El “olvido” de Lenin y la Revolución Socialista Rusa de Octubre de 1917. Una mirada crítica a cien años de la victoria. Por Orlando Cruz Capote

 

¿Por qué están intentando que olvidemos a Vladimir Ilich Lenin? Mientras, Carlos Marx y su obra cumbre, ‘El Capital’ -cuyo 150 aniversario de la publicación del primer tomo celebramos en este 2017-, es reeditado y leído por las pensantes élites burguesas del mundializado y hegemónico capitalismo transnacional neoliberal, ante las múltiples crisis estructurales, endémicas, acumulativas, crónicas, permanentes e interconectadas que estremecen al sistema de dominación múltiple del capital; Lenin, sin embargo, es hípercriticado y sometido a una tergiversación deliberada, como sucede con la Gran Revolución Socialista del Octubre Ruso de 1917.

El zigzagueante pensador esloveno, Slavoj Žižek, señala, quizás, algunas pistas acerca de la obsolescencia de Lenin: “… ¿No representa Lenin precisamente el fracaso a la hora de poner en práctica el marxismo, la gran catástrofe que dejó huella en la política mundial de todo el siglo XX, el experimento de socialismo real que culminó en una dictadura económicamente ineficaz?” Y continúa Žižek, el posmoderno, su narración de doble filo, “…De modo que, de haber algún consenso en (lo que queda de) la izquierda radical de hoy en día, estriba en la idea de que, para resucitar el proyecto político radical, habría que dejar atrás el legado leninista: la inquebrantable atención a la lucha de clases, el partido como forma privilegiada de organización, la toma revolucionaria y violenta del poder, la consiguiente “dictadura del proletariado” “…¿No constituyen todos estos “conceptos zombi” lo que debe abandonarse si la izquierda quiere tener alguna oportunidad bajo las condiciones del capitalismo tardío “posindustrial?” (1)

A través de la calculada omisión y el oportunismo, la mentira inducida y el aprovechamiento manipulado del instrumental del marxismo y los marxistas en plural y del leninismo, sus coterráneos, continuadores y contemporáneos, estamos en presencia de una operación de desmontaje ideológico-histórico por parte de los tanques pensantes burgueses, de una desintegración, además, de la teoría y la práctica, entre Marx, Engels y aquel que resignificó y re-creó lo mejor de la tradición viva -no la letra muerta- del quehacer filosófico-conceptual y praxiológico de estos. Algunos autores en el exterior han querido borrar a Lenin de la memoria y, otros, desearían que disminuyamos el interés en el pensamiento y la praxis del Che Guevara y Fidel Castro, cuando sus legados nos urgen más que nunca para llevar a cabo el proceso de actualización integral del modelo socialista cubano.

La insensibilidad (i)-racional y la esquiva hacia la teoría revolucionaria, específicamente la filosofía, la ciencia política y la social, la economía política marxista y leninista en nuestros tiempos e, igualmente, hacia los aportes enriquecedores de otras escuelas del pensamiento social crítico, de las cuales podemos extraer lecciones positivas y negativas; la desidia por conferir un espacio excepcional al empirismo rancio y depreciado, al economicismo reduccionista y difuso; el no querer practicar la alta ética política democrática y su práctica transformadora, sumando las insuficiencias y atrasos en la reideologización, repolitización, reestetización y etización de las masas populares, incluida la vanguardia política y la intelectualidad orgánica, están ocupando una plaza significativa en la aguda lucha de clases nacional e internacional a nivel teórico, ideológico, político y cultural en la contemporaneidad, en instantes históricos de transición epocal, de recomposición orgánica del capital y una reconfiguración estratégica geopolítica del modo de producción capitalista a nivel planetario, a pesar de su decadencia y parasitismo.

