Fidel Castro Ruz: Memoria viva para el presente y el futuro. Por Arnold August

 

“A Fidel le gusta recordar”, es la primera frase en la biografía de Fidel Castro Ruz de la escritora y periodista cubana Katiuska Blanco Castiñeira. El texto comprende sus memorias desde sus cuatro o cinco años de edad, cuando vivía en su casa de campo, en una plantación de caña de azúcar de un pueblo oriental cubano, hasta al triunfo de la Revolución en 1959.

El autor interviene en la Conferencia sobre “Pensamiento y obra de Fidel Castro Ruz”. II Simposio Internacional LA REVOLUCIÓN CUBANA: Génesis y desarrollo histórico. Foto: Sonia Almaguer.

La presente conferencia trata acerca de la figura política revolucionaria de mayor relevancia del siglo veinte. Fidel Castro no solamente encarna la lucha de Martí, que abarca el siglo diecinueve y que él extendió de forma creativa al veintesino que su influencia trasciende hasta la actualidad y se proyecta al futuro, a un período que será determinado por la historia.

Más allá de Martí, la extensa época abarca igualmente las obras de Marx, Engels y Lenin. Desde esa perspectiva es posible cuestionarse con fundamento: ¿se esfuerza el punto de vista aquí presentado por elevar erróneamente la obra de Fidel, otorgándole una importancia superior a la de estos inmortales e históricos gigantes políticos revolucionarios?

No, no lo creo. De hecho, Fidel sería el primero en oponerse enérgicamente a ello. Él y la Revolución Cubana siempre se han considerado a sí mismos como seguidores de estos hombres de palabra y acción que han superado la prueba del tiempo, y no un nuevo nivel superior.

Del “anticomunismo” a Marx, Engels y Lenin

Fidel fue educado en un hogar donde abundaban las “ideas preconcebidas sobre el socialismo, el comunismo, las peores palabras que podían pronunciarse en Birán” [su pueblo natal, en la actual provincia de Holguín]” (Blanco Castiñeira, T. I, 41). Él describe vivamente esa atmósfera –como si fuese ayer–, lo que en parte es fruto de los debates de la familia en Birán acerca de la Guerra Civil Española. El conflicto se plantea entre los fascistas de Franco y los republicanos progresistas, etiquetados por los reaccionarios como los “demonios comunistas”. Más tarde refiriéndose a su ingreso en 1945 a la Universidad de La Habana, reveló que “no tenía entonces una conciencia política ni una ideología revolucionaria” (Blanco Castiñeira, T. I, 296).

No es posible hacer justicia en unos pocos párrafos a su singular evolución política durante los años de formación, y a medida que se viaja en el tiempo y el espacio a través de los intercambios simbióticos entre Fidel y su biógrafa. Sin embargo, un comentario particular me impresionó, entre los centenares de anotaciones memorables descubiertas en las 1000 páginas de este libro en dos tomos. En los países capitalistas no tenemos la ventaja de ser educados en un sistema socialista como el de Cuba, donde los clásicos del pensamiento y la acción forman parte, en gran medida, del paisaje político desde las tempranas etapas de formación de la vida familiar hasta la educación formal. Fidel divulgó un episodio de sus primeros días universitarios: en la Habana, en la librería del Partido Socialista Popular (PSP, por las siglas del nombre con que fue conocido entonces el Primer Partido Comunista de Cuba en la época), compró (a crédito, por cierto) algunas obras en español, editadas en Moscú, de Marx, Engels y Lenin (Blanco Castiñeira, T. 2, 102). Desde entonces y hasta el final de su vida, Fidel se consideró un humilde seguidor del marxismo y el leninismo. En la única otra obra biográfica reciente, realizada por Ignacio Ramonet, respondió a las preguntas del periodista franco-español con respecto a su temprana formación: “Si Cristóbal Colón no tiene una brújula, no llega a ninguna parte. Pero existía la brújula. Yo tenía una brújula, fue lo que encontré en Marx y en Lenin. Y la ética –vuelvo a repetir– que encontré en Martí” (Ramonet: Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Tercera Edición. Incluye una ampliación, revisión y varias de las preguntas hechas por Ramonet para la Edición Francesa. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, pg. 144).

Fidel no sólo nunca estuvo cerca de considerarse a sí mismo como otro Lenin (ni siquiera para Cuba), sino que incluso vio su socialismo como algo elaborado por los clásicos precursores, como parte de la larga evolución del semi-feudalismo y el capitalismo al socialismo, lo cual, por su propia naturaleza, debe pasar a través de una continua actualización, renovación y cambio. Tras analizar el diálogo con Katiuska acerca de la contradicción inherente entre los ideales declarados de la Revolución Francesa, a saber, libertad, igualdad y fraternidad, se aprecia cómo Fidel resumió que “el socialismo y las ideas socialistas son la continuación, en otra época histórica, de las ideas” de aquella Revolución (Blanco Castiñeira, T. 2, 262). Puede no haber sido el único que reflexionó acerca de esta idea. Sin embargo, tal como él mismo lo enunció, su importancia radica en cómo concebía el socialismo y, por tanto, el papel de sus seguidores que, como él, constituyen tan sólo una fracción de segundo en los años luz del avance de la humanidad.

