Corea: señales alentadoras. Por Ángel Guerra Cabrera

 

El nuevo año inició con un largo mensaje del líder de la República Popular Democrática de Corea(RPDC) Kim Jong Un(https://kfa-eh.org/2018/01/01/mensaje-integro-de-kim-jong-un-anyo-nuevo-2018/). Por un lado, inquietante. Por otro, esperanzador.  Inquietante cuando habló de que “siempre” tiene el botón nuclear en su escritorio. Para variar esta parte del mensaje ha sido la única mencionada por las corporaciones mediáticas. Por eso publico el vínculo al texto: que los lectores juzguen por sí mismos.

Porque han sido las bravatas twiteras de Donald Trump las que han estimulado la escalada verbal entre los líderes de los dos países. El mensaje fue esperanzador porque Kim mencionó la posibilidad de que su país participe en los Juegos Olímpicos de Invierno en la República de Corea(RC) –o Corea del Sur-, instó a la reanudación inmediata de las pláticas de alto nivel entre las dos Coreas y habló ampliamente sobre el objetivo de la unificación de ambas y la utilidad de los contactos entre las dos partes.

Ya el nuevo presidente de la RC, Moon Jae-in, había mencionado la posibilidad de esa participación y horas después acogía con beneplácito la afirmación de Kim. Más aún, en la tarde del 3 de enero la RPDC reanudaba la comunicación diplomática telefónica con la RC establecida simbólicamente a través de un área aledaña a la zona desmilitarizada entre el norte y el sur.

El conflicto en la península coreana tiene su origen en el afán estadunidense de controlar ese sitio de enorme importancia geoestratégica mundial, donde la RPDC se ha negado siempre a ceder en su política de independencia y soberanía nacional. Fue para contrarrestar esa voluntad del norte de Corea, encaminado a la construcción del socialismo, que Estados Unidos lanzó en 1950 una invasión en gran escala contra el pueblo de Corea y llegó a ocupar Pionyang, la capital de la RPDC y casi todas las ciudades del norte. Habían pasado cinco años del genocidio provocado por Washington en Hiroshima y Nagasaky, que volatilizó o irradió a cientos de miles de japoneses, aunque su objetivo era intimidar a la Unión Soviética. La gran potencia, que intentaba construir un mundo alternativo al capitalismo, estaba económicamente en ruinas por el gigantesco esfuerzo que le demandó la derrota del hitlerismo al costo de por lo menos 20 millones de vidas y no disponía aun del arma nuclear.

Se ha discutido mucho por los historiadores quién hizo el disparo   que desencadenó la guerra de 1950 pero como afirmó Fidel Castro: “La discusión carece de sentido si se analiza desde el ángulo coreano. Los combatientes de Kim Il Sung lucharon contra los japoneses por la liberación de toda Corea. Sus fuerzas avanzaron incontenibles hasta las proximidades del extremo Sur, donde los yanquis se defendían con el apoyo masivo de sus aviones de ataque”(www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2008/07/22/las-dos-coreas)

Cabe recordar que Corea había sido dividida en dos tras los acuerdos que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial, el sur bajo control de Estados Unidos y el norte, de la URSS,  pero en 1948 el Ejército Soviético se retiró. No obstante, aun en 1950 en el sur se mantenía un importante contingente militar estadunidense que provocaba diariamente a los coreanos del norte junto a los soldados del dictador Syngman Rhee, a quien Washington impuso con la venia de los anteriores ocupantes japoneses.

Acusado el norte de agresor mediante una maniobra gringa que aprovechó la ausencia del embajador soviético en el Consejo de Seguridad, logró con el apoyo de sus aliados “legalizar” bajo bandera de la ONU la guerra contra el la RPDC. Estuve allí en 1968 y pude ver Piongyang y otras ciudades totalmente reconstruidas tras una guerra en que murieron 2 millones de coreanos del norte y medio millón de soldados chinos movilizados por Mao Ze Dong en cuanto vio avanzar a los yanquis hacia China.