Lenin, unió a su espíritu beligerante e intransigencia revolucionaria, el ser extremadamente culto, activo política y original intelectualmente, poseer una gran sensibilidad humana y sentido de la autocrítica -supo que el marxismo era capaz de autocriticarse y superarse a sí mismo-; comprendiendo la necesidad de la dialéctica entre la estrategia y la táctica, las cuales no confundió, que podían variar según los escenarios históricos específicos en sus constantes mudanzas, (3) así como la gran diversidad de los métodos de lucha y su aplicación acertada según espacios y temporalidades, siempre en plena concordancia con las clases proletarias industriales, el obrero asalariado, los campesinos pobres y medios, marinos, soldados e intelectuales, incluso con algunas capas medias burguesas, entre ellos, unos que otros ex-funcionarios zaristas. Nadie como él para percibir, en sus detalles, el movimiento real de la correlación de fuerzas, a escala nacional e internacional, la necesidad de la política de compromisos y alianzas.

Su visión utópica-científica, aunque firmemente militante, le hizo escribir ‘El Estado y la revolución’, e interrumpir su elaboración, pues para él era fundamental hacerla. Sin embargo, la pauta ideal fue superada por el crudo escenario socioeconómico y político nacional e internacional. Pero, ‘El Estado y la revolución’, no se debe a una vanidad intelectual de Lenin, sino porque está consciente de que la exacerbación de las contradicciones del capitalismo en su fase imperialista han puesto en primer orden la cuestión del Estado, del poder y de la política, también la economía y la geopolítica y, por lo tanto, no es una obra coyuntural ni de corto aliento, sino válida para un proceso histórico de revoluciones nacional liberadoras y antimperialistas radicales, proletarias y socialistas que sacudirían al imperialismo desde entonces hasta hoy, bajo otras denominaciones y limitaciones.

Algunos marxistas declararon en su momento, como Rosa Luxemburgo, también Anton Pannekoek, Georg Lukács, Karl Korsch, entre otros, que, en materia de política agraria y política sobre las nacionalidades del imperio considerado la ‘Cárcel de los Pueblos’, los bolcheviques habían delirado por exceso de desenfado democrático, mientras que, a la inversa, subestimaron la sustancia democrática en la cuestión institucional, estatal y partidista interna. No le faltó razón a la dirigente comunista judía, polaca-alemana, asesinada junto a Karl Liebknecht por miembros de su partido socialdemócrata, aunque reconoció que, en las condiciones de cruenta lucha de clases, endógena y exógena, en que transcurrió la Revolución, la democracia soviética no podía tener muchas oportunidades, pero, el razonamiento lo realizó para el futuro socialista presagiando anomalías que luego devinieron en realidad. Sin una amplia democracia socialista, base de la vida política creciente de las masas trabajadoras, previó Rosa, solo podía restar la consolidación de una burocracia, que, de no evitarse, “la vida se extingue, se torna aparente y lo único activo que queda es la burocracia”. (5)

Por su parte, Lenin había afirmado que, “(…) Los soviets locales, en consonancia con las condiciones de lugar y de tiempo, pueden modificar, ampliar y completar las tesis fundamentales que formula el gobierno. La creación viva de las masas: ese es el factor básico del nuevo régimen social (…) Ni un solo artículo, ni una sola libra de cereal debe escapar a la contabilidad, pues el socialismo es ante todo contabilidad. El socialismo no se crea por medio de decretos desde arriba. El automatismo oficinesco y burocrático es ajeno a su espíritu; el socialismo vivo, creador, es obra de las propias masas populares”. Y que explicitó diáfanamente en esa misma obra: “Dogmatismo, doctrinarismo”, anquilosamiento del partido, castigo ineludible por las trabas impuestas al pensamiento”. (6)

Con respecto a las nacionalidades (la compleja cuestión multi-nacional de Rusia) fue acertada su apuesta democrática, celosa de la independencia, soberanía y autodeterminación de las naciones, por lo que fue partidario de una federación voluntaria, consensuada y no una unión obligada por el ‘gran espíritu nacionalista ruso’ que encarnó, paradójicamente, un georgiano de nacimiento.

Lenin, fue un polemista avasallador desde el ángulo argumentativo y racional, un ideólogo teórico que provenía de la escuela de los clásicos marxistas y, quizás por ello, utilizó por costumbre epocal, epítetos irónicos y sarcásticos contra sus adversarios ideológicos y políticos, pero cuando pugnaba con sus camaradas, después de las agudas discusiones y las crudas etiquetas, mantenía la amistad basada en los principios.