¿Y José Martí?

En el mismo sentido, al referirse al avanzado pensamiento de José Martí, en constante evolución e influencia, afirmó que “hoy Martí sería un marxista leninista” (Blanco Castiñeira, T. II, 265). Huelga añadir que tal señalamiento de afinidades no intenta soslayar lo que fundadamente han sostenido diversos autores: que Martí siguió su propia evolución, en su contexto particular y con sus fines cardinales, y no necesitó adscribirse a otras teorías, aunque entre estas y él puedan apreciarse significativas coincidencias.

¿Qué subrayó Fidel principalmente acerca de la profunda obra de Martí, como lo mencionó en muchas ocasiones a Katiuska, a Ramonet y a otros biógrafos y en sus propios escritos? La ética.[1] Fidel, modesto en extremo, nunca imaginó que podría elevarse para igualar el nivel del legado ético martiano, pero definitivamente dedicó toda su vida a intentar emular este legado mambí.

El presente abordaje panorámico sobre Fidel y la Revolución Cubana como seguidores de Martí y del marxismo leninismo también está dedicado a la Constitución cubana, “guiada por las ideas de José Martí y las ideas políticas y sociales de Marx, Engels y Lenin” (CubaMinRex).

No se debe subestimar la importancia que Fidel atribuyó a la ética martiana, aun cuando ella no estuviese directamente relacionada con el marxismo leninismo, ni tuviera que estarlo, signada como estuvo por su originalidad raigal, en lúcido apego al contexto frente al cual se fraguó. En su respuesta a la pregunta de Katiuska, por ejemplo, Fidel reveló la fascinante evolución pre-marxista leninista de su pensamiento. Antes de leer el Manifiesto Comunista, “no sabía nada del comunismo ni del socialismo” (Blanco Castiñeira, T. I, 320). En sus insaciables curiosidad y necesidad de aprender de los demás, observa las cualidades de los pocos comunistas con quienes se relaciona en la universidad. En cada uno de estos militantes vio a una persona “abnegada, luchadora, consagrada” (Blanco Castiñeira, T. I, 320). Posteriormente, Fidel vio en Eduardo Chibás a un revolucionario que no era comunista, sino más bien una fuerza importante en la lucha contra la corrupción y los gobiernos apoyados por Estados Unidos, un hombre “muy consistente, consecuente, intransigente y valiente” (Blanco Castiñeira, T. II, 17).

Así es como yo describiría a Fidel, de 1940 hasta el final de su vida, añadiendo, por supuesto, sus cualidades como revolucionario y comunista consagrado. Inmerso en estos principios éticos que notó en otros, antes que intentar presentarse como la encarnación de tales valores. Fidel gustaba mucho de una idea de Martí que él sintetizó en estos términos: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. En vísperas de su fallecimiento, el 25 de noviembre de 2016, para la consternación de sus detractores de todo el espectro político, se aseguró de que esto fuese puesto en práctica. El mundo presenció la estoica y sencilla ceremonia de las cenizas de Fidel, conducido a través de Cuba, rodeado por el pueblo. Al final de esa jornada, todos podían posar su mirada en la sencilla tumba compuesta tan sólo de una roca sólida, semejante a un grano de maíz, en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, con un simple epitafio: “Fidel”. Apenas un mes más tarde, los interesados de todo el mundo pudieron tomar nota de una ley especial aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular que consagró su deseo de impedir el culto a su personalidad.

Saint-Jean-Port-Joli, Québec: el eslabón perdido

¿Qué hay en Fidel que persiste en esta valoración, ciertamente controvertida, incluso para varios de sus admiradores y seguidores, a saber, que él es la figura política revolucionaria de mayor relevancia de los siglos XX y XXI? Me sentía incapaz de lograr una manera más sustantiva de desentrañar lo que para algunos puede parecer una exageración, y así dar sustento a esta conferencia. Sin embargo, mientras trataba de elaborar la conclusión, encontré en mi mente el eslabón perdido durante una corta visita, en Quebec, al pueblo (de 3.300 habitantes) de Saint-Jean-Port-Joli, situado en la ribera del río San Lorenzo, a unos 350 kilómetros al noreste de Montreal. Fue por pura casualidad, ya que la intención original de mi visita no tenía nada que ver con Fidel Castro ni con Cuba. Aquel pueblo alberga el único museo permanente de las Américas dedicado a la memoria viva: el Museo de la Memoria Viva (Musée de la mémoire vivante).

En 2014, el Dr. Fernand Harvey, un reconocido sociólogo e historiador quebequense, especializado en la historia de la clase obrera de Quebec, donó su importante colección de artefactos de audio, la más importante atracción del museo. Las entrevistas grabadas fueron hechas en el decenio de 1980 a trabajadores, así como a miembros de su familia, de personas de 90 años de edad, y menos.  Por tanto, hay muchos testimonios narrados a partir del inicio del siglo XX.

