Mangosta no come cocodrilo (Parte V). Por Fabián Escalante Font

 

Los meses que antecedieron al desencadenamiento de la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, mucho antes de la propuesta soviética para la dislocación de los cohetes nucleares en la Isla, fueron tensos y de agresiones cotidianas,  como ha quedado demostrado. Los tambores de  la guerra habían comenzado  a sonar  desde los mismos albores de aquel año.

No se trataba de conjeturas propagandísticas cubanas, sino de hechos. Las acciones públicas de los Estados Unidos así lo evidenciaron. Como tantas veces antes, se preparaba el teatro de operaciones, en la búsqueda de una excusa “plausible”, que posibilitara la actuación directa de las fuerzas norteamericanas. La confrontación fue escalando en una notoria, pública y peligrosa vertical.

El 29 de mayo, precisamente el día que arribara la delegación soviética a La Habana para negociar la dislocación de los cohetes, el periódico Noticias de Hoy, que se editaba en la capital cubana, reportaba el hostigamiento por aviones de guerra norteamericanos, que en esas semanas realizaron más de ciento cincuenta sobre vuelos varios buques mercantes que navegaban hacia Cuba, mientras que unas veinte naves de la Armada norteamericana sometieron a interrogatorios o trataron de amedrentar a marinos soviéticos que tripulaban algunas de esas naves.

Entre los meses de julio y agosto de 1962 se realizaron setenta y dos violaciones aéreas, en misiones de espionaje en todo el territorio nacional. Cientos de disparos provocadores, provenientes de la ocupación ilegal de un pedazo de territorio cubano en la base norteamericana de Guantánamo, fueron hechos contra jóvenes soldados que la custodiaban.

En once ocasiones se detectaron submarinos en nuestras aguas territoriales y dos veces buques con bandera norteamericana penetraron o se acercaron a las costas, mientras que el Oxford, barco de espionaje radioelectrónico, se mantuvo durante todo el tiempo frente a las costas noroccidentales y se realizaron maniobras navales conjuntas con buques de guerra germano occidentales.

Sin embargo, a partir del primero de septiembre, todas las actividades subversivas, políticas, económicas y militares se incrementaron. Ese mismo día fue atacado con fuego de artillería ligera el puerto de Caibarién, en la provincia de Las Villas, por la organización terrorista Alfa 66; horas más tarde se efectuó el sepelio de cuatro campesinos, uno de ellos con sólo dieciséis años, residentes de la zona montañosa de El Escambray, quienes fueron asesinados por bandas armadas infiltradas por la CIA.

Arthur Schlesinger, asesor presidencial, en un memorándum a Kennedy, expresó su preocupación acerca de la situación interna en Cuba, a la luz de informaciones de inteligencia que “describían planes para una sublevación durante las próximas semanas”. Todo esto, como se sabe, fue manipulado por la CIA para crear las condiciones político–militares que proporcionaran el pretexto para la intervención militar.

Desde el 20 de agosto, Maxwell Taylor y Robert Kennedy le habían informado al Presidente, en un memorándum, que no apreciaban la posibilidad de que el gobierno de Fidel Castro fuera derrocado sin la intervención militar directa de los Estados Unidos. Taylor informó que el Grupo Especial Ampliado recomendaba un programa más agresivo, razones por las cuales el Presidente Kennedy, ordenó elevar la intensidad de los proyectos subversivos en curso.

El 30 de agosto, en respuesta a esta decisión, la CIA comenzó a esbozar una lista de sabotajes y otras acciones contra objetivos económicos y sociales en Cuba que debía aprobar el Grupo Especial Ampliado. Por su lado, los líderes del exilio cubano en los Estados Unidos urgieron al gobierno de Kennedy a apoyar la reanudación de las actividades subversivas en gran escala para tratar de derribar a Fidel Castro.

Mientras tanto, la ultraderecha norteamericana continuó avivando la histeria belicista anticubana encaminada a moldear a la opinión pública para justificar una agresión directa a Cuba.

