Los años del terror. Por Fabián Escalante Font

 

La década de los sesenta concluyó sin apenas darnos cuenta. La derrota de la CIA y sus aliados nativos había sido aplastante. Invasiones armadas, ofensivas terroristas, ataques comandos, bloqueo económico, “levantamientos internos”, confrontaciones nucleares, complots de asesinatos contra Fidel Castro, se estrellaron contra la resistencia de nuestro pueblo y su tenacidad en la defensa de su proyecto político, económico y social.

Había sido derrotado un ejército de más de cuatro mil hombres, dirigido por cuatrocientos oficiales de la CIA, que conjuntamente con una armada, aviación de combate, emisoras radiales y comandos de operaciones especiales, sustentados en una poderosa estructura logística a un costo de cien millones de dólares anuales desarrolló durante diez años una guerra tenaz para derrocar a la Revolución Cubana.

En 1969 la CIA desactivó su gran base operativa JM/Wave, radicada en Miami, y licenció a una parte de su voluminoso personal. Muchos de sus integrantes marcharon como “asesores” a varias policías latinoamericanas; otros buscaron ubicarse en las nuevas guerras emprendidas por el imperio en el sudeste asiático; los más devinieron exitosos empresarios —con fondos provenientes del narcotráfico— que pronto se expandirían a los sectores del servicio, el turismo, la política local en la Florida. Estos elementos constituirían lo que ha dado en llamarse la mafia cubano-americana de Miami.

El departamento encargado de Cuba en el Cuartel General de la CIA fue fortalecido con nuevos cuadros; también las estaciones radicadas en terceros países, particularmente México, Francia y España. Sus capitales, a causa del bloqueo impuesto,  eran de tránsito obligado de cubanos y extranjeros en viajes hacia y desde La Habana. En el primer año del decenio que se iniciaba, había ganado las elecciones en Chile el socialista Salvador Allende, abriendo un nuevo camino de esperanzas en las transformaciones sociales y políticas del continente; en los Estados Unidos gobernaba el ultraconservador Richard Nixon con su asesor de Seguridad, Henry Kissinger, un ideólogo de la derecha norteamericana.

Una etapa histórica no comienza en un momento,  día u una hora señalada. Generalmente se solapan unas con las otras y las referidas a la actividad subversiva contra Cuba, no constituyeron la excepción. El expediente de la agresión subversiva adoptó una estrategia que al tiempo que mantenía el bloqueo económico, comercial, financiero y político, fortalecía cuatro direcciones principales:

La guerra biológica, dirigida a destruir el sector agropecuario y afectar a la salud de la población de manera de aterrorizar y rendirla por el miedo; la subversión económica, para desactivar la producción y caotizarla; la guerra ideológica, para erosionar la sociedad, sus fundamentos, morales y éticos y dividir al movimiento revolucionario y finalmente el terrorismo generalizado, dentro y fuera de Cuba. 

Comenzaba así, una campaña genocida contra el pueblo cubano, lamentablemente poco conocida. Venenos sofisticados, plagas mortíferas y epidemias letales comenzaron a asolar la Isla, periódicamente sobrevolada por aviones misteriosos encargados de esparcir sus cargas de muerte. Habían decidido exterminar las principales producciones agropecuarias del país, provocar el colapso económico y afectar de manera decisiva a la población para aterrorizarla.

La roya de la caña de azúcar, el dengue hemorrágico, el moho azul del tabaco y la peste porcina africana fueron, entre otras, las operaciones encubiertas de la CIA contra nuestro pueblo. Si ya en 1962, según documentos desclasificados de su gobierno, se pretendía regar agentes bacteriológicos sobre los campos de caña para afectar la salud de los trabajadores agrícolas, entonces se decidió exterminar a la población en general. Decenas de niños y cientos de mujeres, hombres y ancianos fueron víctimas de estas exóticas y muchas veces mortíferas enfermedades. Quizás algún día, en sus medios de prensa, desclasifiquen estos operativos y el mundo conozca hasta qué punto se ejecutaron los planes para asolar al pueblo cubano.