El escenario de esta iniciativa se encuentra en las tradicionales zonas de la clase obrera de la ciudad de Quebec. Desplazándose de una cabina de audio a otra en el museo, se tiene la impresión de transportarse en el tiempo, a lo largo y desde inicios del siglo. Durante esta época, las voces nos conducen a través de estos barrios que sufrieron muchas pruebas y tribulaciones, como la extrema pobreza durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Si bien cada una de las numerosas cabinas –que abarcan diferentes temas y momentos– está ilustrada con fotografías de la época, lo que atrae la atención de los visitantes es la memoria vocal viva. Cuando un viejo de 90 años es entrevistado, al inicio del siglo veinte, es como si se estuviera en realidad allí. Durante mi visita al museo, una imagen cruzó por mi mente: ¡es esto lo que distingue a Fidel de todos los demás! Él siempre tuvo una enorme sed de historia y de acontecimientos, y una dedicación igualmente destacada a compartir esta cosmovisión ya sea por la palabra hablada o por escrito. Sin embargo, cuando esta propensión épica se combina con su longevidad, impulsa a uno a salir de los límites históricos estándares de la evaluación de las personalidades políticas.

Longevidad y memoria viva

Esto permite afirmar que Fidel es la figura política revolucionaria de mayor relevancia del siglo XX y lo que va del siglo XXI, situándolo además entre los mejores de la segunda mitad del siglo XIX, incluyendo a Martí.

Recordemos que a “Fidel le gusta recordar”. Las destacadas figuras políticas de los siglos diecinueve y veinte que he mencionado, murieron a una edad relativamente joven, lejos de Fidel: Martí fue baleado en un choque inevitable con las tropas coloniales españolas, a la edad de 42, joven, aun teniendo en cuenta la menor esperanza de vida de aquel período: Marx tenía 64 años cuando murió, Engels 74 y Lenin 53.

Fidel vivió hasta los 90 años. Más de 70 de su existencia los dedicó a la vida política revolucionaria, equivalentes a toda la vida de Engels, el clásico del siglo XIX, el más longevo entre ellos. No obstante, la longevidad por sí sola no es una consideración suficiente para llegar a mi conclusión acerca de Fidel.

Después de todo, Martí es el Apóstol de la nación cubana, que no puede dar nacimiento a dos Apóstoles. Su enorme influencia y autoridad –que no cesan– se extendieron con fuerza hasta bien entrado el siglo XX, como se ejemplifica cuando Fidel lo llamó autor intelectual de los hechos del 26 de julio de 1953, que reavivaron la revolución iniciada por los mambises en el siglo anterior. Su pensamiento y su acción política, social y militar fueron personificados por Martí. Hoy –y siempre– Martí es y será una fuerza líder trascendental del pensamiento político cubano. 

Marx, Engels y Lenin son los fundadores del socialismo y de la revolución correspondiente. Las leyes científicas que ellos descubrieron y fijaron fueron desarrolladas posteriormente, y aplicadas creativamente, debo subrayarlo, en distintos países y épocas. Como le dijo Fidel a Katiuska en un tono aparentemente irónico, cuando evocaba la adquisición de algunos de los libros clásicos de estos tres fundadores, a mediados del decenio de 1940: “Había otro [libro] muy de moda: ¿Qué hacer?, porque mucha gente pensaba que en el libro de Lenin iban a encontrar la fórmula de qué hacer” (Blanco Castiñeira, T. II, 103).

Mientras que Marx, Engels y Lenin dejaron un abundante patrimonio de obras científicas escritas y de acción inmortales, para ser aplicadas de manera creativa en diferentes circunstancias, parece que ninguno de ellos tenía la tendencia a registrar sus recuerdos personales como lo hizo Fidel. Existen centenares de biografías de los tres fundadores (la mayoría de ellas distorsionadas, escritas por antagonistas), pero ninguna como resultado de un intercambio consensual, franco, exhaustivo, como el que Fidel sostuvo con Katiuska y Ramonet y, anteriormente, con Gabriel García Márquez.[2]

Según Katiuska, por insistencia de Fidel, el libro debía evitar ser “aburrido, como un volumen que contenga la historia de Troya” (Blanco Castiñeira, T. I, XXIII). Debía fluir y ser natural y vivo, como el enfoque de aquellos historiadores en Quebec, quienes, en colaboración con el humilde pueblo, juntos ponen en pie un museo basado enteramente en su memoria viva, como lo es el registro de la expresión oral. Lo aquí dicho pudiera también nutrir lo que antes subrayé sobre el tema.

Dos características: la primera, vivir hasta los 90 y la segunda, a “Fidel le gusta recordar”, fusionadas con el talento del periodismo, por ejemplo, representado entre otros por Katiuska y Ramonet. La primera conversó con Fidel de 1993 a 1996, de forma intermitente, y luego en 2006, cuando él cumplió 70 años. Ramonet, por su parte, dialogó sus 100 horas con Fidel de 2003 a 2005, cuando Fidel celebró sus 80, y luego, justo antes de que él se enfermara, en 2016.

