El 29 de marzo pasado se cumplió el 15 aniversario de la inauguración por Fidel del programa de las Salas de Televisión, en acto realizado en el asentamiento El Puntico, del municipio Campechuela, en la provincia Granma.
Concebidas para contribuir a la información de la población residente en asentamientos que no tenían ningún tipo de electricidad, a elevar su cultura general integral y como medio para la recreación sana en la comunidad, se inició en el año 2001 como parte de los programas de la Batalla de Ideas, y ha permitido que casi medio millón de cubanos se beneficien de estas instalaciones, así como la generación de 7 620 nuevos empleos en estas comunidades.
Uno de los saldos positivos del programa es que la televisión alimentada por celdas fotovoltaicas se insertó en un sistema amplio y coherente de comunicación, donde está presente la comunicación comunitaria e interpersonal, convirtiéndose en elemento esencial de la transformación y construcción social de la realidad en estos lugares.
También posibilitó la elevación de la cultura de los pobladores, el afianzamiento de nuestra identidad y el apego a nuestras raíces, como muro de contención a los símbolos, patrones, normas y actitudes que nos quieren imponer desde el extranjero, al producto prefabricado y al intento imperialista como diría el Che, “de domesticar lo único que nuestros pueblos estaban ahora salvando del desastre: la cultura nacional”. [1]
Además de la programación de la televisión cubana en las salas se ven y se debaten materiales audiovisuales acerca de temas de interés cultural y social, tales como: películas, series dramatizadas, programas infantiles, las relaciones de convivencia, la promoción de una vida saludable, la lucha contra el tabaquismo, el alcoholismo, el SIDA y las infecciones de transmisión sexual, los riesgos del embarazo en la adolescencia, las consecuencia de la violencia intrafamiliar, el cáncer de mama, la hipertensión arterial, el manejo y cuidado del diabético, la atención a las personas de la tercera edad y a las embarazadas, la alimentación del niño en edades tempranas, las implicaciones del uso de drogas, así como la identidad del campesinado cubano, tradiciones y transformaciones de su realidad social, y otras de carácter histórico y patriótico-militar.
Cuenta cada una de estas instalaciones con juegos de ajedrez y una mini biblioteca que tiene unos 170 libros. Algunas poseen sala de rehabilitación donde personal médico calificado presta servicios especializados.
En un estudio realizado en el año 2006 sobre las transformaciones que se han producido en asentamientos donde funcionan salas de televisión[2], se reconoce un impacto positivo en la vida cotidiana de los pobladores. El 81% de los entrevistados y encuestados expresaron que las salas de TV se han convertido en una nueva fuente de entretenimiento y el centro más importante de la comunidad. Refirieron sentirse orgullosos de contar con ellas, muchos no imaginaban que eso fuera posible en un lugar tan apartado sin electrificar.
Una anciana de 70 años residente en una comunidad de la provincia de Sancti Spíritus, dijo que después que comenzó a funcionar la sala de televisión la gente comenzó a cambiar. “Yo veo y siento que las cosas no son iguales, poco a poco se van creando buenos hábitos en la población”.
Un joven de 25 años manifestó que “la sala de TV se ha convertido en sitio principal de la comunidad; donde las personas acceden con las mejores galas, para disfrutar de mensajes que cubren amplia gama de intereses, desde las instructivas mesas redondas, seriales y películas, hasta videos sobre el alcoholismo y el hábito de fumar, el cuidado del medio ambiente, la práctica de deportes y la recreación sana”.
Por su parte el delegado del Poder Popular de una comunidad en la Sierra Maestra aseveró, “las salas alimentan espiritualmente a miles de pobladores pues es un punto de reunión para ver una buena obra de teatro, la actuación de declamadores y trovadores del barrio, leer un libro, asistir a la rendición de cuentas del delegado y otras reuniones o actividades sociales que generan mayor información, conocimientos y preparación política”.
Se pudo constatar como los trabajadores de las salas en casos de vecinos impedidos físicos o ancianos que por su edad y lo abrupto de los caminos no pueden venir a la instalación, les llevan la prensa y hasta se las leen, les prestan libros y hasta algunas actividades culturales les realizan con la cooperación de los propios vecinos y niños de la escuela.
En la mayoría de las salas la labor del Médico de la familia ha sido primordial para el desarrollo de las actividades, incluso en aquellos que no se corresponden estrechamente con el tema de la salud; gracias a su preparación integral, también es fuente de consulta en temas políticos, económicos y sociales. El médico, que por lo general se encuentra entre los de mayor nivel educativo y cultural de la comunidad, presta asesoría a los trabajadores de la sala en muchas de sus funciones. Además, en no pocos casos, comparte a diario con la población en la sala de TV como espectador, y contribuye a aclarar dudas o incomprensiones que puedan surgir durante la proyección de los más diversos materiales.