De acuerdo con datos incompletos recogidos durante los años aludidos, agentes del gobierno de los Estados Unidos introdujeron en Cuba trece plagas y enfermedades antes inexistentes o desconocidas que provocaron afectaciones importantes y a veces dramáticas a los planes de desarrollo agropecuario y a la vida de las personas. Ellas estuvieron relacionadas con la roya de la caña, el moho azul del tabaco, la  broca del café, el thrips palmi, que ataca cultivos como la papa, el frijol, el pimiento, el pepino, la habichuela, la berenjena, y el arroz.

En la actividad pecuaria fueron siete plagas las diseminadas, entre estas la enfermedad de Newcastle en la avicultura; la peste porcina africana, en dos brotes diferentes; la seudodermatosis nodular bovina y la mamilitis ulcerativa, en la ganadería vacuna, la enfermedad hemorrágica viral del conejo, y la varroasis de las abejas. La enfermedad de Newcastle provocó más del 80 % de mortalidad en la masa avícola del país, mientras la fiebre porcina ocasionó el sacrificio de quinientos mil animales en el primer brote y trescientos mil en el segundo. Prácticamente se extinguió de un golpe la masa porcina del país.

Las pérdidas sufridas fueron incalculables y aquellas relacionadas con el combate a estas plagas se estimaron en ciento treinta millones de dólares, sin contar el costo de los alimentos sustitutos que hubo que importar debido al daño producido por las mismas. Sería importante que aquellos que se dedican en el exterior al estudio de la economía cubana y difaman sobre su eficiencia, tuvieran en cuenta estos datos que me atrevo a asegurar, ningún otro país  ha experimentado.

En la esfera humana, la epidemia de dengue hemorrágico fue uno de los más canallescos actos terroristas de agresión. En pocas semanas alcanzaron la cifra, sin precedentes conocidos, de 344 203 personas afectadas. En solo un día -6 de julio de 1981- se reportaron 11 400 nuevos enfermos,  un verdadero récord. Un total de 116 143 personas fueron hospitalizados; alrededor de veinticuatro mil pacientes sufrieron hemorragias; 10 224 sufrieron shocks por dengue en algún grado, y 158 personas fallecieron como consecuencia de la epidemia, de ellas, 101 niños. A ello se suma el hecho de que, a causa del bloqueo, Cuba tuvo que comprar los medicamentos para combatir esta pandemia en países disímiles y a precios exorbitantes, pues el imperio bloqueaba sus compras y la urgencia para los tratamientos era perentoria. 

A partir de febrero de 1962, fecha en que  Estados Unidos estableciera el embargo comercial —o mejor decir, el bloqueo económico, comercial y financiero que aún perdura— la CIA desarrolló diferentes acciones subversivas para apoyar su efectividad. En 1963, el Departamento de Comercio creó una agencia denominada Detectives Globales con la misión de perseguir a los empresarios, en cualquier parte del mundo, que comerciaban con Cuba o proyectaban hacerlo. Más tarde, durante la segunda mitad de la década, mediante sus embajadas en Europa Occidental, amenazaban con cortar sus vínculos con los Estados Unidos a empresas y compañías interesadas en comerciar con la Isla. Tales fueron los casos de Leyland de Inglaterra y Berlier de Francia, las que a pesar de las presiones ejercidas durante un tiempo enviaron sus principales productos —ómnibus y camiones— a la Isla.