Tal manera de actuar la podemos distinguir cuando atacó sin miramientos la traición de la Segunda Internacional. Doliéndole esa alevosía porque, conociendo las corrientes y tendencias que se movían en su seno, se negó a creer que el oportunismo y revisionismo de sus principales líderes llegaran a materializarse en la conversión de un chovinismo de la peor especie, negándose a realizar la Revolución en sus países, (7) y que aprobaran los créditos de guerra y enviaran a sus pueblos y obreros a la primera conflagración mundial. En 1919, como respuesta a la traición, funda la III Internacional, Internacional Comunista o Comintern, con una nueva visión sobre el internacionalismo proletario.

En algunos momentos cruciales de la historia, quedó solo, aislado. Y su actitud no reflejó una autosuficiencia extralimitada, sino que fortaleció su prestigio y méritos como dirigente político. Tal sucedió, por ejemplo, cuando regresa de Finlandia -de viaje en un tren ‘sellado’ alemán a través Suecia- con sus famosas “Tesis de Abril”. La combinación de un cierto dogmatismo y pasividad de sus camaradas bolcheviques lo indignó. Por ello, sus posiciones fueron declaradas como ácratas y varios mencheviques, como Georgi Plejánov, se unieron a las acusaciones de la prensa burguesa, denunciándolos -viajaba con Karl Rádek (polaco) y Grigori Zinóviev- como “espías alemanes”. Lenin ante tal acusación, citaría, con ironía, al Mefistófeles del ‘Fausto’ de Goethe: ‘La teoría es gris, pero el verde es el árbol eterno de la vida’.

Otra vez, es cuando parte de su comité central estaba indeciso, dubitativo, en realidad se negaba a tomar el Palacio de Invierno, en Petrogrado, hoy San Petersburgo –hay que imaginarse a Grigori Zinóviev, Lev Kámenev y Iósif Stalin y otros, temiendo o no queriendo llevar a cabo la Revolución, sabiendo que la insurrección de octubre fue la de mayor planificación pública de la historia–. Llegó al Smolny, luego de estar en una dacha (choza) rural, –a cuatro horas de Petrogrado, deambulando en total clandestinidad– y poniendo la renuncia por delante, hizo que el acorazado ‘Aurora’ disparara el cañonazo que anunció el inicio de la insurrección armada.

En el proceso de la firma del Tratado de Brest-Litovsk, Lenin vuelve a quedar en solitario –Trotsky se le opone, Grigori Zinoviev se comporta vacilante, Nicolas Bujarin y Féliks Dzerzhinski defienden una posición ultraizquierdista–, mientras Stalin que apoya a Lenin, en un momento de la discusión propone la posposición de la firma, entonces, el máximo líder amenaza con dimitir del gobierno y del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia si proseguía «la política de pura fraseología revolucionaria», y se logra la firma finalmente. Aunque retrasada por la desobediencia de Trotsky, que no la refrendó en el tiempo previsto, poniéndose de manifiesto la política leninista de oportunas ‘retiradas y maniobras’, flexibles y realistas, y el cómo hacer valer las contradicciones interimperialistas a favor de la revolución.

La historia de sus dos últimos años, cuando estaba prácticamente paralizado por los ataques de la hemiplejia, es menos desconocida, pero no carente de trágico dramatismo. Sus últimos días se convirtieron en la guerra más feroz –‘increíblemente’ para algunos, la realizó junto a Leon Trotsky, a quien luego el estalinismo convirtió en su mayor enemigo, lo cual fue incierto–, por evitar la división en el Partido, la inclusión de nuevos cien obreros en el Comité Central, eliminar a la burocracia en los aparatos de poder soviéticos e impedir que la revolución soviética extraviara su destino. Como finalmente sucedió por culpa de Iósif Stalin y su camarilla servil, quienes excomulgaron, encarcelaron, desterraron, torturaron, asesinaron y enviaron a los gulags siberianos a miles de compañeros fieles al bolchevismo, al marxismo y al leninismo.