El 3 de septiembre, los senadores norteamericanos George Smathers, demócrata por La Florida, Strom Thurmon, demócrata por Carolina del Sur, y Kenneth B. Keating, republicano por Nueva York, solicitaron que los Estados Unidos patrocinaran una organización militar internacional similar a la OTAN entre las naciones americanas, para “encarar el problema Cuba”.

El día 7 de septiembre, el presidente Kennedy demandó al Congreso la autorización para llamar a filas a ciento cincuenta mil reservistas y el Comando Táctico Aéreo estableció un grupo de trabajo para preparar un plan de contingencia ante una agresión eventual a Cuba.

En esa misma fecha Carlos Lechuga, embajador cubano en México, denunció la existencia de catorce bases de entrenamiento de terroristas de origen cubano en Guatemala, Nicaragua, Panamá, Haití y Santo Domingo. Por su parte, los Estados Unidos, en una nueva reunión de la OEA, propusieron nuevas sanciones a la Isla.

El grupo terrorista Alpha 66 atacó el día 10, a la altura de Cayo Francés, frente a las costas de la provincia de Las Villas, a dos cargueros, el San Pascual y el New Lane, a los cuales prácticamente destruyeron. Cinco días más tarde, fueron asesinados en El Escambray tres dirigentes de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), por bandas armadas por la CIA y se intensificaron los sobrevuelos norteamericanos sobre el espacio aéreo cubano.

En los Estados Unidos no cesaron las maniobras contra Cuba: el día 18, el ex–vicepresidente Richard Nixon convocó a una “cuarentena” sobre Cuba para detener el flujo de armas soviéticas, la cual fue apoyada por seis senadores de la ultraderecha norteamericana, mientras que el Comando Aéreo Táctico concluyó los planes de contingencia previstos para una invasión militar a Cuba y la prensa panameña señaló que mil quinientos cubanos, vistiendo uniformes del Ejército norteamericano, desembarcaron en la Zona del Canal, para ser entrenados en el fuerte Kobe.

Una Resolución donde “se sanciona el uso de la fuerza, si fuera necesario, para contener la agresión cubana y la subversión en el hemisferio occidental”, fue aprobada en el Senado norteamericano, con votación de 86 a favor a 1 en contra. Aviones de los Estados Unidos continuaron sus sobrevuelos  a Cuba, y también las presiones de ese país para que Europa Occidental rompieron sus relaciones comerciales con la Isla.

El día 26, la Cámara de Representantes aprobó la misma Resolución presentada anteriormente por el Senado, con votación 384 a favor y 7 en contra, y fueron detenidos en La Habana cinco terroristas cuando se disponían a desencadenar un vasto plan subversivo con pertrechos enviados por la CIA.

Dos días más tarde Curtis Lemay, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, presentó a su aprobación el plan de asalto aéreo y desembarco anfibio a Cuba.

El día 28 fueron detonadas varias bombas de relativo poder en la capital cubana. Todas fueron colocadas por un equipo de operaciones especiales infiltrado y exfiltrado posteriormente por la CIA para esos fines.

El primero de octubre, aún sin haberse iniciado la Crisis de los Misiles, Robert McNamara, secretario de Defensa, ordenó al almirante Robert Dennison, comandante en jefe del Comando del Atlántico, que tomara todas las disposiciones necesarias para instituir un bloqueo militar a Cuba. El Congreso de los Estados Unidos divulgó una Declaración Conjunta, en la que señalaba que se hacía necesario impedir por cualquier medio que sea necesario, inclusive el uso de las armas, que el régimen cubano extienda por la fuerza sus actividades agresivas o subversivas a cualquier parte de este hemisferio.

Tres días más tarde, Robert Kennedy, fiscal general, se reunió con el Grupo Especial Ampliado y expresó su “preocupación acerca del progreso de Mangosta”, puntualizando la necesidad de otorgar prioridad al intento de ejecutar más operaciones terroristas y urgía a que se emprendiera una actividad “masiva”. Se acordó considerar el minado de los puertos cubanos.