Paralelamente una extensa campaña de guerra sicológica se desató sobre la población cubana sustentada en aquellos conceptos elaborados por el gobierno de los Estados Unidos, con el propósito de desvirtuar las ideas del socialismo y de confundir al movimiento revolucionario. “Nuestro objetivo en la Guerra Fría – explicaban- no es conquistar o someter por la fuerza un territorio, es más sutil, más penetrante, más completo […] es la lucha para ganar las mentes y las voluntades de los hombres”.[1] Una definición más reciente plantea que se trata de “operaciones planeadas para enviar información seleccionada a determinadas audiencias para influir en sus emociones, motivaciones, razonamientos, y conducta de gobiernos, organizaciones, grupos, o individuos”.[2]

Teorías como el “tendido de puentes” y la “convergencia de las sociedades desarrolladas”, por una parte, y por otra el ataque a los dogmas, el dimensionamiento de los “fracasos económicos del socialismo”, “la poca actualidad del pensamiento marxista” —elaborado, argumentaban, para la sociedad del siglo xix, e inicios del xx—, la crítica al pensamiento marxista y el revisionismo pretendían confundir y dividir al movimiento revolucionario para erosionar desde dentro sus pilares ideológicos. Se fundamentaban en la experiencia obtenida en su actuación contra la Unión Soviética y Europa del Este, donde con el tema de los denominados “derechos humanos”, estimularon dentro de la sociedad civil corrientes revisionistas y contestatarias que intentaron desarmar —y en ocasiones lo lograron— al movimiento revolucionario y comunista mundial.

Con el propósito de influir en las actitudes de distintos grupos de personas, era necesario utilizar a instituciones como American Watch, el Pen Club, la Fundación Ford o la Rockefeller, Human Rights, Freedom House, o más recientemente la National Endowment for Democracy, Reporteros sin fronteras, etc., para distribuir la información y trabajar sistemáticamente sobre esos grupos. Mediante organizaciones paralelas, los Estados Unidos pusieron al servicio de estos centros ideológicos todos los recursos obtenidos con su extraordinario desarrollo científico y técnico.

Sin abandonar las acciones de fuerza y terror, el tema de la ideología y la subversión política devino una de las direcciones principales del trabajo de la CIA por intermedio de los centros culturales, religiosos, estudiantiles o sociales. Unos estaban dirigidos a denigrar las ideas revolucionarias; otros a desinformar; algunos a divulgar las ventajas de las sociedades de consumo, su moral y su dogma. Todos fueron dotados con abundantes recursos y dinero. Organizaban conferencias internacionales, brindaban becas, premios, financiamientos, y en lo interno comenzaron a proyectar sus influencias en sectores como el cine, la televisión, la prensa y la literatura. Pronto aparecieron películas, series televisivas, libros, magazines, comics y otros productos en los que se idealizaba a los mercenarios, se atacaba a los revolucionarios considerándolos terroristas,[3] se propalaban criterios novedosos sobre la libertad sexual, los derechos humanos, el conflicto existencial; se distorsionaban los conceptos de la patria y la nacionalidad y se trataba por todos los medios de enfermar la conciencia social.

Las publicaciones y radioemisoras fueron y son medios utilizados para estas actividades. Los resultados antes alcanzados en Europa del Este contribuyeron a que se creara Radio Swan, una estación clandestina que accionaba desde una isla en territorio hondureño, y que tras la derrota de Playa Girón cambió su nombre a Radio América. Le siguieron otras que operaban “legalmente” desde los Estados Unidos y buscaban los mismos fines: La Cubanísima, La Fabulosa, Radio Mambí, y luego Radio Caimán. Por otra parte, en las historietas cuyo personaje central era un “gusano libre” se ofrecían indicaciones para emprender sabotajes y acciones terroristas dentro de la Isla; en América Latina se distribuían otras historietas que denigraban a la Revolución.

Hacia mediados de los años setenta, el desarrollo tecnológico alcanzado en las transmisiones de televisión, la disponibilidad de cintas y casetes de video, así como el surgimiento de los videojuegos, se convirtió en un instrumento que, utilizado convenientemente, envenenó y modificó la vida y las costumbres populares. En sus afanes por confundir, engañar y desinformar, los estragos producidos probablemente aún no hayan sido cuantificados ni estudiados suficientemente. Era lógico que las cerradas sociedades de Europa del Este fueran presas relativamente fáciles de aquella ofensiva, las que a causa de sus añejos errores y desviaciones no pudieron enfrentar con éxito.