Lo único que puede impedir hoy la guerra en Corea, el sacrificio de todo el pueblo coreano y cuando menos daños irreparables a gran parte de la humanidad que vive en esa región del mundo es la distensión y las pláticas para poner fin al estado de no guerra y no paz. Por ello abogan Rusia y China y para ello señalan como pasos inmediatos la suspensión de las maniobras militares de Estados Unidos y su socio surcoreano a la vez que la RPDC suspende las pruebas de misiles balísticos y las detonaciones nucleares.

Resultan alentadoras las últimas señales de los gobiernos del norte y el sur de la península coreana.

Twitter:@aguerraguerra

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6 Responses to  Corea: señales alentadoras. Por Ángel Guerra Cabrera

  1. SoydelCerro says:

    Defender a un regimen como el de Corea del Norte y a un loco como ese -que tanto alaba este escrito- es un deshonor. Trump es un error historico,sin embargo el afanarse en criticar a Estados Unidos con pafletos como este es ridiculo.Como negar la tragedia de ese pueblo?.,La dictadura mayor que todas las despreciables latinoamericanas o africanas en,donde escapar es correr bajo las balas de sus mismos soldados .!Que horrible!.

     
  2. Alejandro says:

    Aquí les dejo las palabras de nuestro embajador en la hermana República Popular Democrática de Corea:
    https://youtu.be/Vc8vV3tNiQk

     
  3. Liborio Guaso says:

    Maniobras de occidente tratando de lograr el desarme para luego con cualquier pretexto hacer otra matanza en Corea del Norte como castigo. Lo de otra masacre es recordando aquella de 1950-53 con el lema de “matar todo lo que se mueva” que vergonzosamente se realizo bajo la bandera azul de la ONU.
    La complicidad nundial en lo sucedido en aquella guerra hace dificil un arreglo. Y ademas porque desean desarmar a norcorea y no a Israel que es una amenaza para el medio oriente y el mundo desde 1967. Acaso porque son blancos ?
    Incluso cuando los judios hace solo pocos meses amenzaron a Pakistan con sus bombas olvidando que aquellos tambien las tenian
    El gobierno titere de Corea del sur no tiene libertad de hacer nada sin permiso de los amos blancos, eso esta claro y los gringos estarian buscando una solucion ante la negativa de paises como Rusia y China a sumarse a una nueva masacre de coreanos con el fin de elevar el nivel politico del comico Trump aterrorizarndo el mundo.
    Todavia no hay nada que celebrar, es muy dificil que los norcoreanos caigan en una trampa como si fueran los tontos que el racismo occidental considera y mucho menos habra una visita de Kim Jong-un a Seul arriegandose a ser victima de una traicion y siendo asesinado. Los fantasmas de Saddam y Gadaffi rondan en todo conflicto con el occidente cristiano moderno donde mas que nunca “el fin justifica los medios”.