Muchas de las políticas iniciales del Estado soviético tuvieron un contenido contingente, como el “comunismo de guerra” y la implantación del ‘terror rojo’ contra la ‘hidra de la contrarrevolución’ representada por el ‘terror blanco’ y la invasión de 14 países extranjeros, aunque algunos trataron de mantener estos caminos estructurales como estables en el tránsito socialista. Lo que a la larga fue un grave error. Lenin, luego de la lección del aplastamiento de la rebelión de los marinos pro-bolcheviques de Kronstadt (1921) y la hambruna que testificaba la catastrófica situación del pueblo ruso, rectificó y relanzó sus ideas acerca de la Nueva Política Económica (NEP), ya adelantada desde 1919, que fue bastante incomprendida e inconclusa en su elaboración, pero que permitiría un crecimiento y desarrollo socioeconómico, político y cultural, totalmente alejado del productivismo y el economicismo simplificador, junto a la concientización ideológica y política de las masas, el Partido, los Soviets y los Sindicatos.

La Revolución Socialista en Rusia, fue la primera en triunfar, pero no pudo escapar a la tentación imponer una violencia clasista-popular contra la hostilidad imperialista y la contrarrevolución; y, la respuesta, aunque lógica, fue irracionalmente tajante, an algunos casos arbitraria y antiética. Las Revoluciones, al fin y al cabo, no son un Paseo de Riviera, tampoco son vírgenes inmaculadas hecha por arcángeles, sino realizadas por hombres y mujeres de carne y hueso. Muchos de los extremismos se debieron a otros dirigentes bolcheviques, que arremetieron con excesiva paranoia enfermiza contra todos los que poseían criterios disímiles, discrepantes, optando por la línea teleológica e ideologizante, que comenzaba a implantarse a contracorriente de Lenin, proclive a debatir con los criterios diferentes.

La relevancia histórica-política, impronta intempestiva y catalizadora de Lenin, en todos los momentos históricos vitales de la transformación revolucionaria y socialista de su Rusia natal, el Oriente y el mundo, lo fue su pensamiento político activo, el de la política como estrategia, los compromisos y las alianzas, el de saber atisbar y aprovechar los momentos favorables y desfavorables desde el plano objetivo, pero más que todo en el subjetivo; del desarrollo desigual capitalista y los eslabones débiles de la cadena imperialista; la caracterización de las épocas y cómo superar las crisis teórica-prácticas revolucionarias -las denominó de crecimiento, conocimiento-práctico y superación, también de destrucción-; el líder de las continuidades, discontinuidades y rupturas, el corrector que reajusta su estrategia en sus trabajos teórico-políticos por la vivida realidad práctica, una y otra vez, si el rumbo de la historia lo condicionaba.

Jamás creyó en pesimismos, vacíos y socavones históricos, siempre estuvo pendiente en cómo ascender políticamente, en conjunto con el pueblo trabajador, desde el abismo de las derrotas y recesiones, los retrasos e interrupciones. Desplegó un incesante trabajo organizativo, educador, de agitación política y social, en las victorias y en los fracasos, en las crisis y en las inercias, para anudar en el acontecimiento revolucionario la necesidad, lo casual y el azar, con conciencia lúcida, incluso en aquellas sacudidas que se promovieron desde la espontaneidad, de la cual no era un ferviente partidario, como tampoco del parlamentarismo pro-burgués.

La Revolución para él no era un acto único, sino un proceso, historia, acontecimiento y contingencia, también coyuntura; generalidad, oportunidad singular y contextual concreta, que provenía de la acumulación de fuerzas, luchas y experiencias prácticas de grupos compuestos por personas, gente que habían ido ganado en conciencia ideológica y política. Rechazó, por trivial, la idea de que era posible “(…) construir la sociedad solo con las manos de los comunistas (…) [pensamiento totalmente falso porque los comunistas son sólo una mínima parte de la sociedad, agregaba] una gota en el mar de pueblo. [Por lo que ellos] Sabrán conducir al pueblo por su camino únicamente si saben determinar con exactitud ese camino, no solo en el sentido del desarrollo de la historia universal.” (8)