De 2006 y hasta su fallecimiento, Fidel se basó en su experiencia como periodista y escritor para escribir sus internacionalmente célebres “Reflexiones.” Sus “Reflexiones”, casi siempre se relacionaron con acontecimientos actuales y preocupaciones internacionales acerca de la guerra y la paz. Escribió de forma sobresaliente, original, animada, con un barrido de la historia que tan sólo puede lograrse a partir de su larga experiencia, desde su infancia en Birán y en los años 40 en la Universidad de La Habana, hasta 2016, cuando murió. Sus agudas “Reflexiones”, como afirma Katuiuska, “fueron siempre cartas que les dirigía a los seres humanos de este mundo” (Figueredo, Reinaldo Domínguez, Doimeadiós Guerrero). Las “Reflexiones” de Fidel acerca de Cuba y de eventos internacionales se basan en su proverbial memoria y en su capacidad de análisis siempre renovada. Fueron escritas de forma personal –como una “carta”–, a partir de su propia y larga vida, buscando manifestarse con delicadeza y discreción a través de cada línea que deja a las futuras generaciones de todo el planeta. Sus “Reflexiones” constituyen una memoria viva a través de periodismo moderno. 

La longevidad y la histórica dedicación de Fidel a la memoria viva

¿Fue su longevidad el resultado de su dedicación y su cuidado personales? Sin lugar a duda, durante décadas trabajó 18 horas al día, o más. Su propia salud y su vida no parecen representarle ninguna preocupación, como no lo fue el 26 de julio de 1953, cuando arriesgó su vida para llevar a Cuba a un camino seguro. Permitamos a Fidel expresarse por sí mismo (2006):

“Con motivo del enorme esfuerzo realizado para visitar la ciudad argentina de Córdoba, participar en la Reunión del MERCOSUR, en la clausura de la Cumbre de los Pueblos en la histórica Universidad de Córdoba y en la visita a Altagracia, la ciudad donde vivió el Che en su infancia, y unido a esto asistir de inmediato a la conmemoración del 53 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, en las provincias de Granma y Holguín, días y noches de trabajo continuo sin apenas dormir, dieron lugar a que mi salud, que ha resistido todas las pruebas, se sometiera a un estrés extremo y se quebrantara. Esto me provocó una crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido que me obligó a enfrentar una complicada operación quirúrgica.” (Proclama del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba. Gobierno de Cuba.)

Numerosos fueron los esfuerzos, apoyados o promovidos por Estados Unidos, para interrumpir su vida por medio de intentos de asesinato, y subvertir la Revolución. Sin embargo, Fidel y la Revolución los desafiaron a todos, y los vencieron. Era como si el mismo Comandante hubiese decidido cuándo era el momento de partir, pero sólo después de que su memoria viva fuese publicada por biógrafos o en sus propias “Reflexiones”. ¡Misión cumplida! De hecho, Katiuska proporciona una historia acerca de cómo Fidel vivió su grave situación de salud en 2006 (a la edad de 80 años), al relatar que él “temía que la obra [una nueva edición de la biografía de Ramonet] quedara inconclusa” (Blanco Castiñeira, T. I, XVII). 

Esta valiente dedicación, no para sí mismo sino para la historia, se confirma en el siguiente fragmento de un mensaje de Fidel al pueblo cubano, apenas meses después de la proclama precedente:

“Ni un solo día, incluso los más difíciles desde el 26 de julio, dejé de hacer un esfuerzo por subsanar las consecuencias políticas adversas de tan inesperado problema de salud. El resultado es que, para mi tranquilidad, avancé en varias cuestiones importantes. Puedo comunicarles que el libro Cien horas con Fidel, de Ramonet, en el que revisaba en detalle cada respuesta mía los días en que me enfermé, está prácticamente concluido y pronto será publicado, como les prometí. No por ello he dejado de cumplir estrictamente mis deberes como paciente disciplinado.” (Castro Ruz, Fidel, Septiembre 4 de 2006.)

Su longevidad, memoria viva y su heroico compromiso para conservarla en forma de palabra escrita para Cuba y la humanidad, fueron de la mano hasta el último día de su vida.

¿Otra categoría de gigantes? 

No existe algo semejante en la historia de la experiencia revolucionaria de los siglos XIX y XX. De hecho, en el ámbito de la longevidad combinada con la sed para relacionar la memoria viva, Fidel supera a los otros destacados personajes y políticos revolucionarios de los siglos XIX y XX. 

Fidel fue –y es–  el que trasciende lo factual, para Cuba y para el mundo. Sus experiencias políticas revolucionarias, especialmente en los años 1950, coincidieron además con el desarrollo y la disponibilidad de la televisión. El 8 de enero de 1959, por ejemplo, fue televisada en Cuba la llegada triunfal a La Habana. Desde 1959, la televisión ha llevado las palabras de Fidel y los hechos a los hogares de todos los cubanos. Incluso la televisión y los medios de comunicación internacionales han debido prestar atención, en la mayoría de los casos, desde su propia perspectiva distorsionada. La prensa también estaba en desarrollo. Desde enero de 1959, el retrato de Fidel apareció en no menos de seis portadas de Time Magazine. Es prudente decir que, a lo largo de los años, fue la personalidad política más buscada del mundo para ser entrevistada. 