     
  4. Alejandro says:

    En respuesta al primer comentarista que supongo resida en una de esas serviles dictaduras donde gobierna el capital, donde todos los días el pueblo es asediado por las balas del desempleo, la precariedad laboral, el racismo a los pueblos indígenas, la falta de acceso a la vivienda, la educación en escuelas privadas para las clases pudientes, la ignorancia y estulticia que promueven los medios hegemónicos, etc. y de donde sus habitantes huyen diariamente para escapar la miseria y la indigencia.
    “El imperialismo atraviesa hoy una profunda crisis. Al gobierno de Reagan [o de Trump], asociado a las fuerzas más reaccionarias del mundo, solo le quedan frases huecas. No tiene nada que ofrecer a los pueblos, ni solución alguna que brindar a sus agobiantes problemas económicos y sociales, ni alternativa real que ofrecer a sus reclamos de cambios políticos. Su política de fuerza se estrellará contra la inconmovible firmeza del socialismo y la resistencia heroica de los pueblos.
    Lo que hemos visto aquí en Corea, los éxitos de este pueblo admirable, fortalecen nuestra profunda convicción de que nada podrá cambiar la marcha de la historia. ¡El futuro no pertenece a los reaccionarios, ni a los imperialistas, ni a los racistas, ni a los fascistas! ¡El futuro pertenece a la independencia de los pueblos, al progreso, a la paz, al socialismo y al internacionalismo!
    En ese esfuerzo, les tenemos que dar las gracias, queridos amigos coreanos, por el ejemplo que ofrecen de espíritu de trabajo, disciplina, uso racional e inteligente de los recursos naturales de sus tierras y sus mares, ritmo acelerado de desarrollo económico y social . ¡Qué magnífica lección para decenas de países del Tercer Mundo con muchos más recursos que la República Popular Democrática de Corea!
    Aprovecho esta oportunidad, queridos hermanos coreanos, para agradecer al compañero Kim Il Sung y al gobierno de la República Popular Democrática de Corea, por habernos suministrado, mediante créditos altamente favorables y a precios de costo en meses recientes, 100 000 fusiles y decenas de millones de balas como contribución, junto a la URSS y otros países socialistas, al esfuerzo de nuestro pueblo para fortalecer las defensas de nuestra patria también amenazada por los imperialistas yankis .
    Hoy somos un bastión inexpugnable que a ningún precio podría jamás el imperialismo destruir ni aplastar. Eso que fortalece a Cuba, fortalece también a Corea, fortalece al socialismo y a todas las demás fuerzas del movimiento revolucionario y progresista mundial.
    Pueden ustedes estar seguros, queridos compañeros coreanos, de que Cuba jamás fallará en su permanente solidaridad a Corea , que Cuba jamás se rendirá, que Cuba mantendrá siempre enarboladas sus inclaudicables banderas comunistas e internacionalistas.
    Faltan solo unas pocas horas para que abandonemos este glorioso país. Corea Democrática, sus dirigentes y su pueblo vivirán siempre en nuestros sentimientos de revolucionarios, de patriotas y de luchadores por el triunfo del socialismo. A lo largo de todos estos años he sido testigo de cómo cada persona que regresaba de Corea, volvía conquistada por sus realizaciones, llena de simpatía y de cariño por sus trabajadores, su Partido y sus líderes. Ahora, cuando nos disponemos a partir, puedo asegurarles que mis compañeros y yo seremos también en lo adelante divulgadores de la obra de la Revolución coreana, del coraje y la capacidad creadora de su pueblo, y del talento y la calidad humana de su gran líder y sabio conductor, el Presidente Kim Il Sung.”
    Fragmento del discurso de Fidel en el acto de masas celebrado en el Palacio de los Deportes de la ciudad de Pyongyang, República Popular Democrática de Corea, el 11 de Marzo de 1986, “Año del XXX Aniversario del desembarco del Granma”.
    https://kfa-eh.org/2016/12/05/discurso-de-fidel-castro-ruz-en-corea-el-11-de-marzo-de-1986/

     
  5. Alejandro says:

    Reflexiones del compañero Fidel
    http://www.granma.cu/granmad/secciones/ref-fidel/art34.html
    Las dos Coreas (parte I)
    Tomado de Cubadebate
    La nación coreana, con su peculiar cultura que la diferencia de sus vecinos chinos y japoneses, existe desde hace tres mil años. Son características típicas de las sociedades de esa región asiática, incluidas la china, la vietnamita y otras. Nada parecido se observa en las culturas occidentales, algunas con menos de 250 años.

    Los japoneses habían arrebatado a China en la guerra de 1894 el control que ejercía sobre la dinastía coreana y convirtieron su territorio en una colonia de Japón. Por acuerdo entre Estados Unidos y las autoridades coreanas, el protestantismo fue introducido en ese país en el año 1892. Por otro lado, el catolicismo había penetrado igualmente en ese siglo a través de las misiones. Se calcula que actualmente en Corea del Sur alrededor del 25 por ciento de la población es cristiana y una cifra similar es budista. La filosofía de Confucio ejerció gran influencia en el espíritu de los coreanos, que no se caracterizan por las prácticas fanáticas de la religión.

