partir del momento en que los humanos nos convertimos en la especie hegemónica que cobró protagonismo la evolución intraespecífica (de los humanos compitiendo con nosotros mismos), lo que abrió la caja de Pandora y produjo resultados tan catastróficos como la esclavitud, el feudalismo o el capitalismo. Es como si, en el mundo de los lobos y los suricatos, en que la reproducción exclusiva de la hembra alfa posibilitó el éxito evolutivo al permitir la convivencia pacífica de muchos miembros perfectamente coordinados, de pronto, por el hecho de que logran convertirse en especie hegemónica absoluta, los miembros célibes deciden que ya no hay motivo para no competir con el macho y hembra alfa por la reproducción y, no sólo eso, sino que llegan a la conclusión de que formando grupos más numerosos y estructurados en clases podrían someter y esclavizar a grupos más pequeños, haciendo del crecimiento demográfico un símbolo de poder individual y grupal en la competitividad intraespecífica, cuando la interespecífica ya no cuenta.

    Algo de esto debió ocurrirnos a los humanos cuando nos convertimos en la especie dominante y cobró protagonismo la competitividad intraespecífica. Fue entonces cuando el individuo cobró conciencia y protagonismo frente a la comunidad, malogrando o reprimiendo con ello lo más valioso del proceso de hominización. ¿Cuántas personas en el mundo y recursos del planeta giran en torno a personas como mi compatriota Amancio Ortega? Para que este señor pueda convertirse en un epifenómeno a nivel intraespecífico, muchos millares de personas tienen que aceptar profundas limitaciones y carencias en su existencia. El capitalismo es un sistema que ha llevado la perversión del individualismo a extremos nunca vistos en nuestro proceso evolutivo. No sólo las personas que trabajan para Amancio Ortega tienen que verse como simples y castrados peones al servicio suyo sino que también el resto de individuos que trabajan para el sistema que hace posible tan elevado prodigio ontogenético y los excluidos por el simple hecho de no tener encaje en su modelo. Si hemos llegado a tan elevado grado de perversión al servicio de la hipertrofia ontogenética es por culpa de la desastrosa evolución intraespecífica que siguió al momento en que nos convertimos en dueños absolutos del planeta. Por tanto, le quiero aclarar a Carlos que no me considero un escéptico sobre las posibilidades del socialismo y del comunismo, por cuanto las conquistas del proceso de hominización, cuando no eramos la especie dominante, siguen vigentes en nuestra anatomía y en nuestro psiquismo, sino por la obra de miles de años de evolución intraespecífica en la dirección equivocada y al servicio de la egolatría de unos pocos, que tanto daño ha hecho a una amplia mayoría de seres humanos, vilmente explotados y sacrificados.

    Frente a esta triste realidad, es el momento de reivindicar una gran comunidad a nivel planetario en que todos los individuos deben tener garantizados sus derechos desde antes del nacimiento en perfecta armonía con un aprovechamiento sostenible de los recursos. Sólo en estas condiciones garantistas y encontrando la manera de que los individuos contribuyan a la comunidad en cantidad equivalente a lo que reciben de ella sería posible la reconciliación con nuestros semejantes tras siglos de barbarie en que olvidamos lo mucho que logramos trabajando en equipo, donde todos éramos válidos y valiosos, y la perfecta armonía con la naturaleza. Saludos.

     
  9. Carlos Luque says:

    Estimado SimPermiso, en verdad no necesitaba esa aclaración porque si alguna idea me iba haciendo de sus opciones ideológicas y su basamento filosófico, era su anticapitalismo más que evidente. Quizás no me expliqué bien en alguna parte de mi comentario anterior si ud. consideró conveniente aclararmelo o quizás sea yo ahora el equivocado cuando pienso que me enfatiza su posición y no es su propósito. En todo caso varias veces ya he dicho aquí que tengo en alta estima sus comentarios, porque aparte su posición está siempre argumentada. Incluso varias veces he tomado sus comentarios y los he reproducido en otros lugares. Ahora, sin olvidar mi ignorancia en los temas de la genética, la antropología y temas afines, de los cuales quizás sólo se pueda decir que tengo cierta información general y superficial, lo que sí me parece necesario aclarar es que me parece muy complejo decidir si los factores del desarrollo biológico de la especie tienen más peso que su condición social, es decir, que me parece complejo el asunto de explicitar la condición biosocial del hombre y que si le damos preeminencia al momento que ud llama momento de giro intraespecífico, quizás se pierda de vista la importancia que tiene el factor social como elemento específico de mucha importancia para explicar las desigualdades y sus fundamentos. En todo caso considero su argumentación sumamente interesante que me ha hecho pensar en ese tipo de consideraciones…Un profesor de biología y química, amigo mío, me decía que la humana era una especie anómala, pues debía haber desaparecido hace muicho tiempo, no sé si para epatar o lo pensaba en serio…En todo caso, socialmente sí creo que como Marx creo que dijo, estamos en la prehistoria de la humanidad, época donde, en medio de condiciones sociales de relación desigual, la lucha intraespecífica de la especie se entrecruza con el condicionante social que la propicia. tengamos la esperanza de que alguna vez no sea así. Saludos.