El avance en el transporte aéreo llevó a Fidel en varias ocasiones a América Latina, Estados Unidos (donde se relacionó con jefes de Estado, y con revolucionarios como Malcolm X), Europa, Eurasia, Asia y África. Incluso podemos tomar el inocuo (para algunos) ejemplo de Canadá, en abril de 1959, para indicar que Fidel ya estaba en camino de convertirse en un gigante político por derecho propio. Durante su visita a Montreal, por invitación de la Cámara de Comercio para los Jóvenes, que había respondido a su llamamiento para donar juguetes a Cuba, apenas cuatro meses después del Triunfo, llamó la atención de la prensa en Quebec y de la dirección nacional de la televisión francófona. Además de hablar a su audiencia, también visitó el Hospital infantil de Montreal. En aquel momento el reportero de televisión describió al visitante como “el personaje más romántico de la actualidad” (“Le personnage le plus romantique de l’actualité”, Nadeau). Asimismo, la Gazette de Montreal, principal periódico en lengua inglesa publicó que “la mayor estrella del escenario internacional de la actualidad había aceptado su invitación a Montreal” (Bruemmer). Más aún, según los informes oficiales, el contexto de este informe de noticias generales era el recibimiento de Fidel como un héroe. 

De esta manera, se toma en consideración la evolución de sectores como el transporte y los medios de comunicación. Junto a esto, se da el floreciente y profundo deseo de Fidel de estar entre los pueblos de todos los rincones del planeta, en todos los niveles del gobierno y en las alianzas internacionales, así como su insaciable curiosidad por conocer todo de primera mano acerca de las preocupaciones de los cubanos en cada rincón de la isla. Desde 1959, la historia lo catapultó a la escena cubana e internacional, como “fuera de serie”, para valernos de una frase acuñada.

En consecuencia, ¿nos llama entonces la historia a actualizar la clasificación de personalidades destacadas de Cuba, más allá de lo que estamos acostumbrados? Para Cuba, están Martí –como cima de otras grandes figuras históricas de la nación–, Marx, Engels y Lenin. Y luego está Fidel, leal, humilde y creativo seguidor de aquellos a lo largo de su notable longevidad, como un gigante por derecho propio, aunque él no se considerase a sí mismo como tal. Para las fuerzas de la izquierda de los países de América Latina está asimismo Simón Bolívar. Él inspiró a Martí como parte de la lucha centenaria por la independencia y la justicia social de América Latina y el Caribe. Por tanto, la herencia de Bolívar también está plasmada en la obra de Fidel, quien es un caso aparte, a pesar de él, en la medida que siempre se autoconsideró un seguidor, uno más en la larga línea de revolucionarios, desde Martí y luego desde Marx. 

Fidel desbordó su existencia, y es memoria viva por derecho propio. Memoria viva, y no para un museo como parte del pasado. Todos estos hechos conducen a un resultado: Fidel está vigente hoy y para siempre. Este es mi mensaje principal de hoy. No se trata de una Cuba post-Fidel, como algunos quisieran afirmar, ayudando así al imperialismo estadounidense a difundir la palabra con el fin de invalidar la importancia capital de Fidel hoy y en el futuro.

La obra de Fidel, vigente hoy y siempre: Martí

Hoy Cuba se encuentra en una encrucijada. Ello se debe no sólo a la necesidad de superar las dificultades económicas y las debilidades, muchas de las cuales son causadas por el bloqueo genocida estadounidense contra ella, sino además a que, paralelamente a este intento de genocidio económico, hay también un intento de exterminio de la cultura socialista de Cuba. No se trata de algo nuevo: tiene lugar desde inicios de 1959, incluso antes de que Cuba conscientemente supiera o reconociera que su revolución era socialista. En el memorando del Vicesecretario Adjunto de Estado para Asuntos Interamericanos (Mallory) al Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Rubottom), emitido el 6 de abril de 1960, está escrito que el objetivo del bloqueo es “provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno” (U.S. Department of State). Que el objetivo fuese provocar penurias y miseria para que los cubanos culpen a su propio gobierno y así derrocarlo, ¿no constituye también una expresión de guerra ideológica totalmente asociada a la guerra económica planificada?

Hoy, con el fin de desarmar ideológica y políticamente al pueblo cubano, los adversarios de la Revolución Cubana se esfuerzan por expulsar a “Martí fuera de Fidel”. Es bastante obvio que, para esta tendencia, una de sus principales referencias es Martí como defensor de la “soberanía cubana”. Sin embargo, no reconocen plenamente la Revolución Cubana que, junto con el Gobierno cubano, el Partido Comunista de Cuba y millones de cubanos constituye la espina dorsal de la soberanía de esta nación. Desde 1868, ningún analista político serio puede hablar de “Cuba” en abstracto. En el siglo XIX, fue la República de Cuba en Armas y, desde 1959, Cuba ha sido y es la Revolución Cubana.

Semejante homenaje –sospechosamente prepotente– a la soberanía cubana resulta, en apariencia, muy noble. Sin embargo, se ha convertido en una expresión de moda que quizás evite un problema muy real, fundamento de la política de Estados Unidos hacia Cuba. Por ejemplo, Obama mencionó –en palabras– el respeto a la soberanía cubana, recordando la Cumbre de las Américas de abril de 2015, realizada en Panamá, y de nuevo en marzo de 2016 durante su visita a La Habana (inmediatamente después de que financiara una serie de programas de supuesta promoción de la democracia). Por su parte, Trump, en su infame espectáculo del 16 de julio en Miami, dijo hipócritamente: “Respetamos la soberanía cubana.”