    Dos importantes figuras ocuparon los primeros planos de la vida política de esa nación en el siglo XX. Syngman Rhee, que nace en marzo de 1875, y Kim Il Sung 37 años después, en abril de 1912. Ambas personalidades, de distinto origen social, se enfrentaron a partir de circunstancias históricas ajenas a ellos.

    Los cristianos se oponían al sistema colonial japonés, entre ellos Syngman Rhee, que era practicante activo del protestantismo. Corea cambió de status: Japón anexó su territorio en 1910. Años más tarde, en 1919, Rhee fue nombrado Presidente del Gobierno Provisional en el exilio, con sede en Shanghai, China. Nunca empleó las armas contra los invasores. La Liga de las Naciones, en Ginebra, no le prestó atención.

    El imperio japonés fue brutalmente represivo con la población de Corea. Los patriotas resistieron con las armas la política colonialista de Japón y lograron liberar una pequeña zona en los terrenos montañosos del Norte, durante los últimos años de la década de 1890.

    Kim Il Sung, nacido en las proximidades de Pyongyang, a los 18 años se incorporó a las guerrillas comunistas coreanas que luchaban contra los japoneses. En su activa vida revolucionaria alcanzó la jefatura política y militar de los combatientes antijaponeses del Norte de Corea, cuando sólo tenía 33 años de edad.

    Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos decidió el destino de Corea en la posguerra. Entró en la contienda cuando fue atacado por una criatura suya, el Imperio del Sol Naciente, cuyas herméticas puertas feudales abrió el Comodoro Perry en la primera mitad del siglo XIX apuntando con sus cañones al extraño país asiático que se negaba a comerciar con Norteamérica.

    El aventajado discípulo se convirtió más tarde en un poderoso rival, como ya expliqué en otra ocasión. Japón golpeó sucesivamente décadas más tarde a China y Rusia, apoderándose adicionalmente de Corea. No obstante fue astuto aliado de los vencedores en la Primera Guerra Mundial a costa de China. Acumuló fuerzas y, convertido en una versión asiática del nazifascismo, intentó ocupar el territorio de China en 1937 y atacó a Estados Unidos en diciembre de 1941; llevó la guerra al Sudeste Asiático y a Oceanía.

    Los dominios coloniales de Gran Bretaña, Francia, Holanda y Portugal en la región estaban condenados a desaparecer y Estados Unidos surgía como la potencia más poderosa del planeta, resistida sólo por la Unión Soviética, entonces destruida por la Segunda Guerra Mundial y las cuantiosas pérdidas materiales y humanas que le ocasionó el ataque nazi. La Revolución china estaba por concluir en 1945 cuando la matanza mundial cesó. El combate unitario antijaponés ocupaba entonces sus energías. Mao, Ho Chi Minh, Gandhi, Sukarno y otros líderes prosiguieron después su lucha contra la restauración del viejo orden mundial que era ya insostenible.

    Truman lanzó contra dos ciudades civiles japonesas la bomba atómica, arma nueva terriblemente destructiva de cuya existencia, como se ha explicado, no había informado al aliado soviético, el país que más contribuyó a la destrucción del fascismo. Nada justificaba el genocidio cometido, ni siquiera el hecho de que la tenaz resistencia japonesa había costado la vida a casi 15 mil soldados norteamericanos en la isla japonesa de Okinawa. Ya Japón estaba derrotado y tal arma, lanzada contra un objetivo militar, habría tenido más tarde o más temprano el mismo efecto desmoralizador en el militarismo japonés sin nuevas bajas para los soldados de Estados Unidos. Fue un acto incalificable de terror.