El día 8 de ese mes otro comando de Alpha 66 atacó a cañonazos el poblado de Isabela de Sagua, y asesinó a tres personas; mientras, esa misma noche, se infiltraron por la zona de Carahatas, provincia de Las Villas, tres comandos de la CIA, para organizar y dirigir a las agrupaciones contrarrevolucionarias que actuaban en el macizo montañoso del Escambray. Tres días más tarde fue detenido un grupo terrorista en la provincia de Camagüey, cuando intentaba realizar una campaña para destruir por medio de explosivos, varias de las industrias principales del lugar. Una embarcación de pescadores cubanos fue atacada y hundida en las inmediaciones de Cárdenas, provincia de Matanzas, por grupos de Alfa 66. El día 15, una embarcación con personal de la CIA, atacó con fuego de cañones a Nueva Gerona, capital de la Isla de la Juventud.

Unas horas antes, al amanecer del  14 de octubre un avión del tipo U-2, pilotado por el oficial de la CIA Richard Heyser, había fotografiado instalaciones de misiles del tipo MRBM en Cuba, y se descubrió por las autoridades norteamericanas, horas más tarde, la presencia de los misiles en la Isla.

En la mañana del día 15, con desconocimiento aún de la presencia de los cohetes, Robert Kennedy se reunió en Washington con el Grupo Especial Ampliado y lo exhortó a acelerar las actividades encubiertas contra Cuba, y se acordó que el sabotaje podría ser emprendido más considerablemente y que todos los esfuerzo a serían hechos para desarrollar nuevas e imaginativas proposiciones con la posibilidad de irse desembarazando del régimen de Castro.

Para corroborar  la presencia de estas armas, el día 16 se produjeron seis misiones de aviones U-2 de reconocimiento sobre la Isla. Unas horas más tarde fueron presentadas al Comité Ejecutivo la prueba fotográfica y las películas de las construcciones militares para la instalación de misiles identificados como SS-4. Fueron ordenados nuevos vuelos de reconocimiento y se intensificaron los preparativos militares de los Estados Unidos, que incluían el reforzamiento de Guantánamo y del sur de La Florida, donde se estacionaron cuatro destructores.

Como si nada estuviera ocurriendo, el 20 de octubre, la CIA dio “luz verde” al comienzo de la Operación Cupido, mediante la cual un grupo de terroristas, al mando de Miguel A. Orozco, se infiltró por la costa de Pinar del Río con los fines de activar un amplio plan subversivo que levantara en armas a los grupos contrarrevolucionarios locales, capturara la importante base aérea de San Julián, y lograra así el control de la provincia, destruyendo con explosivos plásticos, la empresa minera Minas de Matahambre, uno de los objetivos económicos principales del territorio.

La segunda fase de esta operación debía desencadenarse una vez cumplidas las misiones referidas y con un territorio cubano capturado, que posibilitara orquestar una poderosa campaña publicitaria que explicara a la opinión pública que el pueblo cubano se había sublevado y contaba con territorios importantes en su poder. Entonces, otros grupos comandos proporcionarían el golpe final.

Aprovechando el conocimiento público del involucramiento del gobierno del dictador nicaragüense Luis Somoza en el proyecto de Bahía de Cochinos, uno de los componentes del plan consistía en atacar a Puerto Cabezas, en la costa Atlántica de Nicaragua, con fuerzas que simularían ser cubanas y darían la imagen de una venganza de Fidel Castro por la agresión pasada.

Al unísono, otras fuerzas contrarrevolucionarias tomarían Cayo Romano, al norte de la provincia de Camagüey, con el fin de asegurar un territorio cercano a los Estados Unidos, donde desembarcar a un gobierno provisional, encabezado por José Miró Cardona, del auto titulado Consejo Revolucionario Cubano.

Con una crisis originada por los efectos de la supuesta agresión a Nicaragua, una provincia sublevada y un gobierno provisional instalado en un pedazo del territorio cubano, estaban creadas las condiciones para solicitar “oficialmente” la ayuda al gobierno de los Estados Unidos para que interviniera en la “guerra civil” desatada en la Isla y en defensa de una nación centroamericana “víctima del comunismo internacional”.