El hecho es que, a partir del 1° de enero de 1959, luego en Playa Girón, cada día durante decenios de lucha valiente (especialmente desde el período especial hasta la fecha) los cubanos luchan diariamente con el fin de obtener alimentos para las familias y atender los problemas de vivienda y transporte, a pesar de la agresión militar, las amenazas, las actividades terroristas y la presión económica, sin abandonar la soberanía de Cuba como solución y garantía. Cuba se ha ganado el derecho a su soberanía política, reconocida por Estados Unidos y todo el mundo, aunque principalmente en el caso de aquella potencia sea tan sólo en el papel. Sin embargo, esto representa una gran victoria para el pueblo y el gobierno cubanos. Nadie puede abiertamente ponerlo en tela de juicio.

Martí y Fidel son ejemplos vivos del derecho de Cuba a su soberanía. No obstante, nunca escuchamos a los adversarios ideológicos y políticos de la Revolución Cubana mencionar la célebre sentencia de Martí: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento”Martí, José). No se trata de una cita aislada. Forma parte de un plan para construir los cimientos del periódico Patria, vocero auxiliar del Partido Revolucionario Cubano. Como su editor, Martí acuñó esa frase para orientar a Patria en aquellos momentos. La tendencia a ocultar esa realidad tampoco hizo nunca referencia a la tradición de Fidel con relación a la batalla de las ideas o al hecho de que en calidad de líder de la Revolución Cubana era –y es– la personificación de la firmeza ideológica contra los intentos de exterminio de la cultura socialista de Cuba, y de un mal entendimiento de la “unidad” a expensas de la solidez ideológica.

De igual forma, las ilusiones son creadas, ignorando la estrategia de largo plazo de las políticas  promovidas por Estados Unidos, donde quienes siguen tales orientaciones son o inmigrantes o visitantes muy frecuentes, a veces recibidos allí con especial simpatía. Irónicamente, Martí llegó a una conclusión totalmente diferente acerca de Estados Unidos: “Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas”. En ese mismo texto advirtió –y aquí podemos ver una vez más por qué es considerado el Apóstol de Cuba– acerca de la “anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia” (Martí, José, cursiva de A.A.). Estas valoraciones son retomadas por Fidel en diferentes formas y términos, una y otra vez, a lo largo de décadas hasta el final de su vida, como cuando en su reflexión “El hermano Obama”, en marzo de 2016. Las obras de Martí y Fidel se encuentran vigentes hoy y siempre, por lo menos mientras exista el imperialismo en la tierra. En el caso la “carta a la humanidad” (como Katiuska describe sus reflexiones) “El hermano Obama”, parece que la memoria viva de Fidel viajó a Cuba bajo la dominación española y luego amenazada y agredida por Estados Unidos, potencia empeñada en imponer su concepción del mundo en el panorama político internacional.

En el falso “homenaje” que algunos rinden de modo muy “políticamente correcto” al legado de soberanía de Martí y, por consiguiente, de Fidel (aunque rara vez se menciona en esta historia), el Comandante es despojado de lo que él consideraba la principal lección que aprendió de Martí: la ética. No se trata de un asunto menor. Las principales características de la ética comprenden, entre otros, lo que Fidel observó en los años 40 entre los comunistas, cuando él aún no era marxista-leninista: eran “modestos, combativos, comprometidos”. Igualmente, en Chibás, quien tampoco era marxista-leninista, percibía a un hombre “muy coherente, firme, decidido y valiente”.

Así, por el momento podemos incluso colocar la “ideología a un lado” con el fin de evaluar mejor la importancia de tales características. Tomemos por ejemplo la característica de “ser coherente”. Ésta va en contra del punto de vista político e ideológico de algunos que prefieren ser eclécticos, incoherentes y sin principios, manipulando fuera de contexto tan sólo aquellos aspectos de Martí, Fidel o Raúl que de esa manera encajan con su propia perspectiva, contraria a la Revolución Cubana. Escoger al gusto de diferentes fuentes sirve como “alternativa” para oponerse al “dogmatismo” y al “extremismo”, que en tales usos son sinónimos de ser “coherentes”. Adicionalmente, esta presión ideológica y política repetida con ahínco y de forma muy arrogante, a los revolucionarios de Cuba y en otros lugares, está muy lejos de ser “modesta”, otra característica de la ética. Alejarse de la ética de ser “comprometidos” constituye un arma en sus manos para oponerse a la ideología revolucionaria, pretendiendo que su ideología es neutra y, por tanto, no “enceguecida” por el “compromiso”, como lo requiere ciertamente la corriente oficial del capitalismo. 

La vigencia presente y futura de la obra de Fidel: el marxismo leninismo

La revelación de Fidel como seguidor de Marx, Engels y Lenin (cuyas obras se levantan majestuosamente como guía para el mundo contemporáneo) es de mayor alcance que el intento de desvirtuar el legado de Fidel, tal y como se encuentra en Martí. Los comunistas clásicos abordan muchos más temas trascendentales basados en la investigación y en la lucha en muchos países. Esto ha tenido lugar durante un período de más de 80 años. Así, los opositores a la Revolución Cubana tienen mucho más que socavar. Las verdades científicas del marxismo leninismo plantean un obstáculo formidable en la economía, la política, la historia, la sociología y la ideología contra quienes proponen una alternativa a la Revolución Cubana. 