    Los soldados soviéticos avanzaban sobre Manchuria y el Norte de Corea, tal como lo habían prometido al cesar los combates en Europa. Los aliados habían definido previamente hasta qué punto llegaría cada fuerza. En la mitad de Corea estaría la línea divisoria, equidistante entre el río Yalu y el Sur de la península. El gobierno norteamericano negoció con los japoneses las normas que regirían la rendición de las tropas en su propio territorio. Japón sería ocupado por Estados Unidos. En Corea, anexada a Japón, permanecía una gran fuerza del poderoso ejército japonés. En el Sur del Paralelo 38, límite divisorio establecido, prevalecerían los intereses de Estados Unidos. Syngman Rhee, reincorporado a esa parte del territorio por el gobierno de Estados Unidos, fue el líder al que apoyó, con la cooperación abierta de los japoneses. Ganó así las reñidas elecciones de 1948. Los soldados del Ejército Soviético se habían retirado de Corea del Norte ese año.

    El 25 de junio de 1950 estalló la guerra en el país. Todavía se discute quién realizó el primer disparo, si los combatientes del Norte o los soldados norteamericanos que montaban guardia junto a los soldados reclutados por Rhee. La discusión carece de sentido si se analiza desde el ángulo coreano. Los combatientes de Kim Il Sung lucharon contra los japoneses por la liberación de toda Corea. Sus fuerzas avanzaron incontenibles hasta las proximidades del extremo Sur, donde los yanquis se defendían con el apoyo masivo de sus aviones de ataque. Seúl y otras ciudades habían sido ocupadas. McArthur, jefe de las fuerzas norteamericanas del Pacífico, decidió ordenar un desembarco de la infantería de Marina por Incheon, en la retaguardia de las fuerzas del Norte, que estas no podían ya contrarrestar. Pyongyang cayó en manos de las fuerzas yanquis, precedidas por devastadores ataques aéreos. Ello impulsó la idea por parte del mando militar norteamericano en el Pacífico de ocupar toda Corea, ya que el Ejército de Liberación Popular de China, dirigido por Mao Zedong, había infligido una derrota aplastante a las fuerzas proyanquis de Chiang Kai-shek, abastecidas y apoyadas por Estados Unidos. Todo el territorio continental y marítimo de ese gran país había sido recuperado, con excepción de Taipei y algunas otras pequeñas islas próximas donde se refugiaron las fuerzas del Kuomintang, transportadas por naves de la Sexta Flota.

    La historia de lo ocurrido entonces se conoce hoy bien. No olvidar que Boris Yeltsin entregó a Washington, entre otras cosas, los archivos de la Unión Soviética.

    ¿Qué hizo Estados Unidos cuando estalló el conflicto prácticamente inevitable bajo las premisas creadas en Corea? Presentó a la parte norte de ese país como agresora. El Consejo de Seguridad de la recién creada Organización de Naciones Unidas, promovida por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, aprobó la resolución sin que uno de los cinco miembros pudiera vetarla. En esos precisos meses la URSS se había manifestado inconforme con la exclusión de China en el Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos reconocía a Chiang Kai-shek, con menos del 0,3 por ciento del territorio nacional y menos del 2 por ciento de la población, como miembro del Consejo de Seguridad con derecho al veto. Tal arbitrariedad condujo a la ausencia del delegado ruso, a consecuencia de lo cual se produjo el acuerdo de ese Consejo dando a la guerra el carácter de una acción militar de la ONU contra el presunto agresor: la República Popular de Corea. China, ajena por completo al conflicto, que afectaba su lucha inconclusa por la liberación total del país, vio cernirse la amenaza directa contra su propio territorio, lo cual era inaceptable para su seguridad. Según datos publicados, envió al primer ministro Zhou Enlai a Moscú, para expresar a Stalin su punto de vista sobre lo inadmisible que era la presencia de fuerzas de la ONU bajo el mando de Estados Unidos en las riberas del río Yalu, que delimita la frontera de Corea con China, y solicitarle la cooperación soviética. No existían entonces contradicciones profundas entre los dos gigantes socialistas.