Sin embargo, volvieron a fracasar, y Orozco y sus terroristas fueron capturados, frustrados los planes de la “sublevación interna,” y más que eso, los terroristas confesaron ante las cámaras de la televisión cubana sus fechorías y proyectos agresivos.

El 21 de octubre, el presidente Kennedy  se reunió con los secretarios Rusk y McNamara y confirmó la aprobación final para implantar la “cuarentena” a Cuba. Se discutió el concepto de “ataque aéreo”, y el presidente decidió que los militares debían estar preparados para llevar a cabo un golpe aéreo en cualquier momento.

Un día más tarde, en presencia de los medios de comunicación principales del mundo, el presidente Kennedy denunciaba en un discurso de diecisiete minutos, la presencia de misiles intercontinentales en Cuba, decretaban el bloqueo militar para impedir el arribo de todos los barcos con destino a la Isla y demandaba la retirada por parte de la Unión Soviética de las armas estratégicas situadas en territorio cubano.

En la Isla se decretaba la alarma de combate; todo el pueblo, como un solo hombre, se volcó sobre las armas para defender su soberanía, mientras que los norteamericanos evacuaban a su personal civil del territorio de la base naval de Guantánamo.

La historia que continuó es conocida. Fidel Castro la ha explicado en diferentes ocasiones a nuestro pueblo. Numerosos libros y publicaciones sobre el tema han circulado en todo el planeta.  El mundo estuvo al borde de su destrucción por el arma nuclear, esencialmente a causa del empecinamiento de los gobernantes de los Estados Unidos en no respetar la soberanía cubana.[1]*

El día 24 de octubre, a las diez de la mañana, se inició oficialmente el bloqueo naval de los Estados Unidos alrededor de todo el territorio nacional de la República de Cuba.

En esos días cruciales y dramáticos se derribó un avión espía norteamericano[2] , las baterías cubanas abrieron fuego contra la aviación a baja altura, los cohetes se apuntaron mutuamente y finalmente, tras numerosos intercambios de notas, llamadas telefónicas y negociaciones, entre Kennedy y Jruchev, que concluyeron con la aceptación por la URSS, sin el conocimiento y acuerdo cubano, la retirada de los misiles.

Cuba denunció el pacto alcanzado y, en uso de su facultad soberana, se negó a la inspección del cumplimiento de esos acuerdos en su territorio,  en tanto, como la vida se ha encargado de demostrar, no se solucionaban las causas que originaron la crisis ni se garantizaba la paz en la región.

Fidel se encargó finalmente de hacer el epitafio de aquella página dramática de la historia de la humanidad, cuando planteó al mundo los cinco puntos esenciales para una negociación justa y duradera, que aún hoy constituyen las bases para cualquier negociación entre los Estados Unidos y Cuba:

  1. Cese del bloqueo económico.
  2. Cese de todas las actividades subversivas.
  3. Cese de los ataques piratas.
  4. Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y naval.
  5. Retirada de la base naval de los Estados Unidos en Guantánamo.

Cuba hubiera deseado que esta propuesta finalizase el conflicto, en tanto se habrían normalizado las relaciones entre los tres países e incluso, probablemente, se habrían sentado las bases para un nuevo orden político internacional.

Notas

[1] Nota: “Fueron puestos sobre las armas 300 mil combatientes con elevado espíritu de  combate. El 23 de Octubre hablo por TV para denunciar la política de EU, advertir el riesgo de invasión , movilizar totalmente al pueblo y expresar nuestra disposición  de luchar en cualquier circunstancia  cualesquiera que fuesen los riesgos. Cien horas con Fidel , 2da edición , pág. 312

[2] El 27 de Octubre, una batería de cohetes anti aéreos SAM, en la provincia  de Oriente, manipulada por los soviéticos, dispara  y derriba un avión U2. Muere el oficial norteamericano Rudolph  Anderson, piloto del avión espía. Ese hecho era la prueba de que prácticamente se estaba ya combatiendo.

 

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6 Responses to Mangosta no come cocodrilo (Parte V). Por Fabián Escalante Font

  1. vencuba says:

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