De esta manera, tomemos tan sólo un ejemplo para ilustrar el intento de negar el legado comunista vigente y vivo de Fidel. A lo largo de su memoria viva registrada por la historia, cuando él habla de Estados Unidos, siempre llama a las cosas por su nombre, refiriéndose a ese como a un país imperialista, a la vez que distingue claramente el pueblo estadounidense y las elites gobernantes. Sin embargo, existe un intento de oponerse al descubrimiento científico de Lenin llevado adelante por Fidel en la lucha contra las condiciones de dominación estadounidense en Cuba y en América Latina en general: “El Imperialismo es la fase superior del capitalismo”, juicio en que el adjetivo superior está lejos de representar un elogio para el imperialismo. 

Dado que es permitido salirse con la suya en la guerra de las ideas, el término “imperialismo” ya no sería aplicable a Estados Unidos de forma coherente, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca en un momento dado. Para algunos se trata de un tabú virtual. Sin embargo, esto sería un desastre, y no a causa de la pérdida de la expresión como tal. Sería más bien por el hecho indiscutible de que, dada su propia naturaleza, desde la Segunda Guerra Mundial el imperialismo estadounidense es, de lejos, el mayor peligro para los pueblos del planeta, incluidos los de América Latina. ¿Cómo funciona aquella perspectiva que pretende desvirtuar el imperialismo de la obra de Fidel (y de Martí, quien también señaló el grave peligro del objetivo expansionista de Estados Unidos en la región, incluso por encima del decadente imperio español)? Existen muchas facetas. Sin embargo, con el uso de las modernas tecnologías de la comunicación, en la Casa Blanca se tienen diferentes personalidades con distintas idiosincrasias que supuestamente debemos admirar –abiertamente o de forma encubierta– o bien, odiar. Esta es la perspectiva oficial de Estados Unidos acerca de su sistema –un sistema que está tratando de imponer en todo el mundo. De acuerdo con esta táctica de distracción, Estados Unidos y sus apologistas se esfuerzan por crear ilusiones en Cuba acerca del capitalismo.

La Revolución Cubana también está en la mira de Estados Unidos, como lo está el resto de la región. En el caso de Cuba, el método consiste en la guerra contra el pensamiento socialista cubano, guerra que, por cierto, constituye una violación flagrante de su soberanía. Esto debería hacer que quienes coloquen la “soberanía” sobre un pedestal inestable, desprovisto de aquello que Martí alertó acerca de la “guerra de pensamiento”, cayesen como un castillo de naipes si fuese permitido que este cáncer se diseminase. 

La obra de Fidel: la Revolución Cubana constituye un escudo contra la guerra ideológica dirigida por Estados Unidos

Pero el imperialismo estadounidense y quienes apoyan esa visión del mundo están frente a una fuerza formidable. Con la vigencia de la obra de Fidel y su memoria viva, registrada sin precedentes, millones de cubanos con una alta conciencia política están implicados de una u otra manera para detener la expansión del cáncer del pensamiento pro capitalista en la cultura política cubana. 

En abril de 2016, por ejemplo, un mes después de la visita de Obama a La Habana, Bruno Rodríguez, Ministro de Relaciones Exteriores y Delegado al Séptimo Congreso del PCC, en un debate de una comisión del Congreso afirmó: “La visita de Obama resultó ser un ataque frontal contra nuestra concepción política, nuestra historia, nuestra cultura y nuestros símbolos” (Elizalde, Rosabal y Francisco). Aquella intervención se realizó antes del fallecimiento de Fidel. Sin embargo, Rodríguez mantuvo la misma precaución respecto a este ataque frontal cuando, ocho meses después del fallecimiento de Fidel Castro, declaró: “es falso afirmar que el presidente Barack Obama hizo concesiones a Cuba. Él mantuvo en lo fundamental el bloqueo a Cuba y trató de avanzar los intereses norteamericanos, incluso, de subvertir el orden constitucional en nuestro país” (Rodríguez, Bruno).

En el mismo Congreso del Partido mencionado anteriormente y realizado en abril de 2016, pero en un debate desarrollado en otra Comisión, Abel Prieto, Ministro de Cultura y delegado al Congreso del Partido, declaró que “no se puede ignorar que existen sectores de la sociedad que tienen una visión idealista del capitalismo; sin embargo, debemos enfrentarnos a ella sin retórica, como lo hizo Raúl en su discurso [en una sesión plenaria de ese Congreso]” (Elizalde, Rosabal y Francisco). Prieto, junto con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y su presidente, Miguel Barnet, ha sido, antes y después del fallecimiento de Fidel, una de las espinas para quienes están librando la guerra ideológica contra la cultura de Cuba. Uno de los mejores ejemplos es el caso de los cinco cubanos: Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando González y René González. A pesar de una de las más largas y crueles guerras ideológicas contra sus mentes y principios –llevadas a cabo durante la vida del líder–, todos defendieron los principios de Fidel, con quien se reunieron después de ser liberados, y después de su muerte siguen siendo, como ellos mismos dicen, soldados de Fidel.