Improvisó en la marcha inédita, junto a otros bolcheviques, no hay dudas de ello, pero lo hizo siempre con la estrategia segura en el horizonte: el comunismo. Porque el socialismo fue, y sigue siendo, un camino inexplorado, lleno de acertijos, enigmas y dudas que debe construirse de acuerdo a las peculiaridades específicas de cada país, aunque utilice algunas leyes y regularidades trazadas de forma general. El camino no estaba total, ni siquiera parcialmente signado por Marx y Engels, que prefirieron dejarlo fuera de un formulario y recetario de ideas a priori, eterno y repetitivo, ni una profecía y cuerpo filosófico-teórico cerrado, y en ese terreno transicional es urgente planificar, prever, pero sobre todo, innovar, crear, inventar, recrear y refundar, reinventar, con astucia y audacia, de manera constante, usar el test del éxito y el error, navegar en zigzag tratando de remontar los retos de la historia, y se resiste para luego tomar la iniciativa histórica.

Por eso, Lenin, estaba firmemente convencido de que, si es posible que el capitalismo por su misma deriva termina autodestruyéndose, no lo es porque el mero desarrollo de las fuerzas productivas -en contradicción abstracta con las relaciones sociales de producción- diera al traste con el modo de producción; tampoco que cualquier necesidad, simplemente economicista, condujera irremediablemente al socialismo. Ni que lo hiciera posible la sencilla toma del proletariado de los aparatos -‘máquina’ le llamó Marx- represivos del Estado, sin destruirlos, sino que había que construirlos y reconstruirlos una y otra vez, (9) para enrumbar hacia el comunismo y la extinción del Estado. Una tarea totalmente colosal, porque la lógica del capitalismo se reproduce metabólicamente dentro de otros modos de producción, incluso en el tránsito socialista.

A este poder ubicuo, e ineludible para la reproducción de las relaciones de producción, también de reproducción de la vida, fetichizadas, responde Marx con la necesidad de la ‘conciencia de clase’ y Lenin con la idea de ‘la organización de una vanguardia política’ real, no autoproclamada. Lo que no es una dicotomía, sino un par coexistente necesario, fuertemente interrelacionado con la Revolución social y el tránsito socialista. El sujeto de una revolución posible no será, por tanto, la clase obrera definida de manera objetiva, menos prístinamente, por más que continúe universalizándose, sino la síntesis de un nuevo bloque histórico – político pluriclasista, idea gramsciana que tenía su origen en el Frente Único leninista que, a través, de la dictadura del proletariado liberara de la explotación-opresión capitalista al resto de la población e implantara una democracia popular directa, y no embrollara indistintamente los aparatos de dirección socioeconómicos, ideológicos políticos y culturales, menos estatales, administrativos y militares, en el tránsito socialista, alcanzándose el socialismo no única e impositivamente con la dominación, sino con la construcción de consenso en el pueblo y el ejercicio de la hegemonía política cultural, persuasiva y seductiva, ética y estética.

Como afirmó el marxista francés, Daniel Bensaid, Lenin supo percibir que las revoluciones tienen su propio ritmo, marcado por aceleraciones y desaceleraciones, estancamientos y retrocesos y que, igualmente, poseen su propia geometría o álgebra, donde la unidireccionalidad es interrumpida por bifurcaciones, giros bruscos y repentinos. Su partido, el bolchevique, se crea, recrea, resurge y realiza dos revoluciones, hasta tres, si tenemos en cuanta la de 1905, la de febrero y la de octubre de 1917, nunca de espaldas a las masas populares, si no palpando el movimiento real de éstas en la historia. Porque la política para Lenin, además de ser un arte de lo posible era un arte de lo imposible, pero para ello debe organizar y preparar la Revolución; el partido es, entonces, un “operador estratégico” en el sentido que apoya y acelera la experiencia de la clase obrera para ganar la hegemonía y alista a la vanguardia del proletariado –y al propio obrero asalariado y sus alianzas– para la insurrección y la Revolución Social.