    El contragolpe chino se afirma que estaba planeado para el 13 de octubre y Mao lo pospuso para el 19, esperando la respuesta soviética. Era el máximo que podía dilatarlo.

    Pienso concluir esta reflexión el próximo viernes. Es un tema complejo y trabajoso, que demanda especial cuidado y datos tan precisos como sea posible. Son hechos históricos que deben conocerse y recordarse.

    Fidel Castro Ruz
    Julio 22 de 2008
    9 y 22 p.m.

     
  6. Alejandro says:

    Reflexiones del compañero Fidel
    http://www.granma.cu/granmad/secciones/ref-fidel/art36.html
    Las dos Coreas (parte II)
    Tomado de Cubadebate
    El 19 de octubre de 1950 más de 400 mil combatientes voluntarios chinos, cumpliendo las instrucciones de Mao Zedong, cruzaron el Yalu y salieron al paso de las tropas de Estados Unidos que avanzaban hacia la frontera china. Las unidades norteamericanas, sorprendidas por la enérgica acción del país al que habían subestimado, se vieron obligadas a retroceder hasta las proximidades de la costa sur, bajo el empuje de las fuerzas combinadas de chinos y coreanos del Norte. Stalin, que era sumamente cauteloso, prestó una cooperación mucho menor que lo que esperaba Mao, aunque valiosa, mediante el envío de aviones MiG-15 con pilotos soviéticos, en un frente limitado de 98 kilómetros, que en la etapa inicial protegieron a las fuerzas de tierra en su intrépido avance. Pyongyang fue de nuevo recuperado y Seúl ocupado otra vez, desafiando el incesante ataque de la fuerza aérea de Estados Unidos, la más poderosa que ha existido nunca.

    MacArthur estaba ansioso por atacar a China con el empleo de las armas atómicas. Demandó su uso tras la bochornosa derrota sufrida. El presidente Truman se vio obligado a sustituirlo del mando y nombrar al general Matthews Ridgway como jefe de las fuerzas de aire, mar y tierra de Estados Unidos en el teatro de operaciones. En la aventura imperialista de Corea participaron, junto a Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Grecia, Canadá, Turquía, Etiopía, Sudáfrica, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, Tailandia y Colombia. Este país fue el único participante por América Latina, bajo el gobierno unitario del conservador Laureano Gómez, responsable de matanzas masivas de campesinos. Con ella, como se vio, participaron la Etiopía de Haile Selassie, donde todavía existía la esclavitud, y la Sudáfrica gobernada por los racistas blancos.

    Hacía apenas cinco años que la matanza mundial iniciada en septiembre de 1939 había concluido, en agosto de 1945. Después de sangrientos combates en el territorio coreano, el Paralelo 38 volvió a ser el límite entre el Norte y el Sur. Se calcula que murieron en esa guerra cerca de dos millones de coreanos del Norte, entre medio millón o un millón de chinos y más de un millón de soldados aliados. Por parte de Estados Unidos perdieron la vida alrededor de 44 mil soldados; no pocos de ellos eran nacidos en Puerto Rico u otros países latinoamericanos, reclutados para participar en una guerra a la que los llevó la condición de inmigrantes pobres.

    Japón obtuvo grandes ventajas de esa contienda; en un año, la manufactura creció un 50%, y en dos recuperó la producción alcanzada antes de la guerra. No cambió, sin embargo, la percepción de los genocidios cometidos por las tropas imperiales en China y Corea. Los gobiernos de Japón han rendido culto a los actos genocidas de sus soldados, que en China habían violado a decenas de miles de mujeres y asesinaron brutalmente a cientos de miles de personas, como ya se explicó en una reflexión.

    Sumamente laboriosos y tenaces, los japoneses han convertido su país, desprovisto de petróleo y otras materias primas importantes, en la segunda potencia económica del mundo.