En conclusión, permítaseme señalar que, entre los muchos otros ejemplos que forman parte de esta batalla de las ideas, están el Instituto de Historia de Cuba y la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Ellos no solamente registran la historia, sino hacen historia mediante un compromiso creativo con el fortalecimiento y la profundización de la obra de Fidel. Así, somos afortunados de poder contar con la riqueza revolucionaria de la memoria viva de Fidel, que lo hace la figura política revolucionaria más relevante del siglo XX y lo que va del XXI. Los revolucionarios del mundo tienen a su disposición este tesoro político. De esta manera, el compromiso de Fidel para registrar su memoria viva no fue en vano. 

Es un gran honor para mí haber sido invitado a dirigirme a ustedes hoy, aquí.

Muchas gracias.

Conferencia sobre “Pensamiento y obra de Fidel Castro Ruz”

II Simposio Internacional LA REVOLUCIÓN CUBANA: Génesis y desarrollo histórico,

Palacio de Convenciones, La Habana, Cuba

Jueves 26 de octubre de 2017

Fidel Castro Ruz: Memoria viva para el presente y el futuro

M.Sc. Arnold August, Canadá

Referencias

Blanco Castiñeira, Katiuska. Fidel Castro Ruz, GUERRILLERO DEL TIEMPO: Conversaciones con el líder histórico de la Revolución Cubana, Casa Editorial. Abril de 2011, La Habana, Primera Parte, Tomos I y II.

Bruemmer, René. “Toy drive brought Fidel Castro to Montreal in 1959.” Montreal Gazette. Noviembre 27 de 2016. <http://montrealgazette.com/news/local-news/toy-drive-brought-fidel-castro-to-montreal-in-1959>.

Castro Ruz, Fidel. “Mensaje de Fidel al pueblo de Cuba.” Gobierno de Cuba. Septiembre 4 de 2006. <http://www.granma.cu/granmad/secciones/siempre_con_fidel/art-062.html>.

Castro Ruz, Fidel, Ramonet, Ignacio, Cien horas con Fidel. Conversaciones con Tercera Edición. Incluye una ampliación, revisión y varias de las preguntas hechas por Ramonet para la Edición Francesa. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006

Cuba MinRex. Constitución de la República de Cuba. <http://www.cuba.cu/gobierno/cuba.htm>.

Elizalde, Rosa Miriam, Heriberto Rosabal, Ismael Francisco. “Economía y Política a debate: ¿De cuál socialismo hablamos? (+ Fotos y Videos)”. CubaDebate. Abril 17 de 2016. <http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/04/17/economia-y-politica-a-debate-en-el-vii-congreso-de-cual-socialismo-hablamos/>.

Martí, José. Abril 10 de 1895. “José Martí Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra Cartas de

José Martí José.” Damisela. <http://www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/marti/epistolario/quesada/1895_04_10.htm>

Musée de la mémoire vivante. <http://www.memoirevivante.org>.

Nadeau, Jean-François. “En 1959, Castro enchantait Montréal.” Le Devoir. Noviembre 26 de 2016. <http://www.ledevoir.com/international/actualites-internationales/485854/en-1959-castro-enchantait-montreal>.

Navia Jordán, Rouslyn. “20 libros sobre Fidel Castro que no debes dejar de leer.” Juventud Rebelde. Noviembre 29 de, 2016. <http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2016-11-29/20-libros-sobre-fidel-castro-que-no-debes-dejar-de-leer/>.

Proclama del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba. Gobierno de Cuba. <http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2006/esp/f310706e.html>.

Reinaldo, Figueredo Oscar, L. Eduardo Domínguez, Dianet Doimeadios Guerrero. “Pedagogía 2017: La Revolución es el libro de Fidel sobre la educación. (+ Video).” CubaDebate. Enero 31 de 2017. <http://www.cubadebate.cu/noticias/2017/01/31/pedagogia-2017-la-revolucion-cubana-es-el-libro-de-fidel-sobre-la-educacion/#.WZdgxz6GOpo>.

Rodríguez, Bruno 19 de junio de 2017, Granma. <http://www.granma.cu/mundo/2017-06-19/conferencia-de-prensa-ofrecida-por-bruno-rodriguez-parrilla-ministro-de-relaciones-exteriores-de-cuba-desde-viena-austria-el-19-de-junio-de-2017-ano-59-de-la-revolucion-19-06-2017-20-06-04>

U.S. Department of State. Office of the Historian. Foreign Relations of the United States, 1958–1960, Cuba, Volume VI. <https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1958-60v06/d499)>.

 

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FaceBook: Arnold August

 

[1] En este sentido, Navia Jordán sugiere en Juventud Rebelde 20 obras

[2] En 1968, el Instituto de Marxismo-Leninismo del Comité Central del PCUS publicó, entre otros, Karl Marx: A Biography.

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2 Responses to Fidel Castro Ruz: Memoria viva para el presente y el futuro. Por Arnold August

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  2. Asdrubal Salinas says:

    BA Fidel no le gustaba nada el Culto a la personalidad y eso lo respeto y cumplo, porque para mí será inolvidable porque crecí bajo sus enseñanzas, pero temo que las generaciones Presentes-futuras lo puedan sacar de sus mentes y se pierdan su legado revolucionario. Sería imperdonable,
    Ojalá que no.

     

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