     
  10. Simpermiso says:

    Carlos, permítame manifestarle que coincidimos plenamente en el reconocimiento de los factores culturales y sociales como determinantes de la etapa de evolución intraespecífica de nuestra especie. No sabemos en qué momento de la prehistoria el hombre se convirtió en dueño absoluto del reino animal, pero, por entonces, no cabe duda de que ya había desarrollado el lenguaje, fabricaba útiles, acumulaba en su memoria multitud de experiencias y conocimiento y era capaz de planificar y anticipar el futuro. Por tanto, era su mente consciente, condicionada por sus creencias, valores y emociones, la principal responsable de su evolución intraespecífica, por delante de los estímulos ambientales, que podía anticipar, controlar y superar.

    Muy distinta fue la etapa de evolución interespecífica, cuando su mente y su organismo se limitaban a responder a los estímulos ambientales. Las manos prensiles, la visión binocular, las largas y rectas extremidades inferiores (si las comparamos con otras especies de primates, incluidos antropoides como los chimpancés y los gorilas), el complejo órgano fonador para emitir mensajes en un ambiente arbóreo desodorizado y frondoso (aunque no tenía nada que ver con el lenguaje desarrollado después) fue el resultado de la selección por el medio de los individuos con mejores genes en su adaptación al medio, que poco tenía que ver con el medio en tierra firme en que evolucionamos pero que fueron decisivos para su éxito evolutivo. También en el desarrollo de una inteligencia superior, con elevado protagonismo de las representación en imaginación y memoria, tuvo el medio ambiente un elevado protagonismo al estimular (primero) el desarrollo de las facultades físicas antes mencionadas y después la formación de comunidades perfectamente cohesionadas (probablemente por el parentesco biológico) donde los miembros trabajaban en equipo, realizando tareas con alto nivel de concentración mientras otros vigilaban y defendían al grupo de los depredadores.

    Así es como yo veo aquel oscuro y distante proceso de evolución interespecífica. La (aparente) insalvable distancia que nos separa de otras especies, y que nos ha llevado a considerarnos la especie elegida por seres sobrenaturales, se desmorona tan pronto uno descubre una ventana de oportunidad para la evolución de la inteligencia, que otras especies no tuvieron al carecer de manos ociosas y de un órgano fonador tan complejo como el nuestro. Si fuera cierta la hipótesis de que nuestros antepasados tuvieron largas y rectas extremidades inferiores (probablemente por el hecho de que se desplazaban preferentemente a saltos en el medio arbóreo, como hacen los lémures sifacas en la actualidad, debido a la necesidad de constantes desplazamientos por una dieta frugívora) se tropezaron en tierra firme con el embarazoso problema de que no podían apoyar las cuatro extremidades en la locomoción pero la suerte increíble de que sus delicadas y ociosas manos iban a ser una prodigiosa herramienta para que el medio seleccionara cerebros inteligentes por el valor adaptativo de la fabricación de útiles. Al carecer de esta facultad, otras especies jamás tuvieron la oportunidad de que el medio seleccionara cerebros inteligentes y habilidosos, ya que carecían de la herramienta apropiada para transformar el entorno. Fue en esta etapa evolutiva, en que los miembros de las pequeñas comunidades compartían un estrecho parentesco y trabajaban en equipo, donde desarrollamos la cooperación y el altruismo, que otras especies individualistas (algunas de ellas agrupadas en comunidades, pero como agregado de individuos con fines defensivos o depredadores, sin la cohesión ni empatía de las especies estrechamente emparentadas) jamás pudieron desarrollar. Esto también se convirtió en una herencia valioso de nuestra especie, que nos permite tener fundadas esperanzas en el socialismo y el comunismo, por más que nuestros antepasados protagonistas de la evolución interespecífica se empeñaran en malograrla.

    Una de las características más importantes de la evolución intraespecífica es que representó el éxito de la ontogenie frente a la filogenie. Por primera vez una especie iba a lograr que el individuo fuera más importante que la especie e iba a conseguir también tener a su alcance el botón de la autodestrucción de esta. Justo es reconocer que la autoconciencia ha cobrado un extraordinario protagonismo en nuestra especie. Ser conscientes de nosotros mismos y de nuestras posibilidades de crecimiento y existenciales tiene un valor especial para nosotros, hasta el punto de que nos ha llevado a considernos diferentes y superiores en términos cualitativos a las especies que no tienen autonciencia y de experimentar gran turbación ante la posibilidad de que en el futuro una enfermedad física o psíquica pudiera privarnos de ella. Pero fue justamente el mal uso de la autoconciencia y sus posibilidades de crecimiento lo que dio origen a la desastrosa evolución intraespecífica, conducida por factores culturales y sociales (como tú muy bien te han encargado de destacar). Ha sido el hipertrófico desarrollo ontogenético el responsable de que los individuos intentaran maximizar su desarrollo individual, guiados por la autoconciencia, en detrimento del desarrollo de otros individuos, que tuvieron que sacrificarse y morir prematuramente para el éxito de aquellos. En mi comentario de ayer puse el ejemplo de Amancio Ortega, que representa a todos los que hicieron del egoísmo individual bandera en la Historia a costa de los derechos y expectativas del resto. Es desde esta perspectiva ontogenética que yo creo debemos analizar la abominable evolución intraespecífica en clara desconexión crítica de las prodigiosas conquistas evolutivas del periodo de evolución interespecífica. Buen fin de semana y muchas gracias por tus amables elogios.

     

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