    El PIB de Japón, medido en términos capitalistas —aunque los datos varían según las fuentes occidentales—, asciende hoy a más de 4,5 millones de millones de dólares, y sus reservas en divisas alcanzan más de un millón de millones. Es todavía el doble del PIB de China, 2,2 millones de millones, aunque esta posee un 50% más de reservas en moneda convertible que ese país. El PIB de Estados Unidos, 12,4 millones de millones, con 34,6 veces más territorio y 2,3 veces más población, es apenas tres veces mayor que el de Japón. Su gobierno es hoy uno de los principales aliados del imperialismo, cuando este se halla amenazado por la recesión económica y las armas sofisticadas de la superpotencia se esgrimen contra la seguridad de la especie humana.

    Son lecciones imborrables de la historia.

    La guerra, en cambio, afectó considerablemente a China. Truman dio órdenes a la VI Flota de impedir el desembarco de las fuerzas revolucionarias chinas que culminarían la liberación total del país con la recuperación del 0,3 por ciento de su territorio, que había sido ocupado por el resto de las fuerzas pro yanquis de Chiang Kai-shek que hacia allí se fugaron.

    Las relaciones chino-soviéticas se deterioraron después, tras la muerte de Stalin, en marzo de 1953. El movimiento revolucionario se dividió en casi todas partes. El llamamiento dramático de Ho Chi Minh dejó constancia del daño ocasionado, y el imperialismo, con su enorme aparato mediático, atizó el fuego del extremismo de los falsos teóricos revolucionarios, un tema en el que los órganos de inteligencia de Estados Unidos se convirtieron en expertos.

    A Corea del Norte le había correspondido, en la arbitraria división, la parte más accidentada del país. Cada gramo de alimento tenía que obtenerlo a costa de sudor y sacrificio. De Pyongyang, la capital, no quedó piedra sobre piedra. Un elevado número de heridos y mutilados de guerra debían ser atendidos. Estaban bloqueados y sin recursos. La URSS y los demás Estados del campo socialista se reconstruían.

    Cuando llegué el 7 de marzo de 1986 a la República Popular Democrática de Corea, casi 33 años después de la destrucción que dejó la guerra, era difícil creer lo que allí sucedió. Aquel pueblo heroico había construido infinidad de obras: grandes y pequeñas presas y canales para acumular agua, producir electricidad, abastecer ciudades y regar los campos; termoeléctricas, importantes industrias mecánicas y de otras ramas, muchas de ellas bajo tierra, enclavadas en las profundidades de las rocas a base de trabajo duro y metódico. Por falta de cobre y aluminio se vieron obligados a utilizar incluso hierro en líneas de transmisión devoradoras de energía eléctrica, que en parte procedía de la hulla. La capital y otras ciudades arrasadas fueron construidas metro a metro. Calculé millones de viviendas nuevas en áreas urbanas y rurales y decenas de miles de instalaciones de servicios de todo tipo. Infinitas horas de trabajo estaban convertidas en piedra, cemento, acero, madera, productos sintéticos y equipos. Las siembras que pude observar, dondequiera que fui, parecían jardines. Un pueblo bien vestido, organizado y entusiasta estaba en todas partes, recibiendo al visitante. Merecía la cooperación y la paz.

    No hubo tema que no discutiera con mi ilustre anfitrión Kim Il Sung. No lo olvidaré.