La leyenda negra, que blasfema a Lenin, pretende que el egocéntrico y mediocre Iósif Stalin está formado con los instrumentos y los gulags que, supuestamente, han anidado en el cerebro de Lenin y, con toda probabilidad, en el de Marx, por cuanto la fórmula de la ‘dictadura del proletariado’ no podía sino abocar lógicamente en el Estado estalinista autocrático, al socialismo de Estado hipercentralizado y muy poco democrático, olvidando la influencia del lassalleanismo, el bakuninismo y el blanquismo. Pero, las leyendas, como algunas fábulas, son mentiras.

Por su parte, contrario a las ideas y acciones leninistas, el régimen estalinista no encontró nunca una vía humanizada, ni individual, colectiva y socialmente, tampoco buscó un consenso reconstruido a través de la hegemonía ideopolítica y cultural socialista, sino que lo hizo con la dominación, coerción y violencia forzosa; por eso acabó fiscalizando todos los espacios, desde el poder ejercido autocrática y despóticamente, en un proceso en el cual el Partido acabó reemplazando al proletariado que debía representar y formar, educar y orientar; confundiendo el poder político del partido y de los Soviets con el administrativo y militar; y de esa forma, el Comité Central fue más importante que las bases partidistas y se renunció a la interacción y retroalimentación mutua; y el Secretario General subsumió en una operación distorsionadora al Comité Central, quedando libre de toda crítica y valoración negativa.

Hoy necesitamos a Lenin. El que inició la gran marcha teórica y práctica hacia la victoria de la Revolución socialista. Por ello, podemos reiterar con Fidel Castro Ruz, nuestro Comandante en Jefe: “La obra de Lenin ultrajada tras 70 años de Revolución. ¡Qué lección histórica! …”, (10) y su esperanza en una nueva revolución social. Y si Fidel comprende lo beligerante del pensamiento y accionar de Lenin y su Revolución, hoy centenaria, a pesar de desvíos y anomalías, éxitos y fracasos, entonces, hay que reintentar tomar el cielo por asalto, una y otra vez, para lograrlo hasta la victoria siempre.

Notas y referencias:

(1) Žižek, Slavoj (2004): Repensar Lenin 1, Biblioteca Virtual, OMEGALFA, febrero 2005; Introducción del libro de Slavoj Žižek, A propósito de Lenin1. Política y subjetividad en el capitalismo tardío (2004): Editorial Atuel, Buenos Aires, p. 2.

(2) Existen desarrollos independientes del mismo y son variadas las vías para arribar al socialismo. Lenin, V. I. (1985): Nuestro Programa, Obras Completas (OC), T. 4, Editorial Progreso, Moscú, p. 194.

(3) Lenin, V. I. (1975): Dos tácticas de la socialdemocracia en la Revolución democrática, (1905), OE, T. III, Editorial Progreso, Moscú, pp. 1-124.

(4) Lenin, V. I: (1975): El Estado y la revolución, OE, T. VII, Ob. Cit.

(5) Kohan, Néstor (2009): Luxemburgo, una Rosa roja para el siglo XXI, La Jiribilla, La Habana, 18 de enero.

(6) Lenin, V. I. (1985): ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento, (1902), Obras Completas (OC), T. 6, Editorial Progreso, Moscú, p. 26, p. 24.

(7) Lenin, V. I. (1975): La Bancarrota de la II Internacional, OE, T. V, Ob. Cit., pp. 219-275; El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional (1985): (OC), T. 25, Editorial Progreso, Moscú, pp. 121-134.

(8) Lenin, V. I. (1987) Informe Político del Comité Central del PC (b) de Rusia, OC, T. 45, Ob. Cit., p. 105.

(9) Lenin, V. I. (2011): Ideas sobre el partido, la cuestión nacional y la educación de la juventud del partido, en La última lucha de Lenin…, Ob. Cit., p. 333.

(10) Castro Ruz, Fidel (2016): El pueblo cubano vencerá, Discurso pronunciado en la sesión de clausura del 7.mo Congreso del Partido Comunista de Cuba, 19 de abril, Juventud Rebelde, 20 de abril, La Habana, p. 3.

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7 Responses to El “olvido” de Lenin y la Revolución Socialista Rusa de Octubre de 1917. Una mirada crítica a cien años de la victoria. Por Orlando Cruz Capote

  1. Ernesto Aristizábal Reyes says:

    Felicitaciones por este valioso artículo que aclara muchos aspectos olvidados y constituye un reconocimiento a la grandeza de Lenin.