En la investigación se apreciaron actitudes que dan cuenta de un comportamiento humanitario, cooperativo, donde se destaca la disposición a brindar ayuda, participar en los programas y actividades, compartir lo que tiene con el que lo necesite y su tendencia a dar más que a recibir.
Actualmente Cuba ejecuta un programa acelerado de electrificación con paneles fotovoltaicos de viviendas aisladas que no cuentan con conexión al Sistema Electroenergético Nacional que entre otros dispositivos permite el funcionamiento de un televisor. Pero transcurridos 15 años, en las comunidades donde radican las 1698 salas de televisión que existen en la actualidad se han desarrollado sentimientos de pertenencia, la identificación del individuo con su barrio, su zona de residencia, sus habitantes, sus normas, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de relacionarse y su estilo de vida en general.
Este es un factor poderoso para movilizar a los pobladores, plantearse metas comunes y trabajar de conjunto por el alcance de estas, la solución de problemas y el desarrollo de la comunidad, como base de la cohesión y la unidad nacional.
[1] Discurso en Punta del Este, Uruguay, p.444-445. Tomado de “El Che en los inicios de la transnacionalización imperialista”. Revista Cuba Socialista No 34, 2005. p.8.
[2] Elsa Agüero Escobar y Omar Pérez Salomón: “Un acercamiento a las transformaciones que se han producido en los asentamientos no electrificados en Cuba a partir de la puesta en funcionamiento de las salas de televisión en estos lugares”. Tesis de Maestría en Marketing, Gerencia y Comunicación, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, Abril de 2006.
Reblogueó esto en Miluramalho’s Blog.
Quienes hemos pasado media vida en el medio rural y la otra media en el medio urbano sabemos apreciar por partida doble la importancia de esta clase de servicio comunitario, en que las personas aprenden y se relacionan a través de actividades recreativas. Por mucho que el trabajo dignifique al hombre, es en un contexto lúdico donde adquirimos nuestra esencia y plenitud como especie animal. Si la evolución otorgó un elevado protagonismo al juego en nuestra especie, fue precisamente por su relevancia para el aprendizaje y el establecimiento de vínculos sociales, dos aspectos cruciales de nuestro éxito evolutivo. Por ello, a la hora de medir el índice de desarrollo humano de una sociedad, las actividades lúdicas y recreativas que contribuyen al bienestar al mismo tiempo que al aprendizaje y a la comunicación interpersonal merecen una consideración especial.
La experiencia de las salas polivalentes en el medio rural merece un reconocimiento especial ya que se trata de un aprendizaje no reglado y voluntario en que los participantes son al mismo tiempo emisores y receptores. Estoy convencido de que, para muchos de los destinatarios, se ha convertido en una especie de renacimiento, que les ha transportado a una etapa nueva y superior de su proceso vital, especialmente aquellos que han adquirido poderosas herramientas para el conocimiento y disfrute personal y se sienten coprotagonistas en su entorno social. Sin duda, un aspecto crucial a destacar a la hora de comparar el desarrollo bajo el socialismo cubano con el desarrollo bajo el capitalismo. Por muy elevado que sea el desarrollo material, que caracteriza a algunas sociedades capitalistas, no es comparable con el bienestar que proporciona el desarrollo espiritual, una vez cubiertas las necesidades básicas. Esto es algo que conocen perfectamente las autoridades del mundo capitalista, de ahí la alta incidencia de las enfermedades mentales no congénitas.
Un ejemplo más de la maldad intrínseca del capitalismo es el desmantelamiento de la programación infantil en los canales de televisión públicos y privados, así como de las actividades lúdicas extraescolares no regladas. Habría que preguntarse por las razones profundas de algo tan maquiavélico y hay una que a mi no se me escapa. El juego es reforzador en sí mismo. Un niño puede pasarse horas jugando en un plano puramente simbólico y hedonístico, lo que es incompatible con su función social como consumidor de bienes y servicios y, además, puede interferir el aprendizaje reglado (sin olvidar el curriculum oculto). Por ello, la programación infantil en muchos canales de televisión se reduce a la emisión de publicidad para que empiecen a ser eficientes en el desempeño de esa otra forma de explotación típica del capitalismo, que es el consumismo.
Quienes imaginaban que el consumismo era el premio por soportar altos niveles de explotación en el ámbito de la producción, comprenderán, con ejemplos como este, que el placer o displacer que pueda producir es indiferente, ya que ambos parámetros tienen como única justificación la maximización de resultados en el proceso de acumulación de la clase dominante. Por si alguno no termina de verlo claro, podríamos citar ejemplos de hiperconsumismos profundamente displacenteros, cuyo hipertrófico estado bajo el capitalismo explica su profunda maldad, como son los altos indicadores de morbilidad e inseguridad, provocados por hábitos de vida insanos y peligrosos convenientemente promocionados y tolerados desde las más altas instancias.