    Corea quedó dividida en dos partes por una línea imaginaria. El Sur vivió una experiencia distinta. Era la parte más poblada y sufrió menos destrucción en aquella guerra. La presencia de una enorme fuerza militar extranjera requería el suministro de productos locales manufacturados y otros, que iban desde la artesanía hasta las frutas y vegetales frescos, además de los servicios. Los gastos militares de los aliados eran enormes. Lo mismo ocurrió cuando Estados Unidos decidió mantener indefinidamente una gran fuerza militar. Las transnacionales de Occidente y de Japón invirtieron en los años de la Guerra Fría considerables sumas, extrayendo riquezas sin límites del sudor de los surcoreanos, un pueblo igualmente laborioso y abnegado como sus hermanos del Norte. Los grandes mercados del mundo estuvieron abiertos a sus productos. No estaban bloqueados. Hoy el país alcanza elevados niveles de tecnología y productividad. Ha sufrido las crisis económicas de Occidente, que dieron lugar a la adquisición de muchas empresas surcoreanas por las transnacionales. El carácter austero de su pueblo le ha permitido al Estado la acumulación de importantes reservas en divisas. Hoy soporta la depresión económica de Estados Unidos, en especial los elevados precios de combustibles y alimentos, y las presiones inflacionarias derivadas de ambos.

    El PIB de Corea del Sur, 787 mil 600 millones de dólares, es igual al de Brasil (796 mil millones) y México (768 mil millones), ambos con abundantes recursos de hidrocarburos y poblaciones incomparablemente mayores. El imperialismo impuso a las mencionadas naciones su sistema. Dos quedaron rezagadas; la otra avanzó mucho más.

    De Corea del Sur apenas emigran a Occidente; de México, lo hacen en masa hacia el actual territorio de Estados Unidos; de Brasil, Suramérica y Centroamérica, a todas partes, atraídos por la necesidad de empleo y la propaganda consumista. Ahora los retribuyen con normas rigurosas y despectivas.

    La posición de principios sobre las armas nucleares suscrita por Cuba en el Movimiento de Países No Alineados, ratificada en la Conferencia Cumbre de La Habana en agosto de 2006, es conocida.

    Saludé por primera vez al actual líder de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong Il, cuando arribé al aeropuerto de Pyongyang y él estaba discretamente situado a un lado de la alfombra roja cerca de su padre. Cuba mantiene con su gobierno excelentes relaciones.

    Al desaparecer la URSS y el campo socialista, la República Popular Democrática de Corea perdió importantes mercados y fuentes de suministros de petróleo, materias primas y equipos. Al igual que para nosotros, las consecuencias fueron muy duras. El progreso alcanzado con grandes sacrificios se vio amenazado. A pesar de eso, mostraron la capacidad de producir el arma nuclear.

    Cuando se produjo hace alrededor de un año el ensayo pertinente, le transmitimos al Gobierno de Corea del Norte nuestros puntos de vista sobre el daño que ello podía ocasionar a los países pobres del Tercer Mundo que libraban una lucha desigual y difícil contra los planes del imperialismo en una hora decisiva para el mundo. Tal vez no fuera necesario hacerlo. Kim Jong Il, llegado a ese punto, había decidido de antemano lo que debía hacer, tomando en cuenta los factores geográficos y estratégicos de la región.

    Nos satisface la declaración de Corea del Norte sobre la disposición de suspender su programa de armas nucleares. Esto no tiene nada que ver con los crímenes y chantajes de Bush, que ahora se jacta de la declaración coreana como éxito de su política de genocidio. El gesto de Corea del Norte no era para el gobierno de Estados Unidos, ante el cual no cedió nunca, sino para China, país vecino y amigo, cuya seguridad y desarrollo es vital para los dos Estados.

    A los países del Tercer Mundo les interesa la amistad y cooperación entre China y ambas partes de Corea, cuya unión no tiene que ser necesariamente una a costa de la otra, como ocurrió en Alemania, hoy aliada de Estados Unidos en la OTAN. Paso a paso, sin prisa pero sin tregua, como corresponde a su cultura y a su historia, seguirán tejiéndose los lazos que unirán a las dos Coreas. Con la del Sur desarrollamos progresivamente nuestros vínculos; con la del Norte han existido siempre y continuaremos fortaleciéndolos.

    Fidel Castro Ruz
    Julio 24 de 2008
    6 y 18 p.m.

     

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