La manipulación de temas como la supuesta persecución religiosa, el crecimiento de la emigración cubana, la libertad de expresión, los derechos humanos, la discriminación racial  y la homofobia han sido cultivados, alimentados y proyectados de acuerdo con los intereses del imperio, y formado parte de intensas campañas contra Cuba.[4]

La división del movimiento revolucionario cubano era parte sustantiva del proyecto subversivo. Agentes encubiertos en embajadas capitalistas, generalmente bajo el manto cultural o periodístico, comenzaron a actuar en esa dirección haciendo el centro de sus objetivos a antiguos prejuicios anticomunistas, esencialmente en medios culturales e intelectuales, desde épocas pretéritas. Surgió incluso una tendencia denominada “socialismo tropical” que pretendía desacreditar el marxismo y la historia del movimiento comunista cubano.

Al unísono, una campaña terrorista fue desarrollada que solo en la década de 1969 a 1979 realizó 377 actos criminales contra entidades y personal cubano en el exterior y dentro del país. Fueron asesinados diplomáticos cubanos en Argentina, Portugal, Estados Unidos y Canadá; artefactos explosivos colocados en aviones de transporte con cuantiosas víctimas como fue el caso de Barbados en 1976, emigrados que disentían de estas políticas fueron asesinados en Miami y otras ciudades norteamericanas.

Aquellos años fueron de terror generalizado, pero Cuba con Fidel a la cabeza resistió y venció, experiencias que hoy al calor de las políticas que pretende imponer al Mundo el nuevo gobierno norteamericano, aportan importantes conocimientos de luchas y victorias para las nuevas generaciones de revolucionarios cubanos, para que al igual que ayer pueda vencer los designios imperiales en cualquier escenario  que se pretendan proyectar.

[1] Citado por Blanche Wiesen Cook: The Declassified Eisenhower, Doubleday, Nueva York, 1981.

[2] Jon Ellison: Psy War on Cuba. The Declassified History of US Anti-Castro Propaganda, Ocean Press, Melbourne, 1999.

[3] Este método fue utilizado ampliamente por el gobierno norteamericano en las décadas del cuarenta y del cincuenta, actuando bajo el auspicio de la recién estrenada CIA y del senador por Wisconsin Joseph McCarthy, presidente del Comité de Actividades Antinorteamericanas.

[4] En 1999, John Ellison incorporó nuevos materiales desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos que muestran cómo la agresión psicológica y propagandística se había mantenido a lo largo de cincuenta años sobre Cuba y que incluía libros, periódicos, historietas, películas, panfletos y programas de radio y televisión. Véase su ob. cit.

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11 Responses to Los años del terror. Por Fabián Escalante Font

  1. ¡Excelente, Fabían, y cuando leo que “En 1999, John Ellison incorporó nuevos materiales desclasificados por el gobierno de los Estados Unidos que muestran cómo la agresión psicológica y propagandística se había mantenido a lo largo de cincuenta años sobre Cuba”, pienso en estos 17 años en que han recrudecido todo esto, sobre todo en los dos últimos años en que, para muchos, ya estamos “normalizados”, cuando es al revés, pues es ahora, hoy mismo posiblemente, en que la relación es más anormal y la guerra psicológica contra Cuba se incrementa con mayor dureza. Pienso que todo lo que podamos decir ahora, con la misma claridad que has expuesto esos años del terror, será mucho más beneficioso para las nuevas generaciones, pues el terror no ha terminado.