     
  2. yunier says:

    Muchas felicidades, excelente artículo.

     
  3. Nurys Batista Tejeda says:

    El problema es más serio, es precisamente la educación de las nuevas generaciones en los postulados esenciales del leninismo, de esos que no perecen, de esos que no importa el contexto, de sus aportes al materialismo dialéctico, , al materialismo histórico, , del papel del partido , de la educación y de la cultura; del papel del estado, de la propaganda revolucionaria, en fin como lo dijo el mismo Lenin “ sin teoría revolucionaria , no hay movimiento revolucionario” y nos damos cuenta que hay que leer a Lenin, releerlo , hay que buscar la génesis y las esencias, esas nos servirán siempre en la construcción del socialismo que queremos.
    El marxismo, el leninismo constituyen las bases teóricas del pensamiento revolucionario del siglo XXI, constituyen la base ideológica de los partidos comunistas de todo el mundo, de los movimientos de liberación nacional y eso no puede morir, no puede olvidarse , pues la lucha contra el capitalismo no se ha acabado.

     
  4. WG says:

    Rosa había roto con la socialdemocracia, o sea, los socialdemócratas la asesinaron, pero ya no era “su partido”.
    Las Tesis de Abril de Lenin es la misma que la visión de Trotsky y contraria a la mayoría de la dir socialdemócrata rusa. Si Lenin fue el revolucionario más importante para el triunfo de la Revolución, Trotsky le secundó.

     
  5. orlando says:

    El leninismo no son ideas absolutas, como buen marxista siempre se encomendó cambiar de estrategia y táctica –aunque el fin último siempre fue el comunismo– de métodos de lucha, de compromisos y aliados con vistas a llevar cabo la Revolución Social, Proletaria o Socialista, analizando el movimiento real de la sociedad nacional –en realidad multinacional, regional e Internacional. Rosa Luxemburgo había roto con el ala derecha oportunista y revisionista del Partido Socialdemócrata Alemán –Kautski y Bernstein- para fundar definitivamente el Partido Comunista Alemán, pero fueron sus excamaradas los que la asesinaron. Jamás pidieron disculpas por esa traición y asesinato. No soportaron que una mente tan lúcida fuera judia, polaca y alemana. Las Tesis de Abril pueden coincidr o no con las ideas de Trotsky, pero están confeccionadas por Lenin, incluso son algunas ideas que ya ha elaborado con antelación, pero que vuelve sobre ellas, las modifica, las actualiza para el momento histórico. Pero no son de Trotsky. A su vez, no es nada raro, que algunas tesis teóricas y prácticas coincidan con sus camaradas del Partido Bolchevique. Tuvo muchos enfrentamientos con casi todos ellos, pero les escuchaba, incluso con las oposiciones que surgieron dentro del bolchevismo ver: Orlando Cruz Capote “Un enfoque crítico diferente acerca de las polémicas de los marxismos y los marxistas en la Rusia Soviética entre 1917-1930. Una historia poco conocida”. Primera y Segunda parte, Revista Cubana de Filosofía. Edición Digital, No. 29. Noviembre-junio 2017. ISSN: 1817-0137; ello no le quita su liderazgo al frente del Partido y de máximo jefe del Comisariado del Pueblo.
    Finalmente, hay que tener en cuenta que el marxismo y el leninismo, quiito el guión para desembarazarme del estalinismo y del prosoviétio, que fue rancio, vullgar –manualístico–, litúrgico, formalista, que tenía las respuestas supuestamente teóricas y prácticas elaboradas a priori, etc., reitero, el marxismo y el leninismo engarzado con lo mejor de las tradiciones históricas nacionales y regionales, también las políticas y culturales, tiene que tener mucha creatividad, originalidad, singularidad, creación heroica –como escribió José Carlos Maríategui, el Amauta Peruano. no ser calco y copia.

     
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  7. jesusdelrio44 says:

    Cuidao con los Trotskos, que se cuelan. Se cuelan los Trotskos si no lo atajan.

     

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