     
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  4. josé guillén says:

    Hablando de la penetración de la CIA en Cuba. Acabo de leer en Granma, para mi sorpresa, que el segundo libro más vendido en la Feria de La Habana es la obra 1984, de George Orwell, financiada por la CIA, como parte de la guerra psicológica anticomunista. En sus últimos años, cuando escribió esa novela, Orwell trabajaba para el MI6 británico y elaboró una lista donde denunciaba a comunistas, simpatizantes, antirracistas, etc. También escribió un artículo pidiendo una guerra nuclear preventiva contra la URSS. Entendería parcialmente que se venda en Cuba 1984 si fuera acompañado de estudios críticos de esta obra y de su autor, pero dudo que lo hayan hecho así. ¿Cómo pueden criticar la guerra de la CIA contra Cuba y al mismo tiempo publicar obras financiadas por ella?

     
  5. Alejandro says:

    Sr. Guillén, a los órganos de inteligencia les salió el tiro por la culata pues el trabajo de Orwell refleja como pocos la distopía de las llamadas democracias burguesas. Las revelaciones de Snowden y Assange muestran con claridad quién es el Gran Hermano y quiénes los sujetos de la vigilancia. Tal y como afirmaba Foucault el liberalismo, en tanto promete libertad, sujeta a los hombre. Le recomiendo lea el prólogo de Rosa Miriam Elizalde al libro de Ignacio Ramonet, El Imperio de la Vigilancia. Aquí le dejo el enlace.
    http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2017/02/en-el-imperio-de-la-vigilancia-de-ignacio-ramonet/

     
  6. josé guillén says:

    Alejandro, lamentablemente está muy equivocado. Nos quejamos de la influencia de la CIA, de la guerra cultural, y después se publican alegremente libros editados y financiados por ella. 1984 se editó a partir del año 1948, en un ambiente opresivo de la guerra fría que sirvió que una parte del público occidental se sumara a la histeria de pre-guerra contra el bloque soviético. Dentro de este bloque, con la economía arrasada por la guerra, la sensación de acoso y amenaza exterior se multiplicó y se restringieron libertades a algunas capas sociales por temor a crear una quinta columna. El libro de Orwell, junto con Rebelión en la Granja, fue introducido clandestinamente tras ser traducido a varios idiomas y filmarse una película basada en él. Rápidamente sedujo a algunas capas intelectuales, descontentas y occidentalizadas, que habían sido obligadas a trabajar a desgana para el proyecto socialista, y estas capas se convirtieron en la base para el movimiento pro capitalista en el que se apoyó el imperialismo para derribar el socialismo desde dentro en los años 80-90. El socialismo se encuentra en continuo asedio, bloqueado y con la población sometida a una guerra de supervivencia desde 1960, recrudecida en los años 90. Tenga usted en cuenta que la capacidad de difusión mediática y de penetración en las mentes de una población (cuya capacidad de resistencia se ha visto erosionada) es mucho más potente que la capacidad mediática que tenga el socialismo para defenderse. Y yo no estoy hablando de censurar, pero al menos con un símbolo tan anticomunista como 1984 y sabiendo la influencia que tuvo en crear una intelligentsia pro capitalista, al menos sería deseable un riguroso trabajo de deconstrucción, de crítica literaria y contextualización histórica.

     
  7. josé guillén says:

    Es importante el esfuerzo que realizan, pero no sé hasta qué punto llega al ciudadano de a pie o incluso más allá. Por ejemplo, acabo de leer en Cubadebate una entrevista a Abel Prieto que califica a 1884 como una “obra notable”. Bueno, yo creo que estas palabras, sin ninguna contextualización del autor y su obra, llaman a una peligrosa confusión y le prestan un aval institucional importante. Es curioso, además, porque Orwell no estaba considerado ni mucho menos como un novelista brillante, y si resaltó fue únicamente por sus posiciones políticas y su particular visión del socialismo que decía defender. Rebelión en la Granja, creada para satirizar la URSS de Lenin y Stalin, es tan ridícula, distorsionada y pueril, que para cualquiera que sepa algo de historia causa vergüenza ajena. En cuanto a 1984, la idea la tomó de un ruso emigrado político que hacía años había publicado una obra con una temática similar. A Orwell nunca se le ocurrió hacer una crítica tan implacable y explícita del capitalismo o del colonialismo.

    Un saludo solidario.

     

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